Tengo la convicción de que Juan Formell se siente más a gusto en la residencia de Jonathan Farrar, el representante diplomático de Washington en La Habana, que en las oficinas del Comité Central, compartiendo ``ideas'' con José Ramón Machado Ventura u otro jerarca cualquiera del régimen de Castro.
Digo esto porque a pesar de que jugó un papel de talibán mediático antes, durante y después del concierto de Juanes, Formell acudió junto a otros 200 artistas, intelectuales y académicos cubanos a una fiesta convocada por el enviado del imperio.
Cuando BBC Mundo le preguntó el por qué de su asistencia, el Van Van de todos los Van Vanes respondió que porque había sido invitado y porque ``hay un mejor ambiente entre los dos países''.
Sería bueno averiguar si Formell y el resto hubieran asistido a una recepción de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba en la que también estuvieran opositores al gobierno, que ahora, por primera vez en 10 años, quedaron excluidos. Seguramente, no.
Este hecho, junto a la discreta pero exploratoria visita a la isla de la subsecretaria asistente del Departamento de Estado para Asuntos Hemisféricos, Bisa Williams, refrenda, como botón de muestra, el sello que la administración Obama le está imprimiendo a sus relaciones con Cuba.
No es casual que un día el canciller de turno Bruno Rodríguez Parrilla se aparezca ante el foro de Naciones Unidas diciendo que las medidas de Obama para Cuba son insuficientes y que su gobierno tiene una agenda nueva a tratar con Estados Unidos (la misma de siempre: embargo, Guantánamo, Radio y TV Martí, liberación de los cinco espías, Ley de Ajuste Cubano, Pies Secos, Pies Mojados, etc., etc., etc.), y al otro el Departamento de Estado revele detalles de la estancia extendida de la subsecretaria Williams en Cuba, durante la cual visitó Pinar del Río, asistió al concierto de Juanes y se reunió por separado con opositores y funcionarios gubernamentales. Por cierto, Bisa Williams fue jefa del Buró Cuba del Departamento de Estado en la administración Bush, por lo que llama la atención que sea ella quien haya sido la encargada de reiniciar las conversaciones migratorias y las negociaciones sobre el servicio de correo directo con la isla.
Desconozco si Formell tocó de oídas, por percepción o porque realmente sabe cuando asegura que existe un mejor ambiente entre los dos países. En todo caso, ese supuesto clima, hasta ahora decorativo, ha sido diseñado sólo por el lado norteamericano.
Cuba sigue con un discurso duro hacia fuera y hacia dentro. La prueba está en lo que dijo esta semana Ramiro Valdés Menéndez, comandante de las más negras historias de la Lubianka caribeña: ``Las masas tienen que solucionar sus propios problemas y no esperar que papá Estado venga a resolverles y como los pichones: abre la boca que aquí tienes tu comidita. Así no''.
La declaración devela dos cosas. Una contradicción filosófica con la supuesta responsabilidad del Estado socialista pensado por Marx, fundado por Lenin y derrotado por la historia. Y por otra parte, el papel del comandante Valdés.
Durante 50 años Raúl Castro fue el encargado de anunciar las defenestraciones en Cuba y por tiempo Carlos Lage el de traer las malas noticias económicas. Ahora Ramiro tiene la tarea del duro. Al parecer ha sido bendecido nuevamente con la gracia del supremo, del papá del Estado y de todos los cubanos.
Digo esto porque a pesar de que jugó un papel de talibán mediático antes, durante y después del concierto de Juanes, Formell acudió junto a otros 200 artistas, intelectuales y académicos cubanos a una fiesta convocada por el enviado del imperio.
Cuando BBC Mundo le preguntó el por qué de su asistencia, el Van Van de todos los Van Vanes respondió que porque había sido invitado y porque ``hay un mejor ambiente entre los dos países''.
Sería bueno averiguar si Formell y el resto hubieran asistido a una recepción de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba en la que también estuvieran opositores al gobierno, que ahora, por primera vez en 10 años, quedaron excluidos. Seguramente, no.
Este hecho, junto a la discreta pero exploratoria visita a la isla de la subsecretaria asistente del Departamento de Estado para Asuntos Hemisféricos, Bisa Williams, refrenda, como botón de muestra, el sello que la administración Obama le está imprimiendo a sus relaciones con Cuba.
No es casual que un día el canciller de turno Bruno Rodríguez Parrilla se aparezca ante el foro de Naciones Unidas diciendo que las medidas de Obama para Cuba son insuficientes y que su gobierno tiene una agenda nueva a tratar con Estados Unidos (la misma de siempre: embargo, Guantánamo, Radio y TV Martí, liberación de los cinco espías, Ley de Ajuste Cubano, Pies Secos, Pies Mojados, etc., etc., etc.), y al otro el Departamento de Estado revele detalles de la estancia extendida de la subsecretaria Williams en Cuba, durante la cual visitó Pinar del Río, asistió al concierto de Juanes y se reunió por separado con opositores y funcionarios gubernamentales. Por cierto, Bisa Williams fue jefa del Buró Cuba del Departamento de Estado en la administración Bush, por lo que llama la atención que sea ella quien haya sido la encargada de reiniciar las conversaciones migratorias y las negociaciones sobre el servicio de correo directo con la isla.
Desconozco si Formell tocó de oídas, por percepción o porque realmente sabe cuando asegura que existe un mejor ambiente entre los dos países. En todo caso, ese supuesto clima, hasta ahora decorativo, ha sido diseñado sólo por el lado norteamericano.
Cuba sigue con un discurso duro hacia fuera y hacia dentro. La prueba está en lo que dijo esta semana Ramiro Valdés Menéndez, comandante de las más negras historias de la Lubianka caribeña: ``Las masas tienen que solucionar sus propios problemas y no esperar que papá Estado venga a resolverles y como los pichones: abre la boca que aquí tienes tu comidita. Así no''.
La declaración devela dos cosas. Una contradicción filosófica con la supuesta responsabilidad del Estado socialista pensado por Marx, fundado por Lenin y derrotado por la historia. Y por otra parte, el papel del comandante Valdés.
Durante 50 años Raúl Castro fue el encargado de anunciar las defenestraciones en Cuba y por tiempo Carlos Lage el de traer las malas noticias económicas. Ahora Ramiro tiene la tarea del duro. Al parecer ha sido bendecido nuevamente con la gracia del supremo, del papá del Estado y de todos los cubanos.
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