viernes, 24 de enero de 2020

Socialismo, la ilusión recurrente.

Por Alexis Jardines Chacón.

Agromercado; Cuba; Socialismo;

Explicaré de inmediato las dos falacias que lo sostienen.
  1. El socialismo es una familia en la que sus miembros se niegan el uno al otro con el propósito de controlar el vecindario. Podrán ser todo lo distinto entre sí que quieran, pero todos son socialistas y no hay ni un solo argumento teórico o práctico que pueda legitimar a un descendiente y excluir a los otros. Si ese vicio aún persiste como un ideal para muchos, es gracias a la inescrupulosa práctica del “borrón y cuenta nueva”. Pero, ha de llegar el día en que se tenga que responder ante la ley por la sola tentativa de implementación de esa vileza, pues los experimentos sociales de los soñadores cuestan muy caro a la prosperidad y a la libertad individual. El socialismo ha sido, de todas las teorías, la que más se ha experimentado y al costo más alto que quepa imaginar. Pero, es que incluso no llega a ser teoría, sino que es simplemente una utopía. Siendo así, cabe la pregunta: ¿por qué se sigue aceptando el argumento de que el verdadero socialismo nunca se ha implementado realmente? ¿Quién es el que decide, a fin de cuentas, qué es socialismo y qué no lo es? Nadie está dispuesto a responder a esta última pregunta, porque la ausencia de respuesta es justo la posibilidad misma de seguir intentándolo.
  2. El socialismo es la ilusión del modelo nórdico. Si la gente pierde la fe, tras esas cadenas históricas de fracasos, ellos siempre tienen a mano el “miren a Finlandia, Noruega, etc., ese es el socialismo del que estamos hablando”. Pero la verdad es que el socialismo escandinavo es tan ilusorio como la argumentación anterior. La economía de los países nórdicos es 100% capitalista. Y las políticas que en ellos se implementan no son socialistas. Al contrario, cuando intentaron potenciar la intervención del Estado en el pasado fracasaron de plano. “No hay nada socialista en las naciones nórdicas” -afirma categóricamente Daniel Lacalle, rememorando una conversación con el ministro finlandés de finanzas Petteri Orpo.
En el capitalismo, el escalón más alto de reconocimiento social lo ocupa quien más empleo genera, mientras que en el socialismo es alabado como un santo aquél que con más determinación y efectividad destruye a los creadores de empleo y, con ello, la capacidad de producir riqueza. Como es natural, se vive mejor bajo un sistema creador de riqueza que bajo uno que solo hace repartirla -desigualmente, en la aplastante mayoría de los casos históricamente conocidos- una vez que se la han expropiado o sustraído de alguna manera a los que tienen la capacidad de producirla. Y noten esto último, porque debajo de toda la falacia socialista hay una colosal distorsión, cuando no mentira.

Digámoslo con los términos que corresponden: el empleado no genera riqueza, es el empleador quien lo hace a través de la creación de empleos. Una sociedad sin capitalistas nunca será otra cosa que la distribución desigual de una riqueza, por lo general expropiada, que como tal degenera en miseria. Por eso todas -desde las comunas de R. Owen en el siglo XVIII hasta el Socialismo del Siglo XXI- conducen a la opresión y/o al desabastecimiento.

A contrapelo de esta colosal estafa llamada socialismo, puede afirmarse que todo cuanto el mundo no ha podido alcanzar en términos de libertad y progreso se ha debido a la insuficiencia de capitalismo. Porque es en él -y no en ningún otro andamio- donde va montada la democracia moderna y engastada, por demás, en una pieza que se llama libre mercado. Y si aun después de lo dicho usted sigue pensando que hay un modelo mejor de sociedad, yo le diría: OK. Pero, guárdeselo para usted mismo y no trate de involucrar a los demás en sus delirios (o en sus interpretaciones de los delirios ajenos del iluminado de turno) porque podría terminar imponiéndoselos al resto de la humanidad. O, acaso, ¿es eso lo que usted quiere? Recuerde que el capitalismo es el resultado natural del desarrollo de la sociedad. No trate de revertirlo con un simple dogma que al final solo entretiene, retrasa y generalmente destruye. Y si no entiende esto a los 18, espere llegar a sus 40, porque como bien dicen por ahí: quien no es de izquierda a los 18 no tiene corazón. Pero, quien sigue siendo de izquierda después de los 40 no tiene cerebro.
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