lunes, 15 de julio de 2013

Los objetivos de Raúl Castro.

Por Pedro Roig.

Se trata de que, como hace muchos años, los cubanos andamos por el oscuro sendero de la mentira. Esto no es una novedad histórica. Con fatal frecuencia la mentira nos rompe el pecho a quemarropa. Ahora, en la ficción de la Asamblea del Poder Popular, enfrentamos las incoherentes explicaciones sobre los “avances” de las reformas económicas que desde la renuncia de Fidel Castro, hace siete años, busca hacer eficiente el obsoleto modelo socialista.

En esta ocasión, el vicepresidente Miguel Díaz Canel señala que “en los próximos meses vamos a entrar en los experimentos empresariales”. ¿Y qué es lo que han estado haciendo desde el 2006 cuando el general Raúl Castro sustituyó en el poder al enfermo dictador? La respuesta es clara y directa. La revolución cubana no tiene límites para la farsa.

¿Cuál es el objetivo? Con una retórica inaccesible al razonamiento lógico y frases de sentido deliberadamente difícil de entender, Raúl Castro y sus generales tienen como meta esencial mantenerse en el poder, con leves ajustes económicos que le permita a la cúpula militar el continuismo dinástico, asegurando el control hegemónico de sus hijos en el pleno disfrute de los privilegios del poder.

¿Cómo enfrentar la falta de liquidez financiera? Aumentando sustancialmente las remesas, afincando la permanencia del ilegítimo gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela y mejorando la imagen de la revolución en Washington para alcanzar la autorización del turismo norteamericano.

En primer término, el aumento de las remesas es una urgente prioridad. Recientemente Raúl Castro vendió miles de pasaportes en moneda convertible y autorizó los permisos para cubanos que puedan viajar y permanecer por dos años en el extranjero facilitando el envío de remesas a sus familiares en la isla.

Las remesas se calculan en más de $1,000 millones, superando las ganancias netas de la industria turística y pasando a ser, después del subsidio de Venezuela y los servicios médicos en el exterior, la tercera fuente de divisas de la dictadura militar cubana. Pero las remesas han creado en la economía socialista de subsistencia un imprevisto malestar social.

De acuerdo con un reciente informe del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami (ICCAS): “Más del 60% de los cubanos en la isla son negros o mulatos y reciben poco dinero de las remesas ya que la mayoría de los cubanos fuera del país son blancos”. A pesar del infundado reclamo de la propaganda del régimen, este es un gravísimo factor de descontento en el sector menos favorecido por el sistema. El problema de la miseria en que vive la población afrocubana se hace más evidente en las provincias orientales y en La Habana.

¿Cómo mejorar la deteriorada imagen de la revolución cubana en Washington? Fingiendo una apertura económica, y la llegada del relevo generacional a los resortes del poder. Esto exige una campaña de propaganda masiva con un mensaje de cambio repitiendo consignas como: “avances significativos”, “rectificación de errores”, “flexibilización del proceso de producción”.

Para darle credibilidad al simulacro del relevo generacional, Raúl Castro está actualizando el Parque Jurásico, sustituyendo a varios ancianos dirigentes, como Ricardo Alarcón, con figuras jóvenes. Recientemente Miguel Díaz Canel, un civil de 55 años, fue elevado a la categoría de primer vicepresidente del Consejo de Estado. ¿Es en efecto Díaz Canel el número dos de la cúpula de poder? La respuesta es negativa. La Constitución Socialista establece que la máxima autoridad de Cuba es el Partido Comunista y su Buró Político, controlado por los militares. Ramón Machado Ventura, coronel de línea dura en su condición de segundo secretario del Partido Comunista Cubano, continúa siendo el número dos en la escala de mando del régimen.

En Cuba, el poder real está concentrado en generales y coroneles fieles a Raúl Castro. En este grupo podemos identificar a los generales: Abelardo Colomé Ibarra (Furry), jefe del MININT; Leopoldo Cintra Frías, ministro de las Fuerzas Armadas, y Álvaro Lopez Miera, jefe del Estado Mayor. Además del factor coercitivo, estos generales y coroneles controlan más del 65% de la economía de la isla y han desarrollado una cultura de casta, que incluye rituales, normas de comportamiento, lealtad a la hermandad militar, ética de valor personal y clara conciencia del poder y sus privilegios.

Aumentar las remesas, mantener el subsidio de Venezuela y cambiar la imagen en Washington para lograr alcanzar el turismo norteamericano son los objetivos de Raúl Castro y la cúpula militar. En el proceso los cubanos se hunden en brutal represión, miseria y mentira.

Historiador, abogado, y Asesor Principal del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami.
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