viernes, 14 de febrero de 2020

Las trincheras de combate del socialismo.

Por Tania Díaz Castro.

Agromercado; Cuba; Socialismo;

Llama la atención que últimamente, para analizar los reveses del socialismo en América Latina, la prensa privada del castrismo acuda a ciertos personajes, prácticamente desconocidos.

En días recientes, un tal Manuel Valdés Cruz, conocido en su casa a la hora de la cena, arrancó con una crónica en Granma, tan, pero tan disparatada, que me obliga a esta reflexión, usando sus mismos términos, para explicar por qué el socialismo es letra muerta.

Dice este señor que “el derrumbe del campo socialista no significó el fin de las contradicciones del sistema”. Se refiere al empleo, acceso a servicios médicos, la educación y muchos otros, como si el derrumbe de todo eso, no es el equivalente del mismo fracaso.

Olvida, por ejemplo, que los millones de europeos de la URSS, Cuba, Venezuela, etc., que huyeron del comunismo, se refugiaron precisamente en países libres, donde existe, vaya casualidad, el capitalismo.

Luego menciona las mentiras de la democracia, dice que representativa, como si el gran desarrollo y la prosperidad de esas democracias fueran invención de sus gobernantes, puesto que, según él, la demagogia del sistema es el monopolio de la propiedad sobre la carencia de otros.

Entonces, ¿qué representa el socialismo, cuando después de décadas instalado en un país, siempre en crisis económica, aquellos que quieren cambiar el orden de las cosas son eliminados, enviados a prisión, al exilio o en el peor de los casos, fusilados y asesinados?

Le pone la tapa al pomo este nuevo comentarista de Granma, cuando a renglón seguido, afirma que el derecho que tiene el mercado sobre la existencia de los hombres, en detrimento del papel regulador del estado, demuestra que no importan los seres humanos, sino la ganancia individual.

Fácil de responder, puesto que el mismo Fidel Castro, quien prometió distribuir la riqueza de su nación entre los pobres, en 2006, terminó en una lista de Forbes entre los diez hombres más ricos del mundo y aceptando que la sobrecarga que tiene el Estado es la causa precisamente del fracaso del modelo socialista. ¿Quién no sabe que el socialismo no produce, que vive ausente del mercado, que apenas exporta y lo peor, que lo poco que produce es de pésima calidad, que son feroces y bárbaros en cuanto a sus métodos de control social?

Luego se remite este señor a que se quiere estrangular la esperanza de los pueblos y menciona a los tres gatos que quedan del Foro de Sao Paulo, en sus últimos estertores: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Pensar que estos tres países, empobrecidos por el socialismo, representen un peligro para el desarrollo de los países más prósperos, es de una ingenuidad sin límites.

La idea del socialismo, señor Valdés, no es nueva. Es más vieja que andar a pie. Data, por lo menos, de 1766, empleada por primera vez por el monje Facchinei y más tarde por otro italiano de nombre Buonafede.

Demostrado ya que se trata de un sistema económico fracasado, puesto que el pueblo, se supone que administrador de los bienes, ni el mismo estado, han resultado eficientes con sus dirigentes máximos enriquecidos a costa del mismo pueblo y donde jamás ha existido una racional economía, sino grandes disparates, ocasionando la crisis actual del socialismo, ocurrida a lo largo de dos siglos.

Demás está decir que el socialismo de Carlos Marx -conocida bien su vida privada, nada coherente con sus ideas, aficionado a los burdeles, las borracheras y los suspensos en sus estudios-, construye tiranías fascistoides con un partido único, tiranos aferrados al poder, pese a sus errores e inmoralidades y sus acciones maquiavélicas para dominar a las masas, tiranos hoy millonarios como los Castro, Maduro, Ortega y el depuesto Evo, que de indio no tenía nada.

La propia cultura, que nada tiene que ver con esa palabra extranjerizante del socialismo, como dijera nuestro José Martí, puede ser el germen de su veneno y de su desgracia.
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