miércoles, 15 de enero de 2020

La dura realidad de la Cuba castrista.

Por Tania Díaz Castro.

Cuba; Fidel Castro; Raúl Castro;

De los años anteriores a 1959 escribe el periodista cubano Ciro Bianchi. De la realidad actual no se atreve. Lo sacarían a palos del periódico Juventud Rebelde, donde ha ganado méritos por sus crónicas sobre un pasado que, para el régimen, fue lo peor que nos ocurrió.

En una ocasión se refirió a las zonas de tolerancia de La Habana anteriores a la Revolución Cubana, donde se podía ejercer la prostitución libremente: los barrios de Colón, Victoria, Pajarito y otros -según Bianchi- desaparecidos en 1963, por orden de Fidel Castro.

He buscado ese dato en varias cronologías que poseo, tanto impresas en España como por editoras castristas, y en ninguna de ellas aparece que esas zonas de prostitución fueran desmanteladas por esa fecha.

Se recuerda, eso sí, que tanto desprecio inspiró a Fidel aquellos cientos de mujeres, que las obligó a ingresar en cursos de corte y costura. Todo terminó en un rotundo fracaso.

Pasó el tiempo y lo que ocurre hoy en la mayor de las Antillas es algo mucho peor: Desde hace más de cincuenta años, una buena parte de la juventud cubana ejerce el llamado “jineterismo”, o sea, la prostitución con propósitos muy definidos: Obtener artículos de vestir y comer y, por último, recibir ayuda de un extranjero para huir de un comunismo que la mantiene en la pobreza.

Dicen que por los años noventa Fidel Castro las llamó “las prostitutas más cultas de este mundo”, teniendo en cuenta que muchas de ellas eran graduadas de carreras universitarias. También recuerdo cuando un extranjero dijo, en mi presencia, que las jineteras cubanas eran las más lindas y baratas de este mundo. ¡La mirada que le eché a aquel señor! Seguramente no lo olvida.

En aquella ocasión, Fidel no mencionó a los varones “jineteros”; mucho menos a los gay, que luchan por sentirse libres en una sociedad que les niega ese derecho, gobernados por un régimen que presume de una sociedad donde se ha desarrollado “el hombre nuevo”.

De forma jocosa, en ocasiones les gusta llamarse así: “hombres nuevos”, puesto que persisten en obtener su emancipación sexual. Incluso, gracias a la hija del dictador Raúl Castro y al machismo que impera en el régimen político, se han hecho mucho menos vulnerables que las mujeres dedicadas al jineterismo. En Cuba hay varias granjas y prisiones para estas muchachas, condenadas según leyes que no aparecen en el Código Penal. Se trata, ni más ni menos, de castigos políticos, no así para los varones jineteros, con quienes la Policía se hace de la vista gorda.

Quien escribe esto recuerda perfectamente, como si fuera ayer, la sociedad donde nació y creció y la propaganda que se comenzó a hacer desde 1959 contra el capitalismo, de forma arbitraria y exagerada.

Sin embargo, se oculta la realidad que se ve hoy y que antes no existía. Como nací en 1939, pasé mi adolescencia precisamente en los años cincuenta, donde jamás supe de ninguna estudiante que se dedicara a “cazar” extranjeros y mucho menos a un muchacho que vendiera su sexo para escapar de Cuba.

Esto lo saben tan bien como yo los dirigentes políticos de esta Revolución, cercanos a mi edad.

Vivo en medio de una sociedad tan corrupta que puedo, sin riesgo a equivocarme, que me siento apenada de vivir en la isla de Fidel y de Raúl Castro.  Sí, apenada de ser cubana por lo que veo cada día, en cada cuadra, en cada barrio, en escuelas de nivel secundario, en las universidades, en las Tiendas Recaudadoras de Divisas, en los hospitales, en las oficinas de los organismos del Estado, en los parques, en las actividades artísticas, en cualquier sitio, en cualquier zona desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio.
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