viernes, 31 de marzo de 2023

La cátedra del odio la tiene el castrismo.

Por Luis Cino.

"Paso a dos", del escritor y periodista español Ramón Pernas, es una de las muchas novelas inspiradas por los dramas que generó la Guerra Civil (1936-1939) y la posterior dictadura de más de 35 años del general Francisco Franco.

Recientemente di con dicha novela, que en el año 2001 fue publicada en Cuba por la Editorial Arte y Literatura con el financiamiento del español Fondo de Desarrollo de la Educación y la Cultura, y luego de leerla, quedé muy impresionado, particularmente por la caracterización que hace del personaje negativo de la trama, Ricardo Orol.

A modo de contrapunto, los dos protagonistas, Alfonso y Ricardo, que fueron amigos en su infancia y adolescencia, cuentan la tragedia de sus vidas.

Pocos días después de la sublevación militar que inició la guerra civil en julio de 1936, el padre de Alfonso, el capitán de navío Pablo Constanti, muere a manos de Ricardo, que forma parte de una especie de falangista escuadrón de la muerte.

El capitán Constanti no es comunista, es solo un liberal y masón que como militar juró defender la República, pero Ricardo lo odia, lo ve como su enemigo, a pesar de que Don Pablo y su esposa siempre lo acogieron en su casa, lo ayudaron y le dieron buenos consejos. Ricardo, muy pobre, huérfano de madre, con un padre alcohólico que se gana malamente la vida cantando tangos, envidia tanto la distinción y el bienestar de la familia Constanti, que, ante la imposibilidad de poder llevar una vida así, llega a detestar a todos sus integrantes, especialmente a don Pablo. La prédica falangista de “ni más pobres ni más ricos, todos iguales por el trabajo”, acabó de envenenar la mente del muchacho, que se convirtió en un matón fascista rechazado hasta por los de su bandería y que termina suicidándose, amargado por el advenimiento de la democracia y el regreso del exilio de Alfonso y su hermana a Vilaponte para participar en un homenaje para reivindicar la memoria del capitán Constanti.

Uno lee Paso a dos y se pregunta cuántos hombres y mujeres similares en el odio a Ricardo Orol fueron engendrados por el castrismo.

La Revolución de Fidel Castro, desde sus mismos inicios, con su demagógica prédica de falso igualitarismo, pintándose “por los humildes y para los humildes” para nutrir sus filas, inflamó la envidia y el rencor de los desclasados, los humillados, los preteridos, los frustrados, los acomplejados. Los hicieron sentirse protagonistas de una causa grandiosa por la que estaban dispuestos a todo, a matar y morir si era preciso, bastaba que se los exigiese el Máximo Líder.

Así, odiaron primero a los burgueses y luego a todo el que pensara distinto. Renunciaron a sus creencias religiosas, sus usos y costumbres, rompieron con familiares y vecinos, a quienes, en muchos casos, se prestaron para vigilar y chivatear a la policía.

El tiempo, demasiado tiempo ha pasado, y ya la mayoría de los que decían estar dispuestos a todo por Fidel y la Revolución, ante los muchos desengaños y la precariedad de su existencia, no siente ni remotamente ese fervor. Solo les queda el miedo y la inercia de los viejos rituales. Muchos están desilusionados y arrepentidos, aunque se niegan a reconocerlo por no dar su brazo a torcer y admitir que se equivocaron al consagrar su vida a algo que no merecía ni la tercera parte de sus esfuerzos y sacrificios.

Pero las heridas siguen abiertas en nuestra sociedad. Sangrantes y purulentas. El daño que los come-candela de ayer y antier causaron a los demás y el que se hicieron ellos mismos y a sus descendientes no se repara de un día para otro, máxime si apenas ha sido retocado el maquillaje de las circunstancias y los responsables de esta situación.

Por eso, porque no hemos olvidado, es indignante escuchar a los voceros del régimen que intentan el monopolio del patriotismo y la cubanidad y que califican como “odiadores” a todo el que discrepa del pensamiento oficial y se opone a los abusos y las ordenanzas de los mandamases.

Los castristas, que llevan más de 64 años impartiendo la cátedra del odio y la intolerancia más extrema, hablando de amor y reconciliación. ¡Que no jodan! 

Share:

jueves, 23 de marzo de 2023

jueves, 16 de marzo de 2023

Cuba, como el camaleón a 55 años de la “ofensiva revolucionaria”.

Por Alberto Méndez Castelló.



Sí. Días de malos recuerdos estos de la segunda quincena de marzo para todas aquellas familias cubanas que perdieron sus pequeños negocios durante la llamada “ofensiva revolucionaria”. Si ahora, y como resultado de una crisis de la que no se avizora el final, el Partido Comunista de Cuba (PCC), con Miguel Díaz-Canel al frente, pretende estimular el trabajo por cuenta propia con un discurso persuasivo y garante para crear pequeñas y medianas empresas privadas con capital familiar y de asociados, hace 55 años las palabras contra los ahora llamados “emprendedores” eran amenazadoramente agresivas y terminarían convirtiéndose en hechos expropiatorios.

Tomando como pretexto el onceno aniversario del asalto al palacio presidencial, en la escalinata de la Universidad de la Habana, el 13 de marzo de 1968 Fidel Castro pronunció un largo discurso donde expuso el resultado de investigaciones realizadas por integrantes del PCC sobre el trabajo por cuenta propia en todo el país, mencionando particularidades de esos gremios en La Habana, donde, según dijo, había 955 bares “ganando dinero a troche y moche”, y con mala conducta, pues, según las indagaciones del PCC y los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), el 72% de los propietarios de esos establecimientos mantenían una actitud “contraria a nuestro proceso revolucionario”, mientras que el 66% de los clientes que los frecuentaban eran “elementos antisociales”, aduciendo, además, que las bebidas y demás suministros expendidos en esos lugares eran obtenidos de forma ilegal, y que la recomendación que habían hecho los pesquisidores era la de intervenir esos bares.

Respecto a los comercios, Fidel Castro dijo que, de acuerdo con las investigaciones, de los 6 452 negocios encuestados en La Habana, 1 819 carecían de autorización, por lo que eran “ilegales”, y prácticamente la mitad de todos ellos tenían “regulares o malas condiciones higiénicas”. Pero, en realidad, eran esas puras argucias: el verdadero objetivo era eliminar todo vestigio de la propiedad privada en Cuba con poder económico, luego con poder de convocatoria, entiéndase, político.

En el camaleónico discurso del PCC habría que ver cómo hoy día Miguel Díaz-Canel llamaría a los emprendedores, quien mientras hacen su trabajo por cuenta propia en Cuba buscan emigrar, por ejemplo, a través de la ciudadanía española o de un patrocinador que les sirva de fiador para obtener un parole humanitario en Estados Unidos. Si Díaz-Canel, como él mismo dice, es “seguidor” de Fidel Castro, entonces llamará a estas personas “apátridas”.

En el discurso del 13 de marzo de 1968, que serviría de preámbulo público a la cacería de trabajadores por cuenta propia llamada “ofensiva revolucionaria”, refiriéndose a los propietarios de los pequeños negocios, Fidel Castro los llamó “futuros apátridas”, afirmando categórico que de los 8 508 “individuos” investigados (sólo en La Habana) 499 tenían o habían solicitado permiso de salida del país, refiriendo que los “puestos de fritas y otros timbiriches análogos” eran operados por un gran número de “individuos que intentan dejar el país”.

Si el castrocomunismo cimentó el régimen totalitario mediante las leyes de 1959 y de 1962 de supuesta “reforma agraria” —que harían pasar la mayor parte de las tierras del país de manos privadas al monopolio estatal—, así como de las leyes que expropiaron todas las industrias, fábricas, almacenes mayoristas, cadenas de tiendas, puertos, aeropuertos y todo el comercio de importación y exportación, la cúspide del Estado dictatorial cobraría forma cuando la pequeña propiedad fue absorbida por la administración gubernamental, y así lo dejó dicho Fidel Castro cuando hace 55 años expresó: “De manera clara y terminante debemos decir que nos proponemos eliminar toda manifestación de comercio privado”, afirmando: “Hay que decir que no tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada ni nada”.

Ahora los actuales dirigentes comunistas que dicen ser “continuidad” de Fidel Castro, olvidando cuando éste dijo “¡señores, no se hizo una revolución aquí para establecer el derecho al comercio”, pretenden hacernos creer que en Cuba, un régimen totalitario de partido único, es posible la propiedad privada sin injerencias políticas del Estado. Señores… olvidan ustedes que el camaleón puede cambiar de color, pero no de forma. 
Share:

Western Union hará más ricos a los militares de GAESA.

Por Roberto Álvarez Quiñones.

Cuba es el único país del hemisferio occidental con un Partido Comunista en el poder, y desde hace ya 64 años. La cofradía militar que usurpa el poder literalmente ha destruido la nación y ha compulsado a emigrar a unos dos millones de ciudadanos, desde un país que antes de 1959 era un imán para atraer inmigrantes de todo el planeta.

Hay en las cárceles de la Isla (GULAG del Caribe) con más de 1.000 presos políticos, incluyendo adolescentes. La dictadura cubana es la que más viola y pisotea los derechos humanos en todo Occidente. Turbas organizadas por el PCC han quemado en las calles la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Los servicios de inteligencia del régimen comunista cubano constituyen el más experimentado y eficiente enemigo político latinoamericano de EEUU. Han penetrado y dominan, o influyen decisivamente, en los movimientos y partidos políticos de la izquierda radical en toda América Latina, y trabajan con holgura también en Washington. Se dedican a desestabilizar gobiernos democráticos, lo que incluye acciones terroristas y violentas revueltas callejeras como las que promovía el incendiario dueto Fidel Castro-Che Guevara en sus buenos tiempos

Precisamente en estos días tuvo lugar en Caracas una especie de Súper Foro de Sao Paulo como parte de la conmemoración del décimo aniversario de la muerte del dictador Hugo Chávez. Participaron jefes de Estado, incluyendo los tres dictadores de América Latina: Raúl Castro, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, así como líderes de organizaciones terroristas, políticos autoritarios, totalitarios y "antimperialistas", y de paso también mafiosos y narcotraficantes.

Como bien recuerda Cuba Siglo 21 en un reciente informe, en julio de 2018 se celebró en La Habana un encuentro similar del Foro de Sao Paulo y "casualmente" meses después, en 2019, se desataron masivas y devastadoras protestas terroristas en Ecuador, Bolivia, Colombia, Chile y otros países.

En aquella ocasión (2018), en la capital subversiva de América, la otrora despampanante Habana, en un mensaje al Foro, Maduro, el dictador instalado por Cuba en la intervenida Venezuela, indiscretamente se jactó del éxito al afirmar: "Estamos cumpliendo el plan, ustedes me entienden... Vamos mejor de lo que pensábamos y todavía lo que falta…". Solo en Santiago de Chile fueron incendiadas y destruidas 23 estaciones del metro urbano.

Como si fuera poco la dictadura castrista es aliada del imperialismo moscovita (Rusia) y apoya el genocidio de Vladimir Putin en Ucrania. También es aliada de China, Corea del Norte e Irán. Y es refugio de peligrosos terroristas de América y Europa, incluyendo fugitivos de la Justicia de EEUU.

¿Ante semejante desafío, y desgracias para el pueblo cubano, qué hace la Administración Biden? Pues favorece a la tiranía con concesiones. Da libertad a las fuerzas antidemocráticas y antiestadounidenses para que socaven la cultura democrática occidental en el continente, y favorece que China, Rusia e Irán sigan penetrando el tuétano comercial y político de casi toda Latinoamérica.

Como expresión de esa política que aumenta la pérdida de influencia de EEUU en el continente al que pertenece, y del "deshielo" con el único régimen comunista en la región, Washington dio el visto bueno a la Western Union para reanudar los envíos de remesas a Cuba (suspendidos desde 2020), que fluirán ahora hacia los bolsillos de los mafiosos de GAESA, quienes hambrean, apalean, encarcelan y hacen sufrir a los cubanos.

Hasta 2020, Western Union estuvo autorizada para el envío de remesas a Cuba, pero fue sancionada por la Administración estadounidense anterior porque operaba con la financiera Fincimex, propiedad de GAESA, el emporio transnacional de los miliares castristas.

Ahora nuevamente es autorizada. En vez de ayudar a los cubanos y cercar y presionar al régimen comunista, ahora que es más débil y vulnerable que nunca, lo que hace el Gobierno de Biden es apuntalarlo financieramente.  Pues aunque diga que las remesas no engrosarán las arcas de los generales y coroneles de GAESA, sí lo harán, ya que Washington ha aceptado que las remesas se transfieran por medio de la entidad estatal castrista Orbit S.A., una empresa testaferro del Banco Central de Cuba, enmascarada, pero controlada al 100% por las Fuerzas Armadas. Este paso, por tanto, contradice lo asegurado por el propio mandatario estadounidense en 2021, cuando dijo que buscaría "las formas más adecuadas para que las remesas lleguen a manos del pueblo cubano" sin pasar por "las manos o los bolsillos" del régimen.

Se debió exigir entregar dólares físicos a los cubanos receptores.

Orbit S.A fue inventada en 2020 con el único propósito de engañar al Gobierno de EEUU. Y podría decirse que lo logró, si no se supiera que los asesores de la Casa Blanca de tontos no tienen un pelo. Washington ha dado este paso a sabiendas de que el dinero sí irá a manos de la dictadura comunista.

Además, lo menos que debió hacer la Casa Blanca fue decirle a Western Union que si el Gobierno castrista no le permite entregar las remesas físicamente en dólares o euros a sus receptores no habría reapertura de sus operaciones. Y punto.

El colmo es que para los envíos ya no hay un límite de 300 dólares mensuales (equivalentes a 17 salarios mínimos mensuales), como estableció la Administración anterior. Ahora el único límite es enviar por Western Union a Cuba 2.000 dólares por transacción. Sin que se sepa ahora cuántas transacciones mensuales, semanales o diarias se pueden realizar.

Teóricamente las remesas podrían superar ahora los 3.500 millones de dólares que alcanzaron antes de la pandemia, que permitieron al régimen importar armas y equipos para la represión callejera, y que enriquecieron más a los mafiosos que usurpan el poder.

Es cierto que si Western Union entregase dólares a los cubanos buena parte de ellos irían igualmente a GAESA, mediante las compras en las shopping. Pero cientos de millones de dólares podrían quedar en manos de los receptores, lo que facilitaría emprender negocios privados, usar dólares para comerciar internamente con independencia del Estado, y hasta para construir viviendas.

No dólares, sino "vales" como los que daba Angel Castro en Birán.

Como siempre, el dinero de verdad, el físico, va a los militares de la transnacional GAESA, con sede en Panamá y no en Cuba. Los dólares ni siquiera van a la Isla. La Western Union no entregará billetes verdes a nadie. Solo tarjetas bancarias basadas en moneda libremente convertible (MLC).

Y esas tarjetas magnéticas son en realidad "vales de plástico", una versión moderna de los papelitos que entregaba Ángel Castro como salario a sus obreros agrícolas en Birán para comprar en la tienda suya que administraba su hijo Raúl. Estos ahora de plástico solo sirven para comprar en las shopping a precios inflados hasta en un 700%, como en el caso del pollo congelado.

Es decir, son cuentas bancarias en dólares que los cuentahabientes no reciben, y valga el absurdo. Y el atropello. El Banco de Crédito y Comercio del régimen decretó en 2021 que la MLC depositada en el banco  "no es reembolsable en divisas (…) solo se hace en pesos cubanos en la red de cajeros automáticos (…)". Encima, aclara que "no está obligado a devolver el importe no utilizado".

Si el cuentahabiente no gasta con su tarjeta bancaria todo lo que le depositó su familia desde el extranjero, pierde las divisas no utilizadas. En fin, todo está bien tramado para hacer más ricos a los millonarios de GAESA.
Share:

lunes, 13 de marzo de 2023

Los altos precios le van ganando la batalla al castrismo.

Por Orlando Freire Santana.


Casi todos los especialistas en la materia consideran que la liberalización de precios es un síntoma del buen rumbo que va tomando cualquier reforma que se lleve a cabo en la esfera económica. Así sucedió en los países ex socialistas de Europa oriental, en China y en Vietnam. Es que ese funcionar de los precios según las pautas dictadas por el mercado es la vía más adecuada para que, a la postre, productores, comercializadores y consumidores alcancen sus objetivos.

En Cuba, a partir del inicio de la actualización del modelo económico, y muy especialmente en el sector agropecuario, hemos visto una especie de contrapunteo entre los precios de mercado y los precios topados. Estos últimos establecidos centralmente por la maquinaria del poder.

A estas alturas ya todos sabemos las consecuencias que reportan la existencia de uno u otro método de precios. Cuando prevalece la libertad de precios, las tarimas de los agromercados se mantienen abastecidas de viandas, frutas, vegetales y hasta de cárnicos. Sin embrago, las ocasiones en que se ha decidido topar los precios, se pierden los productos en los establecimientos oficiales, y aparecen únicamente en la bolsa negra, y a precios aún más elevados que antes del tope.

Los jerarcas económicos del castrismo son conscientes de que el aumento de la oferta es el único elemento que posibilitará que los precios bajen en el contexto de mecanismos económicos de dirección. Y en verdad lo han intentado, pero sin los resultados esperados hasta el momento.

De nada les han servido las 63 medidas para estimular al sector agropecuario, las reuniones con los productores, los nuevos esquemas de comercialización, y hasta la apertura del sector a la inversión extranjera.

La oferta no crece lo suficiente como para que se produzca una reducción de los precios. Las protestas de la población aparecen por doquier. Y es entonces que a los gobernantes no les queda otra alternativa que desechar los mecanismos económicos y acudir al mecanismo administrativo de topar los precios. Un tope que oficia como una medida de corte populista. O sea, una supuesta mejoría a corto plazo, pero que rápidamente se transforma en lo contrario al desaparecerse los productos de las tarimas.

En semejante panorama, cuando al parecer los altos precios le van ganando la batalla al castrismo, ya se anuncian las medidas administrativas que denotan la desesperación e impotencia del aparato de poder.

Un artículo aparecido en el periódico Juventud Rebelde (“En socorro de atribulados bolsillos”, edición del 8 de marzo) da cuenta del inicio en la provincia de Villa Clara de una batida contra los “precios excesivos” a partir del pasado 11 de marzo. El articulista aboga por drásticas medidas que complementen el tope de precios, como aplicarles a los infractores la confiscación de sus productos, suprimirles la licencia que les permite comercializar las producciones, y sacar de la circulación a lo que denomina “ese enjambre que anda por la libre vendiendo por ahí”.

No parece casual que esta ofensiva del régimen se produzca en la provincia que en estos momentos recibe el andar del mandatario Miguel Díaz-Canel Bermúdez y el resto de los candidatos nominados en la ciudad de Santa Clara para las “elecciones” del próximo 26 de marzo. Los dirigentes del territorio habrían decidido actuar ante la lluvia de planteamientos que recibe el heredero de los Castro debido a los altos precios que reinan en el país.

Sin dudas, este intervencionismo gubernamental en materia de precios aleja el momento en que la economía cubana se encauce por los senderos que conducen a la eficiencia.
Share:

Hablemos de textos anticomunistas fundamentales.

Por René Gómez Manzano.


El pasado sábado, este diario digital publicó un trabajo de Alberto Méndez Castelló sobre "La Nueva Clase", el libro seminal escrito por un dirigente de la antigua Yugoslavia comunista, Milovan Djilas (aunque ahora supe que también es válida la grafía Đilas). La prominencia del autor dentro de las filas rojas lo demuestra el cargo de Presidente de la Asamblea Federal (el equivalente de Esteban Lazo) que en su momento llegó a alcanzar.

Bien por la Redacción de CubaNet, y mejor aún por el colega tunero, de quien surgió la excelente idea original de dedicar un trabajo periodístico a ese libro fundamental de la literatura anticomunista mundial. Es necesario, sí, que los autores de convicciones democráticas enfoquemos los problemas actuales. Pero también es conveniente que, de tiempo en tiempo, dediquemos unas líneas a quienes nos precedieron en esta labor de esclarecimiento, y lo hicieron con trabajos de mayor volumen, importancia y trascendencia.

Junto a la mencionada obra, redactada originalmente en serbio (aunque publicada de inicio en su traducción al inglés), es justo que mencionemos otros textos fundamentales en los que se desenmascara toda la esencia criminal y mentirosa del sistema comunista, pero que fueron escritos en nuestro propio idioma. Son obras de individuos seducidos en su momento por esa doctrina perniciosa, pero que tuvieron después la honestidad intelectual suficiente para comprender su error, reconocerlo y rectificarlo.

Se trata de textos en los cuales, además, se pone de manifiesto lo que el gran Alejo Carpentier, refiriéndose a los hispanoparlantes y sin traza alguna de racismo o discriminación, llamaba “el buen humor de los de su raza”. En cualquier caso, es un hecho cierto que nuestro idioma no es segundo de ningún otro en esto de servir como herramienta para desenmascarar comunistas.

Me referiré en primer término (por haber alcanzado mayor divulgación) a "La gran estafa", obra autobiográfica del peruano Eudocio Ravines. El libro es excelente, pero, de manera curiosa, los dos pasajes que calaron más hondo en mi conciencia (tal vez por la extrema juventud que yo tenía al leerlo) son otros tantos relatos de carácter anecdótico, pero en los cuales —creo— se revela de modo admirable la esencia mendaz de la ideología roja.

Una es la visita que el autor, junto con otros comunistas hispanoparlantes, realizó a una granja soviética. Al parecer, los campesinos aprovecharon la visita de los “camaradas extranjeros” para expresar de viva voz ante los jefes locales —supuso a posteriori Ravines— su decidido repudio a los despojos y otros abusos de los cuales eran víctimas.

Mientras la indignación y el rechazo de los infelices granjeros se hacían obvios en cada una de sus palabras, la intérprete mentía con desfachatez y soltura. Olvidando los principios éticos de su noble profesión, ella traducía las expresiones de enérgico repudio y condena como entusiásticas muestras de respaldo a “la acertada Línea General del Partido” en la política agraria.

La otra anécdota se refiere a la ilusión sentida por el autor al enterarse de una noticia: al día siguiente se iniciaría la venta de “mandarinas estalinistas” en los comercios moscovitas. Este dato, que en un país normal ni siquiera sería digno de ser publicado, lo entusiasmó, y tanto, que don Eudocio, seducido por la perspectiva de consumir la sabrosa y refrescante fruta, madrugó y llegó a una de las tiendas antes que abriera.

El intercambio que, usando las pocas palabras rusas que conocía y con la ayuda de señas, sostuvo con el tendero soviético, es digno de rememorarse. De inicio, el empleado dijo al peruano no entender a qué mandarinas se refería; después, al recordar lo publicado en la prensa oficialista, expresó que “se habían acabado”, y al señalarle Ravines las que exhibían las vidrieras de su comercio aseguró que “estaban ya vendidas”. Una pequeña viñeta que refleja la desfachatez de la propaganda roja.

Otra obra escrita en castellano y que ocupa un lugar prominente dentro de la literatura anticomunista es "Mi fe se perdió en Moscú", también autobiográfica, pero del español Enrique Castro Delgado. Este autor se afilió muy joven (recién cumplidos los 18 años) al Partido Comunista Español (PCE). A partir de ese momento luchó en forma denodada por el triunfo de esa bandería, de la que llegó a ser dirigente.

Tras el triunfo del Bando Nacional en esa contienda, Castro Delgado huyó a Moscú, donde permaneció desde 1939 hasta 1945. Esa larga estancia le permitió vivir (y padecer) el estalinismo en acción. Por sus páginas desfilan sucesos importantes de aquellos años tormentosos, comenzando por el infame “Pacto Molotov-Ribbentrop”, mediante el cual los dos grandes tiranos europeos —el comunista Stalin y el nazi Hitler— se repartieron el Viejo Continente.

También: Las secuelas de las purgas estalinistas (aunque su estancia en la “Meca del Comunismo” fue posterior a la “época de esplendor” de estas, que correspondió a los años 1936-38). Su propia actuación como delegado de España en el tristemente célebre Komintern (la fatídica “Internacional Comunista”, creada por Stalin para regentear y mangonear a los rojos a escala mundial). El suicidio de su jefe José Díaz y la posterior lucha interna del PCE, que terminó con el triunfo de Dolores Ibárruri y la marginación del propio Castro Delgado. Finalmente, el escape a México, que, para bien de su vida y su libertad, logró realizar venciendo la oposición de “La Pasionaria”.

Pero volvamos a La Nueva Clase. Se trata de un profundo estudio de carácter teórico. En él, Djilas penetra las esencias del régimen comunista. Como se sabe, los rojos se presentan a sí mismos como meros “representantes del proletariado”, que sería la “clase dominante”. El serbioparlante desmonta esa retórica mentirosa, y demuestra que, en realidad, la dirigencia partidista constituye la “Nueva Clase”, que explota a sus supuestos “representados” y obtiene pingües dividendos con el ejercicio del poder.

Pero conviene hacer una salvedad (algo que, por desgracia, Méndez Castelló omite en su texto): La descrita por Djilas es la “versión clásica” u ortodoxa del comunismo. Las variantes tropicales de esa doctrina incluyen formas de mangoneo más obvias, menos enmascaradas. Aquí entran “la Piñata” sandinista y las nuevas modalidades creadas por el castrismo. En este sentido, me parece poco exacto calificar lo escrito por el yugoslavo como “retrato del castrocomunismo”.

Entre las invenciones cubanas podemos mencionar en sitio destacado al pulpo militar GAESA, que controla todo lo que aún conserva cierta importancia en la depauperada economía cubana. Para mayor escarnio, las dos letras finales de la sigla son las iniciales de “sociedad anónima”: ¡Una “empresa socialista” cuyos “desconocidos poseedores” adoptan la forma organizativa predilecta de los odiados capitalistas!

Se trata —es algo obvio— de formas de propiedad que a Marx, Engels, Lenin o Stalin ni les habrían pasado por la cabeza para su “sociedad ideal”. Pero los castristas, más imaginativos o menos pudorosos, no vacilan en convertirlas en el eje de su sistema. ¡Lo que no les impide seguir declarándose paradigmas del marxismo leninista! ¡Qué burla!
Share:

El tiempo pasa y Cuba sigue igual … o peor.

Tomado de cubanet.org


Si 2020 y 2021 estuvieron marcados por la pandemia de coronavirus y 2022 fue el año del desastre económico, los primeros meses de 2023 en Cuba tampoco invitan al optimismo.

Apagones, inflación, violencia, feminicidios, desastres naturales, escasez de alimentos y otras han marcado un año que apenas cumple su tercer mes. En ese sentido, el éxodo sigue siendo el factor común con respecto a períodos anteriores. Queda la sensación que en la isla queda poco que hacer y los cubanos así lo asumen.

Aunque el régimen de la isla ha declarado solapadamente el fin de la reciente época de apagones, estos tampoco han dejado de sucederse a lo largo y ancho del país. Averías y otros “problemas técnicos” ya han dejado a cubanos de varias provincias a oscuras en más de una ocasión.

En el ámbito económico la inflación marca la crisis que sufren padecen los cubanos. Los precios de bienes, servicios, alimentos e insumos continúan por las nubes sin que el castrismo dé con la tecla para aliviar el calvario que se vive en la isla.

El país tampoco ha escapado de la violencia, con decenas de reportes de asesinatos y feminicidios que han terminado por fulminar el mito de que Cuba es un país seguro. La gravedad del asunto ha obligado a la prensa estatal a referirse a varios de esos casos. No obstante, su tratamiento sigue siendo pobre y la propaganda en torno a la tranquilidad ciudadana continúa a la orden del día.

Recientemente, un incendio forestal de grandes proporciones arrasó con bosques del centro sur de la provincia de Holguín. El fuego se apoderó de zonas rurales en Pinares de Mayarí y afectó más de 5 000 hectáreas, de acuerdo con cifras preliminares. El siniestro se suma a la amplia lista de tragedias que han azotado a la isla caribeña en los últimos años.

A golpe de represión y acoso el régimen cubano ha logrado exterminar a buena parte de la oposición organizada en Cuba. Sin embargo, los focos de resistencia popular continúan en calles y en redes sociales. La receta es la misma: acoso, persecución, citaciones, multas y prohibiciones de salida del país siguen a la orden del día. Es la receta de un manual escrito hace más de sesenta años, algo que no debe sorprenden en una nación que en pleno siglo XXI mantiene a más de 1 000 personas encarceladas por razones políticas.
Share:

sábado, 11 de marzo de 2023

“Vivir hoy en Cuba es como vivir en el infierno”.

Por Claudia Padrón Cueto.


El 17 de agosto de 2017, Yulier Rodríguez Pérez (Yulier P.) fue detenido por la Policía mientras pintaba grafitis sobre muros en ruinas de La Habana. Tras 48 horas en prisión y atormentado por las continuas amenazas, el artista accedió a firmar un papel que la Policía política había redactado, si con eso lo liberaban. En el documento se comprometía a borrar cada uno de los grafitis que desde 2014 había comenzado a dejar en los derrumbes que saturan La Habana. Le dieron siete días para que expiara sus pecados artísticos y se esfumaran los 200 murales. De no hacerlo, iría a prisión por “maltrato a la propiedad social”.

El viejo Código Penal cubano, en sus artículos 243 y 339, castigaba con prisión hasta de cinco años el maltrato o uso indebido de los espacios públicos, que en realidad son propiedad gubernamental, como casi todo en la Isla. Si algo iba a pintarse sobre las paredes destruidas de la ciudad serían las consignas ideológicas y los retratos de los dirigentes de la Revolución. Asegura Yulier que ningún entusiasta que se anime a dibujar lo políticamente correcto termina preso. En cambio, él no tiene la misma suerte porque sus trazos no esbozan hombres con barbas y trajes verdeolivos, o frases de tribuna.


“Ahí es donde ellos mismos se contradicen, porque lo que castigan no es intervenir una pared, sino que dibujes algo que los cuestiona, aunque sea implícitamente”, asegura el artista.

Yulier P. no pinta figuras humanas propiamente. Sus criaturas casi siempre son seres sin extremidades, sin orejas, amorfos. Espectros melancólicos o aterrados con cuerpecillos flacos y ojeras profundas que deambulan por las paredes desconchadas, o lo que queda de ellas. Son hijos del desastre y el caos. Yulier P. fue dejando por la ciudad un retrato de cómo se ve la tristeza y la desesperación en un país que cada día se reduce más a eso.


Yulier, de 33 años, intentó cursar estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro pero no aprobó los exámenes de admisión. Aunque tomó algunas clases de forma independiente y en la Escuela de Instructores de Arte (EIA), su formación era y sigue siendo básicamente autodidacta.

Durante su adolescencia, caminando por La Habana Vieja, encontró por azar el Proyecto Comunitario “José Martí”. Era un espacio para que artistas sin formación académica trabajaran y mostraran sus obras. Empezó a asistir cada vez con más frecuencia y, a los 16, años vendió su primer cuadro por 15 CUC. Yulier sintió que se llevaba a casa una fortuna. Después siguió pintando en lienzos por vocación y a modo de subsistencia, hasta que en 2014 un amigo lo animó para grafitear. Lo primero que pintó no le gustó mucho, ni se parece al estilo que lo definiría después; pero sí quedó enganchado de esa energía que le daba pintar en las calles, la libertad que sentía. Sobre todo le atrajo que su arte sería visto por cada transeúnte que pasase por allí.


A partir de ahí no dejó de pintar en los muros viejos de la ciudad, aunque su nombre se hizo más conocido alrededor de 2016. Ya entonces había llamado la atención de la prensa independiente con sus melancólicos dibujos.

Esa visibilidad lo llevó a Estados Unidos en 2017, invitado como artista. Fue un viaje breve a Nueva York del que Yulier regresó con ganas de comerse el mundo y crecer como profesional dentro de Cuba. Podía haberse quedado, pero pensó que habría otras oportunidades para pensarlo y decidió regresar. “En Cuba nunca hemos estado bien, pero hace seis años estábamos un poco mejor. Ahora es el apocalipsis del comunismo”, reflexiona.

Con cada entrevista y reportaje que los medios publicaban sobre él,Yulier se hizo más famoso y seguido, pero también se puso en la mira de la Policía política. 


“No vengo de una familia revolucionaria. Siempre supe que algo estaba mal con este régimen, pero vives con miedo en Cuba, miedo hasta de pensar. Luego a medida que uno crece y lo conoces comprendes que estás sufriendo una dictadura. A mí, ellos mismos me abrieron los ojos. Con la represión me convirtieron en un disidente público con una postura frontal al régimen”, asegura.

El costo de su arte y discurso han sido años de amenazas, vigilancia, detenciones arbitrarias, pasar noches en un calabozo con personas detenidas por delitos comunes. Para Yulier es habitual que lo secuestren en la calle o entren a su vivienda sin orden y se lo lleven detenido, o que un día llegue un agente y le advierta que no puede salir de casa porque se conmemora alguna efeméride problemática para el Gobierno. El régimen ha hecho del aerosol con pintura de Pérez un enemigo a erradicar.

“Este último año, después de las protestas y con el nuevo Código Penal se ha vuelto más dura la represión. Están más feroces con los disidentes y con la población en general. Cuba está viviendo la peor etapa social, política y económica de su historia. El nivel de violencia y enajenación que hay en la calle, el nivel de impunidad con el que la dictadura reprime y no pasa nada, son espantosos. Vivir hoy en Cuba es como vivir en el infierno”.


El pasado 15 de febrero, Pérez sufrió su última detención a manos de la Seguridad del Estado. El artista llegó hasta la unidad policial de Aguilera en el municipio habanero de Diez de Octubre, donde habían citado a su amigo, el activista Adel Bonne Gamboa. El grafitero sacó su teléfono y desde la acera opuesta tomó una foto de Adel subiendo las escaleras de la unidad. Eran las 10:00 de la mañana. Eso fue suficiente para que también lo encerraran a él hasta las 6:00 de la tarde y lo amenazaran con decomisarle su teléfono, aunque no había violado norma alguna.

Cada vez que lo detienen, Yulier teme que lo dejen encerrado indefinidamente. Confiesa que vive con miedo de que lo asalten mientras camina por las calles o de que las autoridades del régimen un día decidan apresarlo por ser un artista disidente (le vienen a la mente los casos de Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero, ambos encarcelados desde 2021).

“La culpa de lo que padecemos es primero de la sociedad cubana por vivir temerosa y sin actuar. Pero también hay una responsabilidad de la comunidad internacional. Por un lado tienen un discurso pro derechos humanos, pero le hacen el juego a una dictadura que los viola y le dan recursos para que sigan acabándonos”.

La tristeza sigue ahí.

Desde 2017 Yulier P. no interviene los muros de la ciudad. Ha redefinido su obra y actualmente trabaja en una serie que ha nombrado “Regalos”. Son pequeñas piezas de concreto donde esboza sus melancólicos sobrevivientes.


Pese a las presiones de la Policía política, él nunca borró sus dibujos como le exigieron. Cree que la visibilidad que medios de prensa y organizaciones de derechos humanos le dieron a su caso influyó en que el régimen lo dejara libre. Aun así, apenas quedan dos o tres de los 200 dibujos. Los más visibles los tapó el Gobierno. Otros fueron removidos por grupos religiosos que pensaban que el joven pintaba al diablo, cuando realmente él retrataba a sus rehenes.

Del resto se encargó el deterioro constante de La Habana. Los muros terminaron por derrumbarse y sepultaron con ellos a las criaturas tristes que subsistían allí.

Share:

Cuba y “La nueva clase”, un retrato del castrocomunismo.

Por Alberto Méndez Castelló.

El destino de los seres humanos y de las naciones suele tener orígenes misteriosos. La agonía que vivimos hoy los cubanos y desde hace décadas no está exenta de esos enigmas. Triste es, por nuestro analfabetismo político, que en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo en Cuba tuvieran cabida las ideas socialistas cuando en el mundo civilizado tenía lugar una denuncia internacional contra los horrores del comunismo y sus hacedores, quienes, mostrándose cuales personas honestas, no eran sino prosaicos charlatanes.

Justo cinco días antes de que Fidel Castro y otros 81 expedicionarios zarparan desde Tuxpan en el yate Granma  -comprado con dinero donado por el derrocado expresidente Carlos Prío para venir a Cuba supuestamente a restablecer el orden constitucional, quebrantado por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952- era detenido en Budapest por la policía política Milovan Djilas, exvicepresidente de Yugoslavia, ideólogo del partido comunista y amigo personal y de lucha del mariscal Tito.

Djilas fue juzgado y condenado a siete años de prisión el 5 de octubre de 1957 por escribir y publicar en agosto de ese año, "La nueva clase", libro que The New York Times calificó como “el análisis más perspicaz del comunismo moderno”, que “desenmascara la esencia de la tiranía y el fraude comunista”; y que Life, en un artículo del analista en cuestiones soviéticas Edward Crankshow, llamó “el más demoledor documento anticomunista que jamás se haya escrito”, pues, en denuncias de latitud y hondura extrema, en su libro decía Djilas: “En el sistema comunista la inseguridad es el ambiente en que vive el individuo. El Estado le da la oportunidad de que se gane la vida, pero con la condición de que se someta”. Y… ¡¿Cuánto han sufrido los cubanos ese oprobio desde 1959 cuando inició la dictadura castrista hasta el día de hoy?!

Personalmente me pregunto cómo si despreciando el totalitarismo soviéticodesde su raíz hasta sus frondas, artistas, intelectuales, periodistas, desde Herbert Matthew y Ernest Hemingway hasta una ristra de premios Nobel, y llegando hasta pensadores y políticos de nuestros días, simpatizaron, simpatizan y hasta son conniventes con la dictadura castrocomunista, sabiendo, como supieron y saben todos, que aplauden actos de forajidos.

No como en afirmaciones publicadas en 1957, sino como si ahora mismo, transcurridos ya 22 años del siglo XXI estuviera retratando a todos los comisarios del Partido Comunista de Cuba, a sus generales, testaferros y correveidiles, en La nueva clase, con pleno conocimiento de lo que escribió por haberlo vivido, Milovan Djilas dice: “Cuando triunfa el comunismo produce una nueva clase de amos y explotadores formada por aquellos que gozan de privilegios especiales y preferencias económicas en el monopolio administrativo”; y añade el autor un hecho concreto, sobre el mayor de los males de la dictadura comunista, que tiene en sus manos “el monopolio de la propiedad, la ideología, y el gobierno”, privilegios que sufrimos los cubanos todos los días, pero así y todo, los comunistas disfrutan un mayorazgo mucho mayor: “El monopolio que establece la nueva clase en nombre de los trabajadores sobre el resto de la sociedad es, ante todo, un monopolio sobre la misma clase trabajadora”.

El monopolio del Partido Comunista lo sufrimos los cubanos desde que nacemos hasta que morimos; lo vemos todos los días cuando los burócratas establecen precios para las mercancías producidas por los campesinos, cuando disfrazan a los médicos de “cooperantes” internacionales, y, sobre todo, lo vemos cuando los padres no pueden escoger qué educación dar a sus hijos, porque, todavía sin discernimiento, en las escuelas los niños son obligados a decir que serán “pioneros por el comunismo”.

“Ningún otro sistema ha provocado nunca tan profundo ni tan general descontento… es un descontento total, en el cual se esfuman gradualmente todas las diferencias de opinión política: sólo subsisten la desesperación y el odio. El espontáneo disgusto de millones de gentes con los detalles de la vida cotidiana es una forma de resistencia que el comunismo no ha sido capaz de sofocar”, escribió Milovan Djilas en 1957. Esto es, ni más ni menos, lo que ahora mismo estamos viviendo los cubanos.

Share:

jueves, 9 de marzo de 2023

A Cuba ponle cadalso.

Por Javier Prada.


Parece que ya falta poco para que se haga realidad la broma de que la última persona en la Isla se encargará de apagar El Morro. Tal vez ni tenga que molestarse, pues con los cuatro apagones masivos que se han reportado en Cuba en solo 10 días, lo más probable es que el colapso definitivo del sistema eléctrico nacional le ahorre el trabajo. Incendios en cañaverales, errores humanos y fallas en las líneas de alta tensión son las justificaciones que ha empleado el gobierno de Miguel Díaz-Canel para enmascarar, sin éxito, el desastre acumulado durante más de seis décadas de ineficiencia.

Diciembre ya pasó, y con él la promesa de Díaz-Canel de reducir los apagones a cero. Promesa que no fue cumplida, pero al menos generó algún alivio, sobre todo para las provincias centrales y orientales que dejaron de sufrir cortes diarios de 12 horas o más. Toda la gratitud del castrismo para Erdogan, la Karadeniz Holding Company, Argelia y Rusia. No hubiera sido posible sin ellos.

Sin embargo, “la felicidad en casa del pobre dura poco”. Los apagones han regresado junto a fallas severas en el sistema energético nacional, aunque las termoeléctricas turcas siguen en el mismo lugar. La “ayuda desinteresada de países hermanos” no ha sido suficiente, y solo los tontos creyeron que podría serlo.

Cuba avanza, a oscuras y en llamas, porque en medio de la sequía los incendios forestales no dan tregua. El de Pinares de Mayarí devoró miles de hectáreas de bosques, dañando la flora y fauna de áreas protegidas. Ahora, en la Ciénaga de Zapata, otro gran incendio amenaza con arrasar una de las regiones más pobres y de mayor biodiversidad en Cuba.

Las pocas actividades económicas que aún subsisten no alivian en nada la crisis. Los emprendedores tratan de impulsar sus negocios en medio de la política de enchufe y guataconería que solo beneficia a los testaferros del castrismo; la delincuencia anda sin frenos; la gente se muere en los hospitales y la represión política se traga los escasos recursos de que dispone el país.

El turismo no se recupera. Solo un gobierno estúpido puede creer que es posible prescindir de 300 000 ciudadanos como si nada. Los estándares de calidad en los hoteles siguen en picada, salvo para quienes se conforman con cualquier cosa, y es vergonzoso ver a los turistas caminar entre derrumbes y basureros, fotografiando nuestra miseria, la inmundicia tan grande en que vivimos. ¿Qué pensará esa gente de nosotros al vernos tan tranquilos en las colas, en los contenes, habituados a una existencia que roza lo descartable, y a la peste insufrible de esta Habana invadida por la pobreza extrema?

Con este panorama de fondo, el Partido Comunista organiza elecciones, recauda millones de euros con la venta de habanos, estrecha “lazos estratégicos” con Rusia bajo las narices de Estados Unidos, y gasta el dinero del pueblo para que Raúl Castro y otras rémoras viajen a Venezuela a rendirle tributo a un cadáver.

Díaz-Canel y Lis Cuesta fuman puros y patrocinan eventos gastronómicos en la Isla del hambre. ETECSA, que ya no tiene de donde raspar, ofrece recargas promocionales sospechosamente atractivas, cuando la conexión a internet está peor que nunca.

A pocos días de las elecciones a diputados, la cúpula se esfuerza por mantener La Habana alumbrada para no espantar al poco turismo que está llegando, aunque solo sea para reconocer que les vendieron caro un destino vacacional mediocre, por no decir horrible. Mientras, todos los ministros están en función de prostituir al verde caimán a cambio de lo que aparezca, pues ellos necesitan de todo para evitar otro estallido social; no porque no sean capaces de sofocarlo como hicieron el 11 de julio de 2021, sino porque tendrían que volver a darle palo y balazos a la gente ante una comunidad internacional que está agotando la dosis permisible de cinismo e hipocresía para justificar su respaldo a la dictadura.

No estamos hablando de meretricio sutil. Se trata de puterío impúdico, de todo lo que tengo es tuyo: el petróleo sulfuroso, el níquel, los campos de caña, las playas, los cotos de caza, los médicos.

El paraíso sexual, el de “las jineteras más cultas del mundo” ―según palabras del propio Fidel Castro, un machista hasta la tumba que, claro, obvió a los pingueros―, ha sido despojado de su belleza, su sensualidad y su alegría. La mala alimentación y peor higiene han pasado factura a los trabajadores sexuales de uno y otro género. El comercio carnal está tan jodido como cualquier otro; así que un incentivo menos para los eurocamajanes, salvo esos muertos de hambre que traen cuatro centavos porque saben que les vendrían muy bien a una cubanita pobre y cargada de hijos. Asco de régimen. Asco de país.

El primer ministro, Manuel Marrero, no deja de recalcar que el despegue de la economía cubana depende de la inversión extranjera; pero los extranjeros no quieren poner su capital a disposición de un régimen hundido en impagos, y que además aspira a instaurar un capitalismo a la rusa, y a cuenta de los incautos. Los inversionistas saben que su dinero costeará un experimento que puede no resultar; así que es arriesgado, como todo lo que se hace bajo un gobierno que restringe al máximo las libertades políticas y económicas.

La ética médica ha desaparecido. Hoy los galenos deciden quién vive y quién muere en los hospitales debido a la escasez de medicinas, sacrificando a los viejos para que pacientes más jóvenes tengan una oportunidad, como si estuviéramos en tiempos de guerra.

Así marcha este país que lo único que necesita es un patíbulo donde poner la cabeza para que el verdugo aseste el golpe final. A Cuba ponle cadalso, que su pueblo parece muy conforme con la idea de morir.

Share:

¿Volverán los “camellos” a La Habana?

Por Víctor Manuel Domínguez.


Nadie se dio cuenta en el minuto exacto en que las caras se volvieron alegres: un camión con un arrastre para montar personas llegó a la parada de ómnibus; pero luego de la alegría los que esperaban la guagua, que no pasó, se convirtieron en fieras crueles abordando el armatoste. Le pisaron el pie a la viejita, le metieron el codo en el esternón al joven universitario y el “masajista” se le pegó a la mujer madura.

Los policías de los estudios Keystone no pudieran haber hecho mucho en esa situación propia de los muchachos de Jack Sparrow. En medio de la crisis del transporte público, los “camellos” están volviendo a La Habana.

Nadie sabe de dónde nació el nombre, pero quedó para designar a todo transporte articulado arrastrado por un camión. El difunto humorista Carlos Ruiz de la Tejera decía que habría sido mejor que a los camellos les llamaran “mamellos” porque los nombres de todas las rutas comenzaban con la letra M (M1, M2, M3, etc.) Pero la simpática idea no cuajó en la vox populi y les siguieron llamando “camello”.

Al M-1 (Alamar-Vedado) lo llamaron, por su color, “la pantera rosa”.

Con la vuelta de los camellos, regresan los recuerdos de los años noventa: los repellos y toqueteos que calificarían como violencia de género, los carteristas, las puñaladas traperas, las broncas de cualquier  dimensión, la música escandalosa a todo volumen, las groserías y vulgaridades, los olores inenarrables en aquellos años en que faltaban el jabón y el desodorante.

Los camellos viajaban por un desierto moral. Subías como el doctor Jekyll y, al poner el pie en el estribo,  te convertías en míster Hyde. Todas las bajas pasiones encontraban espacio en ese moderno Paricutín. Y el olor era como si las negras aguas del río Quibú circularan por sus 35 metros de largo y salieran desbordadas por puertas y ventanas.

Se decía que los menores de edad no debían abordarlos, pues en su interior, como en las películas 3X, había sexo, violencia y lenguaje de adultos. Las puertas de los camellos, al cerrarse, sonaban “rastrapatrapallaaa”, como una glosa del final de los tiempos.

En esos años duros, para transportarte o usabas bicicleta o usabas el “camello”. Uno era el transporte privado, el otro el público.

¿Por qué regresan los “camellos” a la capital luego de estar extinguidos durante más de 20 años?

No hay que ser un sabio como Chencho Amargura, gran filósofo de la universidad de la calle, para saber que cada vez hay menos autobuses, que el gobierno no tiene dinero para comprar guaguas y que tampoco da oportunidad a los emprendedores para que inviertan en el transporte.

La crisis se veía venir. El primer aldabonazo lo dio el presidente designado, Miguel Díaz-Canel, cuando en el verano de 2019 habló de “un problema coyuntural” y achacó la crisis del transporte a “la falta de combustible producto del bloqueo”. Pero todos sabían que el mal era más profundo.

Luego, el coronavirus paralizó la capital durante más de dos años y no se notó la hondura del pozo. Pero cuando comenzó a normalizarse la vida citadina, la situación se volvió caótica.

A vuelo de pájaro se nota la reaparición de los “amarillos”, esos inspectores de transporte que, ubicados en las paradas o los nudos viales, detenían a los carros estatales para la recogida de pasajeros.

Hay un relajamiento de la licencia de operaciones de los taxis particulares y en el uso de los ómnibus de Transmetro. Pero no es suficiente. Como Putin necesita el arma total para poder ganar su guerra contra Ucrania, el gobierno castrista hoy necesita el transporte total. Y ese es el “camello”.

Diseñados de manera rústica a inicios de la década de 90, fueron construidos para llevar hasta 185 personas, pero en situaciones críticas cargaron 350 pasajeros o más.

Ahora, nuevamente se precisa de los camellos. Según informaciones que se filtran por aquí, por allá o acullá, hoy están parados, por falta de piezas de repuesto, las tres cuartas partes de los autobuses que había en el año 2016. Y eso que llegaron unas guaguas japonesas, pero se rompieron enseguida por el maltrato de los choferes, la falta de gomas, el mal estado de las vías y hasta un derrumbe que cayó sobre una de ellas en La Habana Vieja.

“Hay ómnibus parados por falta de gomas y de piezas de repuesto, por chapistería, por problemas en los motores”, me dice una de las secretarias de la Dirección Provincial de Transporte bajo condición de anonimato.

Volverán los oscuros “camellos”, parece decirme desde la distancia el poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Y el viento le da la razón: Sí, parece que volverán.

Los “camellos” trotarán por La Habana, entre baches y aguas negras. Según asegura el gobernante designado: a los imperialistas eso les duele.

Share:

sábado, 4 de marzo de 2023

Comunista española Ana Hurtado anuncia que se irá varios meses a Cuba.

Tomado de cubanet.org

La comunista española Ana Hurtado, vocera del régimen cubano en la península ibérica, anunció que se iría a vivir varios meses a Cuba para realizar “un proyecto documental”.

En una publicación colgada el pasado miércoles en redes sociales, Hurtado aseguró que viajaría a la isla y que en esta ocasión no sería “como otras veces”.

“La semana que viene llego a Cuba. Y esta vez no va a ser como otras veces que he estado unas semanas. Me voy a quedar meses.  Voy a comenzar un proyecto documental, con mi gente, con el pueblo. Que infarte la gusanera”, escribió Hurtado en Twitter.

La joven española se ha convertido en una de las pocas voces independientes que apoyan abiertamente al régimen cubano en el exterior. Desconocida hasta hace no mucho, su nombre comenzó a “sonar” en redes sociales tras calificar las protestas del 11 y 12 de julio de 2021 como “acciones desestabilizadoras” y responsabilizar por las mismas al gobierno de Estados Unidos.

A partir de entonces, los medios cubanos, que habían ignorado su existencia, la comenzaron a presentar como cineasta y periodista, ello, a pesar de que su obra se reduce a un documental del cual escasean las referencias.

Desde que llegara a la escena mediática en Cuba como un artefacto de la propaganda oficial, Ana Hurtado se ha vuelto célebre por sus polémicas e irrespetuosas declaraciones sobre la realidad de la isla.

Su irreverencia e irrespeto hacia los cubanos alcanzó su punto álgido cuando  intentó descalificar al fallecido trovador Pablo Milanés llamándolo “gusano” y “contrarrevolucionario”, mientras el músico se encontraba convaleciente en un hospital de Madrid, en el que finalmente murió.

Su fanatismo por Fidel Castro y la Revolución cubana la llevó a tatuarse en una de sus muñecas la bandera del Movimiento 26 de julio.

Share:

El Festival Internacional de Cine de La Habana ya tiene sucursal en el de Miami.

Por Zoé Valdés.

Películas producidas por el instituto castrista del cine han sido aceptadas por el Festival de Cine de Miami, incluida una producción de Fernando Pérez, histórico de la plantilla de cineastas del ICAIC, medio crítico con el sistema, hasta donde el sistema se lo autoriza, aunque siempre revolucionario; así como Pavel Giroud, sobrino de Iván Giroud, director del Festival de Cine de La Habana, con su documental bastante manipulado acerca del Caso Padilla (al final la culpa siempre la tiene Miami, como es natural para ellos), y el Patria y Vida, que no es, como dice el cintillo de presentación: el ‘poder de la música’, sino más bien el poder de multiplicar presos políticos en la isla y de enriquecer a los reguetoneros que han engrosado sus tarjetas de crédito, como es el caso de Yotuel Romero, quien hasta el 2017 estuvo dando conciertos en París en las fiestas comunistas de L’Humanité.

De las películas de Cuba no tengo ni que leer el resumen, ni ver la banda de anuncio: el mismo llantén de siempre desde hace décadas.

Sigan comiendo de lo que pica el pollo, que no sólo les han penetrado el exilio, además les están robando las únicas plazas que el exilio se merece porque las ha fundado con gran esfuerzo.

Entre tanto, durante años, varios documentales producidos en el exilio han sido rechazados en ese festival que supuestamente era para los exiliados.

Lilo Vilaplana vuelve a participar, ahora con ‘Plantadas’, pese al maltrato que recibió con ‘Plantados’ en una edición anterior del festival, contado por él mismo.

Ay, Zoé, tú siempre ‘atravesá’. Sí, con la verdad. Allá ellos que son blancos.

Share: