Por Antonio Escohotado.
Cuando mi generación se manifestaba contra el franquismo era ya un tópico para la prensa extranjera que la policía se había mostrado "brutal" con manifestantes "pacíficos", por más que mis colegas y yo no nos abstuviésemos de insultar a aquellos grises, y tirarles lo que anduviese a mano, aunque la mayoría fuésemos pardillos sorprendidos por su cargas a caballo con porras king size, y solo unos pocos portasen piedras, grandes pernos o ladrillos.
No había pelotas de goma ni botes de humo, y pronto o tarde cada multitud salía corriendo con las cargas -donde como en las pelis de monstruos alguna dama se torcía siempre el tobillo en el momento más inadecuado, granjeándose ella y sus escasos paladines verdugones de más-, a menudo bajo la amenaza de algún energúmeno de paisano, que sacaba su pistola para amenazar con la solución final a "los malditos rojos". Y pasaron los años, blindando a los viejos grises con atuendos cada vez más futuristas, aunque el elemento disuasorio supremo para disturbios reveló ser la simple manguera de alta presión, refinada en Alemania con el añadido de algún tinte indeleble.
Que yo sepa, ni una gamberrada más con neumáticos y contenedores incendiados volvió a perturbar el orden en aquellas tierras, porque la perspectiva de salir calado y tener que tirar la ropa disuadió a jovenzanos cada vez más ablandados por la vida muelle. He ahí, sin embargo, que en la España de 2019 la destrucción de propiedad pública y privada por medios pirómanos encuentra todo menos el agua como respuesta, y quienes contemplan los telediarios de La 1 no resultan informados siquiera de semejante alternativa. El señor Marlaska prefiere atenerse al principio de libre manifestación, filtrando de manera más o menos subliminal el mensaje de que arde Cataluña, pues la sentencia del Supremo indignó al sacrosanto pueblo.
Por supuesto, el trasfondo de su pasividad es el enjuague montado por el PSOE con los partidos independentistas, de cuyo apoyo depende para gobernar, y tenemos por delante semanas divertidísimas hasta los comicios, pues su Presidente dice que "no descarta nada", y tiene "todo bajo control", aunque le aterre secretamente un horizonte de traiciones ampliadas entre sus compañeros de viaje, combinado con giros bruscos en la intención de voto. Hace un mes rechazó ser investido merced a partidos etiquetados por él mismo como ultra extrema derecha fascista; pero la sandez y el rencor acumulado por los actuales defensores de la independencia erosiona la etiqueta a un ritmo difícil de prever por su CIS, y bien podría estar arrepentido total o parcialmente de seguir con su enjuague "antifascista".
Lo hilarante del caso es la materia gris representada por Sánchez, Puigdemont, Torras, los Jordis, la cúpula bildarra y el equipo de economistas reunido en Unidas Podemos. ¿Conocen ustedes un conjunto más fiel a la expresión bizarro? A simple vista, ni una sola persona sobresale por saber o experiencia, y su denominador común no es tanto vivir del cuento como poder seguir haciéndolo indefinidamente, guiado por luminarias como el juvenil diputado Rufián o el no tan joven profesor Cotarelo. Qué ameno resultará el curso de las cosas hasta el trance de las urnas, y qué regalo imprevisto para una opinión pública apacentada por magnates como el señor Roures, a cuyo juicio no hallamos en la obra de Marx una sola referencia a los ricos como ciudadanos indeseables.
Viendo cómo se aferran al mando sujetos como los instalados en Caracas, La Habana o Teherán, extrapolando a la esfera humana técnicas descubiertas por artrópodos para agarrarse a las pieles de distintos parasitados, la posibilidad de que tres semanas basten para desprogramar el lavado de cerebro sigue siendo remota. No en vano la enseñanza secundaria y la superior llevan un siglo difundiendo cierta historia "intelectual" sin parentesco con la real, y no en vano fuentes como TV3 o La Sexta atraen a tantos en detrimento de canales como Viajar o National Geographic, a despecho de emitir el triple de publicidad, junto con la masa de infundios amarillistas articulada en definitiva como corrección política.
Pero Internet llegó para cambiarlo todo, del mismo modo que la inteligencia artificial se instalará arruinando las expectativas del necio y el malvado, y lo que la mano prejuiciada levantó será reformado por la mano empírica, el espíritu objetivo operante desde el tránsito de la sociedad clerical-militar a las democracias liberales, cuando el mercado de personas volvió a ser el de bienes y servicios. El culto a la sumisión lo repuso el largo brote de conciencia totalitaria, y aunque pueda parecer otra cosa -y recibir abundantes subvenciones algún tiempo-, tomar en cuenta el resto del horizonte apunta a que sus recidivas se agitan como el animal al estirar la pata. Por supuesto, seguirá habiendo convencidos de que las multinacionales son seres satánicos, de que la pobreza crece, e incluso de que no terminó la segunda guerra mundial; pero están en franca retirada.
Por mucho que pretendan vilipendiar a Occidente, por ejemplo, topan con el revés de que sus capitales sean ahora Tokio y Singapur, y que ningún consejo sea tan bienvenido como la esencia del socrático: vive y deja vivir, afánate en aprender a prestar servicios útiles. A escala micro, la posibilidad de votar otra vez en España parecía un despilfarro absurdo de tiempo y dinero. Quizá no lo sea, y una vez más el espíritu objetivo permite desafiar el plan de charlatanes estafadores. Veremos si la ciudadanía está más o menos a la altura de lo posible, y una buena fe informada sigue ganando terreno a su inverso.
0 comments:
Publicar un comentario