domingo, 31 de agosto de 2025

Los dólares y dolores de la dolarización.

Por Efraín González.

El dólar a más de 400 pesos no es cualquier cosa. No es otra noticia mala sobre dinero. Es una calamidad.

Enero de este 2025 amaneció con el dólar a 305 CUP. A menos de ese precio comprarlo ya era un dolor de cabeza para millones de cubanos; así la noticia llegó para vaticinar un año que pudiera ser el peor entre todos los anteriores, sin incluir aquel del otro enero, de 1959, en que el país corrió la más terrible de las suertes.

En la hambruna del “Periodo Especial” estuvimos muy mal. Y también en la pandemia de COVID-19, a punto de enloquecer por la intensidad de los encierros y el hambre. Pero ahora, con esta dolarización de la “continuidad”, da la impresión de que ya morimos masivamente en cualquiera de aquellos dos momentos y que, sin memoria de nuestra muerte, la Isla en ruinas es ese infierno que tanto temimos estando vivos, y que los atrapados en él somos todos almas en pena. 

Si en enero muchos nos persignamos ante la Tasa Representativa del Mercado Informal de el Toque, ahora en agosto ya nos sabemos condenados al peor destino cuando, habiendo llegado a los 400 pesos, el dólar continúa subiendo, lo que significa que el salario, las pensiones y hasta las remesas aceleran su catastrófico descenso, y con ellos todos los indicadores económicos que, de tan negativos, tan en retroceso, parecieran un conteo final, el tictac no de un reloj sino de una bomba a punto de estallar.

El dólar a más de 400 pesos no es cualquier cosa. No es otra noticia mala sobre dinero. Es una calamidad. Implica más hambre; más personas jóvenes cayendo por enfermedades asociadas a una alimentación deficiente; más niños desnutridos, con la infancia hecha pedazos y convirtiéndose, para el futuro, en hombres y mujeres que tendrán muy corta vida productiva; más ancianos sufriendo en sus últimos años; más desolación y oscuridad en las calles y, sobre todo, menos fuerzas física y mental, menos voluntad y más temor para enfrentar a los camajanes que comen bien, que envejecen con salud, que tienen medicinas, que viven sin el estrés de tener un salario o una pensión que no sirve para nada, que son quienes dolarizan no solo por “necesidad” sino porque usan el privilegio del dólar como otra forma de represión, y de aniquilación.

Con el dólar subiendo por días y el peso devaluándose a cada segundo, la comida y los medicamentos continuarán siendo una quimera para los millones que hoy, atrapados en la encrucijada de la bancarización forzada, la falta de efectivo, el desabastecimiento crónico, los altos precios, los salarios y pensiones bajos e imposibles de cobrar, las croquetas de “ave-rigua”, el arroz que no llega a la bodega y las farmacias vacías han dejado de alimentarse y de tratarse las dolencias.

Hemos dejado de bañarnos bien (porque no hay ni agua ni jabón), de dormir las horas necesarias (porque el calor y la posibilidad de un techo derrumbado no nos deja), de elegir una alimentación sana (porque hay que tragar lo que aparece), de ser buenas personas (porque se impone la ley del más fuerte); de buscar la felicidad (porque lo indispensable para serlo en Cuba es un lujo, así como ofrecer placer es una mercancía, mucho más valiosa si se trata de sexo y el cliente es un “yuma”). 

Hemos simplificado la existencia a respirar, a tendernos en un rincón como una entidad silvestre, muy próxima a lo vegetal, y a sumergirnos dóciles en la intensa oscuridad de una “contingencia energética” que llegó para quedarse. 

En unos años no seremos ese país envejecido, con escasas fuerzas productivas y lenta renovación generacional que se anuncia sino un gigantesco cementerio, aunque en las lápidas no estará el signo del dólar (porque no tiene la culpa de nada) sino la hoz y el martillo que nos ganamos. 

El dólar no es el que se impulsa en su crecimiento; es el régimen quien no frena su ambición de poder, que necesariamente va acompañada de esas estadísticas que crecen y decrecen siempre para mayor dolor nuestro, y siempre en contra nuestra. Hoy, el dólar solo nos permite medir, hacer comprensible matemáticamente, la diferencia entre la incertidumbre de vivir y la certeza de morir.

Parecía algo imposible en enero de 2025, pero ahora, a 410, es una realidad. 410 es la cifra “de verdad” en la calle más concreta, más dura, y quizás dentro de poco, tal vez en diciembre, esté arribando a los 450, o a los 500, porque ya no importa que todos lo podamos adquirir (como cuando lo amarraron a 25 por 1 con la jugarreta del CUC), sino que solo unos pocos lo consigan a sangre y fuego para salvarse.

O que no lo consigan jamás, para confirmar que en Cuba (es decir, dentro de los muros de la Isla-cárcel, la Isla-infierno) los sueños pocas veces se materializan pero las pesadillas sí, y todas las veces que cerremos los ojos aún sin quedarnos dormidos.

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“Ya no es un Chacal dormido.”

Por Pedro Ramos. 

El presentador cubano Alex Otaola celebró que, El Chacal pidiera por la liberta de Cuba durante un concierto en España semanas atrás.

En ese sentido, el influencer destacó que, el artista “despertó” y se puso del lado correcto de la historia al apoyar al pueblo cubano que exige un cambio en la isla.

“Muy bien, El Chacal dormido durante años, pero ya se despertó y viene con compromiso con su gente, y mira que nos costó trabajo, porque si alguien nos costó trabajo, este era un prospecto como El Taiger, y la verdad que lo rescatamos del lado oscuro”, afirmó Otaola.

Asimismo, el influencer cubano también celebró que, El Chacal estará de regreso en el Cubatonazo, en donde comparte cartelera con artistas como Gente de Zona.

El regreso de El Chacal a uno de los escenarios más importantes de la música latina en Miami representa no solo un paso en su carrera, sino también un mensaje contundente de que los artistas cubanos en el exilio pueden y deben alzar la voz contra la dictadura.

Cabe recordar que, el artista cubano pidió por la libertad de Cuba durante un concierto en Zaragoza, España, a finales del mes de julio.

El artista se conmovió en el escenario al momento de enviar el mensaje de libertad que hizo vibrar al público presente en el recinto.

En esa oportunidad, El Chacal tenía una bandera de la isla en las manos que decía “SOS Cuba” y “Patria y Vida”.

“Desde aquí de Zaragoza, con esta bandera que tengo en mi mano y que todos ustedes representan, yo quiero que se escuche una cosa en el mundo entero: ¡Díaz-Canel!”, afirmó el reguetonero, quien no pudo contener las lágrimas tras pedir libertad para Cuba.  

El cantante cubano publicó el video en su cuenta de Instagram en donde escribió un mensaje agradeciendo el cariño de sus seguidores.

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miércoles, 27 de agosto de 2025

Otaola pide apoyar petición que impulsa el Parón Total en Cuba.

Por Pedro Ramos.

El presentador cubano Alex Otaola exhortó una vez más a sus seguidores a firmar la petición que impulsa el Parón Total en la isla, con el que se busca cortar la primera fuente de ingresos del régimen comunista de La Habana.

En ese sentido, el influencer cubano hizo nuevamente fuertes señalamientos en contra de la economía parasitaria de la dictadura.

Asimismo, Otaola aclaró que, actualmente la principal fuente de ingresos del régimen castrista no son el turismo ni las exportaciones, sino las recargas telefónicas, las remesas y las ayudas humanitarias, las cuales no llegan a las familias cubanas necesitadas, sino que son robadas y revendidas por el Estado fallido de la isla.

“Esto es un tema de hacer lo que tenemos en nuestras manos, que tenemos en nuestras manos ahora mismo, el decirle a la dictadura cubana ni un dólar más de los que huimos, de los que somos libres, ira a parar a sus manos, y eso es algo que a la dictadura la pone a temblar”, precisó.

El presentador reiteró que, estas prácticas del régimen son parte del mecanismo que utiliza la cúpula castrista para mantenerse en el poder mientras la mayoría de los cubanos viven en la miseria.

Otaola insistió en que esta acción es necesaria para forzar la salida de los comunistas del poder, por lo que exhortó a su audiencia a que se sume con fuerza en la petición del Parón Total en Cuba.

Es importante recordar que, esta iniciativa de parón en la isla también está siendo impulsada por el congresista de origen cubano, Carlos Giménez, quien recientemente se pronunció en contra del régimen de La Habana y exhorto a las autoridades de Estados Unidos a que se suspendan las remesas y los viajes a Cuba con el fin de cortar el financiamiento a los castristas.

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La “suerte” del castrismo.

Por Efraín González.

¿Podría sobrevivir el castrismo a la caída de Nicolás Maduro? Por supuesto que sí. Es que casi no cabría la pregunta cuando sabemos lo que ha sucedido en situaciones similares a la actual, en las que la dictadura cubana pudiera parecer a algunos que caería por reacción con el derribo de un aliado importante. 

Sucede que, una vez más, olvidamos o ignoramos que no es el petróleo venezolano ni el único ni el más importante pilar que la sostiene, sino la sorprendente capacidad que ha tenido el régimen comunista no solo para disimular su condición indiscutible de elemento desestabilizador para las democracias de la región (a pesar de todos los movimientos terroristas que ha patrocinado abiertamente) sino, además, para históricamente crear y penetrar núcleos de influencia política al interior de esas democracias, tanto en América Latina, como en Europa y los Estados Unidos.    

No importa la gran responsabilidad que habría de tener La Habana, más con buena parte del aparato de inteligencia al servicio del chavismo (y viceversa) en la conformación y fortalecimiento de la narcodictadura que estaría a punto de caer, porque una vez más ese detalle será pasado por alto. 

Quizás sea una cuestión de “suerte” -aunque no de probada “inocencia”- y hasta un asunto de conveniencia para las partes que, de algún modo, sacan mucho más provecho de que la dictadura cubana continúe siendo por mucho tiempo esa pandilla de pequeños negocios “raros” que, por su naturaleza corrupta, no pudieran prosperar en una situación de normalidad económica y política, pero lo cierto es que el castrismo siempre se las ha arreglado para salir ileso en los graves conflictos que la involucran.

Por ejemplo, en 1989, cuando la operación militar que puso fin a la conexión de Manuel Antonio Noriega con los cárteles de Colombia y los de La Habana -que tenían su cuartel general precisamente en la Plaza de la Revolución, a caballo entre los ministerios del Interior y de las Fuerzas Armadas-, el castrismo, aunque debilitado por la inminente caída del “campo socialista” y estremecido por la posibilidad real de que el fuego en Panamá se extendiera hasta la Isla, logró salir indemne, apenas con unos rasguños en la opinión pública que dejaron los juicios sumarios y fusilamientos del general Arnaldo Ochoa y de sus más cercanos colaboradores.

Todos los ejecutados de la llamada Causa No. 1, convertida en espectáculo televisivo por desesperación, eran testaferros de quienes, con los millones de dólares que arrojaba el negocio de la cocaína, crearon, primero, el Departamento MC (Moneda Convertible, del MININT) y, más adelante, el núcleo primario del sistema empresarial de las FAR, que hoy conocemos como GAESA (una verdad que, por conveniencia, muchos prefieren callar).

Pero Fidel Castro, en una jugada de riesgo (en tanto Mijaíl Gorbachov no le ofrecía demasiada confianza como para un enfrentamiento con el vecino, teniendo como detonante el narcotráfico), regaló unos cuantos peones de sacrificio y apenas con eso logró que los buques de Estados Unidos, al terminar en Panamá, no se detuvieran en los límites de su finca más de lo necesario y pasaran de largo como lo habían hecho ya una vez anterior, cuando Granada, en 1983, por mencionar dos ocasiones en que, solo por efecto de arrastre, el barco del régimen cubano hubiera hecho aguas. 

Tanto en un caso como en el otro, los comunistas sin dudas sacaron provecho de la presencia soviética en la Isla (que se extendió hasta más de la mitad de la década de los 90). Una situación que se repetirá ahora con rusos y chinos metidos hasta el tuétano en el aparato militar cubano, pero solo porque conocen de esa “suerte” que la ha mantenido intocable, aun por las leyes demasiado porosas de un embargo económico que, de tantas veces violado, esquivado y reinterpretado hoy solo existe como pretexto en el discurso de la dictadura. 

Tengamos en cuenta que ni siquiera el tan “temido” Título III de la Helms-Burton ha podido contra esa “suerte”, y todos los procesos legales comenzados bajo su amparo terminan en frustración, precisamente por la serie de condiciones imposibles que deben cumplirse para que una demanda resulte exitosa. De modo que todo (y ya sabemos lo que incluye ese “todo”: desde cabildeo por intereses comerciales hasta afinidades y lealtades ideológicas) “conspira” a favor de la “suerte” del régimen cubano.

Con el pollo, el aceite, los autos, las plantas eléctricas y hasta lo inimaginable arribando a diario por contenedores desde Estados Unidos, así como el petróleo llegando desde México y Rusia, si Nicolás Maduro cayera hoy o mañana, en muy poco afectaría al régimen cubano que ya tuvo tiempo suficiente para desplegar varios planes B y, además, aprender cómo ingresar dólares y euros en cantidades suficientes para, ante todo, sostener su aparato represivo sin producir nada, sin depender del turismo, y con el petróleo justo para alumbrar a imprescindibles y privilegiados. Porque, para la dictadura, es mejor estar vivos, salvos e ignorados (más que intocables y suertudos) que con petróleo y una recompensa de 50 millones por una cabeza.

De lo demás -es decir, de nosotros los simples mortales- también se encarga la “suerte” bajo la forma de esa lástima que siempre el castrismo logra despertar en los demás, sin importar izquierdas y derechas políticas, incluso hasta en aliados que, aun conociendo al detalle las verdaderas causas de nuestra miseria, lanzan campañas para recaudar millones y así paliar el “hambre del pueblo cubano”.

En esa trampa de lástimas e ingenuidades, de oportunismos y oportunidades -mucho más mortal para quienes ya ni tienen ánimos de sublevarse, precisamente porque conocen de esa fatídica “suerte”- han caído absolutamente todos, desde los gobiernos estadounidenses de mucho antes de Obama (y posteriores) hasta los propios cubanos que han logrado escapar y que, una vez “a salvo”, miran atrás ya con nostalgia del abuso, ya con el deseo de ser parte de él. 

Ojalá la narcodictadura venezolana caiga lo más pronto posible, pero pongamos los pies en la tierra y entendamos de una vez que, si cae, eso no significa que en breve caerá el castrismo. El único modo de romper con la “suerte” que protege a la dictadura es terminarla con nuestras propias manos.   

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sábado, 23 de agosto de 2025

En Centro Habana y La Habana Vieja, se sobrevive entre los escombros de inmuebles.

Por Víctor Manuel Domínguez.

El arte de enmascarar ruinas está de moda en La Habana desde hace años. Las mismas autoridades que por desidia o falta de voluntad política permitieron la conversión de majestuosas edificaciones o humildes viviendas en esos amasijos de escombros que afectan la vida de sus moradores y contaminan la ciudad hoy alardean de ser sus salvadores y realizan talleres de urbanismo que no son más que aviesos pasatiempos hasta que logren expulsar a los residentes de la parte histórica de la capital.

En su libro El arte de hacer ruinas, Antonio José Ponte refiere: “En el corazón de La Habana se libra una guerra cotidiana y terrible entre la acumulación y el vacío. Donde hubo ayer una antigua casa solariega, una colmena de gente humilde y ruidosa, puede haber hoy una colina de escombros y mañana un parquecito absurdo, con dos o tres asientos bajo un sol de justicia, custodiados por edificios que también se derrumbarán la semana, el mes, el año que viene”.

Esa guerra cotidiana y terrible que señala Ponte se mantiene y avanza, indeteniblemente, mientras los dirigentes  miran esta masacre urbana desde sus protegidos búnkeres, de los que solo salen para hacer acto de presencia en los lugares de los derrumbes inmediatamente después de que recogieron los heridos y los muertos. 

Tras un derrumbe, cuando más, levantan un parquecito, una guarapera, un DiTú, una mipyme, un parqueo o, sobre todo, hoteles para turistas.

Los residentes en la zona histórica de La Habana Vieja y Centro Habana están siendo desplazados, como los palestinos de la Franja de Gaza, pero no debido a una guerra, como la que hay entre Israel y los terroristas de Hamás, sino por la complicidad del régimen con la geofagia urbanística del conglomerado militar GAESA por adueñarse de los espacios mejor situados de la ciudad.

Los que pierden sus casas por los derrumbes son enviados a la periferia de la capital, a lugares distantes como Wajay, Fraternidad, Miraflores Viejo y otros sitios donde hay los llamados “albergues de tránsito” de los que nadie ha regresado jamás.

En Centro Habana y La Habana Vieja, como en Tuguria, la ciudad levantada en su libro por Ponte como metáfora de La Habana, nada se vuelve a reconstruir. Se sobrevive entre los escombros de inmuebles en ruinas que, si apenas se mantienen en pie, es gracias a la “estática milagrosa”.  

La recuperación del deficitario, maltrecho y ruinoso fondo habitacional de La Habana no es de interés para los gobernantes. Convertir la ciudad en una postal turística solo para extranjeros, donde “autóctonas mulatas” y pingueros, vendedores de tabaco, viagra y ron, presten servicios sexuales y sociales, de un hotel a otro, en representación del país.

No queda la menor duda. La “tugurización” avanza, con prominente futuro, dentro del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Cuenta con los billetes de GAESA y la complicidad del Partido Comunista en hacer ruinas de la parte vieja de la ciudad y enmascararlas hasta poder convertir el Casco Histórico en un parque temático o un resort. 

De ahí que cada proyecto arquitectónico, cada uno de los Talleres de Urbanismo Táctico de La Habana -hace unos días fue clausurada su décimo tercera edición-, son intentos de enmascarar las ruinas bajo un pintarrajeado collage con playas paradisíacas, carteles que piden a la población resistir, imágenes de Fidel Castro o el Che Guevara, fotos de El Floridita y la Bodeguita del Medio. 

La finalidad de esa magnificación de las ruinas no es otra que epatar a los tontos útiles, cubanos o extranjeros, dispuestos a elogiar los embustes del castrismo.

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Gobierno cubano recibe donativo de Bielorrusia.

Tomado de cubanet.

El Gobierno cubano recibió este 20 de agosto un donativo de medicamentos y alimentos procedente de Bielorrusia, valorado en más de 238.000 dólares. El envío fue entregado al Instituto de Hematología e Inmunología de La Habana y se distribuirá en otros 27 hospitales de la capital, con prioridad en centros pediátricos, según dijeron medios oficiales

El cargamento incluye medicamentos especializados como citostáticos, ansiolíticos, inmunoestimulantes, antihipertensivos y complejos vitamínicos, además de alimentos básicos como leche en polvo y carne enlatada. De acuerdo con las autoridades sanitarias, estos productos están destinados a mejorar los tratamientos de pacientes con enfermedades hematológicas, oncológicas e inmunológicas, así como de adultos mayores.

El director del Instituto de Hematología, Wilfredo Roque García, calificó el gesto como un aporte “noble” que refuerza los lazos de hermandad entre Cuba y Bielorrusia. Por su parte, el embajador bielorruso en La Habana, Vitaly Petrovich Borchuk, expresó satisfacción por la contribución y recordó la ayuda cubana brindada a víctimas del accidente nuclear de Chernóbil, destacando la cooperación como un acto de reciprocidad.

La importación de medicamentos desde Bielorrusia figura entre los acuerdos suscritos en mayo pasado entre el régimen de La Habana y el otrora territorio de la Unión Soviética. En esa oportunidad, la XII sesión de la Comisión Intergubernamental entre los dos países, fue escenario de memorándums para la producción conjunta de medicamentos, la ampliación del Complejo Lácteo con tecnología y materias primas bielorrusas, y una segunda fase en el ensamblaje de tractores. 

En abril de 2025, Bielorrusia ya había remitido más de 20 toneladas de ayuda humanitaria tras desastres naturales en la Isla. Además, desde 2021 ambos gobiernos han reforzado sus relaciones en sectores estratégicos como la salud, la biotecnología, la agricultura y la industria. Entre esos acuerdos se encuentran donaciones de leche en polvo, la importación de tractores bielorrusos y la creación de empresas mixtas, como Academsol, enfocada en la fabricación de medicamentos.

Sin embargo, a pesar de la llegada de estos cargamentos, la realidad cotidiana de los cubanos dista de mejorar. La Isla atraviesa una crisis económica y sanitaria profunda que se arrastra desde hace más de cinco años, marcada por desabastecimiento de alimentos, escasez crónica de medicamentos, inflación descontrolada, apagones prolongados y un sistema de salud que ya no logra cubrir las necesidades más elementales de la población.

Pese a los frecuentes donativos internacionales, la mayoría de los cubanos asegura que no percibe alivio alguno: continúan pasando hambre, sin encontrar los medicamentos más imprescindibles, mientras el sistema sanitario nacional enfrenta un colapso total.

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Cuba 2025: Un pueblo abandonado.

Por Gladys Linares.

En el último lustro ha sido tema recurrente el evidente colapso del castrismo. Y es que para los habitantes de la mayor de las Antillas está muy claro que nada funciona en nuestro país. Lo que a muchos podría parecerles una verdad de Perogrullo -pues en el socialismo, ya se sabe, solo funcionan como es debido la represión y la propaganda- se ha hecho dolorosamente patente en la última década. No obstante, si bien es cierta esa afirmación, la debacle que enfrentamos los cubanos va más allá del colapso de un sistema: el pueblo ha sido abandonado a su suerte.

En efecto, los representantes (o secuestradores) del Estado actual sencillamente han dado la espalda al pueblo. Aunque no oficialmente (oficialmente seguimos encadenados al férreo control estatal, por lo que los menos suspicaces podrían pensar que el Estado continúa asumiendo sus obligaciones -si es que alguna vez lo hizo-), lo cierto es que en la práctica el aparato gubernamental ha delegado sus funciones en los ciudadanos.

Claro que esto no ha ocurrido de la noche a la mañana. Para empezar, al menos desde que comenzó la crisis de los noventa llamada Período Especial, si no desde 1959, el sueldo no alcanza. El sueldo que paga el Estado a sus empleados, o lo que es lo mismo, a prácticamente todos los trabajadores de la Isla. De manera que los cubanos tuvimos que aprender a “incrementarlo” por nuestros medios.

Amén de lo anterior, a partir de cierto momento de nuestra historia se ha hecho cada vez más evidente para cualquiera que viva inmerso en nuestra cotidianeidad que si tenemos alguna necesidad, como individuos o como colectivo, la solución más probable está en nuestras manos. Ante un llamado de auxilio o un pedido de ayuda rara vez aparece algún funcionario, y cuando lo hace, generalmente es para bloquear a los afectados en lugar de aportar soluciones.

Así, por ejemplo, si se trata de una vivienda en mal estado, ya sea casa o edificio, los propietarios están conscientes de que más les vale acometer las reparaciones con sus recursos, pues las autoridades solo aparecerán, si acaso, para recuperar los cuerpos después del derrumbe. Por su parte, las víctimas de algún atraco tienen bien claro que el único escarmiento que recibirá el ladrón, si lo atrapan, será el que le propinen ellos o los vecinos, pues los agentes del orden, si aparecen, en vez de hacer su trabajo van a ponerlo a buen recaudo… de la ira de la multitud.

Otro tanto ocurre en lo que respecta a los servicios públicos. Para disfrutar de un fluido eléctrico continuo, quien ha podido ha recurrido -familiares emigrados mediante- a la instalación de paneles solares. Y para contar con agua corriente en la vivienda, no pocos ciudadanos acuden a la compra de camiones cisterna “por la izquierda”, y otros tantos se conectan por su cuenta (aunque tal proceder no sea legal) a la acometida del acueducto, pues saben que el empleado estatal encargado de hacerlo vendrá… cuando la rana críe pelo.

Y, por si fuera poco, cuando necesitamos atención de salud tenemos que llegar al hospital equipados con material estéril, bisturí, anestesia, jeringuillas, agujas y todo lo necesario, y no pocas veces -y esto lo digo, por supuesto, sin intención de insultar a nadie- hasta con el sueldo de los profesionales.

Para que se tenga una idea de hasta qué niveles los personeros del régimen pasan del pueblo, baste la siguiente anécdota como botón de muestra: desde hace varias semanas los vecinos de una parte de Lawton estamos prácticamente sin servicio de telefonía móvil (conexión y cobertura) debido, según han afirmado funcionarios del ramo, a una falla o avería de la torre transmisora más cercana. En este sentido, una vecina me contó que al quejarse con la operadora de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, SA (ETECSA), la “solución” ofrecida por ésta fue: “Prescinda del móvil” (sic.). Sobra decir que al contar la experiencia, mi vecina echaba fuego por los ojos.

Pero pensándolo bien, no tiene nada de extraño que una representante de esa institución estatal se haga eco de tal razonamiento. Al fin y al cabo, ETECSA no es más que un capítulo del mismo Estado-Gobierno que nos obliga a prescindir de los medicamentos en caso de enfermedad, de los alimentos de calidad y aptos para el consumo humano, del servicio eléctrico, del servicio hidráulico y otros indicadores de salubridad y confort hogareño, de salarios dignos y, en primer lugar, de nuestros derechos ciudadanos.

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jueves, 14 de agosto de 2025

Nadie se amaba tanto a sí mismo, como el ególatra de Fidel Castro.

Por Luis Cino.

En 1959, unas semanas después de su entrada triunfal en La Habana al frente del ejército guerrillero que derrocó al régimen de Fulgencio Batista, Fidel Castro  ordenó retirar de la calle 41, cerca del campamento militar Columbia, en Marianao, la estatua que le había hecho el escultor italiano Enzo Gallo y dictó una ley para evitar el culto a su persona.

Antes de morir, el 25 de noviembre de 2016, dejó dispuesto que no se le hicieran monumentos y que su nombre no fuese utilizado para bautizar cosa alguna.

Probablemente la renuencia del Máximo Líder a que le dedicaran estatuas fue para impedir que un día sus enemigos pudieran derribarlas y profanarlas. 

En Cuba no hay estatuas de Fidel Castro. Ni falta que hace. Su rostro barbudo, generalmente con treinta o cuarenta años menos de los 90 que tenía cuando murió, está presente a cada paso en Cuba: en la primera plana de los periódicos, en la TV, en vallas y carteles en las calles, en fotos colocadas en sitios prominentes en oficinas, escuelas, hospitales o cuarteles de la policía. Desde 1959 ha sido así.

A falta de estatua, Fidel Castro tiene un monolito funerario en el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde yacen sus restos, cerca de los de José Martí, Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales. Tiene guardia de honor permanente y es lugar obligado de peregrinación para los fieles del castrismo. Algunos de los visitantes parecen caer en trance. Y el escultor que hizo el monolito asegura que Fidel se le aparece y conversa con él.        

Si Fidel Castro quería evitar el culto a la personalidad y que lo endiosaran como a Mao Zedong y Kim Il Sung, no hizo mucho por impedirlo. Todo lo contrario.   

Terco, incansable, opinaba de todo, estaba presente en todas partes, lo mismo en los huracanes que en los congresos científicos. Su palabra era ley, sus órdenes  no se discutían, ¡ay de quien se atreviera a contradecirlo!

Sus discursos, que duraban tres, cuatro horas o más, versaban  lo mismo de economía que de política internacional, o de ganadería. Poco antes de su retiro por enfermedad, en el programa televisivo Mesa Redonda  explicó cómo usar las ollas chinas y recomendó poner en remojo los frijoles varias horas antes de cocinarlos.    

Siempre era ensalzado, considerado infalible. Era la personificación del Gobierno, el Estado, el Partido,  de “la Patria, la Revolución y el Socialismo”.  Había que agradecerle todos y cada uno de “los logros de la revolución”. 

Sus funerales, a lo norcoreano, con luto riguroso,  duraron nueve días. Sus restos, en un armón verde olivo, recorrieron todo el país antes de ser depositados en la roca de Santa Ifigenia.

El culto a Fidel Castro se reforzó con su muerte. El recuento-letanía póstumo de sus hechos y discursos fue lo que necesitaba para oxigenarse. 

En sus últimos años no le hacía mucho favor la imagen de un anciano testarudo y frágil que escribía  confusos editoriales para CubaDebate y el periódico Granma que llamaba Reflexiones y firmaba como “Compañero Fidel”,  en los que hacía predicciones apocalípticas y uso y abuso del corta y pega.

La muerte vino a darle a la figura de Fidel Castro el segundo aire que necesitaba. ¡Y qué segundo aire!

Los continuadores de su régimen, aunque suelen contradecir sus políticas, no dejan de invocar a Fidel Castro y citar frases de sus discursos, vengan o no al caso.

El desastre en que han sumido el país los mandamases de la continuidad ha hecho que justo cuando ya menguaban los seguidores de Fidel Castro, se multiplique su número entre las personas, sobre todo ancianas, que olvidadas de los desastres del ayer, de las tantas veces que tuvo que convertir los reveses en victoria o en algo que lo pareciera, repiten que “con Fidel estas cosas no pasaban”. 

Este año, como ocurre cada vez que se acerca el 13 de agosto, día en que nació Fidel Castro en Birán, en 1926, los medios oficialistas llevan días desbordados con el recuento de los hechos y anécdotas del Comandante y las loas a “su legado”. Y ya pueden imaginar cómo será la cantaleta el próximo año 2026 cuando sea su centenario.   

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domingo, 10 de agosto de 2025

El Maleconazo: 31 años después y con más motivos para la rebelión.

Por Luis Cino.

Una de las escenas del Maleconazo.

No supe del Maleconazo hasta el anochecer de aquel 5 de agosto de 1994, cuando mi amigo Coqui llegó a mi casa para saber de mí, para ver si seguía vivo y no me había muerto de la depresión.  Podía ocurrirle a un tipo de 38 años a quien su hasta entonces amantísima esposa de 22 lo había dejado inesperadamente y sin explicaciones hacía una semana. También podía estar preso, lo que tampoco hubiera sido raro, teniendo en cuenta mi declarado rechazo al régimen.

Mi amigo me contó de los miles de personas que unas horas antes tiraban piedras, rompían vidrieras y gritaban ¡libertad! por el Malecón y las calles Galiano e Infanta. No me asombré demasiado, pues hacía semanas que el ambiente estaba muy caldeado con los secuestros y desvíos de embarcaciones, y particularmente luego de que 37 personas, entre ellas 11 niños, murieran al ser hundido el remolcador 13 de marzo para impedir que saliera de las aguas cubanas.   

La noche del 5 de agosto no hubo apagón para que los cubanos pudieran ver en el Noticiero de Televisión cómo Fidel Castro se personaba en el Malecón, un par de horas después de que la Seguridad del Estado y los hombres del Contingente Blas Roca, en función de esbirros parapoliciales, lo tuvieran todo bajo control a fuerza de repartir palos, cabillazos y tiros. No se reportaron muertos, pero heridos hubo bastantes.

Cuando ya no hubo peligro de que tiraran botellas, macetas o ladrillos, porque hasta los balcones y las azoteas de media Centro Habana estaban tomados por los represores, el Comandante se paseó orondo por el Malecón, para que sus aduladores crearan otro de sus mitos: el de que “Fidel  fue aclamado por algunos de los mismos que minutos antes gritaban en contra suya”.

Esa noche, salí a caminar por La Víbora, a tomar un poco de fresco, pero tuve que regresar a casa enseguida. La policía andaba nerviosa, pedía identificación y registraba los paquetes y bolsos de los pocos que andaban por la calle y cargaba con quien les resultara sospechoso.   

Por la Calzada de 10 de Octubre pasaban, en uno y otro sentido, carros patrulleros, camiones y jeeps con militares armados. Y a la mañana siguiente, cuando iba para el trabajo por la avenida Porvenir, rumbo a la Avenida del Puerto, pasaron varios carros artillados y militares con metralletas y uniformes de camuflaje.

Con el paso de los días supe de las varias decenas de heridos y detenidos. Pero la  gente ya no quería hablar más del Maleconazo -como fue bautizado el primer enfrentamiento callejero de envergadura que tuvo que enfrentar el castrismo-  sino irse del país, ya que el Máximo Líder había anunciado su decisión de que las Tropas Guardafronteras no vigilarían más las costas y permitirían que se lanzaran al mar y enrumbaran hacia la Florida todos los que quisieran.   

Se veía en la calle gentes con tablones, tanques de acero, gomas de camiones. Todo lo que sirviera para hacer una balsa y lanzarse al mar. Hablando a gritos. Buscando un carro, un camión que los llevara a la costa. Como si de repente todos se hubieran vuelto locos por largarse y ya no tuvieran que ocultarlo más de chivatos y policías.

Así, Fidel Castro, al igual que en 1980 salió de la crisis de los refugiados en la embajada de Perú abriendo el puerto del Mariel, logró sacar vapor de la olla antes de que reventara y salir de la crisis del Maleconazo con un éxodo de balseros. Posteriormente, para mitigar el hambre y la escasez, reabrió los mercados campesinos.

Treinta y un años después todo está mucho peor en Cuba que en el verano de 1994, cuando el llamado Periodo Especial alcanzó su clímax y ocurrió el Maleconazo. Y -el castrismo siempre es capaz de superarse para mal- también está peor, mucho peor, la situación, en todo sentido, que hace cuatro años, en julio de 2021, cuando los días 11 y12 de julio ocurrieron las masivas protestas en todo el país que hicieron palidecer al Maleconazo.

Desde entonces, están creadas las condiciones para otro estallido. Lo asombroso es que no haya ocurrido ya. Y puede que si ocurre, sea más violento que los anteriores: es mucha la ira y el resentimiento  de los oprimidos y demasiada la prepotencia e intolerancia de los opresores, que lo más probable es que no duden en volver a dar la orden de combate para el choque fratricida.

Los mandamases del continuismo temen que se produzca el estallido, pero es poco y mal lo que hacen por evitarlo. Como no tienen ni remotamente la astucia matrera de Fidel Castro para capear los temporales y saben que hoy sería imposible recurrir a un nuevo éxodo que saque vapor a la olla, apelan a la represión, al aumento de la vigilancia y al endurecimiento de las leyes de un código penal de inspiración nazi, para intimidar y disuadir  al pueblo de rebelarse.

Pero con una economía que hace mucho se fue a pique, con hambre y todo tipo de carencias, con cada vez más horas de apagones, el malestar y las ansias de cambio no paran de crecer. Nadie cree en las promesas y pretextos de los mandamases. Sus consignas gastadas, sus exhortaciones al sacrificio cada vez que adoptan una medida más antipopular que la anterior, sus regaños por lo malagradecidos que somos, sus desfachatadas mentiras, solo consiguen que los detestemos más.

Tienen la fuerza represiva. Pero llegará un momento en que no bastará para contener a un pueblo desesperado.   

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Alfredo Cataneo, el músico visto por su hija.

Por Jorge Luis González Suárez.

El 11 de julio de 2013, murió, a los 96 años, una avalada figura de la música popular cubana: Bárbaro Alfredo Valdés-Cataneo Esquivel, más conocido por su nombre artístico, Alfredo Cataneo, integrante del trío Taicuba.

Tuve la dicha de conocer a Cataneo, pues fue mi vecino durante 50 años, además de gran amigo de mi padre. Su hija Gladys accedió a responder este cuestionario sobre aspectos de la existencia personal y profesional de Cataneo.

―¿Dónde nació Cataneo y cómo fue su infancia?

―Nació el 4 de diciembre de 1916, en Jovellanos, Matanzas, en un barrio que le dicen Bemba, donde tenía bastante arraigo la religión afrocubana. Su familia era pobre. Eran seis hermanos, dos hembras y cuatro varones. De niño fue limpiabotas y repartidor de cantinas a domicilio. De este último trabajo lo botaron porque se comía las papitas fritas de las cantinas. Era tan delgado, que era llamado jocosamente por sus amigos “Alfredito el Tísico”.

―¿Cómo comenzó en la música?

―Desde los 16 años cantaba tangos, que hacían furor en Cuba en aquella época. En Matanzas hizo un dúo con Evelio López Gavilán. Luego que se les sumó Manolito Rebull, llegaron a presentarse en la emisora matancera CMGH.

En 1936 llegó a CMQ Radio de la mano del cantante y locutor Manolo Serrano. Junto a Tony Álvarez interpretaría payadas argentinas, en un programa donde se hallaba además Olga Chorens.

A partir de 1939 integró el trío de tangos Los Armónicos, que actuó en la RHC Cadena Azul de Santa Clara y cantó con la orquesta La Plata dirigida por Lorenzo Pego. En La Habana se presentó también en la misma emisora, y en la Corte Suprema del Arte con la orquesta antes mencionada. Llegaría a ser artista exclusivo de la firma cigarrera Regalías El Cuño. Ya por los años 40, y la fama adquirida, andaba vestido siempre de blanco. En 1941 obtuvo primer premio en un concurso para cantantes de tangos. 

Gladys Cataneo y su padre (Foto tomada de su perfil de Facebook).

―¿Cómo pasó a la música tradicional cubana?

―La música argentina empezaba a declinar y, el 15 de agosto de 1941 (y aclaro estos datos pues la enciclopedia Ecured tiene errores), fundó el cuarteto Taicuba. Eran López Gavilán, guitarra y voz; Cataneo, guitarra acompañante y tercera voz; Baz Tabrane, segunda voz, requinto; y Héctor Leyva, guitarra acompañante y voz prima. Debutaron en el programa Bacardí. Más tarde Gavilán se separó y continuó su camino con un grupo de tango. Quedó entonces el Trío Taicuba, que interpretaba composiciones de autores muy reconocidos de nuestra música tradicional. Tuvo una larga trayectoria por más de 40 años, con muchísimas y exitosas presentaciones en diferentes espacios en radio y televisión en Cuba, entre ellos: Juntos a las 9:00, Recital y Álbum de Cuba. También se presentó en el Concurso Adolfo Guzmán y otros espacios. 

Mientras, en el exterior estuvo en el afamado The Steve Allen Show de la CBS que se transmitía en Estados Unidos de costa a costa, además en Televisión Española, la RAI Italiana, y numerosos escenarios más.

El trío visitó Estados Unidos, Venezuela, Panamá, México, Suecia, España, Finlandia, Italia, Islas Canarias, Palma de Mallorca, Holanda, Inglaterra, Alemania y Mónaco, así como ciudades de Francia y otros lugares del mundo. 

Sus integrantes incursionaron también en el cine, en las películas Romance del palmar, Una gallega en La Habana (con Niní Marshall) y en Rey y reina.  

Cataneo obtuvo más de 32 distinciones y reconocimientos, entre otros: Medalla por la Gloria de la Cultura Cubana, la Raúl Gómez García, La Gitana Tropical, El Micrófono de la Radio, y como algo especial un reconocimiento en el 86 aniversario de su natalicio, por brindar durante más de 25 años de labor ininterrumpida, la formación de valores a través de la música. 

Cuando la salud ya no le permitió continuar presentándose en el Bar Restaurante “El Floridita”, Cataneo decidió no continuar, aunque conste que él nunca se jubiló. El trío se desintegró en el 2005.

―Hábleme de su vida como padre, esposo, amigo…

―Como ser humano y padre, para mí fue el mejor del mundo. Los miércoles iba siempre, con mi madre, a las becas donde estudié sin faltar una sola vez. Si aun estoy viva, fue gracias a él, pues en 1975 enfermé grave y él me llevó de inmediato al Hospital Pediátrico de Centro Habana, en el auto del fallecido Dr. Abelardo Bush, y allí salvaron mi vida.

Era alegre y muy jaranero. Fue el mayor humorista espontáneo que hubo en Cuba. Sus bromas y chistes hacían reír a carcajadas a sus colegas y a los vecinos. Las personas lo rodeaban para escucharlo. Era muy querido en el barrio; tenía siempre una frase amable para todos. Su día de descanso lo ocupaba en llamar a sus amigos y saber de ellos.

Mi papá conoció a mi madre, Gladys Ferrán Morales, en un programa de radio, cuando ella tenía 17 años. Llegó el amor, y se casaron el 30 de noviembre de 1959, en la Manzana de Gómez, al son del hermoso Tango No. 1. Como testigos de su boda tuvieron a los grandes artistas Guillermo Álvarez Guedes, Tony Álvarez y Olga Chorens. 

Sentía gran amor por los animales. Pagó operaciones, esterilizaciones, y brindaba alimentos a los perros y gatos callejeros.

Boda de Alfredo Cataneo y Gladys Ferrán en un periódico de la época (Recorte tomado del muro de Facebook de Gladys Cataneo).

―Dice el refrán que “de tal palo, tal astilla”. ¿Qué le legó su padre? 

―Mi principal influencia en la música viene de mi padre, pero mi abuela Ana Luisa Morales Govín contribuyó, pues era pianista y compositora. En casa estábamos siempre cantando juntos, e insistía que yo hiciera dúo con voz de segunda. Toqué piano de oído desde los cinco años. Estudié ese instrumento, he compuesto canciones y música instrumental desde los 13 años. Con esa edad me escuchó el maestro Eddy Gaytán, y dijo que tenía un buen comienzo. He cantado con el quinteto Palmares de Cuba y pertenecí al coro de la CTC (Central de Trabajadores de Cuba) por tres años.  

Compuse una canción dedicada a mi padre llamada Muchos años más y otra  a mi abuela que titulé Dama color de la noche. En total he compuesto más de 50 canciones y tengo un disco grabado con 10 números musicales. 

Adopté como nombre artístico Gladys Cataneo, aunque me llamo Gladys Caridad Valdés Cataneo Ferrán. Nací el 24 de enero de 1964. Soy licenciada en Cultura Física, pero soy el fruto de mi padre. La música es mi vida, me da alas, y vuelo.

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