Por Oswaldo Yáñez.
1. ¿Que razón le ha llevado a romper su silencio y conceder esta entrevista?
En realidad no he tenido el propósito de permanecer en silencio. Lo que pasa es que cuando recibo la invitación para una entrevista, de la que sospecho que el énfasis se hará en el sensacionalismo relacionado al rescate de mi familia, la he rechazado cortésmente. Aquello quedó atrás. Y sinceramente, ya me aburre hablar del rescate. Especialmente porque, como todo cubano, tengo opiniones sobre lo que ocurre en Cuba y en el exilio. Son asuntos de actualidad que nos afectan crucialmente a todos hoy, e impactarán a nuestros descendientes en el futuro. Por su importancia, prefiero expresarme y debatir esos problemas. Esta entrevista es bienvenida precisamente por eso.
2. ¿Que añora más de Cuba?
Muchas cosas: las calles en que jugué de muchacho, los arroyuelos y los campos en que corrí, nadé, y me sentí más libre. La hospitalidad y la candidez de los campesinos. El mar y La Habana con sus olores únicos. Los paseos con Vicky por el malecón, los teatros. Pero sobre todo añoro a la gente. El bullicio del barrio, el ruido de los niños en la calle, la voz de la vecina llamando por aceite o sal. La muda complicidad de vecinos para bloquear el entrometimiento oficial, y protegerse de la absurdidad que resulta haber convertido en delito toda iniciativa para buscarse el sustento y sobrevivir. Añoro la compañía de familiares y los amigos.
En contraste tendría que decir también lo que más detesto, y que explica por qué no estoy allí: la vigilancia constante, la doble moral, la máscara que mucha gente se pone para opinar. Los chivatos, la ineptitud de los funcionarios, los dirigentes serios y tiesos. La inercia, el mutismo, la sumisión, el servilismo y la traición convertidos en virtudes. La humillación de no poder pisar lugares para extranjeros… ¡en mi patria! El adoctrinamiento, la mentira oficial, el silencio y el miedo. El partido, los CDR, la FMC, la UPC, la UJC, los sindicatos y cuanta porquería han concebido para inhibir el libre pensamiento. Los discursos oficiales, las estadísticas absurdas, los logros vacíos, el triunfalismo nefasto y el falso nacionalismo. La mediocridad en los medios, o los medios en manos de la mediocridad. El conformismo y la resignación. ¡Los héroes!, que no lo han sido salvo para destruir.
3. ¿Tiene esperanzas e intención de volver a residir en su patria?
Esperanzas, sí. Para mí la intención es acción. Y no estoy preparado para afirmar esa parte, porque no lo sé. Si llegara el momento de considerar esa posibilidad, la decisión dependerá del balance que exista entre el peso de la potencial contribución que pudiera hacerle a mi país, y los deseos de mi esposa e hijos. Lo que sí puedo asegurarte desde ahora es que la opinión de mi familia jugará un papel determinante. Soy de los que piensa que para hacer patria, primero hay que hacer familia.
4. ¿Cuánto cree que durará la muerte anunciada de Fidel Castro?
No lo sé. Hoy la tecnología puede hacer cosas increíbles. En principio podrían mantenerlo como un vegetal por mucho tiempo. Aunque de hecho ya estuviera muerto, quiero decir, intelectualmente. Ariel Sharon, por ejemplo, lleva un año en ese estado, y se sabe que no regresará al poder, pero tampoco cuando morirá.
Sin embargo, esa comparación es válida únicamente desde el punto de vista médico. Al ex primer ministro israelí se le mantiene vivo por respeto o por razones humanitarias como ocurre con muchos pacientes a los que los familiares no quieren retirar los equipos de soporte vital. En Israel existe una democracia, y sus ciudadanos exigen un gobierno responsable. No sólo el estado de salud de Sharon es público, sino que un nuevo primer ministro fue elegido rápidamente. El gobierno continúa funcionando bajo el mandato del pueblo.
El caso de Fidel es diferente. En Cuba el estado se moldeó y funcionó en torno a su personalidad, en lugar de la ley. Con la pérdida de sus facultades, el gobierno ha caído también en una crisis que percibimos a través de esa espiral de mentiras y silencios ridículos en que ha caído desde que se anunció la enfermedad.
La aparente inercia de las autoridades cubanas me recuerda el pintor al que le han retirado la escalera: con la desaparición pública de Fidel, se han quedado "colgando de la brocha", y no saben ni como agarrase ni como caerse. Es en este contexto que lo necesitan vivo, alimentando la falsa posibilidad de que regrese a sus funciones por medio de discursos oficiales y partes de científicos extranjeros convertidos en voceros. Eso les da algún tiempo para consolidar el control con métodos más burocráticos y mecánicos como reglamentos y directivas. Los tiempos de gobernar con discursos pasaron definitivamente para Cuba. Pero ese impaz tampoco puede extenderse demasiado, porque desnuda el pánico que envuelve a las autoridades, resultándoles peligroso. Entonces, en algún momento, cuando sientan que pueden controlar las cosas, tendrán que anunciar la incapacidad irreversible de Fidel, o sencillamente retirarle los equipos que lo mantienen vivo. Y llegado ese momento, el caso de Fidel difiere también del de Sharon, pues su existencia se convertiría en un estorbo para gobernar con autoridad.
De lo que no albergo dudas, es de que las últimas imágenes en la vida de Fidel Castro fueron las vistas el 28 de octubre pasado. Ni regreso al poder, ni momificación siquiera. Tal es el impacto del mal que lo consume y que quedó revelado precisamente en esas imágenes de octubre.
5. ¿Tiene alguna duda de que la revolución se perpetuará mediante una dictadura militar, encabezada por Raúl Castro, disfrazada como un gobierno del PCC?
La perpetuación del gobierno y la constitución presentes son imposibles porque representan un retroceso en el desarrollo natural de la civilización.
En cuando a la posibilidad de una dictadura militar, tampoco. Al menos no del estilo de las dictaduras militares que abundaron antes en América Latina. A diferencia de esos países, las Fuerzas Armadas cubanas no han sido un órgano represivo contra la población. No han encarcelado, enjuiciado o torturado. Esa criminal tarea la cumplen las fuerzas del MININT, que son muy diferentes. Hasta el momento de yo abandonar Cuba existía entre la oficialidad más joven del ejército una convicción profunda de ser parte del pueblo. Aunque la autoridad está en manos de generales esencialmente corruptos, los ejecutores son los mandos medios de las FAR. Estos hombres ven su misión como la de proteger al país de una posible agresión, y creo que jamás apuntarían las armas contra el pueblo. Eso lo sabe Raúl, como sabe que el día que dé semejante orden terminará corriendo el destino de Ceausescu. No olvidemos que, al margen de quién dé las órdenes, será el soldado en última instancia el que tendrá que oprimir el gatillo. ¿Y quienes son los soldados cubanos sino los jóvenes más avasallados, humillados y privados de libertades por el gobierno?
Sin embargo, en términos de tiranía, Raúl Castro sólo necesita continuar el presente estado de terror con los medios del MININT y el apoyo de la única rama de las FAR que se prestaría a la tarea: la CIM.
Yo pienso que esta pregunta se la estará haciendo a sí mismo Raúl Castro. Porque en sus manos radican las opciones, y sus decisiones tendrán un impacto definitivo en el futuro de Cuba. Pero más importante aún para él, en su propia vida, que podría perderla si mantiene el status quo.
6. ¿Cree que hay alguna posibilidad de que una facción del ejercito se postule a favor a una transición democrática?
Absolutamente. Conozco el pensamiento de oficiales jóvenes y sus deseos de lograr la democracia en Cuba. El asunto está en si tendrán la posibilidad de plantearlo, si se abrirán los espacios para eso dentro del ejército, o permanecerán cerrados como hasta ahora. Pienso que para que eso ocurra, el gobierno primero tendría que dar pasos paulatinos, pero concretos, encaminados al respeto de los derechos humanos y la diversidad de pensamiento. ¿Se atrevería Raúl Castro a ello? Nadie lo sabe. Su gran batalla comenzará después de los funerales de Fidel. Posiblemente ya esté debatiendo en su cabeza la disyuntiva de continuar con el inmovilismo y arriesgarse a un estallido popular, o hacer cambios paulatinos que darían sosiego a los cubanos y tranquilidad a su gobierno.
El problema más serio que confrontará Raúl, si se decidiera por los cambios, será el legado ideológico de su hermano. Encontrar cómo explicar a los elementos más extremos esos cambios que obviamente irían en contra de lo que hubiera querido Fidel, y al mismo tiempo asegurar la lealtad de los ministros y generales adoctrinados y embobecidos por Fidel.
No sabemos cuán hábil será Raúl en ese hipotético ejercicio. Pero lo paradójico, y a la vez lo más inteligente para él, sería utilizar al mismo Fidel Castro como ideólogo del cambio, regresando a los orígenes traicionados de la Revolución, y a los postulados que les valió el apoyo absoluto del pueblo en el 58. Bastaría con cumplir las ideas que Fidel defendió durante el juicio por el asalto al Moncada, para poner a Cuba en el camino a la democracia. Serían pasos inteligentes que cambiarían el país y su lugar personal en la historia. Pero no doy crédito a esta posibilidad. Sospecho que el temor a las consecuencias que para él y su familia podrían traer un cambio, superan su sentido de responsabilidad y su amor por la nación.
7. ¿Cree usted que Raúl Castro acierta en apoyarse en los comandantes de la revolución, especialmente en Ramiro Valdés, o considera que son capaces de traicionarle?
Creo que él sabe perfectamente que Ramiro Valdés, Guillermo García, Juan Almeida, Machado Ventura y otros no son más que símbolos. La realidad es que ninguno de ellos tiene poder alguno, y no tienen otra opción que someterse a Raúl como se sometieron a Fidel. Opinarán más, eso sí, tendrán más espacio con Raúl para discutir. Pero no para tomar acciones contrarias. La posibilidad de que lo traicionen no existe en la práctica, aunque estuvieran dispuestos, porque sencillamente ninguno tiene con qué enfrentarse a Raúl.
Posiblemente, con el tiempo y poco a poco, Raúl los pasará a retiro porque se convertirán en un estorbo para él. Con libertades o sin libertades, Raúl necesitará proyectar una imagen de gobernante eficiente y práctico para sobrevivir. Y toda esa gente es inepta, y tan útil a sus necesidades para gobernar como lo serían los museos. Tendrá que cambiarlos inexorablemente por cuadros más jóvenes y más tecnócratas.
En el caso específico de Ramiro Valdés, cuya eficiencia en reprimir es incuestionable, Raúl tendrá que reemplazarlo también por alguien de su cría. No creo que cometa la torpeza de darle a Ramiro, un hombre que no es de su total confianza, el poder que ahora no tiene, regresándolo al MININT.
8. ¿Sería posible que una comisión de la nomenclatura del partido o algunos de los militares lideraran una transición democrática sin el apoyo del resto del ejercito?
Tu pregunta plantea dos hipótesis. Comenzaré por la del apoyo del ejército:
De hecho, desde hace ya muchos años el gobierno no goza del apoyo de la mayoría del ejército, que son los mandos de base, y posiblemente del 90% de los soldados porque son obligados a servir en contra de su voluntad, generalmente en condiciones miserables. ¿Cuántos jóvenes estarían dispuestos a ingresar a las Fuerzas Armadas si no fueran obligados por la ley? Cualquier encuesta entre los hombres cubanos nos revelaría que la mayoría recuerda sus años de Servicio Militar Obligatorio como los más odiados de sus vidas. Las estadísticas nunca se revelarán, pero el índice de suicidio entre los soldados cubanos fue siempre muy alto por esas razones. El soldado cubano se diferencia mucho del soldado en los ejércitos regulares de otros países. Mientras que en un ejército convencional el armamento personal del soldado está siempre con él como parte del entrenamiento que pretende convertirlo en un apéndice de su cuerpo, el soldado cubano sólo toca un fusil cuando está de guardia o cuando realiza una de las poquísimas prácticas de tiro que se organizan. En consecuencia, el 98% del armamento permanece almacenado todo el tiempo bajo estricto control. Ese armamento es contado de 3 a 6 veces al día durante cada relevo de la guardia que lo custodia, y cuando falta una simple pistola, toda la unidad militar queda encerrada hasta que aparezca. En contraste, las fuerzas del MININT y la CIM están armadas todo el tiempo, con sus pistolas a la cintura y sus fuciles al hombro, listas para disparar. Pero rara vez se ve a un oficial o a un soldado de las FAR armado. Esta simple diferencia que pasa desapercibida para muchos demuestra la naturaleza del enemigo al que teme el gobierno.
Las armas de las FAR y de las Milicias de Tropas Territoriales que existen para defender al país de la omnipresente invasión norteamericana permanecen almacenadas en polvorines. Pero la policía, la Seguridad del Estado y la CIM las tienen consigo todo el tiempo, listas para usar. Entonces, ¿a quién teme el gobierno? ¿A los Estados Unidos, o al pueblo? ¿Contra quien han tenido Fidel y Raúl las armas siempre listas? Es un detalle que el pueblo podría observar con más atención, porque desmiente por sí mismo el mito de la amenaza externa, y desnuda el temor del régimen hacia el pueblo que oprime.
En Suiza, por ejemplo, cada ciudadano es considerado un soldado para defender a su país de cualquier agresión. Pero cada ciudadano suizo tiene en su casa el armamento de combate, listo para utilizarlo ante cualquier ataque sorpresivo. En cambio Cuba, a pesar de lo que repita el Granma, nunca ha estado lista para defenderse de una invasión sorpresiva de los Estados Unidos. Pero eso al gobierno no le importa porque sabe que Cuba no está amenazada desde el exterior. Lo que preocupa al gobierno cubano, a quien teme la dictadura, es al pueblo. Y por eso, contra el pueblo, es que sólo las fuerzas represivas del MININT y la CIM están realmente armadas.
Por otra parte, la realidad es que los hombres de las FAR son los únicos que pueden poner fin al abuso del MININT. Son las armas de las FAR, en manos de sus hombres, las únicas con capacidad para acabar con toda la inmundicia que representan la Seguridad del Estado, la policía represiva y la CIM.
A pesar de lo que se diga en los discursos oficiales, y el lugar que Fidel y Raúl pretendan darle a las FAR en la Revolución. El verdadero soporte de su gobierno ha sido siempre el MININT con su Seguridad del Estado. A nada temen ellos más que al ejército armado. Por eso bien se ocupa la CIM, cuando hay un desfile militar en la Plaza, de revisar y asegurarse, una mil veces, de que no halla tan siquiera una bala disponible en ninguno de los fusiles, aviones y otros armamentos que desfilarán. Las únicas armas que puede haber en la Plaza con capacidad de disparar son las de la Seguridad y las de la CIM. Díganme entonces en quien confía la tiranía, y a quien teme.
Sin embargo, la oposición que existe en el ejército, como en el caso del pueblo, se trata tan sólo de un estado de ánimo que no ha podido traducirse en acción. Primero, por la razón de que las armas que no están al alcance de la mano, y segundo, por la constante vigilancia de la Contra Inteligencia Militar. ¿Qué oficial se arriesgaría a decir abiertamente lo que piensa, o a intentar organizar una oposición, cuando por reglamento la más mínima crítica a Fidel o a Raúl se paga con cárcel? A mi parecer es algo que en las condiciones presentes sólo puede ocurrir de manera espontánea y masiva.
Pero regresando a tu pregunta, supongo que estaríamos hablando de una oposición organizada por una porción considerable de militares contra las iniciativas aperturistas del gobierno. En ese caso te diría que no. Porque implicaría la aceptación de diferencias y divisiones dentro del ejército que son universalmente inadmisibles en de las instituciones armadas. De lo contrario estaríamos en los umbrales de un conflicto con el potencial de convertirse en guerra civil. La única oposición a iniciativas de cambios sería la del generalato corrupto, pero no encontraría seguidores entre los oficiales intermedios ni los soldados, por las razones que ya te decía. Entonces esos generales quedarían neutralizados y retirados.
Ahora, en cuanto a la otra hipótesis que plantea tu pregunta, la de una comisión del partido o de militares que liderara una transición, me resulta difícil de imaginarla sin Raúl Castro a la cabeza. Y pienso así porque la estructura de poder en Cuba está concebida de manera que él lo heredará en su totalidad. Y cualesquiera que sean sus intenciones, Raúl no va a repartir ese poder, aunque decidiera incluso iniciar una transición. Las insinuaciones que hizo recientemente sobre un gobierno colegiado son sólo palabras adecuadas para el momento adecuado. Creo que una vez enterrado Fidel, Raúl ejercerá el poder, por la opción que determine, sin tolerar oposición alguna desde adentro. Para él será una necesidad. En definitivas, tendrá todos los mecanismos de poder en sus manos y, ¿para qué correr el riesgo de entregar a sus súbditos las herramientas para que se le opongan, practiquen la división y compitan por el poder? Por el contrario, sabe que una vez soltado los diablos no podrá regresarlos a la jaula, y que si la discordia estalla en la cúpula, entonces perdería el control sobre el orden de la transición, y en consecuencia, perdería también el control sobre su seguridad personal y la de su familia.
Entonces, según tu pregunta, tendríamos el escenario de un Raúl Castro que, desde una postura autoritaria y con poder absoluto, decide deshacerse paulatinamente de los hombres que estorban a su alrededor, e iniciar una transición que él iría profundizando en la medida que va ganando el apoyo genuino del pueblo, y con ello, la seguridad para sí mismo. Es una alternativa que el pueblo de Cuba apoyaría mayoritariamente porque evita el caos.
Este es asunto que muchos líderes del exilio no comprenden, posiblemente por los años que llevan fuera de Cuba, y han perdido la noción del estado de cosas allí. La mayoría de los cubanos, incluyendo al exilio, quisiéramos una transición justa y democrática. Eso nos une, coincidiendo en los deseos de hacer justicia, que implica enjuiciar a los líderes presentes por sus crímenes. Pero esa justicia es sólo posible en caso de un levantamiento popular. ¿Y después, qué?
Hay un sector muy fuerte entre los líderes del exilio que exige elecciones libres en seis meses. Y cuando escucho eso, lo primero que me pregunto es: ¿Y quién va a contar los votos? Porque Cuba está sumida en un estado de destrucción y desgobierno tal que no puedo imaginar cómo podrían organizarse unas elecciones justas y transparentes en tan poco tiempo. Porque para unas elecciones se necesitan orden y ley. Y en Cuba, como sabemos, las instituciones no tienen fundamento legal, sino que funcionan sobre un legajo absurdo de mandatos ideológicos impuestos por el partido único. Entonces, primero habría que cambiar las leyes, o al menos declarar inválida la presente constitución para que la de 1940 entre en vigor. Y luego hacer que las instituciones se rijan por la ley, y que los funcionarios aprendan los mecanismos legales en que debe funcionar el país. Eso no se logra en unos meses.
Pero habría retos aún más inmediatos que enfrentar una vez pasada la euforia por el gobierno depuesto y la justicia impartida. En La Habana, por ejemplo, la mayoría de los policías fueron importados desde Oriente porque el gobierno sabía que los locales se prestarían menos para el sucio trabajo de reprimir. ¿Qué pasaría con esos policías? No es difícil imaginar que abandonarían la ciudad inmediatamente, si es que quieren sus pellejos. ¿Y el orden público? ¿Qué ocurría con los cientos de miles de fusiles celosamente controlados en polvorines por todo el país hasta ese momento? Quedarán a merced del momento, y el pueblo se armará. Pero también se armarán los criminales que viven entre el pueblo. Y no es difícil imaginar las consecuencias que traerían todas esas armas en la calle, en medio del vacío dejado por las instituciones del orden desaparecidas.
Si pensamos con detenimiento en estas cosas, entonces nos damos cuenta que la transición que necesitamos debe ser ordenada, con tiempo para restablecer el reino de la ley, que nos traiga unas elecciones verdaderamente libres y transparentes. Donde los candidatos tengan las mismas oportunidades de dar a conocer sus programas, y los mecanismos que impiden el fraude estén firmes a infalibles.
Así que, regresando a tu pregunta (me he extendido demasiado), una transición liderada por una comisión del partido o por militares, si estuviera verdaderamente encaminada a la democracia, sería positiva. En cuanto a la posibilidad, existe, pero sólo Raúl Castro tiene la opción de llevarla a cabo. Y, aunque no quiero cerrar las puertas a ese hombre, dudo muchísimo que él tenga el coraje y el amor por Cuba como para iniciarla.
Por el contrario, me temo que sólo dará pequeñas libertades económicas para apaciguar al pueblo. Y si llegara a la estupidez de mantener las cosas como están, bueno… Este verano que se avecina los expertos lo prevén como el más caliente de la historia. También será el de mayor presión en la caldera social cubana. Y pudiera reventar.
9. ¿Está la nomenclatura militar tan ocupada en sus negocios que es incapaz de ver la realidad de los cubanos de a pie o acaso no les importa el pueblo en absoluto, hay algún negocio de el ejercito en particular que es desconocido y que le gustaría desvelar?
Claro que ven y dan la espalda a la realidad de los cubanos de a pie. Son corruptos y no les importa. Pero esa es la nomenclatura. No los confundamos con los hombres sencillos que sirven honorablemente, desinformados y acosados por el mito de la amenaza extrajera, en las unidades militares que están regadas por el país.
Lo que conozco de los negocios que realizan los generales de las FAR, lo he conocido aquí. Pero nada me sorprendería. El robo al pueblo es rampante.
10. ¿Qué siente cuando los elementos de propaganda del régimen insisten en destacar los presuntos logros revolucionarios?
Ultraje. Son un insulto a la inteligencia. En Estados Unidos y en América Latina he encontrado mucha gente que defiende la salud gratis como un logro indiscutible de la revolución. Entonces les respondo que es preferible pagar la atención médica con dinero que con derechos. Y aunque el sistema de salud cubano actual es un desastre, pienso que si fuera el mejor del mundo, tampoco lo querría, porque no se diferenciaría en nada de la atención veterinaria de primera calidad que reciben los animales del zoológico. Éstos no pagan con dinero, pero sí con su libertad. Yo prefiero la selva, con sus enfermedades y sin médicos.
11. ¿Cree que queda algún mito revolucionario por desmentir al mundo o considera que ya la comunidad internacional conoce la situación interior real cubana?
Quedan por desmentir todos. La propaganda del régimen ha sido extremadamente efectiva. Y los cubanos que estamos en el exterior hemos fracasado en combatir esa propaganda con inteligencia.
12. ¿Cree que el pueblo cubano reaccionará de alguna manera tras enterrar a Fidel Castro?
Habrá alegría, claro, pero silenciosa. También expectativa y esperanza en que las cosas mejoren. Sin embargo, Raúl cometería un error si interpretara eso como una señal de que las cosas pueden seguir igual que antes. Los cubanos necesitan respiros y él tendrá que darlos de alguna manera, y alimentar alguna esperanza. La paciencia del pueblo se está agotando.
13. ¿Considera que ha habido algún cambio en la represión interna o prevé alguno posible?
No, y tampoco lo preveo a corto plazo. Raúl no podrá dar pasos en ese sentido, incluso si lo quisiera, mientras Fidel esté vivo. Primero tendrá que enterrar al hermano, después quitar a alguna gente que le estorban, y entonces aflojar la represión. Si es que ese fuera su propósito. Pero no lo sabemos.
14. ¿Cree que la disidencia en el insilio debería elaborar un documento de común acuerdo para que lo rubricaran todos los grupos, pidiendo nada mas que la liberación de los presos políticos y la celebración de unas elecciones libres, plurales y con sufragio universal?
Me es difícil opinar desde la seguridad que me rodea aquí sobre lo que la disidencia debería hacer allí. Me abstengo de ello, y detesto las críticas que se hacen a algunos disidentes desde aquí. El primer apoyo que el exilio debería dar a la disidencia es abstenerse de criticarla. Aunque sabemos que la disidencia está penetrada por la Seguridad del Estado, aunque sospechamos de algunos de sus miembros, pienso que es preferible evitar las críticas desde aquí. No es una cuestión de silenciar opiniones, sino de tener una estrategia efectiva de lucha. Porque actuamos como el grupo de pescadores cuyas vidas dependen del único pez que hay en el río, y entonces nos pasamos el tiempo discutiendo cómo cocinar el pescado en lugar de organizarnos primero para poner la red a lo largo del río, capturar el pez y entonces discutir cómo cocinarlo. Para nosotros el pez sería derrotar al gobierno u obligarlo a iniciar una apertura. Es el primer paso, en lo que todos estamos de acuerdo, y en lo que deberíamos enfocar el cien por ciento del esfuerzo. Las diferencias políticas, el cómo cocinar el pescado, es cosa a discutir después de manera abierta en el camino a las elecciones. Le tocará al pueblo escoger la receta que más le convenga.
15. ¿Deberían elegir a un primus inter pares y un color que lo representara para que defendiera ese acuerdo en los foros internacionales para que se comprobara en el exterior el nivel de pluralidad que acepta el régimen?
Eso sería bueno desde el punto de vista de darle un rostro a la disidencia, y cierta protección dentro de la indefensión en que viven. Pero será insuficiente para obligar al gobierno a negociar. Para eso hace falta la fuerza, y para la fuerza: la unidad. Pero corresponde a los disidentes elaborar la estrategia adecuada.
16. ¿Cree usted que la disidencia en el exilio debería apoyar este documento de forma unánime y adoptar el color elegido como símbolo de su representación?
Sí. Se trata del agarrar al pez primero, ¿no?
17. ¿Considera que en el exilio se están preparando para dar los pasos adecuados para fomentar que los cubanos residentes en la isla pidan una transición a la democracia?
Habría que saber primero qué son los pasos adecuados. Pero creo que la mayoría del exilio apoyará cualquier iniciativa encaminada a la transición de los que están en la isla.
18. ¿Qué daño podría hacerle al gobierno cubano y a los militares en especial una campaña que promocionara el turismo hacia la isla solo cuando existiera una democracia real en Cuba?
Ninguno. Aún no hemos sido capaces de convencer a muchísimos ciudadanos de América Latina y Europa Occidental sobre la naturaleza criminal del régimen. Y dudo de nuestra capacidad para organizar una campaña de esa magnitud que sea efectiva.
19. ¿Cree posible que si la disidencia le planteara esta disyuntiva a Raúl Castro transigiría con un proceso de transición de algún tipo?
No. Para plantearle algo de esa naturaleza al gobierno hay que estar respaldado por la fuerza que representa el apoyo abierto de una gran parte de la población. Y el gobierno ha sido eficiente en impedir que el mensaje de la disidencia llegue con regularidad a la población. Habrá mucho trabajo que hacer primero. El gobierno no escuchará, a menos que esté obligado a ello por la presión popular.
20. ¿Cree que los cubanos residentes de la isla quieren cambios hacia la libertad y la democracia o se conformarían con que les mejoraran sus condiciones de vida?
Creo que una mayoría aplastante quiere cambios hacia la democracia. Pero también quieren tranquilidad. Mejorar las condiciones de vida no los conformará, pero les dará un poco más de paciencia en esa espera para evitar la violencia.
21. ¿Estaría dispuesto a asumir algún papel activo en un futuro proceso de transición a la democracia?
Depende del proceso en sí, de mi familia y de lo efectivo que en realidad pudiera ser.
22. ¿Qué mensaje les enviaría a los militares cubanos?
Sean siempre leales a su misión, que es defender al pueblo de todo agresor, incluso del gobierno.
23. ¿Qué le diría al pueblo cubano si pudiera leer sus respuestas?
Que practicáramos la decencia cotidianamente con todos. Es el camino más corto a la libertad.
24. ¿Cree que está entrevista será censurada en Cuba y se bloquearán las paginas en las que se publique?
Seguramente, como censuran todo lo que informe al pueblo. Aunque no sé de sus capacidades actuales para bloquear las páginas del Internet. Pero el Internet es como un dique que se ha roto: ponen un tapón aquí, y les sale por allá.
25. ¿Cree que la opinión pública es consciente de hasta donde es capaz de llegar el régimen para mantener su imagen y en particular, que opinión le merece la utilización de Elián y de sus hijos?
No. Especialmente dentro de Cuba porque la opinión pública está a merced de la manipulación absoluta de la información que practica el gobierno. Te pongo un ejemplo sutil: en 1991 cuatro policías de Los Ángeles fueron filmados por un aficionado cuando golpeaban brutalmente a un hombre de la raza negra llamado Rodney King. Las imágenes se transmitieron muchísimas veces por las televisoras norteamericanas. En Estados Unidos reinó la indignación, y los cuatro policías fueron enjuiciados. Rodney King, quien tenía una larga historia delictiva, recibió una compensación millonaria porque sus derechos civiles habían sido violados. La televisión cubana sólo transmitió las imágenes de la golpiza, y omitió luego el desempeño de la justicia. Entonces, ¿se le puede culpar a la gente en Cuba que tiene una visión equivocada de los Estados Unidos?
Ellos son maestros en manipular la información para someter a las masas. A veces los subestimamos, o no los comprendemos, y cometemos errores que les facilitan el trabajo. El caso de Elián Gonzáles en un vívido ejemplo de esto. Fidel vio en la situación creada alrededor del niño una oportunidad única de redimir su reputación como divisor de familias y poner al exilio en ridículo ante la opinión pública. La aprovechó en toda su dimensión. Montó una campaña de publicidad extraordinaria alrededor del caso, gastó millones en abogados, aviones fletados y periodistas invitados a cubrir los eventos en Cuba. Para él esos millones eran un precio insignificante a pagar por el beneficio político que obtendría. Entonces movilizó al pueblo y organizó las numerosas manifestaciones a lo largo de la isla que allí recordarán bien.
En la prensa de los Estados Unidos, que generalmente se ocupa muy poco de Cuba, no hacía más que hablarse del niño Elián y de las demostraciones masivas en La Habana. Puedo asegurarte que en esos días se debatió más el caso de este niño cubano en los medios norteamericanos, que todo lo que se había discutido o escrito sobre Cuba desde la Crisis de Octubre hasta ese momento. Y todo eso en un contexto positivo para el gobierno cubano. Fidel envió al padre de Elián con el resto de la familia a Washington, vinieron las abuelas… Todos ellos, claro, estrictamente controlados por los oficiales de la Inteligencia cubana que los acompañaban, inhabilitados para hablar por sí mismos. ¿Y qué veía el pueblo de los Estados Unidos? Veía a un padre reclamando el legítimo derecho de potestad sobre su hijo. Veía al pueblo en Cuba exigiendo, frente a la Sección de Intereses, la reunificación de esa familia. Y veía a unos parientes y a unos líderes del exilio empeñados en retener al niño con ellos. Eso es todo lo que vía la mayoría del pueblo norteamericano. Entonces, ¿de qué lado iba a estar la opinión pública que dicta la política de este país? Para los ciudadanos libres no hay nada más importante que los hijos, y los norteamericanos vieron en Elián a sus propios hijos, y a sí mismos en Juan Miguel. La mayoría, desde luego, estuvo por el retorno inmediato del niño a su padre.
Yo creo que los líderes del exilio perdieron esa perspectiva de las cosas y se dejaron arrastrar al juego político trazado por Fidel. Cayeron en la trampa que se tendió desde La Habana, y cometieron el error de convertir la batalla por Elián en una batalla política. Los líderes de la Fundación Cubano-Americana pusieron sus recursos y sus abogados al servicio de los parientes de Elián en Miami. Lo que estuvo bien. Pero se pusieron ellos también en la prensa y se convirtieron en protagonistas. Lo que estuvo mal. De esa manera mientras más presión hacía Fidel desde La Habana, más presión hacíamos nosotros desde la tribuna de las organizaciones políticas, acentuando el conflicto y aumentando la publicidad que trabajaba en beneficio del gobierno cubano. El pueblo vio por televisión a las organizaciones políticas del exilio haciendo de contraparte al gobierno cubano, hablando en nombre de la familia, vio el cortejo de automóviles con esos líderes yendo a entrevistarse con una amiga de la Fiscal General. Se convirtieron, de hecho, en el rostro que aparecía en la batalla del lado de acá, y por eso de perdió. Porque el pueblo norteamericano lo interpretó como una batalla política entre el exilio y Fidel. Y en ese caso, el pueblo prefirió ponerse al lado del padre, al que veía en el medio. Y todo eso ocurría cuando había otros niños y familias enteras en Cuba impedidos de viajar por el gobierno cubano para reunificarse con sus seres queridos. ¡Y no se hablaba una palabra en la prensa de EEUU al respecto!
Todos sabíamos que el padre de Elián y las abuelas eran rehenes virtuales del gobierno cubano, y que no estaban hablando por sí mismos. Fidel, en cambio, estaba obligado a impedir el contacto entre la familia venida de Cuba y la familia de Miami. Por eso su máquina de propaganda inventó los supuestos peligros de Miami para justificar que los familiares venidos de Cuba no se reunieran con los de aquí a solas porque sabía que corría el riesgo de que todos ellos, una vez separados de los agentes que los controlaban, pudieran optar por la libertad y quedarse.
Fidel predijo la reacción de los líderes del exilio que habían tomado control de las cosas aquí. Ya sea por desconocimiento o por protagonismo, el caso es que cayeron en su trampa y comenzaron a actuar como contraparte del gobierno cubano. Así que si Cuba había dicho que no permitiría la reunión de los familiares en Miami porque era peligroso allí. Entonces los líderes de la Fundación respondieron que no se reunirían fuera de Miami porque podrían intentar el secuestro de Elián. ¡Qué torpeza! Nada menos que en los Estados Unidos, donde para los efectos de la ley daba lo mismo estar en Miami, que en Nueva York, u otro estado como Colorado o Arizona. De esa manera se confundieron las prioridades, y en lugar de hacer todo lo posible por facilitar esa reunión a solas entre familiares, en cualquier parte de los Estados Unidos bajo protección federal, tomaron el curso de responder a las acciones del gobierno cubano con acciones opuestas. Pero que en efecto contribuían a lo que Fidel quería: impedir que las dos familias se reunieran a solas.
El resultado fue que Fidel logró cercenar los lazos de una familia cubana más, y en la operación, logró aglutinar al pueblo y que no se hablara de otra en cosa en Cuba que de Elián González, que se olvidara la represión contra la disidencia y los problemas que acosan a los cubanos.
Hay batallas que no se ganan con dinero, sino con astucia y transparencia. Y la de Elián se perdió por eso. Porque las acciones de los líderes de la Fundación estuvieron marcadas por el protagonismo, y no ayudaron a ganar la opinión pública del pueblo norteamericano, que fue la que en definitivas determinó el curso de los acontecimientos. Las consecuencias las pagó la familia González, y especialmente el niño, que perdió el derecho definitivo sobre su persona. Y el padre, que cedió al gobierno cómo educar a su hijo. Convertidos ambos en instrumentos de propaganda política. Sólo Juan Miguel sabe si actuó como padre, o como marioneta de Fidel. La duda nos quedará para siempre.
En el plano personal me opuse al retorno de Elián a Cuba en aquellas condiciones, y el New York Times tuvo la gentiliza de publicar una carta mía en la que explicaba por qué pensaba de esa manera. Pero puedo asegurarte que si Juan Miguel hubiera mostrado su amor de padre, mandando al diablo a los funcionarios cubanos y a todos los que estaban en su camino, y hubiera arrancado para Miami él mismo a reclamar a su hijo, entonces me habría tenido a mí y a una gran parte del exilio apoyándolo. Es más, pienso que de haber hecho eso, nunca habría prosperado el pleito, y que los parientes del niño habrían cedido a su petición, porque la habrían reconocido como genuina. El problema surge por la seguridad que teníamos todos de que no era el padre, sino Fidel, quien hablaba por la boca de Juan Miguel.
El juicio final lo hará Elián cuando alcance la madurez y analice el curso de su vida. Si determina que perdió algo tan preciado como la libertad cuando la tuvo tan cerca, la responsabilidad caerá por entero en Juan Miguel González. Un padre no puede tener peor castigo que ese en la vida.
26. ¿Considera que los exiliados cubanos han aprendido de errores pasados y están tomando conciencia de que la democracia solo se alcanzará en Cuba por medios pacíficos y cuando la unidad de los grupos disidentes sea un hecho comprobado por el régimen?
Indudablemente el exilio ha madurado mucho con los años. Pero aún lo consumen las divisiones, debilitando el tremendo potencial que tenemos para hacernos sentir como una fuerza a respetar mundialmente. Según el Departamento del Censo de los Estados Unidos, el grupo de inmigrantes más exitoso en la historia de este país es el nuestro, superando incluso a la mayoría de origen anglosajón. El 37% de los cubanos de segunda generación, por ejemplo, tienen ingresos superiores a cincuenta mil dólares anuales, comparado con el 18% de la mayoría anglosajona. Eso demuestra la extraordinaria ética de trabajo y el coraje para emprender sueños que tiene nuestro exilio. Sin embargo, no hemos tenido éxito en proyectarnos al mundo como lo que realmente somos. Nuestra falta de influencia global en la batalla por la libertad de Cuba ha sido un fracaso colosal que no podemos ignorar, si queremos enmendar las cosas.
La propaganda de mentiras del gobierno cubano ha germinado mejor por el mundo que los testimonios reales sobre sus crímenes. Y la responsabilidad de contar al mundo esa verdad recae por entero en el exilio. Conformarnos con los éxitos obtenidos aquí, con la influencia alcanzada en la política interna de este país, darnos palmadas en el hombro por lo que se ha logrado, no ayudará a cambiar las cosas. Tampoco lo hará decirnos que los recursos que invierte el régimen en propaganda son muy superiores a nuestros recursos. Hay muchísimas cosas que debíamos hacer y que no se hacen. La realidad es que hemos fallado miserablemente en lograr que los pueblos se conviertan en nuestros aliados, pues aún una gran parte de esta humanidad apoya y defiende al gobierno cubano.
Recientemente leí que el alcalde de Londres se proponía gastar algunos millones de libras en celebrar oficialmente el casi medio siglo de "justicia social en Cuba". Si los londinenses fueran nuestros amigos, bien tenía que cuidarse el alcalde de hacer semejante propuesta. ¡Entonces, dígame usted si no hemos fracasado! Cada joven que camina por las calles de Europa y América Latina vistiendo una camiseta con la figura del Ché es un logro de la propaganda castrista, y un recordatorio de nuestro fiasco. No reconocerlo es una torpeza que nos mantendría en el inmovilismo.
¿Y por qué ha ocurrido eso? En mi opinión por tres razones fundamentales:
Primera: porque estamos divididos, y sumidos en riñas políticas que son menos urgentes que lograr la derrota de la tiranía. Aquí precisamente, nos comportamos como los pescadores que se la pasan discutiendo cómo cocinar el pescado en lugar de reunir los esfuerzos para capturarlo, y después discutir como cocinarlo. Desgraciadamente una parte determinante del liderazgo se ha empeñado en marcar sus diferencias ideológicas con otros, en lugar de trazar puentes y buscar los puntos que indudablemente tenemos todos en común, y trabajar en ellos con tesón y tolerancia. Te pondré un ejemplo de lo que quiero decir: en diciembre de 1994 tuvo lugar la Cumbre de las Américas en Miami, la capital del exilio. Nunca habíamos tenido una oportunidad mejor para contar a los mandatarios de este continente la verdad sobre nosotros, demostrarles nuestra organización, nuestro poder y lo que realmente somos. Era una oportunidad única de atraer el respeto y la atención que necesitábamos para ser escuchados en un mensaje claro sobre la situación en Cuba. Como yo no era miembro de grupo político alguno, y mantenía relaciones cordiales con todos, pensé que sería una buena idea vestirme de intermediario y conversar con los líderes del exilio a ver si lograba que todos se sentaran en una mesa a discutir un solo propósito: organizar una marcha silenciosa del exilio, sin carteles de organizaciones, sin protagonismos personales, sin discursos. Tan sólo con banderas cubanas y fotografías de los presos políticos y otras víctimas de la dictadura. El efecto de cientos de miles de cubanos marchando disciplinadamente con un mensaje simple y claro habría sido trascendental. Recuerdo que Jorge Mas Canosa, Carlos Alberto Montaner, Armando Pérez Roura y otros líderes tuvieron la gentileza de recibirme. Todos me escucharon. Pero al final, ninguno levantó el teléfono para conversar con el otro. Luego las diferentes organizaciones realizaron sus propias demostraciones, hondearon sus propias banderas y los líderes pronunciaron sus discursos. Pero la fuerza que pudo demostrarse en una acción mancomunada del exilio quedó diluida y no tuvo el impacto deseado.
Yo sé que este es un tema delicado. Y tal vez mis palabras hieran la sensibilidad de algunos. Pero tarde o temprano habrá que enfrentarlo con honestidad, y los líderes del exilio tendrán que acopiar el valor necesario para saltar las diferencias y buscar el consenso en lo que nos une, postergando el debate sobre lo que nos divide, si es que queremos convertirnos en la fuerza formidable que tenemos el potencial de ser.
Segunda: porque carecemos de una estrategia de lucha coherente y abarcadora. Lo mismo apoyamos la lucha pacífica que las actividades de corte terrorista de algunos grupos armados. En estos últimos merece detenernos:
Debo decirte ante todo que creo en la lucha armada como un recurso legítimo que tenemos los cubanos para alcanzar la libertad. Y creo en la vigencia de las palabras de Maceo cuando dijo que la Libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del machete. Pero una cosa es la lucha armada, y otra cosa son la propaganda grosera y el terrorismo que nos merecen el irrespeto de aquellos que necesitamos de aliados. Y es importante marcar bien esta diferencia por el daño que a nuestra causa han hecho, en mi opinión, algunos grupos armados del exilio. Mucha gente calla o teme pronunciarse al respecto. Pero la realidad es que el silencio no es nuestro amigo en esta batalla, ni tampoco la percepción equivocada que existe en el mundo, en gran medida alimentada por la propaganda cubana y sazonada por estos grupos, de que somos una comunidad tan llena de rencor que no nos importan las víctimas que puedan resultar de nuestros métodos. Ayer mismo, por ejemplo, El Nuevo Herald anunció que grupos de exiliados realizarán una manifestación el viernes en respaldo a Posada Carriles. Esa es la imagen que transmitimos al mundo. Es posible que Posada Carriles sea una víctima inocente de las maquinaciones de Fidel para implicarlo en el ataque al avión de Barbados. Pero también algunas de sus acciones, las que él mismo ha reconocido, han prestado un servicio inigualable a la tiranía, porque no han tenido nada que ver con la lucha armada y sí con el terrorismo. Cuando las bombas comenzaron a explotar en los hoteles de La Habana tuve profundas sospechas de que era una operación montada por la propia Inteligencia cubana. Porque poner víctimas inocentes que nada tienen que ver con el problema cubano sólo sirve a la dictadura en su campaña universal de descrédito contra sus oponentes. Poco después Posada concedió una entrevista al New York Times en la que se hacía responsable de dichas bombas. ¿Qué opinión se hizo el pueblo de los Estados Unidos cuando leyó esa entrevista? ¿Ayudó Posada Carriles con eso a la libertad de Cuba, o sirvió a los intereses propagandísticos del régimen? Esas son las cosas que explican por qué el pueblo norteamericano, el pueblo que más ha contribuido a la libertad de otros pueblos, no nos ha dado su apoyo a pesar de que desprecia a Fidel Castro.
Algo similar ocurre con los grupos que iban a los Everglades de la Florida, vestidos de camuflaje y armas largas a entrenarse para la lucha armada. El problema no está en el entrenamiento que realizaban si su propósito era realmente luchar con las armas contra la dictadura. El problema está en que al otro día salían las fotografías de los entrenamientos en los periódicos, con todo el descrédito que ello representaba. ¡Nunca se había visto a un grupo armado más interesado en la propaganda de sus acciones! Es el caso con las bombas que durante una época explotaron en los consulados cubanos de varios países, violando la soberanía de esos países. ¿Cómo podemos exigir respeto por nuestra soberanía, cuando no respetamos la ajena? ¿Cómo podíamos recabar el apoyo del pueblo norteamericano cuando una bomba explotaba en el consulado cubano de Nueva York, y luego un grupo que se decía luchar por la libertad de Cuba se hacía responsable? ¿Y los ataques furtivos a instalaciones civiles costeras de Cuba? ¿Merecían esas acciones el respeto y el apoyo del pueblo norteamericano y los países democráticos? Claro que no. Y el exilio dejó de condenar esas acciones porque Fidel las estaba condenando también desde La Habana. Porque lo triste de estas actividades, es que muchas han sido promovidas por el gobierno cubano. Y en el exilio nos ha faltado la sagacidad para darnos cuenta de ello. A pesar de que ha sido documentado claramente.
En 1992, por ejemplo, Francisco Ávila Azquy, quien era jefe militar de Alfa 66, y trabajaba al mismo tiempo para la Inteligencia cubana y el FBI, salió de las sombras y contó cómo los agentes del gobierno cubano infiltrados en el exilio instigaban acciones armadas que Fidel pudiera calificar después de terroristas. Relató cómo la Inteligencia cubana le había entregado dinero en efectivo para financiar tres tiroteos a las costas cubanas desde el mar. Y que en una ocasión le dieron doce mil dólares para que comprara una embarcación para Alfa 66. Antes de hacer sus declaraciones, y para demostrar su credibilidad, Francisco se alió con un canal de televisión local y filmaron secretamente uno de sus encuentros con el oficial de la Inteligencia cubana que lo atendía y que fungía como diplomático acreditado ante las Naciones Unidas en Nueva York. El escándalo obligó después al gobierno de los Estados Unidos a expulsar al diplomático de su territorio.
Esa es tan sólo una intriga revelada entre las muchas que corre la Inteligencia cubana entre esos grupos. ¡Y todavía existe una porción respetable de este exilio que apoya a esa gente! La mayoría son gente sencilla y extremadamente ocupada con sus trabajaos y que está a merced de lo que escucha en las estaciones de radio de Miami. Esa ha sido una responsabilidad de los líderes que debieron tener la audacia de explicar a sus compatriotas la diferencia entre lucha armada y terrorismo. Entre los que trabajan para la libertad de Cuba, y los que sirven a los intereses del régimen con sus acciones. Porque sería muy distinto si esas actividades estuvieran encaminadas al verdadero enemigo. Aquí se sabe dónde viven los represores más conocidos de Cuba, los asesinos y los torturadores que abusan cotidianamente en las prisiones cubanas, los chivatos que han inundado de tragedia a tantas familias, los jefes de la Seguridad y la policía represiva. También se sabe dónde están las unidades fronterizas del MININT que han cometido crímenes contra el pueblo, como la de Canímar, por ejemplo. Y yo pienso que cualquier acción armada llevada a cabo contra cualquiera de esos objetivos militares, cualquier ajuste de cuentas a esos canallas por alguno de los comandos que aquí dicen se infiltran allá, habría recibido el respeto absoluto de todos. ¡Caramba, no hay que ser muy inteligente para darnos cuenta del timo al que nos somete toda esa gente!
Recuerdo que siendo un adolescente escuché a Fidel decir durante un discurso que el noventa por ciento de las organizaciones contrarrevolucionarias de los años sesenta habían sido creadas por la Seguridad del Estado, y que en muchas de las otras los agentes de la Seguridad componían más de la mitad de sus hombres. Y me pregunto cuál será la magnitud del esfuerzo que la Inteligencia cubana ha puesto en promover organizaciones de corte terrorista en el exilio.
Personalmente creo que la estrategia de lucha debe ajustarse a las condiciones del momento, y que ahora la opción armada no es viable desde afuera, entre otras cosas, porque viola las leyes de los Estados Unidos y otros países. El mundo de hoy no es el de Martí en vísperas de la guerra del 95, ni el del Granma en 1956, y las operaciones armadas desde el exterior, sencillamente no son producentes. Sin embargo, aunque no esté de acuerdo con esa opción de lucha, sentiría siempre el mayor respeto por los hombres que la hubieran llevado a cabo contra objetivos represivos del régimen. También habrían tenido el discreto respeto del pueblo norteamericano y una buena porción del mundo, aunque lo desaprobaran. Pero ese no es el caso.
Las consecuencias de tales actos han sido terribles para el exilio. Nos han quitado aliados cruciales y nos han privado del respeto que merecemos internacionalmente. En Cuba mientras tanto, sólo han servido para aglutinar al pueblo, para indoctrinar a la juventud en el odio y la desconfianza, y para descalificar a los que se oponen al gobierno.
Y tercera: porque hemos dejado a la juventud en los centros académicos del mundo a merced de la propaganda castrista. Es cierto que los recursos del exilio no pueden competir con los de un estado que cuenta con miles de diplomáticos, y prácticamente fondos ilimitados para la labor de diseminar mentiras. Pero también es cierto que no hemos sabido organizar a nuestros hijos para combatir, aunque sólo fuera en las universidades norteamericanas, a la propaganda castrista. I digo organizar porque es todo lo que se necesita hacer con nuestros jóvenes. Es increíble la identificación que tienen los cubanos nacidos aquí con la patria de sus padres. Si le preguntas a cualquiera de ellos de dónde es, te dirá que de Cuba. Así son nuestros hijos, y así de firme ha sido el amor a la patria que le han transmitido sus padres. Pero todo el talento y toda la fuerza que tienen nuestros jóvenes están expresados solamente en esa pasión por Cuba, pero sin efectividad. ¡Cuán diferente serían las cosas en los campos académicos si nuestros jóvenes dieran conferencias, interactuaran con otros jóvenes, despertaran la polémica y dieran testimonio de la realidad que vive Cuba! Porque aunque exista en las universidades una intelectualidad frívola que está dominada por la desidia, la verdad de Cuba, descrita y documentada por nuestros jóvenes, sería imparable.
Esas son las razones por la que creo no hemos tenido el reconocimiento internacional que podríamos tener. Sin embargo los fracasos son experiencias, y veo que cada vez son más los cubanos aquí que cobran conciencia de lo importante que es apoyar las iniciativas de la disidencia dentro de Cuba que, por estar allí, está mejor preparada para definir la estrategia de lucha correcta allí. Creo que una vez alcanzado un consenso entre los grupos opositores dentro de Cuba, el exilio cubano lo apoyará abrumadoramente. Desde luego, también se escuchará la estridente voz de esos profesionales de la Inteligencia cubana que viven aquí para oponerse a todo lo que signifique unidad. Pero serán una minoría, gritona, pero insignificante.
27. ¿Que grado de infiltración cree que padece la disidencia en el insilio y en el exilio, es esta la causa de todos sus males?
Muy alto. Aquí y allá, a todos los niveles. Pero creo que le damos más importancia de la que merecen, y ya con eso les estamos ayudando en su trabajo. Porque no olvidemos que su misión es sembrar la desconfianza y la división entre nosotros, impedir que sumemos nuestros propósitos en un frente común. Y a veces nos dejamos llevar por la paranoia de los espías y sospechamos de todo el mundo, lo que nos impide aglutinar esfuerzos. Tampoco se trata de confiar en todos, pero podríamos tener estrategias más efectivas para mantenerlos a raya si tuviéramos mayor consenso en nuestras acciones. Esa estrategia no puede ser la misma en el exilio que en Cuba.
Acá podemos trabajar de manera transparente. Y si los individuos somos transparentes en nuestras vidas y en nuestras acciones, ya con eso desarmamos bastante a los espías que nos puedan pisar los talones. Porque no hay arma más poderosa contra la infamia que el decoro. Y no hay que temer a los espías en las cosas que podemos hacer abiertamente, sin paranoias ridículas. Digamos, por ejemplo, que mañana surja una iniciativa para reunir firmas de exiliados en una carta al Secretario General de las Naciones Unidas pidiéndole que exija al gobierno cubano la liberación de todos los prisioneros de conciencia. Entonces comenzamos a preparar la lista de gente que queremos que firme, y alguien dice: "no, ese o aquel no, porque creo que es espía de Castro". Y a mí me parece una estupidez esa actitud. Porque si el hombre fuera espía y está dispuesto a firmar, ¡pues su firma cuenta también! Por otra parte, no dudemos que si tenemos un espía entre el nosotros lo primero que hará es decir exactamente eso para mermar el esfuerzo.
Entonces tendríamos que ser más transparentes e incluyentes en las actividades que pueden serlo. Pero al mismo tiempo, mucho más cerrados en las cosas que requieren la discreción. Digamos por ejemplo, que un grupo de exiliados se propone mañana introducir en Cuba, por mar, 20,000 copias de bolsillo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Entonces debe organizarse enteramente en secreto, sin envolver a nadie que no tenga que estar necesariamente involucrado con la operación, sin mencionarlo por teléfono o correos electrónicos que pueden ser interceptados. Esa discreción debería mantenerse antes, durante y después de la operación. Porque también, cuando con ánimos de protagonismo llamamos al periódico al día siguiente y a las estaciones de radio para contar como introducimos los libros a Cuba, le estamos haciendo el trabajo a la Inteligencia cubana. Ellos, que habrían tenido que movilizar a cientos de agentes para intentar enterarse sobre las vías que utilizamos, el cuándo y el cómo, reciben toda la información de nuestras propias bocas porque queremos ser héroes en el periódico local.
Las condiciones en que lucha la disidencia en Cuba son muy diferentes, por cuanto allí los espías son la ley, el juez y el carcelero al mismo tiempo. Nadie mejor que los que están allí, al corriente de las condiciones a nivel de ciudad y barrio, puede decidir mejor como lidiar con estos personajes de doble cara. En Cuba existe un rostro visible de la disidencia, e indudablemente existe otro clandestino, que irá ganando fuerza y efectividad en la medida que logre burlar a la Seguridad del Estado, así como desarrollar mecanismos que le permita detectar en tiempo a los espías potenciales.
Una cosa, sin embargo, debe quedar clara para todos los espías en Cuba y en el exilio: Nuestra patria no estará siempre a merced de los delincuentes que la gobiernan hoy. El día que la ley y el derecho vuelvan a reinar en Cuba, aquellos que con su traición llevaron la tragedia a muchísimas familias, tendrán que enfrentar el peso de la justicia.
28. ¿Cree que el General Abelardo Colomé Ibarra es indispensable para el régimen se mantenga tras la muerte de Fidel o ve posible que tenga planeada una estrategia de salida para que si la democracia llega a la isla él y los suyos estén a salvo?
No. Allí no hay nadie indispensable para el que ejerce el poder. ¿Eran indispensables Arnaldo Ocha, Tony de la Guardia, José Abrantes y Pascual Martnínez Gil? ¿Lo fueron Roberto Robaina y Carlos Aldana? Tampoco lo será Colomé Ibarra. Pero este no es un hombre que se distinga por tener cabeza propia. Pertenece al círculo íntimo de Raúl y posiblemente tenga un desempeño similar en el futuro.
Creo que vale la pena aclarar una cosa en cuanto a Ramiro Valdés. Te decía antes que no creo Raúl le dará poder real regresándolo al MININT. Pero dada su reputación como policía eficiente, posiblemente permanecerá largo tiempo en la posición que ocupa ahora. No nos equivoquemos. La designación de Ramiro como ministro de Informática y Comunicaciones está fundamentada en la necesidad de controlar el flujo de información, impedir el acceso libre a la Internet y perseguir a los que se atreven expresarse anónimamente por ese medio. Pero es una posición civil, y él no será una amenaza para Raúl desde allí.
En cuando a si Colomé u otros tienen una estrategia de salida, lo dudo. Están tan confiados en sus posiciones que no lo ven la posibilidad de que tengan que abandonar el país a la carrera. Pero no es de extrañar. Los tiranos se alejan tanto de sus pueblos que pierden la percepción de la realidad, hasta que despiertan en medio de la revuelta y pagan con sus cabezas. Así ha sido siempre, y así será en Cuba, a menos que los líderes actuales se llamen a la razón.
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