Mercado estatal en La Habana.
La escasa naturalidad y nula capacidad oratoria condena a la casta política cubana a una mediocridad irreversible. No disponen de asesores que les ayuden a dar discursos modernos ni equipos de expertos que les sople al oído estadísticas verídicas. La nueva camada de estadistas nombrados por decreto, tampoco se apoya en las encuestas de opinión de la ciudadanía y no cuentan con la suficiente paciencia para escuchar criterios opuestos.
Entonces tenemos como resultado a un Esteban Lazo, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular- una copia burda de lo que debiera ser un parlamento-, que lee peor que un alumno de sexto de grado. Ministros que redactan con faltas de ortografías y errores de sintaxis y un presidente sudoroso que habla inexpresivamente, dando la sensación de que es un ventrílocuo. Además, los Consejos de Estado y de Ministros debieran contratar licenciados en cultura física para que los dirigentes obesos y fuera de forma pasen por el gimnasio.
Cuba está atrapada en un laberinto: quienes la gobiernan son disfuncionales y, encima, un amplio porcentaje de la población está desconectado de la política. Esa anomalía provoca una atroz indiferencia ciudadana que aplaude automáticamente, como en Corea del Norte, y aprueba lo que se le ocurra a los gobernantes. A partir de 1959 todo empezó a ser así, unánime. En una catarsis dirigida a las gradas, Raúl Castro, el auténtico hombre fuerte, ha pedido que no haya falsa unanimidad. Pero nadie sigue su consejo. Cualquier directivo sensato, profesor universitario o funcionario estatal sabe que el día que administre con criterio propio puede parar en una celda de Villa Marista.
Cuba está mal. Muy mal. El panorama futuro es desolador. Se pide más lealtad política que talento para dirigir. Y por todas partes encontramos burócratas que aprovechan sus cargos para elevar su calidad de vida, moverse en autos sin preocuparse por la gasolina y comer bien ellos y los suyos.
El sector intelectual, que debiera ser la voz de la conciencia nacional, es una vergüenza. Están comprados y silenciados por prebendas, becas en el extranjero y sutiles amenazas. Poseen más ego que talento. Aplauden más de lo que crean.
Y controlándolo todo está la Seguridad del Estado. Una guardia pretoriana que en vez de proteger secretos estatales, resguarda a un grupo de ancianos que sin apenas interferencias administra su dictadura familiar.
En el fondo, en la bodega del barco castrista, el pueblo sobrevive como puede. Los ciudadanos de a pie han hecho un pacto no escrito con el régimen. Saben que si se dedican a tomar ron, jugar a la bolita (lotería ilegal), ver telenovelas y fútbol y a perrear bailando reguetón, nadie les va a molestar.
Cuidado con disentir. Creer en la democracia, libertad de expresión y economía de mercado o simpatizar con el liberalismo. Puedes prostituirte con discreción o ejercer de ‘mula’, que el jefe de sector de la policía va a mirar hacia otro lado. Siempre y cuando participes en las marchas del 1 de mayo y de memoria repitas lemas revolucionarios.
2020, año 61 de la revolución verde olivo, será más de lo mismo.Pero el desgaste que produce la ineficiencia económica y política tiene un límite. Pregúntele a Ignacio, taxista privado. Su respuesta es al duro y sin guante:
“El 2020 viene peor. En enero, las autoridades comenzarán a aplicar nuevas medidas a los taxistas particulares. Con los que he conversado, dicen que esas medidas provocarán otra huelga de brazos caídos. El Estado nos venderá 240 litros de combustible mensuales a un precio módico, pero esa cantidad resulta insuficiente. A su vez, pretenden topar los precios de viaje y alzar los impuestos. Cada vez tenemos menos autonomía. Los emprendedores tenemos que guardar en el banco el 60 por ciento del dinero que ingresamos o gastamos. Algo inadmisible. El gobierno debiera negociar un acuerdo que favorezca a la población y a los transportistas. No imponer un esquema, pues va a fracasar”.
Alina, jubilada, se queja y con razón, de que los ancianos son los más vulnerables y menos beneficiados por las supuestas reformas económicas de Raúl Castro. “Díaz-Canel sale todos los días en la televisión, dice que los funcionarios tienen que tener sensibilidad, promete que se van a construir más casas y habla de la cultura del detalle. Pero en realidad lo que encuentras es más chapucerías, burocracia, desabastecimiento y un pésimo servicio en las instituciones y comercios estatales. La mayor parte de los cubanos residen en viviendas en regular o mal estado constructivo. No acaban de coger el toro por los cuernos. Las pensiones de los jubilados es una broma, entre 240 y 400 pesos. Un pernil de puerco cuesta más que lo yo recibo de pensión. Lo último es el regreso del dólar, no se sabe si va a desaparecer el chavito (cuc) ni cuándo se acabará la doble moneda, que en realidad son tres: dólar, peso convertible y peso cubano. Se han demorado tanto que el lío con la moneda ha empeorado”.
Diario Las Américas conversó con dos especialistas habaneros y los dos reconocieron que muchas de las reformas están mal implementadas. Joel, contador público, considera “que la liga no se puede estirar más. Hay que enfrentar el fenómeno de la doble moneda. Introducir reformas de calado en el ámbito económico como privatizar miles de establecimientos gastronómicos y talleres de servicios, incluso fábricas que lo único que dan son pérdidas».
Sobre la agricultura, Joel está convencido de que se deben implementar otras estrategias. «La ley de arrendamiento de tierra, debe mejorarse. Otorgar mayor autonomía y arrendarlas por cien años al campesino y la familia si trabaja la tierra. Que produzcan lo que sea más beneficios para ellos. Acopio debe cerrar. Y se debiera dejar de subsidiar a las empresas ineficientes, que son casi todas, para subsidiar a los agricultores en caso de huracanes, plagas o desastres naturales. Con la comida del pueblo no se juega. Si el Estado no toma medidas urgentes, el desgaste político, sumado al descontento social, pudiera provocar protestas y marchas reivindicativas”.
Magela, licenciada en ciencias políticas, opina el gobierno no se ha enterado de que la actual crisis económica todavía no ha tocado fondo. «Es tan frágil el status quo, que incluso iniciando un grupo de reformas, factores externos pudieran condicionar el éxito. El embargo económico y financiero de Estados Unidos es real. Si Trump gana las elecciones en 2020, la travesía por el desierto del gobierno cubano se extenderá cuatro años más. Venezuela es un factor capital. Si Maduro cae y se deja de recibir combustible a precio de saldo, la crisis económica en Cuba se agudizará. Las inversiones extranjeras son insuficientes, la deuda externa crece igual que los impagos a los inversores foráneos. La situación es más delicada de lo que da a entender el gobierno. Están jugando con candela. Y se pueden quemar”.
Al parecer, el régimen no vislumbra la tempestad. Aunque en la última reunión del Consejo de Ministros de 2019, el presidente Miguel Díaz-Canel y el nuevo primer ministro Manuel Marrero, se refirieron a la necesidad de «desatar las fuerzas productivas», pero a continuación aclararon que no se podía confundir con privatización.
La economía estatal no ha funcionado en Cuba en 61 años de autocracia verde olivo. 2020 no tiene por qué ser diferente si se sigue haciendo lo mismo.
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