Joel S. tiene treinta y un años. Cuando le pregunto qué espera del futuro, sonríe y luego de una pausa silenciosa, responde de forma lacónica: -Nada.
Me encuentro en un bar de mala muerte de la Habana Vieja. Joel bebe solo y en silencio. No se trata del típico borrachín locuaz y me responde con otra pregunta.
-¿Qué es lo que tú quieres saber? ¿Se trata de una encuesta del gobierno?
Le respondo que soy un escritor independiente y que la próxima va por mí. Parece más relajado.
-No espero nada. Bueno, sí, algo espero. Espero que esto termine…
-¿Te piensas ir o cosa por el estilo?-pregunto
-No, ya he visto lo peor y me quedo a ver el fin de la película. Yo no tengo tíos españoles y nadie va a enviarme una carta de invitación. También le tengo miedo al mar y no tengo nadie que me reclame en la Yuma. Tengo que morir quemado aquí…
-¿Y por qué no te metes a disidente?
-¿Disidente yo? No jodas compadre, esa gente tienen a la policía dentro. Casi todos son de Seguridad…Además, esto ni lo tumba, ni lo cambia nadie. Se apagará solito…
En contraposición al creciente número de personas que ve en la emigración la solución a su problema existencial, otro grupo que crece, ha decidido no salir del país y esperar el final del régimen en Cuba. Confían que la biología y la ley natural resolverán el problema cubano. Apuestan por la desaparición de los líderes históricos, felizmente vencidos por la muerte.
Aunque con sus parcelas recortadas, el miedo aun se enseñorea de la Isla. Cincuenta años es mucho tiempo, demasiado tiempo.
Mirta de R. es una artista que cuenta con un espacio. No quiere que su nombre aparezca y respeto su decisión. Más que cínica, quiere sonar pragmática.
-Esto se está acabando. Yo diría que ya se acabó. ¿Cómo quedo yo después? Yo no tengo millones como Silvio Rodríguez o Juan Formell. Tranquilo, cuando se acabe, ellos seguirán arriba. Así fue en Rusia y en China. ¿Por qué no aquí? Ustedes son los verracos que terminarán como empezaron. Al final todos ellos, se arreglarán… Lo verás… Los americanos, los gallegos y el resto. Van a arreglarse… lo verás.
Aunque con sus parcelas recortadas, el miedo aun se enseñorea de la Isla. Cincuenta años es mucho tiempo, demasiado tiempo.
Mirta de R. es una artista que cuenta con un espacio. No quiere que su nombre aparezca y respeto su decisión. Más que cínica, quiere sonar pragmática.
-Esto se está acabando. Yo diría que ya se acabó. ¿Cómo quedo yo después? Yo no tengo millones como Silvio Rodríguez o Juan Formell. Tranquilo, cuando se acabe, ellos seguirán arriba. Así fue en Rusia y en China. ¿Por qué no aquí? Ustedes son los verracos que terminarán como empezaron. Al final todos ellos, se arreglarán… Lo verás… Los americanos, los gallegos y el resto. Van a arreglarse… lo verás.
Yurina es categórica:
-Me quiero ir. Soy joven y tengo derecho a vivir mi vida.
Yurina estudia arquitectura en alguna universidad cubana. Además de juventud, derrocha sensualidad, belleza, inteligencia y elegancia. Tiene 19 años. Pregunto qué haría si las cosas cambiaran en Cuba.
-Me quiero ir. Soy joven y tengo derecho a vivir mi vida.
Yurina estudia arquitectura en alguna universidad cubana. Además de juventud, derrocha sensualidad, belleza, inteligencia y elegancia. Tiene 19 años. Pregunto qué haría si las cosas cambiaran en Cuba.
-Me graduaría y me largaría. Ya no me gusta este lugar. Aquí nada cambiará.
Cuando le digo que morirá de tristeza lejos de Cuba, responde:
-Prefiero morir de tristeza que de aburrimiento…
El comandante de la revolución, Ramiro Valdés Menéndez, en una poco afortunada intervención se refirió al fin del carácter paternalista del gobierno. Según Valdés, el pueblo debe trabajar más y no esperar a que el estado se encargue de sacar sus castañas del fuego.
En otras palabras, Valdés aboga por la sustitución de ‘Papá-Estado’, por un ‘Estado-Patrón’ más acorde con estos tiempos globalizadores y una revolución que al volverse vieja, se convirtió en egoísta y cruel o que quizás siempre lo fue.
Mientras, la decepción y el hastío recorren la ciudad. La proclaman ciudadanos, que ya no se ocupan en ser cautelosos con sus expresiones o poderosos y empoderados ancianos que ni se mueren ni dejan vivir.
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