Por Iván García.
Si usted no es muy observador, probablemente cuando ha caminado por la calle Obispo, en la parte vieja de La Habana, no se ha percatado que en el número 310 hay un inmueble pintado de color salmón que en rojo dice Museo y en azul, 28 de Septiembre. Encima, en un cristal, el emblema de los CDR (Comités de Defensa de la Revolucíon), una organización que desde su fundación es una célula primaria de información para los servicios de inteligencia del régimen cubano.
A la entrada del museo un cartel ofrece precios diferenciados: dos pesos para los cubanos, dos cuc para los extranjeros. Un aburrido custodio bosteza sentado en la antesala. A su lado, en una caja de madera con varias divisiones, guarda el escaso dinero recaudado. Las visitas son pocas. “Los cubanos ven a los comités como algo obsoleto. A veces entran algunos turistas amantes de Fidel y la revolución. O a comprar una camiseta con la imagen del Che”, dice el custodio.
Lo que queda de la revolución son los símbolos. Al régimen le gusta fosilizar el pasado. No muy lejos de allí, en Refugio entre Monserrate y Zulueta, desde 1974 radica el Museo de la Revolución, y como en otros similares en el resto de las provincias, se exalta la ‘obra’ de Fidel Castro. El otrora sitio de recordación que tenía la Seguridad del Estado en 14 esquina 5ta. Avenida, Miramar, a partir del 13 de agosto de 2017 lo convirtieron en Memorial de la Denuncia.
Recientemente en su programa en Facebook y You Tube, Juan Juan Almeida dijo que el próximo 25 de noviembre, por el cuarto aniversario del fallecimiento del hombre que durante 47 años dirigió Cuba como si fuera una finca particular, en una mansión situada en la calle Paseo entre 11 y 13, Vedado, se inaugurará un centro que aspira a convertirse en una especie de lugar de peregrinaje, con fotos, videos y objetos personales por primera vez mostrados.
Además de un museo en la Habana Vieja, los CDR cuentan con sedes municipales, provinciales y nacionales. Una plantilla abultada de burócratas, una flota de vehículos y un presupuesto generoso otorgado por el Estado. Los Comités de Defensa de la Revolución fueron creados por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1960, durante un discurso en el antiguo Palacio Presidencial, entre gritos de júbilo de una muchedumbre que apoyaba a la revolución y explosiones de petardos estallados por los opositores. Siete meses después, el 16 de abril de 1961, en un acto en 23 y 12, Vedado, Castro declaraba que el carácter socialista de la revolución.
Para Ricardo, licenciado en ciencias políticas, los CDR pueden definirse como una institución singular que funciona exclusivamente en Cuba. “En ninguna nación de la Europa del Este existió una organización de masas al estilo de los CDR. En esas naciones habían delatores y ciudadanos que colaboraban con los servicios de inteligencia, pero no hubo una organización estructurada a todos los niveles como los CDR. Tampoco fue un invento de Fidel. Grupos paraestatales con millones de integrantes surgieron dentro del fascismo alemán e italiano. Hitler creó las SA, fuerzas de asalto con cuatro millones de miembros que lo mismo salían a la calle a golpear a los que no estuvieran de acuerdo con el Führer que romper las vidrieras de los negocios judíos como sucedió en la noche de los cristales rotos”, apunta y agrega:
“En Italia, Mussolini organizó las Camisas Negras, donde se juntaban ex militares y delincuentes. Ese fue el embrión de los CDR, las Asociaciones de Combatientes y otras agrupaciones aparentemente civiles instauradas por el gobierno cubano. Hace rato que los CDR dejaron de cumplir su objetivo. Se mantienen exclusivamente para vigilar a los desafectos del sistema y la actualización de los residentes en una cuadra mediante un registro de direcciones”.
Pedro, quien fuera presidente del CDR al oeste de La Habana, asegura que el rol “de los comités es servir de canal de información a las instituciones del Estado. Lo mismo se le informa a salud pública la cantidad de niños existentes en la cuadra para una posterior campaña de vacunación, que se le detalla al DTI (Departamento Técnico de Investigación) cómo es la vida de cada vecino. Hace más de quince años que los CDR no hacen círculos de estudio ni guardias nocturnas. La población se ha vuelto muy apática y no quiere saber de guardias ni de reuniones. Usted cita a una asamblea para elegir al delegado del Poder Popular y solo asiste el 30 por ciento de los vecinos. Los CDR han quedado para informar al Ministerio del Interior y fiscalizar el registro de direcciones”.
Según Pedro, en las cuadras donde viven disidentes, la Seguridad del Estado suele tener un informante a tiempo completo. “En mi barrio vive un periodista independiente y el jefe de vigilancia es el encargado de anotar las chapas de los vehículos diplomáticos que lo visitan, sus amistades, con quien se relaciona y hasta lo que come y bebe. Conocí a un tipo que después que el periodista botaba la basura en el contenedor, iba y la revisaba para ver si leía prensa extranjera, averiguar con qué jabones se bañaba y que champú utilizaba para lavarse la cabeza. Era un fanático”.
Los CDR cuentan con más de ocho millones de afiliados. Maritza, presidenta de un comité, cuenta que “el proceso de inscripción es un mecanismo automático, como el de la libreta de abastecimiento. La gente se apunta y paga la cotización para no marcarse, pero muy pocos participan en las actividades. Desde hace dos años ni siquiera se hacen fiestas el 28 de septiembre”. Y añade que gracias al registro de direcciones, “la policía puede expulsar a los orientales que viven sin papeles en La Habana”, aplicándoles el anticonstitucional Decreto 217, vigente desde abril de 1997.
La autocracia verde olivo exportó a Venezuela un remedo de los CDR, los llamados Colectivos, más violentos y perfeccionados. Esas fuerzas chavistas lo mismo disparan una ráfaga de AK-47 en una manifestación opositora que en los barrios de Caracas reparten alimentos prioritarios a través del CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), una versión de la libreta cubana de racionamiento, instaurada por Fidel Castro en marzo de 1962.
Sesenta años después, lo que queda de los CDR son las estructuras. El pasado 5 de septiembre, el régimen designó al ex espía Gerardo Hernández Nordelo como coordinador nacional. Pedro, ex presidente de un comité, supone que sea para reforzar el control social y la delación. “No les será fácil conseguir a determinadas personas como informantes en cuadras y barrios, porque la mayoría de los cubanos actualmente no está para eso”.
Para las nuevas generaciones, los CDR son sinónimo de vigilancia y chivatería. Tres letras que identifican una institución retrógrada y desfasada. Si cierran el anacrónico museo de la calle Obispo nadie lo va extrañar.
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