miércoles, 28 de octubre de 2009

Luyanó: réquiem por mi barrio.

Por Lázaro García.

Luyanó, antiguo barrio de la capital cubana, se encuentra situado en las proximidades de la bahía de La Habana. Aunque la fundación de Luyanó se pierde en el tiempo, es conocido que los primeros colonizadores se establecieron en las márgenes del río Luyanó, de donde le viene el nombre al barrio. Hasta 1789 formó parte del barrio Jesús del Monte. Posteriormente perteneció a El Cerro. En sus tierras se asentaron grupos indígenas, y existió también un ingenio azucarero, propiedad de María Pérez Álvarez; incluso tuvo Luyanó una rústica plaza de toros.

Es poco conocido que el 2 de noviembre de 1868, en la finca Cintras, hoy reparto La Asunción, un grupo de jóvenes patriotas organizó un levantamiento contra el poder colonial español; alzamiento devenido en intentona por causas nunca esclarecidas. En el mismo reparto, Arturo del Pino vendió cara su vida en desigual combate contra la policía machadista. Entre los asaltantes al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, se encontraban Ricardo Olmedo y Orlando Lamadrit, ambos vecinos de la barriada. Lamadrit marcharía al exilio en la década del sesenta. Olmedo entregaría su vida en el paredón de fusilamiento, por enfrentarse al actual régimen cubano.
"El Patato", pintoresco y controvertido personaje de la barriada, murió ultimado por la policía batistiana después de haber cerrado a punta de pistola numerosos establecimientos comerciales durante la huelga del 9 de abril de 1958. El monumento erigido a su memoria está sumido en un total abandono.

Caminar por sucias y maltrechas calles, observar sus edificaciones de ecléctico estilo arquitectónico, con sus descoloridas y descascaradas paredes, provoca nostalgia que nos recuerda mejores tiempos ya idos para siempre. Basta con cerrar los ojos para regresar a un ayer distante aún presente en la memoria.

Luyanó fue un próspero y dinámico barrio con un comercio en cada esquina. De agradable recordación son la Calzada de 10 de octubre, con su cadena de peleterías y tiendas de ropa, el café de Pepe, y sus deliciosos batidos; o el bar La Asunción, con sus apetitosos "sandwiches" de Mojica; los numerosos restaurantes y fondas donde, por módicos precios, podíamos comer suculentamente.

Las canciones de moda estaban a nuestro alcance en cada una de las victrolas que presidían los numerosos bares y bodegas enclavados en la zona. Barrio de pequeños comerciantes, y también de honrados trabajadores, los cuales ganaban el sustento en las numerosas fábricas y talleres de la barriada, o cercanos a la misma, como eran La Lechera, Guarina, la fábrica de soga Carranza, la de jabones Aguyo, la Swift, la fábrica de zapatos Goliat, la colchonería Konfort, las galletería Única y La Gloria. Había también una lanera y una fundición y muchos centros más que escapan de nuestra memoria.

De tantas industrias y talleres apenas subsisten La Guarina, con su infraestructura en estado calamitoso, trabajando parcialmente, y las dos galleterías.

Luyanó también tuvo sus vecinos célebres, como fueron "Cocaína" García y Waldo Velo, afamados jugadores de béisbol; el dúo vocal Hermanas Rivol; Nagrinal, corredor de autos; Alfredo de la Paz, árbitro de nuestro pasatiempo nacional; Eugenio George y Jorge Pérez Vento, famosos jugadores y entrenadores de volleyball que ambos aprendieron los rudimentos de este deporte en las canchas del estadio Pepe Barrientos. Dieron vida a las calles de Luyanó excéntricos personajes, como Mayarí, Cuco del Barril, Pancho Mondonguito, el negro "Fobuta", y Antonio Sánchez, zapatero remendón, español y comunista, el cual murió en los Estados Unidos decepcionado de la doctrina que abrazó por más de 40 años.

Un eficiente servicio de ómnibus y tranvías comunicaba el barrio con el resto de la ciudad. Dos clínicas -Hijas de Galicia y La Benéfica- ofrecían una atención médica de primera línea, por tan sólo 2.25 pesos mensuales. La Casa de Socorros brindaba sus servicios gratuitamente, incluyendo visitas a domicilio, medicinas y asistencia estomatológica.

Existían varias escuelas públicas y numerosas academias privadas, entre ellas, Barraqué, Lux, San Martín, donde, por una pequeña suma se recibía una esmerada educación.

En sus rústicos terrenos de béisbol, el Chocolate y el Arenal, se cuenta que jugaron grandes luminarias de nuestro principal deporte, como el gran lanzador Camilo Pascual.

Duele ver convertidos seis de sus siete cines en muladares o almacenes. O como el Fénix, convertido en una ciudadela de paredes de cartón y tablas. En la intimidad de su sala, con la complicidad de las sombras, nos hicimos hombres al escuchar por primera vez nuestros nombres en labios de una mujer, según el decir de Antonio Machado.

Todavía algunos recuerdan el incendio del cine Bohemia, ocurrido el día que se exhibía "Lo que el viento se llevó".

Apenas quedan comercios en Luyanó, y los que subsisten poco tienen que ofertar. Cada uno de sus parques está sumido en un completo abandono. Lo mejor de su vecindario emigró allende los mares, y fui sustituido en gran medida por marginales de patibularios rostros.

Poco queda de mi barrio, apenas débiles reminiscencias diluidas en una pertinaz añoranza. Los recuerdos, a veces, afloran en la memoria de los viejos que, por diversas razones no pudieron emigrar, emergen como los adoquines entre el asfalto de sus vetustas calles, confabulándose piedra y memoria en tenaz porfía para dejar testimonio de un tiempo pasado que, evidentemente, fue mejor.
Share:

1 comentario: