En sus buenos momentos, cuando era jefe de almacén en un restaurante de lujo, llamémosle Osvaldo, esperaba el año asando puerco en púa, rodeado de amigos y parientes bebiendo ron añejo, cerveza Corona o Heineken y comiendo crujientes chicharrones, embutidos españoles y trozos de queso gouda. “Aquellos tiempos”, suspira Osvaldo. No faltaban turrones, racimos de uva ni relucientes arbolitos de navidad. Todo salía gratis. Bueno, la cuenta la pagaba papá Estado. Un eufemismo para camuflar la palabra robo, que suena fea entre los cubanos.
Pero la temporada de vacas gordas terminó para Osvaldo. Una tarde fue detenido por oficiales de delitos económicos del DTI (Departamento Técnico de Investigaciones) y sancionado a siete años de cárcel por ‘enriquecimiento ilícito, malversación’ y un puñado de cargos más que Osvaldo no quiere recordar.
Ya se sabe que las prisiones en Cuba no son precisamente campamentos de verano. Osvaldo entró pesando 245 libras y cuatro años después, por buena conducta, salió con 170 libras. Ya en libertad probó con varios trabajos mal pagados: camillero en un hospital, custodio de una escuela y fregador de ómnibus en una terminal. Lo peor fue que le confiscaron todos sus bienes: una casa, dos automóviles, una moto Suzuki y una buena cantidad de dinero en divisas y moneda nacional.
“Tuve que empezar de cero. La única plata que escapó del decomiso fueron 5 mil pesos que tenía escondidos en casa de mis padres. Pero eso en Cuba no es dinero. Los amigos se alejaron, me divorcié de mi esposa y mis tres hijos se marcharon del país. Uno está en Miami, el otro en España y la hembra en Ecuador. Vivo con mis padres y gano un salario de mierda. Sobrevivo gracias a la remesas que me puedan girar mis hijos”.
Dos días antes del 31 de diciembre pudo comprar un pernil de cerdo en una feria agropecuaria del municipio Diez de Octubre. “De otra manera no podía comprarla. En el agromercado los particulares la vendían, deshuesada, a 45 y 50 pesos la libra, deshuesada. Pero ahora no puedo darme ese lujo. La tuve que comprar a 21 pesos haciendo cola toda la madrugada. La carne era grasa y hueso que otra cosa. En la feria también compré tomates y naranja agrias. Un 31 de diciembre bastante triste. Después que dieron las doce de la noche me acosté a dormir”.
Muchos cubanos esperaron hasta última hora para hacer las compras de fin de año. Tatiana, maestra de sexto grado, también compró carne de cerdo a menor precio vendida por el Estado, pero demora meses en llegar a las carnicerías especializadas y mercados estatales de venta libre. «La gente aprovecha las ferias agropecuarias municipales, aunque hay que hacer dos o tres madrugadas de colas, apuntándose en una lista hasta que llega la carne. Ese día siempre se forma lío, por los descarados que quieren colarse. Mi esposo y yo pudimos comprar dos perniles, uno para nosotros y otro para casa de mi madre. También frijoles negros, lechuga y tomates a cuatro pesos la libra, que los particulares lo están vendiendo a 20 y 25 pesos la libra. Después de recorrer tiendas de Centro Habana, Vedado y Miramar, nuestra hija consiguió dos turrones. Y el mismo día 31 me tuve que disparar una larga cola para comprar cerveza. Vendían una caja de cerveza por persona. La matazón fue tremenda”.
Cada cubano, como pudo, esperó el fin de año en familia. No faltaron los deseos de un nuevo año a familiares, amigos y vecinos, tirar un cubo de agua a la calle que espante la mala suerte y la tradicional vuelta a la manzana del barrio con una maleta para que el destino te premie con un viaje al extranjero. Una tradición reciente en Cuba que tiene sus reglas, como explica Maite, estudiante de preuniversitario: “Si das la vuelta de la manzana con una mochila o una maleta de madera el viaje es a provincia. Si quieres que se te dé un viaje para hacer compras como ‘mula’ a México, Panamá o Rusia, tienes que hacerlo con una maleta de rueditas vacía. Si lo que quieres es un viaje definitivo a Estados Unidos o España tiene que ser con la maleta llena”.
Maite confiesa que lleva dos años dando vueltas a la manzana el 31 de diciembre y donde más lejos viajó fue a Viñales, Pinar del Río, al oeste de La Habana. “Quizás el viaje al exterior se me de cuando termine el pre», dice.
Definitivamente el problema de la emigración en Cuba es un drama que el régimen militar no ha podido detener con una economía de comando y un futuro entre signos de interrogación. Se están yendo las personas de mayor talento, sobre todo los jóvenes. Desde la entrada en vigor en 2013 de la reforma migratoria y hasta enero de 2018, un total de 819,749 cubanos habían viajado al exterior, aunque no hay cifras oficiales de los que decidieron no regresar.
Mientras, en la Isla cada año miles de cubanos siguen haciendo planes para emigrar. Prueban suerte por todas las vías. Casándose con un extranjero, arriesgando sus vidas cruzando la selva de Darién o haciendo estancias en naciones caribeñas y europeas y caribeños.
Pasadas las doce de la noche del 31 de diciembre, el matrimonio formado por Lilian y Carlos, encendieron un par de velas y las pusieron ante el altar donde guardan sus prendas yorubas. “Le pedimos a Obbatalá que proteja a nuestros dos hijos. La hembra piensa quedarse en una beca que se ganó en Alemania. El varón juega béisbol y este año quiere ir a Dominicana y probar suerte a ver si un scout de Grandes Ligas le pueden abrir un contrato”, explica la madre.
Cuba cada vez más es un país de viejos. Dentro de diez años, el segmento poblacional mayor de 60 años será del 33%. Y por primera vez superior al grupo de 0 a 14 años. Las mujeres no quieren tener hijos en Cuba. Susana, 23 años, se ha hecho varias regulaciones menstruales. «No voy a tener un hijo en un país que cada vez está peor». malo”.
2020 comenzó como terminó 2019: haciendo colas para comprar cualquier cosa y con el mismo desabastecimiento en tiendas y agromercados. Osvaldo, ex jefe de almacén en un restaurante de lujo, tuvo suerte la mañana del 2 de enero. Pudo comprar un paquete de diez libras de muslos y contramuslos de pollo en un mercado habanero.
“Las bolsas de pollo son de la Yuma. No entiendo el bloqueo, si se puede comprar pollo, cereales y Coca Cola, ¿por qué el gobierno no compra también carne de res y pescado en Estados Unidos?”, preguntó Osvaldo en voz alta. Nadie de los presentes en el mercado pudo darle una respuesta.
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