Alegar que en Cuba un cambio es posible con una política amistosa es esgrimir un frágil argumento. Es asumir que siempre que a un matón se le tienda la mano terminará siendo amigo o comportándose civilizadamente. Es desconocer la naturaleza de las dictaduras y de los dictadores.
Para justificar la proposición anti-embargo, políticos y periodistas recurrieron a la falacia de que el embargo había fracasado porque no había logrado el colapso de la dictadura. El argumento sigue siendo popular, a pesar del fracaso de la política de amistad y comercio con Castro.
Si alguna vez alguien afirmó que el embargo haría colapsar una dictadura que contaba con el apoyo masivo de la URSS fue un iluso, no un vocero de la oposición democrática cubana. Semejante tontería ha servido a los anti-embargo para etiquetar de ignorantes e intransigentes a todos los que piensan que el levantamiento del embargo hay que negociarlo.
El exilio cubano no creyó que por el hecho del embargo, Japón iba a dejar de venderle autobuses, camiones, autos y todo lo demás que Castro quisiera comprar. Si no pagaba Fidel Castro, pagaban los soviéticos. Ni que Inglaterra, España, Francia, Italia, México o Argentina desistirían de suplirle al castrismo productos industriales, servicios, medicinas y alimentos. Nadie pensó que por el embargo millones de turistas de los países socios de Castro dejarían de viajar a Cuba, a disfrutar a granel de música y playa, ron, revolución y prostitución.
Los cubanos exilados no eran ni son tontos: simplemente, rechazaron la idea de que Estados Unidos fortaleciera al castrismo como hacía la URSS, e inexplicablemente, también, las democracias occidentales.
¿Por qué tenía el exilio que aceptar que el gobierno que le cobraba los impuestos y le pedía sus votos (Washington) apoyara con su comercio un régimen represor del pueblo en la isla?
¿Por qué los Estados Unidos iban a aumentar los ingresos de una dictadura que armaba a grupos subversivos en Latinoamericana, y obligaba a miles de jóvenes cubanos a combatir en guerras africanas?
Todo eso y mucho más, mientras conducía a la ruina a la economía cubana.
Ante el desplome de la URSS no se aseguró en el exilio que el embargo equivalía al fin de la dictadura. Creíamos que simplemente había comenzado el desenlace terminal del comunismo en Cuba. Se quedaba sin subvención el parásito del castrismo; perdía su mercado principal y, muy importante, no podría reclamar legitimidad ideológica ni entre los cubanos ni en el mundo.
¿Y qué se pensó del embargo y de lo que había que hacer? Se pensó, y se pensó bien. El intelectual José Antonio Font en un visionario análisis: “Una Estrategia: la organización y empoderamiento de un movimiento democrático en Cuba y la importancia del embargo estadounidense” anticipó en 15 años lo que hoy está pasando en Cuba, recomendó la agenda para la oposición democrática y la importancia de mantener el embargo.
En junio de 1995 el dirigente exilado presentó su análisis y recomendaciones en la “Primera reunión para promover una transición democrática en Cuba” donde planteó: “El embargo estadounidense no puede considerarse una estrategia que por sí misma pueda traer una transición democrática en Cuba… Sostener la discusión del asunto cubano al nivel del embargo no responde a cómo mejor desarrollar la democracia en Cuba.”
En su exposición, Font planteó la importancia de apoyar el desarrollo de la oposición democrática en Cuba por un periodo de cinco a quince años, tiempo en que él estimaba se darían las condiciones propicias para una transición democrática. En esas circunstancias futuras, la oposición, ya organizada y madura, sería el factor determinante en el cambio.
Para Font, el embargo era simplemente un instrumento para evitar que la dictadura, que ya había perdido el subsidio soviético, pudiera fortalecerse con ingresos, entre otros, del turismo estadounidense.
Font señalaba que el régimen continuaría debilitándose gradualmente. Además indicaba que Fidel Castro, en ese momento con casi 69 años, estaría para entonces muy cerca de su ocaso. Al depender el sistema de su muy personal y absoluto control, la suma de crisis económica y de liderazgo haría un cambio viable.
Font hizo dos críticas de importancia:
- Quienes se oponen al embargo - y citaba a una serie de personalidades de la intelectualidad estadounidense - no mencionan en ninguna instancia la necesidad de un plan para fortalecer a las fuerzas democráticas en Cuba; presumen que el levantamiento del embargo por sí solo conduciría a la democracia.
- Que el otorgamiento de 20,000 visas anuales por parte de los Estados Unidos debilitaba a la oposición interna y favorecía a la dictadura.
Las recomendaciones de Font no se llevaron a la práctica. Las fuerzas democráticas dentro de Cuba han recibido un débil respaldo por parte del gobierno norteamericano. Podría considerarse el proyecto de Radio Martí como parte de ese apoyo, que ha sobrevivido con limitaciones, por las cuales no pudo ser el factor catalizador de la oposición en Cuba. Una discutible decisión del gobierno en Washington.
Una organización exilada con mucha credibilidad dentro de la isla, cuyo enfoque iba en la misma dirección que lo planteado por Font, “Cuba Independiente y Democrática” (CID), fue golpeada y marginada por el gobierno norteamericano.
Si la falta de apoyo al desarrollo de la oposición interna fue resultado de un acuerdo entre Washington y Castro, o falta de voluntad, o de visión, es material de debate para otra ocasión. El hecho es que, por disposiciones legales, la mayor parte de los recursos del gobierno estadounidense, destinados a “democratizar” a Cuba, no pueden ser enviados a la oposición en la Isla.
Los disidentes en Cuba han tenido que enfrentar la represión permanente del régimen, la relación amistosa de las democracias occidentales con la dictadura, y una ayuda exterior muy limitada. Además la oposición en Cuba ha tenido la gran limitación de no contar con un medio de comunicación independiente – radio, periódico o televisión.
Como señaló Font, la posición anti-embargo ha insistido en centrar el tema del desarrollo de la democracia en Cuba en torno al levantamiento unilateral del embargo, desconociendo la importancia del apoyo a la oposición democrática.
Un levantamiento del embargo sin condiciones que induzcan una transición hacia la democracia, habría alimentado la dictadura en lugar de facilitar el cambio… ¿Por qué?
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