Una de las cuestiones tratadas en el Consejo de Ministros del pasado viernes por la cúpula de poder que dirige la economía castrista, ha sido el problema de los cobros y pagos. La tarea, sin duda complicada, correspondió a Ernesto Medina Villaveirán, presidente del Banco Central de Cuba, quien sustituyó a Francisco Soberón cuando este se percató de la grave situación en que se encontraba la economía castrista en términos de liquidez.
Porque este es el problema y no otro, cuando se trata del análisis del estado de las cuentas por pagar y por cobrar, que se encuentran vencidas en los Organismos de la Administración Central del Estado (OACE) y en los Consejos de la Administración Provincial (CAP).
Para empezar, hay que señalar que estos dos organismos representan prácticamente el 100 % de los flujos económicos y monetarios de la economía, dada la centralidad existente en el control de los medios de producción, y de la riqueza generada en las diversas actividades productivas.
Si a nivel central de la economía no existe un adecuado equilibrio entre cobros y pagos, es porque se están produciendo una serie de problemas en los mecanismos de transmisión de la economía real y productiva, a la monetaria, y viceversa, que no se están resolviendo de manera efectiva, y que, por el contrario, amenazan la eventualidad de las reformas que se introducen en los llamados “Lineamientos”.
¿Por qué aparecen estos problemas en la economía de planificación central y en la que no existe el mercado como instrumento de asignación de recursos?
Un primer motivo tiene mucho que ver con la dualidad monetaria existente en la Isla. No es posible tratar de mantener en el tiempo dos monedas que tienen significado, valor y utilidad distintos. El régimen, con esta práctica, ha roto la definición del dinero en sus tres acepciones de medio de intercambio, depósito de valor y numerario para fijar las transacciones. Ya nadie sabe en Cuba a qué atenerse, y la continua referencia a los tipos de cambio entre las dos monedas para operar en el ámbito, cada vez más limitado de la economía nacional, y el de la economía abierta, donde prácticamente todo se puede conseguir, genera distorsiones en los agentes económicos, empresas y organismos.
Un segundo factor obedece a las prácticas tradicionales en las empresas y organismos estatales, inspiradas en aquellas recomendaciones “heroicas” del Che Guevara, en funciones de ministro de economía, cuando decía que “la contabilidad ¿para qué?”, poniendo de patas arriba todo el complejo entramado mercantil y comercial de la potente economía cubana de los años 50. Según Villaveirán, las deudas de las empresas, representadas por letras de cambio (un instrumento en desuso en la mayoría de las economías más avanzadas), “se sustentan en un verdadero análisis de los flujos económicos de las entidades, y con fuentes de pago reales de acuerdo con la fecha de vencimientos”.
Ante una afirmación de esta gravedad, hecha por el máximo representante del banco central, cabe preguntarse, pero, ¿se tiene conocimiento en la economía castrista de las bases de la gestión financiera y de tesorería de las empresas? Con un sistema bancario rudimentario, que apenas comienza a despertar de un largo letargo de medio siglo en el que este tipo de actividades mercantiles prácticamente fueron penalizadas por la ideología del poder, la realidad que afronta la economía es compleja. Si las deudas se trasladan por las empresas y organismos hacia el futuro, sin el correspondiente elemento de referencia monetario, no solo se está realizando una mala práctica financiera, sino que la solución final, por mucho que se empeñen las autoridades, será una explosión de consecuencias imprevistas.
En tercer lugar, la inacción de las propias empresas y organismos estatales, que no han logrado ejecutar a plenitud sus gestiones de cobro, en su mayoría dependientes de que el Gobierno a través del banco central facilite la circulación monetaria adecuada para financiar las transacciones. No se puede pagar si no existe numerario, y ello a pesar de que en los últimos años el crecimiento de la masa monetaria en la economía castrista ha sido realmente muy elevado, llevando a la preocupación por el aumento de los precios.
No me extraña que exista preocupación en el núcleo dirigente de la economía por el problema de los cobros y pagos. Detrás de todo existe una cuestión de credibilidad de las transacciones y de respeto a las reglas del juego que, por ejemplo, en la economía de mercado libre, sin necesidad de tanto nivel de intervención, planificación y control, se resuelve a diario, en miles de millones de transacciones automáticas que se ven reforzadas por el valor de los contratos y el respeto a los derechos de propiedad y las instituciones jurídicas.
Por ello, no creo que la solución propuesta por las autoridades para el problema generado sea la más adecuada. Por mucho control y revisión periódica que se realice, en interminables reuniones, la escasez de numerario seguirá actuando como un freno para el pleno despliegue de la economía, y en ello, la política monetaria, tiene mucho que responder.
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