jueves, 11 de julio de 2013

El juicio a Marquitos (v)

Por Arnaldo M. Fernández.

La secuencia misma del crimen de Humboldt 7 indicaba que hubo delación. Julio García Olivera llevó pasada la medianoche a Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó y José Machado al apartamento 201 y antes de las 6 de la tarde (abril 20, 1957) Vent

La viuda de Fructuoso, Martha Jiménez, acudió a la embajada brasileña e increpó a Marquitos, quien sostuvo su inocencia. Luego marchó al exilio en Costa Rica, donde el militante del DR José "El Moro" Aseff, no vacilaría en espetarle que iba a matarlo por el chivatazo de Humboldt 7. Otros exiliados -acuartelados todos por el levantamiento (septiembre 5, 1957) en Cienfuegos- atinaron a disuadirlo y acordaron celebrar "un juicio revolucionario". A tal efecto Chomón salió de EE. UU. hacia Costa Rica, pero fue detenido en la frontera con México.

Marquitos voló a Argentina para reunirse con la novia de Westbrook, Dysis Guira Valdés-Roig, quien compartía la opinión de Blanca Mercedes, y seguidamente a México. Aquí Alfredo Guevara encontraría que Ordoqui y Buchaca "casi lo habían prohijado" y aprovecharon que Guevara conocía al agregado cultural de la embajada de Checoslovaquia para gestionarle a Marquitos una beca de lengua y literatura checa, que había quedado desierta en la Universidad de México, pues aunque el joven leía "bastante literatura marxista" y hasta se había entrenado para ir en expedición armada contra Batista, vivía en la indigencia, durmiendo y pegando la gorra de casa en casa. Se resolvió la beca, pero esta no incluía el pasaje y nadie tenía dinero para pagárselo a Marquitos. En eso triunfó la revolución.

Marquitos había dicho en México a su amigo Jorge Valls "que sabía que lo iban a acusar" y aguardó un tanto para regresar a la Isla (circa enero 28, 1959). Entretanto Martha Jiménez no cejaba en su empeño y junto a comandantes del DR acudió a la Novena Estación de Policía (Belascoaín y Figuras) para interrogar al esbirro preso José Luis Alfaro, quien describió al delator de Humboldt 7 como alguien tan parecido a Marquitos que Martha buscó confirmar su sospecha con otro esbirro de Ventura, Francisco de Jesús Mirabal, detenido en la Primera Estación (Picota y Paula). Le mostró una foto de grupo y Mirabal identificó a Marquitos.

Martha fue entonces a Ciudad Libertad y allí se levantó acta de acusación (febrero 4, 1959). El comandante Camilo Cienfuegos ordenó arrestar a Marquitos y el capitán Reniel Díaz se encargó del caso por la Dirección de Información del Ejército Rebelde (DIER). Sólo que Alfaro andaba ya por el callejón de la muerte en La Cabaña. El Tribunal Superior de Guerra, presidido por el comandante Ernesto Guevara, ratificó la pena de muerte dictada de antes contra el sargento Alfaro, el cabo Eladio Caro y el vigilante Miguel Ares (Diario de la Marina, febrero 5, 1959), que se ejecutó enseguida. El capitán Díaz no llegó a tiempo adonde Alfaro, pero sí practicó la diligencia de presentación del acusado para el reconocimiento con el esbirro aún sobreviviente. Sólo que Mirabal repuso: "Ese no es el hombre". A poco más de dos semanas del arresto, Marquitos salió en libertad por falta de pruebas.

ura y sus esbirros irrumpían allí para ametrallarlos. También cayó Joe Westbrook, quien había entrado poco después del mediodía. La sospecha recayó enseguida sobre los ocupantes previos del apartamento: Eugenio Pérez Cowley y Marquitos, pero se afincó en este último al noticiar el diario batistiano Tiempo en Cuba que un tal Marcos Rodríguez había logrado escapar. Según la propia descripción de los vecinos, el despliegue policial alrededor del edificio (Foto © OHC) impedía todo escape. Marquitos esgrimió la noticia para pedir ayuda a Blanca Mercedes Mesa: "Yo no estaba allí, pero me tienes que esconder". Ella dedujo que Marquitos había sido delatado por otro y gestionó escondites hasta que se consiguió asilarlo en la embajada de Brasil. Sin embargo, Chomón y otros pensaban que la alusión a Marquitos como fugitivo en Tiempo en Cuba y otros periódicos batistianos era más bien un ardid de Ventura para encubrir al delator.
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