Por María Matienzo.
Una niña cubana espera por agua en una cola.
“Cuando escuchas las historias de vida de muchas de esas niñas se te arruga el alma”, cuenta Jacqueline Madrazo Luna, una de las integrantes del Comité por la Integración Racial (CIR), organización de la sociedad civil independiente cubana que ha llegado a los asentamientos más desfavorecidos de La Habana.
“Hace alrededor de 10 años el CIR a través de su programa ‘Animando Sonrisas’ viene trabajando en asentamientos urbanos en La Habana donde la población generalmente es mestiza, negra, pobre; donde la jefatura familiar está en manos de mujeres que todos los días con mucho esfuerzo intentan sacar a su familia adelante y en particular a sus hijas”, explica Juan Antonio Madrazo Luna, coordinador del CIR.
“Hay que bajar ahí para tomarle el pulso de verdad a la pobreza, a la desigualdad que sufren esas niñas generalmente afrodescendientes”, continúa explicando el activista.
Según Marthadela Tamayo, otra de las integrantes del CIR, “las realidades” que se han encontrado en tales asentamientos “son muy duras” y no solo están presentes en La Habana, sino también en otras zonas del país, particularmente en Oriente.
La también activista de la Red Femenina de Cuba asegura que muchas niñas, que emigran a la capital de la Isla junto a sus familias, se vuelven “víctimas de la discriminación” por ser “negras, mestizas y palestinas, que es como llaman despectivamente a las personas del Oriente del país.
Los tres activistas cuentan que, entre las historias desgarradoras que han tenido que escuchar, hay casos de violaciones incestuosas de padres y abuelos a hijas y nietas. Sin embargo, “el pacto de silencio opera alrededor de esas vidas, violentado su inocencia”, reflexiona Juan Antonio.
Para Jacqueline, esta es una realidad que se puede identificar en cualquier espacio de la ciudad, no solo en los asentamientos de San Miguel del Padrón, Marianao o La Lisa, sino también en las ciudadelas y cuarterías de Centro Habana, Cerro, Habana Vieja e, incluso, en el mismo Vedado.
“La pobreza infantil y la violencia contra las niñas son una realidad de la cual no se habla en los medios de comunicación. Tampoco se conoce la labor preventiva”.
“La otra realidad”, según Marthadela consiste en “un espacio donde la familia es disfuncional y la violencia y la desigualdad son cíclicas; van de una generación a la otra y casi nunca se logra salir de su círculo. Muchas veces en el espacio institucional de la escuela esas niñas negras y pobres sufren de bullying (acoso) y tristemente a veces hasta los educadores participan conscientemente de esto”, lamenta la activista.
Aun cuando muchas de estas niñas, cuenta Jacqueline, “no pasan de la educación secundaria, por lo general tienen bajo rendimiento escolar. La deserción escolar es real, la prostitución infantil es una vía de escape. Asimismo, en este sector hay más embarazos no deseados y más niños bajo peso al nacer debido a la inseguridad alimentaria”.
El CIR participa en líneas de investigación que “le toman el pulso a estas realidades en las cuales quienes más sufren son las niñas, conjuntamente con las mujeres”, asegura Marthadela. La activista también se refiere al perfil pedagógico del programa “Animando Sonrisa” y al capítulo cultural de la organización, Di.Verso, donde la cultura hip hop se traza como un camino de realización.
“Hay mucha indiferencia con las problemáticas que giran alrededor de estas niñas” en los barrios periféricos de la capital cubana, dice Marthadela. Sin embargo, su afirmación puede ser extensiva a cualquier otra región de la Isla. “Esto sucede porque no existen políticas públicas, sobre todo políticas diferenciadas que hagan uso de instrumentos de protección social para prevenir las inequidades”.
Por su parte, los talleres del CIR han permitido que algunas mujeres de esas poblaciones desfavorecidas conozcan los derechos y las necesidades de sus hijas, más allá de las ineficientes Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Los activistas del CIR, después de contar estas experiencias, terminan preguntándose sobre el futuro de estas niñas que son invisibilizadas por el discurso oficial. En una red de miseria que las antecede, ellas no tienen acceso a programas sociales que les permitan aliviar su situación económica y priorizar su educación.
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