Por Enrique Bethencourt.
El pasado 14 de agosto John Kerry izaba la bandera estadounidense en la embajada ubicada junto al Malecón habanero, ofreciendo después un discurso en el que no apuntaba cambios en la actitud estadounidense hacia Cuba. Este sábado, 19 de septiembre, será el Papa Francisco, uno de los grandes artífices del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba –mientras España estaba en fuera de juego por las posturas viscerales del PP desde la etapa de Aznar- , quien aterrice en la isla caribeña; y todos esperan que su mensaje sea más conciliador e integrador, evocando la relevancia que tuvo el encuentro de Fidel con Juan Pablo II en enero de 1998. La visita de Francisco se realiza en un momento crucial para el futuro de Cuba, de su sistema político y de su maltrecha economía. Su población se vuelca en la resolución de sus problemas cotidianos, mientras afronta un futuro incierto, tras décadas de enormes sacrificios y dificultades. Agudizadas por el brutal e injusto bloqueo, pero tras las que se encuentran también las consecuencias de numerosos errores propios.
Desde la ventana de mi casa en La Habana observo a menos de 50 metros la diaria y nutrida cola matinal en la embajada yanqui para solicitar la Visa y poder emigrar a EEUU. Algunos rellenan sus papeles sentados en las escaleras de los edificios del otro lado de la calle, paradójicamente en la misma puerta donde, lo anuncia un cartel, se encuentra el presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), antaño grupo vigilante de la pureza revolucionaria y de posibles desvíos, y hoy privilegiado observador de los preparativos del éxodo.
El pasado 14 de agosto John Kerry izaba la bandera estadounidense en la embajada ubicada junto al Malecón habanero, ofreciendo después un discurso en el que no apuntaba cambios en la actitud estadounidense hacia Cuba. Este sábado, 19 de septiembre, será el Papa Francisco, uno de los grandes artífices del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba –mientras España estaba en fuera de juego por las posturas viscerales del PP desde la etapa de Aznar- , quien aterrice en la isla caribeña; y todos esperan que su mensaje sea más conciliador e integrador, evocando la relevancia que tuvo el encuentro de Fidel con Juan Pablo II en enero de 1998. La visita de Francisco se realiza en un momento crucial para el futuro de Cuba, de su sistema político y de su maltrecha economía. Su población se vuelca en la resolución de sus problemas cotidianos, mientras afronta un futuro incierto, tras décadas de enormes sacrificios y dificultades. Agudizadas por el brutal e injusto bloqueo, pero tras las que se encuentran también las consecuencias de numerosos errores propios.
Desde la ventana de mi casa en La Habana observo a menos de 50 metros la diaria y nutrida cola matinal en la embajada yanqui para solicitar la Visa y poder emigrar a EEUU. Algunos rellenan sus papeles sentados en las escaleras de los edificios del otro lado de la calle, paradójicamente en la misma puerta donde, lo anuncia un cartel, se encuentra el presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), antaño grupo vigilante de la pureza revolucionaria y de posibles desvíos, y hoy privilegiado observador de los preparativos del éxodo.