martes, 28 de enero de 2020

La verdad del mal inicio castrista.

Por Tania Díaz Castro.

Fidel Castro; Cuba

En un gobierno que comienza suprimiendo la libertad de prensa y adueñándose de todos los medios de comunicación, las malas consecuencias son muchas. La población se ve obligada a pensar por la cabeza del Estado, y los periodistas tienen que aceptar los criterios del régimen o abandonar el país. Eso ha ocurrido en Cuba con la dictadura de Fidel Castro, y ejemplos hay muchos.

Recientemente he podido ver dos. Uno, el de una joven estudiante de periodismo que escribió sobre el ojo de Abel, afirmando que fue la Policía de Batista quien se lo sacó y que se lo mostró a Haydee Santamaría para que hablara, leyenda de la que ya no se habla, por falsa.

El otro ejemplo es el de Jorge Wejebe Cobo, nacido en 1952, graduado de periodismo en 1978, y quien sin consultar las pocas cronologías que existen en Cuba, se arriesgó a decir en una de sus recientes crónicas que “desde los primeros meses de 1959, la Casa Blanca inició una política agresiva contra el gobierno de Fidel y Raúl Castro”.

Un breve repaso a esas relaciones entre Washington y La Habana hacen ver cuán erróneo está este comunicador, con relación a un pasado tan tergiversado en la prensa castrista.

Comencemos con José Martí, quien no se equivocó, como si se refiera a hoy: “Estamos firmemente resueltos a merecer, solicitar y obtener la simpatía de Estados Unidos, sin el cual la independencia sería muy difícil de obtener”.

Pudiéramos agregarle: Sin el que sería imposible la prosperidad económica, arruinada por la mala administración de los Castro.

Veamos pues lo que ocurrió:

13 de marzo de 1958 Estados Unidos suspendió el envío de armas a Batista, y este le reprochó a E.T. Smith, embajador norteamericano que, “una neutralidad de ese país favorecería a los rebeldes”. 9 de diciembre de 1958: William Pawley, enviado especial de EE.UU., instó a Batista a marcharse y el 17 Smith le recomendó a Batista que se fuera.

Septiembre de 1959: Fidel Castro declaró en la ONU: “A Cuba la han calificado de peligro rojo, antes de que tuviera oportunidad de intercambiar mensajes con la Unión Soviética”.

Ese día, Castro olvidó que un año antes, el 5 de junio de 1958, escribió a Celia Sánchez que su próxima guerra sería contra Estados Unidos, y que unos días después, el 10 de agosto, hizo un pacto en la Sierra Maestra con los líderes comunistas Carlos Rafael Rodríguez y Luis Más Martín sobre el curso de la Revolución.

Sin embargo, el 7 de enero 1959 Estados Unidos reconoció al nuevo gobierno cubano. Días después, el 22 de marzo, en un mitin con los miembros de la CTC, Castro pronunció un discurso antinorteamericano. Aún así, en mayo, Philip Bonsal, embajador de EE.UU. en Cuba, acudió al aeropuerto para recibir a Fidel. Pero en julio, funcionarios de la CIA declararon que Castro era comunista; este lo negó en repetidas ocasiones, pero en diciembre llegó a La Habana el agente soviético Aleksandr I. Alexeiev, bajo la cobertura corresponsal de la Agencia TASS.

El año 1960 marcó el inicio de la embestida cubana contra Estados Unidos: Fidel atacó verbalmente al Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea norteamericana cuando se negó a venderle aviones y armas, puso en marcha planes de expropiación de tierras propiedad de United Fruit Company, nacionalizó los bancos estadounidenses, y declaró que siempre fue comunista, que Los Andes serían la Sierra Maestra del continente y que promovería revoluciones anticapitalistas en América Latina.

Antes de que terminara ese año ya habían desaparecido los principales periódicos, las emisoras radiales y de televisión, y se habían expropiado las empresas norteamericanas sin compensación alguna.

El 3 de enero de 1961 EE.UU. rompió relaciones diplomáticas con Cuba, y el 3 de febrero de 1962, Kennedy anunció el embargo comercial.

¿Se puede entonces decir que, desde los primeros meses de 1959, la Casa Blanca inició una política agresiva contra el nuevo poder castrista, como afirma el colega Wejebe Cobo en su crónica?

Lo único cierto que dice este colega es que Eisenhower, el presidente de EE.UU., deseó el rompimiento de relaciones junto a numerosos gobiernos latinoamericanos. Precisamente, este hombre inteligente ya sospechaba que Fidel Castro no era de fiar. Conocía de las declaraciones del “joven alocado” -como lo calificó el poeta Nicolás Guillén por el asalto al cuartel Moncada-, cuando en carta a Celia Sánchez le anunció que su próxima guerra sería contra Estados Unidos, y también, por qué no, el informe de aquel extraño pacto entre Fidel y los comunistas.
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