Por Sayli Navarro.
Cuántos años he escuchado en medio del contexto familiar y de las amistades la palabra cambio, para definir ese eslogan marcadamente popular de conseguir un estilo social y político para la nación y los ciudadanos.
Así, con la percepción del mensaje sonoro característico de esa palabra, a la par de leerla en una pancarta a la entrada de cuanta casa de opositor pacífico visito; o en pegatinas adheridas a los parabrisas de vehículos aparcados que uno u otro intrépido activista colocó ingeniosamente. Hasta se muestra grabada en profundidad o a relieve en cintas de goma usadas como manillas o pulseras en los brazos de muchos cubanos. Pocos espacios del cubano se libran de esta singular palabrita.
Cuántos años he escuchado en medio del contexto familiar y de las amistades la palabra cambio, para definir ese eslogan marcadamente popular de conseguir un estilo social y político para la nación y los ciudadanos.
Así, con la percepción del mensaje sonoro característico de esa palabra, a la par de leerla en una pancarta a la entrada de cuanta casa de opositor pacífico visito; o en pegatinas adheridas a los parabrisas de vehículos aparcados que uno u otro intrépido activista colocó ingeniosamente. Hasta se muestra grabada en profundidad o a relieve en cintas de goma usadas como manillas o pulseras en los brazos de muchos cubanos. Pocos espacios del cubano se libran de esta singular palabrita.