lunes, 28 de octubre de 2019

La fiebre por el dólar y el fin de las mulas.

Por Ernesto Pérez Chang.

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“Mulas” cubanas.

La Aduana de Cuba decomisará todos los CUC que tengan las personas en su poder al entrar al país. La nota que la entidad publicó en días recientes, hace mucho más evidente que el proceso de exterminio de tal artificio monetario ya no es mera especulación y que, aunque el gobierno intente calmar a la gente diciendo que la moneda aún conservará su valor por algún tiempo más, pronto solo lograremos verla en colecciones de numismáticos.

La acelerada apertura de establecimientos comerciales donde el CUC queda discriminado ‒cuando hace apenas unas semanas era la moneda que distinguía a un sector poblacional con mejor “desenvolvimiento”‒ recuerda a aquella “operación relámpago” de apertura de casas de compra de oro y plata en los años 90, que le sirvieron al acorralado régimen comunista para luego poder respaldar ese CUC que posteriormente crearía con cierta fortaleza pero que muy pronto quedaría sin valor al agotarse las reservas que inicialmente lo sustentaron.

En aquellos duros tiempos, enfrentados a la hambruna que amenazaba con el exterminio, pocos cubanos escaparon a la tentación de traspasarle al gobierno el patrimonio familiar heredado de los antepasados. Así vimos cómo la multitud acudió a trocar sus joyas y antigüedades por un bono que les autorizaba a adquirir electrodomésticos, jabones, ropa de mala calidad y hasta automóviles  en tiendas “especiales”, muy parecidas a esas que abrirán en unas horas y donde se repetirá la misma historia.

Los comunistas en sus “Lineamientos” prometieron aniquilar el CUC a más tardar en el 2020. Ya va terminando el 2019 sin que logren resolver el acertijo de cómo evitar un catastrófico proceso inflacionario que se les transforme en su propio tiro de gracia, y para colmo han llegado las nuevas medidas del gobierno estadounidense a complicarles el escenario con el recorte de las remesas.

Hay demasiados CUC sin respaldo en circulación y, como se intuye de la nota de la Aduana, que no es sino una traducción de la desesperación del gobierno por sacarse de encima ese esperpento financiero, hasta hay quienes confiados en su aparente solidez y permanencia frente al pobre peso cubano o CUP, lo acumularon fuera de Cuba, a la espera de retornarlo cuando subiera el valor pero pocos contaron con un regreso del dólar a las redes de comercio y mucho menos con privilegios que jamás tuvo el “poderoso” CUC que, de tanto serlo, llegó a valer más que el dólar, casi a la par del euro, aunque de manera artificial y solo dentro de Cuba, una disparatada curiosidad que solo puede parir la caótica economía cubana.

A partir de ahora se acabó el sacar del país el CUC para, a la vuelta, pagar las importaciones que, de lo contrario, tocaría abonar en dólares con el consiguiente gravamen del 13 por ciento, con lo cual las mercancías introducidas estarían siendo multadas en una cantidad considerable, lo más parecido a un arancel, casi hasta igualar los precios con aquellos de las mercancías que serán vendidas en las nuevas tiendas “recaudadoras de dólares frescos”.

La consecuencia inmediata será un ligero freno al negocio de las mulas aun cuando no exista una prohibición y los nuevos comercios apenas se limiten a la venta de electrodomésticos. Pero se sabe que las mayores ganancias en el negocio de las importaciones no recaen en las ropas, artículos de aseo y otras minucias baratas usadas por las mulas para aprovechar al máximo los puntos que establece la Aduana como máximo a importar de una sola vez en un año, libres de otros impuestos, sino en esos renglones que hoy el gobierno busca “monopolizar”, en una estrategia muy parecida a la desplegada con el transporte privado.

Llegará el momento en que para adquirir un televisor, un refrigerador, una motocicleta, una pieza de recambio o un simple horno de microondas se tendrá obligatoriamente que recurrir al circuito de ventas en dólares del gobierno, porque sencillamente no les será rentable a las mulas incluir tales mercancías en sus cargas o porque las empresas importadoras estatales darán prioridad a las importaciones de aquellos clientes que recurran a ellas como intermediarias o les ofrecerán tiempos de entrega mucho más reducidos, incluso otras garantías, al mismo tiempo que relegarán y rezagarán aquellas cargas de pasajeros individuales. Es muy sencillo. Quien hace la ley, hace la trampa.

Nuevas tiendas recaudadoras de divisas han surgido frente a otras del mismo tipo donde funcionan monedas de valor artificial. Tienda en La Habana.

Aunque siempre estuvo prohibida la introducción y extracción de CUC, nunca se aplicó de modo tan estricto tal regulación aduanera, lo cual deja ver que la ofensiva para “captar dólares” es mucho más agresiva y que, quizás, terminemos el nuevo año y comencemos el próximo con una extensión progresiva del uso del dólar más allá de los establecimientos abiertos al efecto, incluso ganando protagonismo en las transacciones del mercado subterráneo, que son las que cuentan para la mayoría de los cubanos.

Por otra parte, es innegable que una eliminación menos traumática del CUC no pudiera ser posible si antes no se restablecen las reservas de divisas, de modo tal que logre revivir ese muerto llamado “peso cubano”, mucho más putrefacto que el agonizante CUC. De lo contrario, en pocos meses los salarios del sector estatal no valdrán ni la décima parte de lo que hoy, es decir, la décima parte de nada, pero al menos el CUC nos creaba esa ilusión de poder intercambiarlo por algo igual de vacío e ilusorio pero, a fin de cuentas, algo.
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