Por Raúl Rivero.
El dominio más floreciente de la economía cubana está fuera de Cuba. Es la industria de las remesas familiares.
Se trata del gran éxito del gobierno revolucionario, que la diseñó durante medio siglo de intolerancia, represión a sus opositores, miles de presos políticos y mediante la puesta en marcha de una escrupulosa torpeza administrativa que ha conseguido dejar hasta sin azúcar a la azucarera del mundo.
Resulta ahora que los expulsados, los hombres y mujeres que por falta de pan o de libertad (o por las dos carencias) abandonaron sus casas y sus familias, le aportan al país desde el exterior una mayor cantidad de dinero que los renglones económicos que explotan los jefes del socialismo como el turismo, la zafra de azúcar o el níquel.
Es un grupo humano diverso y disperso que funciona fundamentalmente por afecto, amor y nostalgia, pero que en 2012 hizo llegar a Cuba 1,956 millones de euros en efectivo que beneficiaron al 62% de los núcleos familiares de la isla y le proporcionaron trabajo y medios de subsistencia a miles de personas.
Un informe divulgado en la Florida por The Havana Consulting Group reporta que el año pasado se mandaron a Cuba ayudas en equipos electrodomésticos, ropa y artículos de consumo por valor de otros 1,877 millones, lo que hace que el conjunto de dinero y bienes se eleve a 3,833 millones de euros.
Los cubanos no creen en los anuncios de cambios y mejoras económicas que hace la dictadura cuando apuntala o remienda sus estructuras. Cerca de 50 mil ciudadanos salen todos los años de Cuba, un promedio de medio millón en una década.
Muchos de los que colaboran hoy con sus empobrecidas familias que permanecen en la isla fueron despedidos en escandalosos actos de repudio frente a sus viviendas. Esos episodios violentos incluían agresiones físicas, lanzamientos de huevos congelados y piedras, todo bajo una banda sonora que acusaba a los viajeros de traidores.
Cuando recibieron autorización para regresar y volvieron con regalos para parientes y amigos, el humor criollo les sirvió para sobrellevar el odio estatal inducido. No, no les llamaban traidores. Había bulla y confusión. Les gritaban: trae dólares, trae dólares.
Y allá están las remesas con el dinero.
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