domingo, 30 de septiembre de 2012

La isla que nos quitaron.

Muchos compatriotas ven como única opción válida para resolver el drama cubano el dejarle la isla a los cuatreros que nos desgobiernan, y marcharse. Ya ni los Orichas, ni los Santos Cristianos, sirven para encontrar la espiritualidad, y la paz interior, los pocos espacios alternativos existentes solo sobreviven, si por tras mano colaboran o se dejan llevar por los hilos que mueve el G-2.

En la isla prisión los ciudadanos viven bajo una asfixia muy acusada, teniendo que lidiar a diario con una policía inhumana, que cuenta con salvo conducto para delinquir sin dificultad, exonerados en todo cumplimiento de las abusivas normas y leyes existentes, con personal de pésima profesionalidad y dudosa escolaridad, que extorsionan al máximo a los ciudadanos para sobrevivir de ellos, en esa cruel competencia diaria del "sálvese quien pueda nacional".

En el panóptico castrista te sientes sobre saturado de angustia e inquietud cotidiana, la alarma social constantemente baja y sube en intensidad, accionada por la mano del estado que la usa como mecanismo de miedo y paralizante social. Ya en estos momentos la gente huele la que se les viene encima cuando el "biberón venezolano" deje de alimentar a la familia imperial y sus alimañas, si en los 90’s fue "La opción cero" ¿Qué coño tramaran ahora?, Se preguntan todos, los pedidos de auxilio en sentido a Miami van en aumento, y ya, no solo se pide dinero y pacotilla, ahora los pedidos son mas dramáticos y van en forma de grito agónico, reclamando a la desesperada "¡Sáquenos de aquí urgentemente!".

A nosotros los cubanos todas las desgracias se nos juntan, la crisis mundial es galopante y ya los países libres y desarrollados no te reciben con los brazos abiertos, como antes. Poco a poco tendremos que resignarnos a emprender ese camino esquivo, (el de hacernos con nuestro país y echar a la familia imperial) que hemos estado evitando todos estos años, por esos motivos que todos conocemos y que no son más que la parálisis y el pánico que produce, la crueldad y el desproporcionado castigo, siempre presente en los estados totalitarios para controlarlo todo.

Todavía son pocos los que protestan en público abiertamente, con el tiempo y según sigan empeorando las vías de escape, se sumaran mas, hoy la mayoría opta por seguir con su rutina, pidiendo, escuchando, observando y esquivando. Aprovechando las noches para robar, jinetear o para soñar con "aviones salvadores" y "balsas balsámicas", esperando que la vida les dé cajita, guardando todas sus energías y todo su amor para cuando sean libres. Sin darse cuenta que la libertad está en sus manos y que esas manos las tienen que agitar ellos y no los que ya se fueron, que irse hoy no es lo mismo de provechoso,  que haberse ido 10 años atrás, el mundo está poniéndose muy malo y lo mejor para todos, sería hacernos con la isla que nos quitaron en 1959.
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