miércoles, 25 de junio de 2025

La Carta de los Diez: el primer gran desafío de los intelectuales al castrismo.

Por Luis Cino.

Este mes de junio se cumplió el aniversario número 34 de la “Carta de los Diez”, el nombre con que es conocido el documento en reclamo de democracia que 10 destacados intelectuales cubanos dirigieron al régimen castrista en 1991. 

La carta, en que sin tapujos se exigían los cambios inaplazables que necesitaba el país, entre ellos la liberación de los presos de conciencia, fue redactada por la poeta María Elena Cruz Varela, quien unos pocos años antes había fundado el movimiento opositor Criterio Alternativo. 

Fue respaldada por las firmas de otros nueve poetas, periodistas y escritores: Raúl Rivero, Manuel Díaz Martínez, Nancy Estrada, José Lorenzo Fuentes, Bernardo Marquéz Ravelo, Manuel Granados, Fernando Velázquez Medina, Roberto Luque Escalona y Víctor Manuel Serpa. 

En aquellos momentos, cuando pocos se atrevían a chistar, la carta fue un acto heroico, casi suicida. Sus firmantes la consideraron su declaración de independencia.       

El periódico Granma, órgano oficial del partido único, ripostó con un editorial -presumiblemente escrito por Carlos Aldana, el por entonces jefe del Departamento Ideológico del Comité Central- en el que le endilgaban a María Elena Cruz Varela y a los demás firmantes de la carta la infaltable acusación de “agentes de la CIA”. 

En aquel infame editorial, llegaron al absurdo de calificar a María Elena Cruz Varela, que había recibido hacía menos de dos años el Premio “Julián del Casal” por el libro “Hija de Eva”, y que estaba considerada entre las mejores autoras de su generación, como “una desconocida, semianalfabeta, de dudosa conducta moral y enferma de neurosis histérica”.

En una rabiosa campaña contra los firmantes de la carta también denigraron y trataron de restar méritos a autores que hasta entonces habían gozado de reconocimiento: fueron los casos de José Lorenzo Fuentes, que con su libro “Después de la gaviota” obtuvo mención de honor en el Concurso Casa de las Américas de 1968; de Manuel Díaz Martínez, que en 1967, con su poemario “Vivir es eso”, obtuvo el Premio Julián del Casal, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; de Manuel Granados, cuya novela “Adire y el tiempo roto” fue premiada en 1967 por Casa de las Américas; y de Raúl Rivero, que, antes de destacarse como periodista, había obtenido por su poesía los premios David y Julián del Casal, en 1969 y 1972, respectivamente.      

Los firmantes de la declaración fueron sometidos a todo tipo de represalias y acosos. Pero lo peor recayó sobre María Elena Cruz Varela. 

La habitual vigilancia de la policía política y sus chivatos sobre el edificio donde residía la escritora en Alamar fue redoblada. Finalmente, los esbirros recibieron la orden de allanar su apartamento y detenerla: la bajaron a rastras por la escalera del edificio. Y, como si fuera poco, una porrista, a la que luego mostraron en el Noticiero Nacional de Televisión presumiendo de “su proeza”, le hizo tragar alguno de los papeles hallados en el registro. 

En juicio sumarísimo, María Elena Cruz Varela fue condenada a dos años de prisión. Después que salió de la cárcel, en 1994, se fue al exilio, desde donde no ha cesado en su lucha contra la dictadura. 

También fueron forzados al exilio los demás firmantes de la carta. Solo se negó a irse del país Raúl Rivero que, en 1995, creó la agencia de prensa independiente Cuba Press. Pero tras ser encarcelado durante la ola represiva de marzo de 2003, también se vio obligado a exiliarse.

Ninguno de los firmantes de la carta renunció jamás a continuar en la lucha por la libertad y la democracia. 

La Carta de los Diez significó el primero y mayor de los retos por parte de intelectuales que ha tenido que enfrentar la dictadura castrista. El régimen no enfrentaría un desafío de esta índole hasta 30 años después, el 27 de noviembre de 2021, con la protesta de varias decenas de artistas ante el Ministerio de Cultura.

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lunes, 23 de junio de 2025

Cada dólar cuenta en la dictadura cubana.

Por Iván García.

En algún momento de la primavera de 2024, directivos de las empresas más importantes del país, fueron citados a una reunión con funcionarios de la dictadura más longeva del hemisferio occidental. Recuerda un especialista de Etecsa que la agenda del día era concreta: recaudar dólares a cómo diera lugar.

“Ya los dirigentes hablaban de economía de guerra y se había implementado un alza del 25% a los altos consumidores de electricidad y la venta de combustible en divisas. En diciembre de 2023 en la Asamblea del Poder Popular, el Primer Ministro Manuel Marrero hablaba de encontrar nuevas estrategias para captar divisas. A cada empresa se le pidió estudiar mecanismos para vender parcialmente sus producciones o servicios en divisas. El argumento era el de siempre: con esos dólares obtenidos se podía invertir en comprar equipamiento e intentar encadenar otros sectores muy deprimidos. En teoría muy bonito, pero en la práctica no funciona, porque cuando una institución comienza a ingresar divisas, el Estado mete la mano en la caja y se lleva todo el dinero”, señala el especialista de Etecsa.

Manuel, directivo de una empresa de productos lácteos, al sur de La Habana, hoy residente en Uruguay, cuenta a Diario Las Américas, “que Marrero pidió con urgencia buscar fórmulas para captar dólares. Dijo que era crucial: en los últimos cuatro años, el gobierno había dejado de engrosar más de dos mil millones de dólares pues debido a la crisis económica, caída en la producción y desabastecimiento generalizado, esas divisas fueron a parar al sector privado. Teníamos luz verde. En el combinado lácteo se trabajaba solo diez o doce días al mes por falta de materia prima, lo que afectaba de forma notoria los salarios. La solución fue rentar los frigoríficos a emprendedores privados que elaboraban o importaban productos lácteos y con financiamiento privado producirlos en conjunto”.

Cuenta el especialista de Etecsa, que “a pesar de la abrupta caída en los ingresos en divisas de la empresa de telecomunicaciones, que es un monopolio en el país, si esos dólares se reinvirtieran en el desarrollo de la compañía quizás hoy hubiera 5G y tuviéramos un nivel comparable a cualquier empresa de telecomunicaciones en América Latina. Hubo momentos que por cada línea de teléfono móvil la ganancia fluctuaba entre 130 y 150 dólares. Ninguna empresa de telecomunicaciones en el mundo gana esa cantidad de dinero. Multiplica esas cifras por 6 millones o 7 millones de celulares contratados en ese momento por Etecsa y notarás que las ganancias eran superiores a los 1,500 millones de dólares anuales. A eso súmale que se cobra en divisas los servicios a embajadas, hoteles y empresas extranjeras. Etecsa es una mina de oro incluso en la crisis actual. Ahora genera entre 350 y 400 millones, suficiente para garantizar con calidad los servicios. Pero sucede, repito, que esos dólares van a parar al gobierno”.

Antes de ir a la reunión, asegura el especialista de Etecsa, “ya la empresa había realizado un estudio de factibilidad y descubierto nuevos nichos de mercado. Sugerimos aumentar la velocidad de conexión, implementar 5G y otras tecnologías para justificar el pago de esos servicios en divisas. El gobierno insistía que no tenía recursos para invertir. Fue entonces que se decidió, un año después, aplicar el tarifazo”.

La desesperada caza por recaudar dólares del régimen se puede explicar, según Gustavo, economista, “porque para el gobierno es un asunto de vida o muerte. Cada vez hay menos divisas para mantener al gigantesco aparato burocrático, militar y represivo. Hay más de un millón de personas en la órbita del Estado que como sangüijuelas vive de los recursos que supuestamente debieran ser del pueblo. Esa casta necesita gasolina para mover sus autos, alimentos y dietas para sus viajes al extranjeros. El Estado inancia la construcción de casas a los militares. También tienen teléfonos pagados por el gobierno, hospitales exclusivos y villas de recreo. Es un asunto de subsistencia. Si no pueden mantener a sus partidarios, el sistema se viene abajo. Por eso esta guerra, denominada económica, es tan importante para el régimen. Si tienen que confiscar los dólares casa por casa o decretar leyes que prohíban el uso de divisas, lo harán, para obligar a que la gente cambien las divisas en el banco”.

Un ex funcionario del Banco Central de Cuba afirma que “es posible que un cambio de moneda o sustituyan el dólar por algo parecido al CUC (peso convertible). Cuatro años después de aplicada la Tarea Ordenamiento se ha demostrado que ha sido la causa principal de que la economía se encuentre en crisis terminal. Quisieron subsanar el disparate de tres tipos de cambio en una economía distorsionada y han provocado un tsunami financiero que no tiene solución. O sí, cambiando el modelo económico. Intentar arreglar el embrollo generado tras muchos años de errores en materia financiera ha traído como consecuencia el desplome generalizado de la economía y sus producciones”, subraya el ex funcionario bancario.

Lo más práctico, sugieren diversos expertos, sería reunir al monocorde parlamento nacional y hablarle con franqueza: No hemos sido capaces de revertir la crisis económica ni la inflación, tampoco frenar la caída productiva”, debiera decir Miguel Díaz-Canel en una emisión televisiva nacional. Y luego convocar a elecciones generales. Sería una retirada digna. Pero las dictaduras marxistas no actúan de acuerdo a la lógica. Huyen hacia adelante.

El pasado mes de abril, en su desespero por escapar de la asfixia económica, las autoridades de la Isla decretaron un corralito financiero a inversionistas extranjeros. Notificaron a varias empresas foráneas que sus cuentas en divisas no pueden ser transferidas fuera del país. Esa orden generó gran malestar entre las compañías afectadas, que en algunos casos se quejaron a sus respectivos gobiernos, publicaba la agencia española EFE.

La dictadura militar hará lo que haga falta para conseguir dólares. Hace un año detuvo de forma inesperada al empresario cubanoamericano Frank Cuspinera, dueño del Diplomarket, conocido como el Costco cubano, ubicado en la carretera de Berroa, al sur de La Habana, un negocio en componenda con pesos pesados del régimen. Según fuentes conocedoras del caso, “cuando el gobierno vio las ganancias obtenida por Frank, decidió aplicar el uso de la fuerza: inventarle una supuesta causa legal, decomisarle hasta el último centavo y meterlo preso entre los peores delincuentes del país. Lo mismo que hicieron con Robert Vesco, el estadounidense que murió de cáncer dos años después de salir de prisión o con el chileno Max Marambio, que por suerte escapó de Cuba”.

CDespués de seis días en huelga de hambre en la cárcel de máxima seguridad Combinado del Este, Cuspinera reclama, en una carta que se hizo pública, ayuda de la comunidad internacional y denuncia las arbitrariedades cometidas contra él por parte de la Seguridad del Estado.

En un nuevo paso para recaudar dólares, la inmobiliaria Cubija de la empresa Palco, controlada por el Consejo de Estado, les exige a los inquilinos extranjeros radicados en la Isla que a partir del primero de julio “el precio mensual de inmueble arrendado será pagado en USD”.

Un empleado cubano que trabaja en una embajada occidental cuenta a DLA que esa noticia “ha generado una ola de preocupaciones entre los extranjeros que trabajan conmigo. Ellos están hospedados en una inmobiliaria que pertenece a Palco. Pagaban una cuota mensual, en dólares convertidos a un peso por 24, por ejemplo, de 80 mil pesos. Ahora con la nueva medida deben pagar más de 3 mil dólares. Sus salarios son de 4 mil dólares. Si no resuelven alquilarse en casas particulares, algunos ya están pensando irse de Cuba. Un diplomático le dijo a un amigo mío que ya no puede con tantas leyes absurdas. Te obligan a hacer contratos que no cumplen o de pronto cambian”.

Y la peor noticia: “Se rumora que los cubanos que trabajan en embajadas y firmas extranjeras y les pagan en euros o dólares, también van a tener que pagarle una cantidad a Palco, que en algunos casos sería la mitad de lo que recibes. El gobierno está como loco buscando divisas. Como nadie quiere seguir dándoles dólares a Etecsa, se los quiere quitar al personal cubano y a los extranjeros de cualquier forma”, revela el empleado.

La caza del dólar por parte del régimen raya en el surrealismo. Erly Casanova, un beisbolista de Pinar del Río e hijo de uno de los más grande peloteros cubanos: Luis Giraldo Casanova, a punto de cumplir 40 años decidió gestionar un contrato en una liga italiana. El pago no es mucho, poco más de mil euros mensuales. Jugaba un tiempo en Europa y luego regresaba a vestir la franela de su equipo en la Serie Nacional. Como tantos otros descartes.

Sucede que la estatal federación de béisbol cubana, en otra de sus típicas injusticias, sancionó a Casanova apartándolo un año de competir en torneos nacionales. Las causas: su contrato no lo gestionó la federación y no pagaba el diezmo del 20 por ciento decretado por el régimen a los deportistas contratados en clubes foráneos. El gravamen sería 20 o 30 dólares al mes. ¿Es justo sancionar a un pelotero a punto de retirarse por esa cantidad?, se preguntan los cubanos en redes sociales. Al parecer, para la dictadura castrista, cada dólar cuenta.

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viernes, 20 de junio de 2025

Palabras a los intelectuales y la cultura del rebaño.

Por Luis Cino.

Fidel Castro en la portada de la revista 'Life'.

Este mes de junio se cumplen 64 años del inicio de las reuniones que sostuvo Fidel Castro con un grupo de intelectuales y artistas en la Biblioteca Nacional.

En la clausura de la última de aquellas reuniones, el 30 de junio, Fidel Castro, con su Browning de 9 milímetros sobre la mesa, flanqueado por el presidente a dedo Osvaldo Dorticós y el zar del ICAIC, Alfredo Guevara, pronunció el discurso conocido como Palabras a los Intelectuales.

Parafraseando una frase del discurso de Benito Mussolini en La Scala de Milán, el 28 de octubre de 1925 -donde solo sustituyó Estado por Revolución-, Fidel Castro sentenció: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”.

Hay quienes sostienen que lo que realmente dijo fue “contra la Revolución, ningún derecho”. ¡Como si eso hiciera alguna diferencia para que quien se apartara un ápice de la línea oficial no fuera considerado un enemigo y tratado como tal!

El dictador, que no lograba disimular su disgusto por dedicar tanto tiempo a algo que consideraba no lo merecía, se propuso con aquel discurso delimitar las reglas del juego para meter en cintura a los intelectuales y acabar con sus “impertinencias y majaderías”, porque eso eran para el Comandante las preocupaciones acerca de la libertad de expresión y de creación artística.

Luego de seis décadas de cultura domeñada, censuras y prohibiciones, los testaferros intelectuales del castrismo se han dado a la tarea de reinterpretar las Palabras a los Intelectuales para mostrar que la ordenanza del Máximo Líder dejaba bastante campo a la creación artística, siempre que fuera “dentro de la Revolución”.

Ese ambiguo “dentro de la Revolución” dejó suficiente espacio para que los paranoicos comisarios de las lupas, las tijeras y el creyón de censores determinaran qué quedaba afuera y echaran en el saco sin fondo de los desafectos a todo aquel que les pareciera tibio, aburguesado, revisionista, desviado, extranjerizante, blandengue, afeminado, o lo que se les antojara.

Podían luego, cuando les conviniera, cooptar y rehabilitar a los pecadores que demostraran su disposición a la mansedumbre y el sometimiento. Hasta les daba la posibilidad de justificarse con el argumento de que habían errado por no haber sido capaces de interpretar correctamente el pensamiento del Comandante en Jefe.

Según ha dicho Miguel Barnet -que con 21 años fue el más joven de los participantes en las reuniones de la Biblioteca Nacional en junio de 1961-, gracias a las Palabras a los Intelectuales, la cultura cubana fue “inclusiva y democrática” y se libró del realismo socialista y el dogmatismo que se padeció en los otros países comunistas.

Es como si se hubiese olvidado del cierre de Ediciones El Puente y de la revista Pensamiento Crítico, del caso Padilla, de la condena al ostracismo de los hoy reverenciados Lezama Lima y Virgilio Piñera; de la época cuando un sicario que firmaba como Leopoldo Ávila desde la revista Verde Olivo azuzaba la jauría contra los intelectuales; el teniente Quesada quemaba los títeres del Guiñol; las FAR y el MININT decidían los premios literarios; los poetas se veían forzados a escribir novelitas policiacas, los dramaturgos a montar obras con moraleja proletaria, y las películas del ICAIC parecían producidas por Mosfilm.

En los últimos años, cuando hablan del Quinquenio Gris, lo califican como “un periodo infeliz”, se congratulan de que se haya salido del bache gracias a Armando Hart y la creación del Ministerio de Cultura, y dan por zanjado el asunto con la concesión del Premio Nacional de Literatura, como muestra de su rehabilitación, a varios de los represaliados de entonces: Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández, César López, Lina de Feria y Delfín Prats.

Achacan los “errores cometidos” a ciertos extremistas y a “la incapacidad de algunos funcionarios que malinterpretaron las orientaciones de Fidel”.

Tienen razón los sicarios del pensamiento oficial cuando afirman que Palabras a los Intelectuales y las políticas culturales resultantes sentaron los cimientos de la cultura cubana actual. Esas aberradas políticas, que han remachado los mandamases de la continuidad con el Decreto 349 y otras ordenanzas de carácter neoestalinista, han generado una cultura de rebaño y un mediocre medio intelectual, donde más allá de ciertas inocuas poses contestatarias, imperan -como en el resto de la sociedad cubana- el miedo, la hipocresía, la simulación y el doble discurso.

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