Por Iván García.
El 1 de enero de 2013 la autocracia de los hermanos Castro cumplió 54 años. Le quedan veinte años para igualar la permanencia de un partido comunista en el poder, el PCUS, en la desaparecida Unión Soviética.
Solo Corea del Norte, China, Vietnam o México con el PRI, han regido durante más tiempo con un mismo partido. En la sucesión de sus gobernantes, Cuba es comparable a Corea del Norte. Con la diferencia de que los Sung gobiernan desde 1948. Es cierto que en isla no se practica el impresionante culto a la personalidad existente en la Corea roja. Pero lo que nos ha convertido en émulos de los norcoreanos ha sido la continuidad en el poder de una sola familia. Ningún otro estado comunista había creado una dinastía.
Fidel Castro es el líder indiscutible de la revolución cubana. Fundador del Movimiento 26 de Julio, nadie -o pocos- sabían quién era realmente cuando entró en La Habana el 8 de enero de 1959. Por su pasado turbio, algunos historiadores lo señalan como un pistolero gansteril en sus años de estudiante universitario.
Si fue marxista, nunca practicó la ideología de manera abierta. No militó en el Partido Socialista Popular. Ni en sus cartas o diálogos con amigos de la época se ha podido demostrar su apoyo o admiración a la causa soviética. Más bien era un tipo de corta y clava. La historia futura nos dirá cual fue su verdadero motivo para dar un giro de 180 grados a su discurso democrático y liberal de 1959 y dando un salto de gigante, alistarse al bloque socialista de la Europa del Este.
De cualquier manera, Fidel Castro es un marxista bastante anárquico. A su antojo, concilió el discurso del humanista José Martí y las citas del general Antonio Maceo. E intentó dar su aporte a la ideología comunista promoviendo y apoyando con armas y dinero la lucha armada en América Latina y África.
Pese al castrismo no ser una ideología o doctrina reconocida, ni existir un texto que nos explique de qué se trata, en Cuba sus seguidores se autodenominan ‘castristas’. Un coctel peligroso de fanatismo, autoritarismo y lealtad personal. Si el líder, como aún le siguen considerando, les dice que se deben movilizar para una guerra contra los gringos, ahí van sus partidarios a construir refugios antiaéreos y adiestrarse con el AK-47. En su nombre y su revolución, miles de cubanos estuvieron dispuestos a inmolarse en la crisis de los cohetes de 1962. O marcharon a parajes desconocidos en Angola y Etiopía y se involucraron en guerras civiles.
Para el discurso oficial, Fidel Castro es sinónimo de Patria. Quien se le opone es un traidor y puede ir a la cárcel. Después que en 2006, por enfermedad, Fidel se vio obligado a ceder el poder a su hermano Raúl, en el aire de la República se respira una clara intención dinástica. Si los hijos y nietos de Castro I, en apariencias, no están insertados en los estamentos de poder, los vástagos y parientes de Castro II, sí tienen intenciones de controlar el Estado.
Ya los hermanos de Birán son dos abuelos, de 86 y 81 años, en franca retirada. La suerte de Cuba se decide en la próxima década. Quizás antes. El monopolio económico ejercido por empresarios militares y el control de los servicios especiales por parte de Alejandro Castro Espín permiten vislumbrar los propósitos de sucesión dentro del aparato de poder.
Con una oposición ilegal, acosada y débil, los designios y planes de los hermanos Castro de ‘perpetuar su revolución’ no son descabellados. Está por ver cuánto tiempo es capaz de perdurar el castrismo cuando no vivan sus creadores. Hacer pronósticos sobre el futuro de Cuba es complejo. Lo mismo una situación inesperada cambia el rumbo de la isla hacia la democracia, que en 2059 miles de cubanos se reúnen en la Plaza para celebrar el centenario de la revolución.
El 1 de enero de 1959, pocos en la isla y el mundo pensaron que un joven barbudo de 32 años y su séquito de guerrilleros ocuparían el poder durante 54 años seguidos. Ningún estadista o dictador en el siglo XX gobernó tanto tiempo como Fidel Castro. Un récord mundial que ya le pertenece.
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