Por José Prats Sariol.
¿Cuál "fuera del orden" democrático acaban de perpetuar otra vez en Cuba? ¿Cómo catalogar a la Asamblea Nacional del Poder Popular y la "elección" del Consejo de Estado y de Ministros?
El diccionario define al adjetivo: "Que se hace o dice fuera del orden o común modo de obrar". Y añade como segundo significado: "Raro, extraño, desacostumbrado".
Extravagante, Cuba padece un gobierno sencillamente extravagante. La argumentación no exige demasiadas búsquedas: ¿Cuál ex gobernante del planeta lee la alocución que Fidel Castro lanzó a su público cautivo en la Asamblea Nacional?
Ni el más botarate de los multimillonarios ha gastado en lujos y caprichos lo que Fidel Castro. Sin contar los miles de millones de dólares dilapidados en sus pésimas aventuras económicas, desde la zafra de los 10 millones hasta las escuelas en el campo, desde la estatalización forzada de los más pequeños negocios hasta un infinito número de disparates.
La plusvalía extraída a los cubanos nunca ha estado entre sus preocupaciones. No cuenta. Salvo para malgastarla con absoluta libertad, mayor que la de cualquier multimillonario, porque ni siquiera paga impuestos
El desbocado sueño de cualquier cacique político latinoamericano ha sido un modesto ejercicio de imaginación al lado de sus cotos para cazar venados, reservas submarinas para pescar, casas en cayos y playas, recepciones en el Palacio de la Revolución que agotaban las reservas de vinos franceses… Ahora mismo, al borde del fin, ¿cuánto le cuesta a los cubanos mantenerlo?
Generoso a cuenta del pueblo, se decía, aún se repite. El proceso recicla sus poleas. Para los próximos cinco años: más de lo mismo, a través de su hermano Raúl y la servidumbre de "cuadros" esparcidos en el Partido y la administración, vigilados muy de cerca por los engrasados servicios de la contrainteligencia.
Díaz-Canel se ve en el espejo de Carlos Lage, de tantos amanuenses defenestrados. Y así entran todos a la misma casa de espejos, a la anciana feria donde solo hay un taquillero: los históricos dirigentes de la hace décadas finalizada revolución.
Ningún país del mundo -salvo Corea del Norte- exhibe tantas extravagancias juntas. Ni siquiera China o Vietnam. Más de medio siglo con los mismo dos hermanos en el poder bastaría para que Cuba se viera como un bicho raro, entre lo anacrónico y lo estrafalario. Manjar para arqueólogos y psiquiatras. Da pena ver los videos del recién terminado período de sesiones de la Asamblea. Uno se siente abochornado, y no por las previsibles perennidades sino por la naturalidad con que se imponen.
Extravagante es que sigan en el poder absoluto los mismos tipejos que en 1959 llenaron de esperanzas y utopías a un país que entonces era próspero en lo económico, aunque bajo la podredumbre de la politiquería y de un dictadorcito con las manos ensangrentadas.
Extravagante es que Raúl Castro hable en su discurso de su retiro dentro de cinco largos años, como si fuera un pestañazo del siglo XIX y no de un absurdo en pleno siglo XXI, donde los acelerados cambios globales exigen una porosidad y un dinamismo que el régimen está muy lejos de tener, ni siquiera de soñar.
Extravagante es que los acuerdos de la Asamblea sean por unanimidad, desde el partido único, desde la misma dirección militarizada, desde el ojo alerta de la policía política y sobre todo de un miedo que por llevar tanto tiempo se ha vuelto natural, común, tan rutinario como los anocheceres.
Extravagante es la crisis de credibilidad: si lo dice alguno de los Castro es mentira. Si sale en el Granma no se lo cree ni un pionerito de primer grado. Porque Pepito el de los chistes alguna vez, hace muchos años, le dijo a Fidel que él de los cuentos es usted, Comandante…
Cuba es algo extraño, desacostumbrado. Somos una rareza. Basta con leer los cables del fin de semana en La Habana, la burla encubierta detrás de que "Raúl Castro inyecta sangre joven" como si fuera un vampiro al revés. El sarcasmo grotesco del viejo Castro sentado como delegado. La cara del nuevo Presidente de la Asamblea -Lazo-pidiendo órdenes con la mirada, con el cerebro perdido tras su jefe.
Extravagantes… ¿Será que nos gusta? ¿Tendremos algo de masoquistas o se trata de otra trampa de la historia, esa señora de moral distraída? En fin, otro período de sesiones: el mismo olor.
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