Por Jorge Hernández Fonseca.
Introducción.La sociedad humana del Siglo XXI encuentra a Estados Unidos como siendo el país más desarrollado económica, civil y militarmente, seguido de un grupo de países desarrollados en varios continentes, otros en vías de desarrollo y un grupo grande de países menos desarrollados a lo largo y ancho del Mundo.
A pesar de esa diversidad, hay una especie de consenso respecto a tener, en el área política, gobiernos democráticos, aunque no exista unanimidad en cuanto a detalles constitutivos de las estructuras gubernamentales, las que conforman un variopinto catálogo de formaciones, como repúblicas presidencialistas, republicas parlamentarias, monarquías parlamentarias, entre otras, algunas poco democráticas.
No obstante esto, todas estas estructuras políticas en los diversos países se encuentran envueltas en una lucha ideológica en varios planos, políticos, económicos, éticos e incluso religiosos.
Estados Unidos específicamente, con una historia y un aprecio grande a la herencia que dejaron para la posteridad sus padres fundadores, no está exenta de esa lucha ideológica, que si bien no cuestiona hasta ahora los principios democráticos, si trata de cambiar aspectos culturales, subjetivos y filosóficos de la nacionalidad norteamericana, cuestionados bajo la denominación de cultura Woke.
Este es un término usado en el mundo afro-norteamericano, pero que también tiene significado asociado al verbo del inglés Wake (despertar) que ha adquirido una connotación de despertar en los aspectos políticos, raciales e identitarios y de causas socialmente liberales como el feminismo, el activismo LGBT, entre otros.
Esta cultura Woke comenzó a tomar formas especificas en Mayo del 2020 durante los acontecimientos violentos que se sucedieron como reacción a la muerte violenta a manos de la policía del ciudadano afro-americano George Floyd. Estas reacciones violentas, con participación mayoritaria de ciudadanos afro-norteamericanos se sucedieron con una consigna hasta hoy recordada, “Black Lives Matter” y con ella nacía la cultura Woke.
Esta cultura Woke adopta la ideología socialista en la política y la economía, ambas hijas del marxismo, como sustrato filosófico socialista norteamericano, que trata de cambiar integralmente el enfoque moral y ético no solamente de los Estados Unidos, sino también en toda la sociedad del Sigo XXI, sobre todo en los países del llamado Mundo Occidental, que tienen una vida intelectual asentada en siglos de desarrollo de la cultura originada en la filosofía griega y en los aportes romanos, dos sociedades históricas que conformaron las bases de la actual civilización occidental, de la cual Estados Unidos es el representante más aventajado.
El actual Siglo XXI es también heredero de la lucha política previa, desarrollada a lo largo del Siglo XX, cuando el marxismo tuvo su máxima influencia política en no pocos países de varias culturas y credos, en los que se implantó un tipo de socialismo que perseguía el ideal comunista como finalidad y objetivo del desarrollo económico-social.
Entrando en el Siglo XXI, las sucesivas derrotas política y económicas del marxismo, materializadas en el fracaso de la Unión Soviética -el principal país marxista- y en la renuncia al socialismo en la economía de la China comunista, como segundo país en importancia de haber abrazado el marxismo, ha llevado, de la lucha violenta para tomar el poder político, a una lucha ideológica en el terreno de la cultura. El marxismo, derrotado en los terrenos políticos y económicos, presenta batalla ahora en el terreno de la ideología y la cultura.
Las ideas y análisis que se presentan en este compendio, son un producto de los rumbos que la lucha ideológica en marcha dentro de la sociedad norteamericana, asociado a los intentos del marxismo cultural de prevalecer en la sociedad estadounidense actual. De manera significativa, la creciente polarización del espectro ideológico del país fue abrazado por el bipartidismo existente, de manera que en la actualidad la lucha ideológica llegó al campo político partidario.
La elección que tendrá lugar a fines de 2024 en Estados Unidos, representa mucho más que una lucha partidista interna en el campo político, es una lucha en el campo ideológico, en la cual, el marxismo cultural, representando en los Estados Unidos por la cultura Woke, lleva como candidata una de las más destacadas luchadoras durante la revuelta escenificada en 2020, Kamala Harris, como reacción al asesinato del afro-norteamericano George Floyd, y representa un episodio crucial en el contexto mundial, porque muy recientemente la izquierda francesa, en condiciones de elección, cerró filas para no permitir al conservadurismo ganar las elecciones en ese país europeo.
Algo similar debe acontecer en esta elección en los Estados Unidos, cerrando filas los conservadores respecto a la ideas socializantes de la ideología Woke, porque una victoria de esa cultura asociada a prejuicios raciales y sociales, llegando a la presidencia de Estados Unidos, sería una derrota para los que luchan en el mundo contra los remanentes del marxismo cultural que atacan el triunfante Mundo Occidental, su éxito y su extraordinario desarrollo económico y social.
Los Estados Unidos de América.
No es casual que el Siglo XXI encuentre a los Estados Unidos como país líder mundial por su extraordinario desarrollo político-democrático, por su formidable desarrollo económico e industrial y por su inigualable capacidad de reinventarse de cara a las revoluciones tecnológicas que se suceden cada vez con mayor celeridad y que tienen el seno de su territorio como base principal y fuente de desarrollo.
El actual éxito norteamericano está compuesto por multitud de factores que se han conjugado para llevarlo al sitial en el que actualmente se encuentra. Fueron los Estados Unidos quienes hicieron mundialmente la primera revolución democrática, cuyos principales objetivos se cifraban en la búsqueda de mejores oportunidades y en la elevación del nivel de vida y bienestar para cada uno de sus ciudadanos, como forma de beneficio colectivo.
Dígase en voz alta y clara que la Revolución Americana fue anterior a la Revolución Francesa, constituyéndose en un país que desde 1787 posee la misma Constitución política y una filosofía asociada a las iniciativas individuales sin imposiciones colectivas al emprendimiento personal y al duro trabajo de cada miembro, unido al atesoramiento de valores morales y tradiciones familiares como fuentes de riqueza, todo esto aglutinado por una ética cristiana, que no admite intermediario entre el individuo responsable por sus actos y un Dios en el que siempre ha confiado.
Estados Unidos puede considerarse como el país en el que los valores individuales siempre han estado por encima del colectivismo, lo cual ha sido una de sus bases fundamentales y probable motivo del éxito social, económico y político de su sociedad. Lejos de las metrópolis europeas, elitistas y discriminatorias, enfrentando un vasto y hostil territorio, el norteamericano, que fundó su país le hizo frente a un reto dramático que fue enfrentado de forma individual, portando los valores tomados de su religión cristiana y prontos para la realización de un trabajo fuerte y dedicado.
Jerarquización de los valores individuales, ética protestante, frugalidad personal, trabajo duro como base de las riquezas y respeto a las leyes e Instituciones, son estas las bases fundacionales del extraordinario éxito de los Estados Unidos de Norteamérica, muy alejada de tendencias estatizantes o de subordinación del individuo al colectivo y mucho menos a un estado, a un gobierno, a un partido, incluso a un individuo.
En un Mundo donde se jerarquizan valores socializantes, EUA está actualmente llevando adelante un debate muy polarizado en el que se combaten los valores de la ética cristiana que justamente llevaron a Norteamérica al sitial de liderazgo en que se encuentra. En adelante se hará una revisión histórica universal, como soporte a los fundamentos que dieron a los Estados Unidos de América la preminencia que tiene hoy, comenzando con la principal acusación que los anti-norteamericanos le hacen a Norteamérica, acusándola de ser “imperialista”.
Estados Unidos de América como el “imperio”.
Mucho se ha hablado del papel “imperialista” de los Estados Unidos, calificativo éste recalcado y acuñado sobre todo durante la guerra fría por sus adversarios, los comunistas soviéticos, que contradictoriamente habían sometido políticamente -y bajo su dominio territorial- a una veintena de naciones europeas y asiáticas establecidas antes como países independientes, doblegadas social, cultural y militarmente, estableciendo inequívocamente un verdadero imperio territorial, ideológico y militar en la parte oriental de Europa, la Unión Soviética.
Lo dicho anteriormente no implica sin embargo que los Estados Unidos no jugaran durante todo el Siglo XX el papel de ser la principal potencia económica y militar y por tanto, ser el país más influyente del Globo. Sin embargo, lo anteriormente expresado sí implica que la denominación “imperialista” acuñada contra Estados Unidos era, además de tendenciosa, también propagandística, por provenir de parte de otra potencia nominal e históricamente imperial, aspirante a ser absolutamente hegemónica –la desaparecida Unión Soviética, creada artificialmente por Rusia- que por suerte para todos -incluso para los autodenominados “socialistas”- perdió la guerra fría que pulseó contra un Occidente compuesto por decenas de países y sociedades libres, lideradas precisamente por los Estados Unidos, el Mundo Occidental.
Durante la segunda mitad del Siglo XX la lucha política internacional puede considerarse como una disputa entre dos potencias consolidadas militarmente después de la Segunda Guerra Mundial, la cual escenificaron ya establecidas políticamente. Sin embargo, por circunstancias complejas, habían combatido antes como aliados contra una Alemania expansionista.
Este expansionismo alemán fue acicate -adicional al carácter expansionista de la ideología marxista, denominado eufemísticamente “internacionalismo”- para similar procedimiento por parte de Rusia, que no dudó, utilizando los partidos aliados socialistas en los países de la Europa Oriental “liberados” de la ocupación alemana, someterlos políticamente. A esta actuación rusa no escapó una buena parte de la propia Alemania, donde artificializaron una Nación títere de mentira, sometida a sus designios, la “República Democrática Alemana”, comunista.
Contrariamente a este procedimiento ruso, Estados Unidos no se inmiscuyó directamente en las políticas internas de los países que sus ejércitos liberaron durante la Segunda Guerra Mundial. En estas Naciones se consolidaron partidos democráticos de todo tipo –incluyendo partidos “socialistas” simpatizantes de Moscú- eligiendo democráticamente sus respectivos gobiernos.
Como que en paralelo al reparto político del Mundo por parte de las potencias triunfantes de la Guerra, se configuró una verdadera lucha ideológica, fue necesario estructurar organizaciones militares y políticas que representaran la nueva forma de relacionamiento en la post guerra. Políticamente, Rusia tenía sometidas a numerosas Naciones de la Europa Oriental con las que configuró un pacto militar, “El Pacto de Varsovia”; mientas que las Naciones de la Europa Occidental crearon con EUA la “Organización del Atlántico Norte”, OTAN.
La disputa ideológica se concentró inicialmente en el Berlín dividido en cuatro zonas inmediatamente después de la derrota alemana. Muy rápidamente las zonas ocupadas por los ejércitos aliados de los Estados Unidos fueron entregadas a las nuevas autoridades regionales alemanas, en cuyas áreas se efectuaron elecciones libres y democráticas, al igual que en el resto de la nueva Nación Alemana, que nació sin mayores imposiciones de tipo político, aunque desde luego, tenía fuertes limitaciones de tipo militar e ideológica, sobre todo en la primera etapa de la postguerra.
La guerra fría posteriormente saltó al hemisferio occidental con el triunfo comunista en la Cuba de Fidel Castro, que como aliado de la Rusia soviética trajo la guerra “caliente” a las puertas norteamericanas. Esta etapa de la versión de la guerra fría afectó profundamente a todo el Sub-Continente latinoamericano, donde la guerra no fue realmente tan fría. Fidel Castro impuso a la América Latina una guerra de guerrillas en sus ciudades y campos, al intentar ocupar militarmente las Naciones de Centro y Sudamérica.
La región respondió con una defensa mediante sucesivos golpes militares en la casi totalidad de los países de “Nuestra América”. Así, la lucha de la subversión comunista en el Sub Continente Sudamericano se escenificó entre militares golpistas y guerrilleros comunistas, cometiéndose todo tipo de excesos de ambas partes.
Estados Unidos por su parte reaccionó apoyando las dictaduras militares como una acción defensiva a la intromisión ruso-cubana en el Hemisferio Occidental, suministrando apoyo político, logístico y militar en todo Centro y Sudamérica contra la invasión comunista en marcha. Resultado de esta etapa, donde el castro-comunismo le impuso a toda Latinoamérica una guerra que le era ajena (producto del choque ruso-norteamericano).
Han quedado profundas heridas como consecuencia de este enfrentamiento en toda la región, analizada tendenciosamente por la izquierda local, no como una guerra de conquista impuesta desde Cuba, sino analizada bajo el filtro tendencioso del apoyo norteamericano a los gobiernos militares del Sub Continente en su lucha contra “sus pueblos” (en realidad eran grupúsculos comunistas organizados, entrenados y financiados desde Cuba) con sus perniciosas consecuencias.
La reacción militar de Latinoamérica –con el apoyo norteamericano- impidió la ocupación castrista de la región, teniendo los comunistas que modificar sus métodos de conquista porque militarmente fueron derrotados. Mientras la guerra “caliente” de agresión comunista de Centro y Sudamérica era derrotada no muy ortodoxamente en el Hemisferio Occidental, la guerra fría en Europa transcurría en el terreno político, sobre todo dentro de la propia Unión Soviética y de sus satélites europeos.
Allí, las contradicciones propias del imperio ruso se hicieron presentes en la Polonia heroica, la Hungría rebelde, la Checoslovaquia contestataria, culminando con la caída estrepitosa del Muro de Berlín y la implosión económica de la Unión Soviética, provocando el desmembramiento de todos sus satélites, que se convirtieron finalmente de nuevo en Naciones libres.
En paralelo, la veintena de Naciones Euroasiáticas que fueron obligadas por Rusia a conformar la desaparecida Unión Soviética obtuvieron su libertad como países independientes, desmantelando finalmente al “imperio del mal”, tal y como fue llamado por el presidente norteamericano Ronald Reagan en la década de 1980.
No obstante lo anterior, el enfrentamiento entre ambas potencias reafirmó el sentimiento –acrecentado por su victoria en la guerra fría (caliente en Latinoamérica)- de que Estados Unidos, para la izquierda mundial, era “el imperio” a derrotar.
Estados Unidos, la cultura Woke y el Marxismo Cultural.
Hay en estos momentos, de mediados de la década de los 2020, una confrontación política entre los dos partidos principales de los Estados Unidos. Este diferendo se origina por hecho de que el anterior candidato del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Joe Biden, elegido mayoritariamente -y sin contrincantes- en las elecciones primerias de ese partido, tuviera que ser depuesto a pocas semanas de esas elecciones, ha provocado que el Partido Demócrata haya nombrado a dedo a Kamala Harris.
La señora Harris no había participado de esas primarias y nunca ha ejercido mandato ni de alcalde y mucho menos de gobernadora, ha sido agraciada con la candidatura presidencial (a dedo, repetimos) y a pesar de haber cumplido con su oficialización en la Convención Demócrata, sólo fue designada candidata por formar parte de un grupo izquierdista enquistado en el Partido Demócrata y que profesa la cultura Woke, socializante, feminista, simpatizante de las teorías de género, de la Teoría Critica de la Raza, entre otras manifestaciones del marxismo cultural que se promueve en Estados Unidos, candidata del Partido Demócrata a la Casa Blanca de manera irresponsable, por carecer totalmente de experiencia en cargos similares.
La señora Harris tiene todo el derecho, garantizado en Estados Unidos, para aspirar a cualquier cargo electivo, pero siempre que cumpla con todos los diversos requisitos que un aspirante al máximo cargo electivo tiene el deber de cumplir, como haberse inscrito como candidata a la presidencia en su partido y haber participado en las elecciones primarias de cada Estado, obteniendo la mayoría de los votos de sus militantes entre todos los estados de la Nación, cosa que no sucedió.
Por el contrario, fue designada a dedo por una parte de la dirección del partido, para sustituir a quien había sido elegido oficialmente en votación, depuesto por razones de poca competitividad para derrotar el candidato adversario.
No objetamos que en la Convención Demócrata haya sido aprobada su anterior designación a dedo, sino las razones de la misma. La señora Harris era fiscal en los momentos que se sucedieron las revueltas por el asesinato de Floyd, en las cuales hubo que encarcelar cientos de revoltosos, que la señora Harris ayudo a su liberación.
No obstante lo anterior, reconocemos el derecho que tiene a proceder como lo hizo durante las revueltas, pero eso demuestra su militancia con la cultura Woke decurrente de aquellos hechos, que de alguna manera ayudó a solidificar con su proceder.
Sin embargo, una persona sin experiencia de mando en cargos similares, anti sistema, que cultiva la cultura Woke, como ha declarado en entrevista publica, es muy peligroso que llegue a ser candidata a la presidencia sin haber pasado por elecciones primarias, por el simple hecho de haber sido designada por dirigentes de su partido que profesan su misma ideología socializante.
El querer imponer en Estados Unidos una ideología decurrente del marxismo cultural, que pretende borrar toda la cultura occidental que dio bases a nuestros padres fundadores, borrando a Dios de la vida social, incentivando a las minorías (a las que se les respeta hasta hoy sus derechos) pero incentivándolas a erigirse anti-sistema, es algo que solo se puede analizar como una aventura o un salto al vacío.
Estados Unidos es el país más desarrollado en el Mundo, social, económica y militarmente, quieren cambiar su ideología sin saber exactamente lo que va a suceder con su futuro. Una cultura Woke que recurre de la revancha que pretende hacer el marxismo socialista derrotado, basado en prejuicios raciales decurrente de resentimientos y prejuicios raciales, con base o no, para debilitar al principal país capitalista, que derrotó en toda la línea al marxismo en la política y en la economía, no se puede imaginar una persona que piense de esa manera presidiendo este país, líder mundial y cabeza del Mundo Occidental.
Para solidificar la posición aquí expuesta, de que Estados Unidos no debe cambiar su ideología actual, de base cristiana y humana (democracia política, libertad individual, igualdad ante la ley y fraternidad), en cuyos valores se inspiraron nuestros padres fundadores y sustituirla por una ideología socialistoide, hija de un resentimiento por la derrota del marxismo en la economía y la política. Hagamos un poco de historia, que es la base sobre la cual se asientan los Estados Unidos actuales, porque cada país es hijo de su historia y no de una imposición artificial marxista resentida, denotadamente fracasada en el Mundo real.
Antecedentes de la Cultura Woke.
Carlos Marx escribió sus ideas económicas y sociales a mediados del Siglo XIX. A inicios del Siglo XX Vladimir Lenin, siguiendo las ideas de Marx, materializó las mismas en la llamada Revolución Rusa, haciendo también aportes teóricos al marxismo, como que la implantación de una sociedad socialista debía ser hecha usando la violencia revolucionaria y que la misma debería implantar una dictadura del proletariado, para proteger la nueva sociedad.
Sin embargo, después de Rusia ningún otro país consiguió materializar semejante sociedad en muchos años, razón por la cual, el comunista italiano Antonio Gramsci escribió, sugiriendo actualizar los postulados de Marx y de Lenin, proponiendo un método no violento de llegar al poder político, consistente en criticar y socavar la cultura occidental y sus principios, su moral, para conseguir ablandar las bases de tales sociedades, con vistas a llegar más fácilmente y sin violencia al poder político e implantar las ideas socialistas y económicas de Marx.
Con esta base, un grupo de intelectuales europeos encabezados por Max Horkheimer, el primer director del Instituto de investigaciones sobre la cultura, crearon la dinámica que formaria la llamada la Escuela de Frankfurt, siendo además el autor del tratado “Teoría Crítica vs Teoría tradicional”, que se constituyó en la base a los fundamentos del ataque a la cultura occidental. Otros como Heber Marcuse, Walter Benjamin, Erich Fromm, Theodor Adorno, entre otros, continuaron escribiendo sus teorías críticas sobre diversos temas contra los principios básicos de la cultura occidental y se dieron a la tarea de socavar sus bases en la primera mitad del Siglo XX.
Todos ellos agrupados en la llamada Escuela de Frankfurt, escribieron e hicieron tratados -sus “Teorías Críticas”- cuestionando principios hasta ese momento inamovibles, iniciando el proceso sugerido anteriormente por Gramsci. Producto del nacismo existente en Alemania de la época, ese grupo de intelectuales tuvo que trasladarse del país y vinieron a Estados Unidos, integréndose en la Universidad de Columbia, en la cual, profesores afroamericanos tuvieron contacto con esta filosofía excluyente, conformando las bases iniciales de lo que después seria la Teoría Crítica de la Raza, parcialmente base teorica de la cultura Woke.
Todo este esfuerzo ideológico de una parte de la población afroamericana se inscribe dentro de lo que posteriormente se ha denominado “Agenda Globalista”, impulsada por políticos y grandes empresarios, que defienden un programa general a ser implantado a nivel global, con temas como: El Calentamiento Global, también denominado Cambio Climático y que ataca a la industrialización capitalista. La Ideología de Género, que defiende las minorías gais e lesbianas. El Feminismo, aquel que lucha contra el género masculino. La defensa de la llamada Familia Extendida, que ataca la familia convencional de un hombre y una mujer con su prole. La Reducción de la Población, que defiende el aborto en cualquier tiempo del embarazo. La defensa de la Inmigración Ilegal, como un derecho inherente. El Fin de las Fronteras, como manifestación de la eliminación de la independencia nacional, para lograr el internacionalismo, entre otras.
En paralelo con todo esto, Estados Unidos, a pesar de su alto nivel de vida y desarrollo, vive un drama social asociado al racismo remanente de una sociedad donde la esclavitud había generado incluso una sangrienta guerra civil en el Siglo XIX, cuyas consecuencias llegaron al Siglo XX con relaciones sociales de segregación racial inaceptables en cualquier sociedad moderna.
Como sabemos, en la década del 1960 del siglo pasado, la sociedad norteamericana resolvió los principales temas legales que dieron a la población afro-americana sus derechos sociales y como es sabido, posteriormente, en el Siglo XXI fue electo (y después re-electo) presidente de Estados Unidos un afro-americano, mostrando el avance en la eliminación de esta segregación, pero esto no implicó que los resquemores se hubieran terminado por completo.
Las acciones violentas acontecidas cuando el asesinato de George Floyd, afroamericano asesinado por la policía, revivieron los peores tiempos de la segregación, catalizando un sentimiento anti sistema, que rápidamente encontró en los trabajos de los intelectuales de la Escuela de Frankfurt una fuente de inspiración ideal y se escribió entonces, a partir de estas protestas, una “Teoría Critica de la Raza”, complicando con el ingrediente racial, un problema que los marxistas de la Escuela de Frankfurt catalogaban como siendo de tipo social, ideal para tratar de implantar un socialismo probadamente fracasado en otros contextos, pero que en Estados Unidos se ha convertido también en un problema racial, con toda la fuerza y la complejidad que eso implica.
En estos momentos, una afro-americana, participante activa en aquellas protestas, simpatizante destacada de la ideología de izquierdas, Kamala Harris, es candidata nada menos que a la presidencia de los Estados Unidos. Por lo anterior, sería muy bueno que la senora Harris expusiera las bases históricas de sociedades que triunfaron con alguna aproximación a la cultura Woke que ella quiere imponer en los Estados Unidos, a no ser la depravación moral que llevó al Imperio Romano a su ruina, decadencia y finalmente extinción, como quieren hacer los marxistas culturales con los Estados Unidos.
De hecho, la agenda de la Cultura Woke, no solamente defiende temas asociados al racismo, aunque en Estados Unidos es uno de los temas principales, como también incluye muchos de los temas de la agenda globalista enumerados antes, algunos como más fuerzas que otros, pero todos esos temas están presentes en la cultura Woke que lidera el campo anti sistema norteamericano.
El marxismo en la política y en la economía.
El marxismo es una doctrina que envuelve no solamente economía y política, sino que también tiene un sustento filosófico con postulados históricos, en los cuales ha incluido un método falsamente científico, el llamado “materialismo histórico” (la filosofía tiene como base la lógica y la ciencia toma como base el mundo palpable, en el cual el marxismo económico y político ha fracasado).
Se trata de un relato de base equivocada, de cómo fue, como es y cómo será el futuro, en los aspectos económicos, políticos, sociales y morales, siendo estos últimos contrarios a los principios de nuestra exitosa civilización occidental.
Son el materialismo histórico y sus postulados filosóficos los que están actualmente avanzando en las sociedades occidentales, propulsados por trabajos originados en los escritos del comunista italiano Antonio Gramsci, continuados y difundidos en numerosos trabajos por la denominada Escuela de Frankfurt, postulando la necesidad de atacar a la cultura occidental, su religión y su ética, con la finalidad de eliminar ese “lastre” y poder influir en las mentes de sus miembros con vistas a aceptar el marxismo, casi como una especie de nueva religión sin Dios.
Básicamente el marxismo establece la necesidad de eliminar los sectores privados en la economía industrial, agraria y de servicios, y que toda fuera estatizada. En ninguno de los países que esto fue experimentado, fue exitoso. En países como Venezuela por ejemplo, que posee la mayor reserva conocida de petróleo, en la que solamente abrir un pozo y comenzar a tener ganancias, la estatización de la economía fue exitosa, como se demuestra con los problemas de pobreza y falta de todo tipo de alimentos y servicios existentes en Venezuela en la actualidad.
La sociedad occidental, sometida al ataque de sus principios éticos y morales para debilitarla, ha comprobado que los postulados marxistas en la economía y la política (objetivo verdadero del ataque a su moral) han fracasado estrepitosamente, sobre todo en los ejemplos de las sociedades comunistas, como la china, que renuncio al marxismo económico para adoptar el capitalismo. O la sociedad rusa, que eliminó del todo el marxismo en economía y en la política.
De manera que, si la cultura occidental fuera derrotada, como promueve la cultura Woke, estaríamos habilitados para implantar el socialismo en la sociedad norteamericana. Si el socialismo fracasó, porque vamos a luchar contra la cultura occidental actual, que fue la impulsora de los éxitos actuales de los Estados Unidos? La cultura Woke esta atacando la cultura del éxito norteamericano.
El líder principal de la implantación comunista en Rusia, Vladimir Lenin, había postulado la teoría política para la implantación de un régimen comunista en la sociedad, promoviendo lo que denomina “dictadura del proletariado”, que no es más que la implantación de una dictadura política, sustentando además que debería ser eterna, basado en el materialismo histórico que defiende al comunismo como de `un nivel superior al capitalismo`, de manera que, una vez alcanzado el anhelado comunismo, este debería defenderse como lo hizo Pol Pot en Cambodía.
La historia del mundo es la historia de países exitosos y su impronta civilizatoria.
La historia de las Naciones es el compendio de los más importantes sucesos, básicamente políticos, acontecidos en el devenir histórico. Desde el nacimiento de la civilización humana en los lejanos confines de la actual Mesopotamia, es factor común el hecho de que determinado grupo étnico, organizado socialmente como un país exitoso, ha ejercido el dominio sobre sus coetáneos.
El imperio sumerio dominó su época, inscribiendo con letras de oro sus conquistas civilizatorias, no exentas de sucesos y acontecimiento que hoy pudieran parecer “incivilizados”. Fue el inicio de una rica historia política, social, económica, tecnológica y religiosa -entre otras categorías- que pusieron siempre de manifiesto el predominio de un grupo social organizado como Nación sobre otros de similar época, en un desarrollo que consiguió configurar un tipo de superioridad de tal magnitud, que se manifestó históricamente en sucesivos períodos como imperios, los cuales nacían y desaparecían a lo largo del desarrollo histórico, cambiando profusamente su localización geográfica y étnica a lo largo y ancho de todo el planeta.
En la medida que el devenir secuencial proseguía, se desarrollaban aptitudes, religiones, en el aspecto subjetivo, hallazgos y descubrimientos en el aspecto material, que servían de base para el predominio imperial específico, pero siempre saltando de etnia en etnia y de territorio en territorio, en una señal caprichosa -pero real- de que las causas del predominio no son de tipo racial, étnico o de riqueza regional solamente, sino también asociados a complejos factores subjetivos -como la organización política, las leyes, la religión, la filosofía social, entre otros- junto a la presencia de riquezas naturales, acceso o salida al mar, agua potable, tierra fértil, clima y un largo y complejo conjunto de factores objetivos también presentes.
Imperios muy antiguos -como el egipcio en África del norte y el azteca en América, por ejemplo- han dejado inscrito su papel en la historia por las realizaciones materiales de su legado –las majestuosas y enigmáticamente similares pirámides- así como otros imperios han dejado trazos civilizatorios igualmente sofisticados y subjetivos, como lo es la filosofía nacida en el seminal imperio griego.
Es interesante constatar, tal y como se ha dicho antes, que el núcleo civilizatorio representado por los imperios de la antigüedad presentes en la historia humana ha ido cambiando de sitio geográfico, así como de etnia, conteniendo siempre un germen de expansión y de dominio territorial que ha crecido en el tiempo en paralelo con el crecimiento de los adelantos materiales de cada época, a pesar de las limitaciones del traslado a grandes distancias, que sólo ahora ha tenido una solución satisfactoria abarcando prácticamente casi cualquier distancia, incluso fuera del globo terráqueo.
Históricamente, la sociedad humana de los cuatro confines del mundo ha actuado siempre de forma similar, independientemente de que el imperio fuera sumerio, egipcio, árabe, inca, persa o chino, siempre ha pretendido expandirse y ejercer su dominio.
Sin embargo y a pesar de que el foco civilizatorio imperial ha pasado por la mayoría de las regiones del mundo -y ha sido encabezada por muy variadas etnias en el desarrollo histórico- hoy no se puede señalar con certeza ninguna superioridad étnica, racial ni regional, porque antiguos imperios que dominaron el mundo de su época, hoy son sociedades pobres, poco desarrolladas y de poca significación e importancia en el mundo actual.
Como sabemos, fue el imperio griego de Alejandro Magno el primer gran imperio de Occidente, cuna de la llamada “Civilización Occidental” (por encontrarse Grecia al occidente de anteriores e importantes imperios, como el persa, el chino, entre otros) y cuya riqueza principal fue su organización política y militar, así como la creación de uno de las más importantes y sofisticadas herramientas intelectuales del hombre: la filosofía, en cuyo cuerpo ya se incubaban desde entonces el arte, la ciencia y la tecnología, de forma incipiente, pilares del desarrollo material actual.
Al imperio griego le sucedió el no menos brillante imperio romano, que dominó toda Europa y el norte de África y legó a la civilización occidental una extraordinaria organización militar y política que dio nacimiento a otra herramienta intelectual, la jurisprudencia, en su sentido más amplio.
El imperio romano fue finalmente derrotado después de varios siglos, pero sus realizaciones materiales y organizativas fueron de tal magnitud, que sus enterradores no pudieron continuar su legado civilizatorio.
Como en una carrera de relevos, se expandió por el mundo conocido de la época el imperio árabe, que llevó como trofeo su religión, impuesta junto a su dominio y que llega hasta hoy -junto al cristianismo- como una prueba de sociedades que antiguamente brillaron como imperios con valores subjetivos, que para ejercer el dominio sobrepasaron el evidente y reconocido peso de las armas.
No se quiere hacer acá una historia detallada de la civilización humana, pero se sabe del posterior dominio de países como Portugal, España e Inglaterra a finales de la Edad Media, estableciendo imperios territoriales allende los mares, fuera y muy distante de sus fronteras. Así -y en épocas más próximas- la Francia de Napoleón, la Rusia de Lenin y recientemente la Alemania de Hitler, intentando imponer sus voluntades imperiales basado en el lenguaje doble de los cañones y la ideología.
En las circunstancias actuales -y específicamente en “Nuestra América”- la Cuba castrista encontró la manera de ejercer un dominio sobre numerosos países de Centro y Sudamérica, en una demostración palpable de las pretensiones hegemónicas (¿imperiales?) del autoproclamado “más rotundo anti-imperialista” de nuestro sub-continente latinoamericano, Fidel Castro.
En este camino se ha llegado al extremo de, siendo Cuba la metrópoli central de un virtual imperio izquierdista del “socialismo del Siglo XXI”, ser mantenida económicamente por uno de sus más importantes satélites (Venezuela), en una demostración fehaciente de que la supuesta “lucha anti-imperialista” castrista, es en realidad la lucha por conformar en Latinoamérica un verdadero imperio comunista con Cuba como metrópoli.
En su etapa de oro este imperio lo conforman países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, apostando muy fuertemente para imponerse al interior de países como Colombia (guerrillas FARC y ELN), Brasil (El partido de Lula da Silva), Argentina (Los Kirchner), El Salvador (Del Frente Farabundo Martí), Uruguay (Del Frente Amplio), Chile (Socialista de Allende) y Honduras (De Manuel Zelaya) en todos los cuales el castrismo trabajó incentivando la lucha contra el “imperialismo norteamericano”, pero realmente en favor de su no reconocido imperio, aquel estructurado alrededor del socialismo del Siglo XXI.
De manera que, si de algo está llena la historia es de imperios que nacen y mueren, de forma que muy bien pudiéramos considerar la historia política del mundo como la historia de sus imperios, vistos como sociedades hegemónicas, desde el dominio sumerio hasta el soviético y que la principal y triste enseñanza de este largo devenir histórico es que, el país que no domina, es indefectiblemente dominado.
El Imperio Griego y el Imperio Romano.
La constatación de que fue el imperio griego la cuna de la civilización occidental -de la cual todos nos sentimos orgullosos- es motivo suficiente para detenernos en el análisis de las interioridades de sus realizaciones. Cuando la propaganda comunista califica a Estados Unidos como “el” imperio, lo hace en el supuesto de que dicho calificativo implica cierto rechazo por la comunidad mundial, temerosa de sufrir las consecuencias de los excesos que tradicionalmente los imperios han mostrado a lo largo de la historia.
Sin embargo, ha sido realmente dentro de los imperios históricos que han nacido las mayores realizaciones del intelecto humano, como lo es la filosofía nacida en el imperio griego, creador sin dudas de la cultura humanística más profunda de cuantas han existido hasta el presente, con postulados que hasta nuestros días poseen total vigencia.
Las conquista militares de Alejandro El Magno, sobre las cuales nunca se escribirá lo suficiente -y que amplió su imperio desde Europa hasta las tierras de la lejana Asia, incluyendo el medio Oriente actual- son objeto de todo tipo de análisis. Sin embargo, con lo grande que estas conquistas hayan sido, no fueron en realidad las mayores realizaciones del imperio griego. Fueron las realizaciones trascendentes asociadas a la organización política rudimentariamente democrática, a la filosofía y al inicio de una ciencia y una tecnología incipiente (el mundo griego llegó a medir la distancia entre la tierra y la luna con una exactitud extraordinaria) todo lo cual la sociedad occidental debe a este formidable imperio.
El mundo griego no era sin embargo una sociedad “justa”, si lo analizamos a la luz de los postulados sociales aceptados actualmente. Era una sociedad basada en la esclavitud, donde el trabajo físico era considerado un demérito para quienes lo practicaban y donde los derechos eran distribuidos de forma elitista. La historia sin embargo reconoce más las realizaciones de este imperio griego (sea esto cierto o equivocado) que el sufrimiento de sus esclavos.
No obstante estas limitaciones, junto a sus ansias expansionistas, todo esto fue lo que permitió –igual que otros imperios anteriores- el llevar sus conocimientos y adelantos a otras latitudes que posteriormente incorporaron en su propio beneficio, colaborando al proceso civilizatorio, que indirectamente ha utilizado este expansionismo como herramienta de mejora material de las sociedades que han sido históricamente sometidas.
En la Grecia antigua se conformó una pléyade de filósofos que tuvieron a Sócrates como tronco común, con Aristóteles y Platón como representantes máximos, que legaron a la posteridad profundos postulados, dando nacimiento a la forma actual “de hacer y pensar” que tiene la sociedad occidental, incluyendo la propia religión cristiana, que incorporó en su cuerpo doctrinal los principios básicos de la filosofía griega durante su desarrollo histórico como religión estructurada.
Una cualidad notable del imperio griego fue que estos padres de la filosofía fueron asesores directos de los gobernantes imperiales, los que siempre contaron con los beneficios de los consejos de estos notables, como sucedió desde su infancia con Alejandro “El Magno”, cuyo tutor fue nada menos que Aristóteles, en una simbiosis de personalidades extraordinaria pocas veces vista en la historia de la humanidad.
El imperio griego fue además padre de los “Juegos Olímpicos”, cultivó la pintura y la escultura de forma notable, en una demostración extraordinaria de las posibilidades que abrió la concentración de poder en manos del imperio, diversificando el amplio espectro de actividades humanas socialmente útiles y que llegan hasta nuestros días con una fuerza y actualidad sorprendentes. Puede decirse que el mundo griego posibilitó también el nacimiento de la estética como disciplina específica asociada a las artes, además de aportar obras sin igual de carácter universal al mundo de la escultura, fundamentalmente.
Como se sabe, el imperio romano fue el sucesor en Europa del imperio griego y llevó su dominio hasta los confines de este Continente. Los romanos bebieron en el legado griego y continuaron el desarrollo que la cultura humana había experimentado previamente. Si la filosofía griega fue la realización más notable del imperio griego, fue la jurisprudencia la realización más notable del mundo romano, que estructuró su imperio sobre bases legales, legándonos hasta hoy la frase célebre de un país que se respete, tiene que ser “un país de leyes”.
El imperio romano desde luego perfeccionó el arte militar de la guerra llevándolo a su grado máximo de organización, lo que le posibilitó la conquista de prácticamente toda la Europa conocida en la época, extendiendo con su imperio el impulso civilizatorio de la mayor potencia política de sus tiempos, llevando hasta el norte de África el último rincón de su vasto imperio sus realizaciones materiales.
Otra realización impresionante producto del imperio romano fue la arquitectura y el urbanismo. Hasta hoy existen en toda Europa sorprendentes y enormes auditorios romanos con una acústica envidiable, así como una organización urbanística que llega hasta nuestros días casi intacta como modelo organizativo para las ciudades.
En el aspecto político el imperio romano, si bien ocupó tierras en los cuatro confines de Europa, aplicó en su desarrollo un sistema de vasallaje poco riguroso, que hacía sentirse como ciudadanos del imperio a personas no necesariamente nacidas en Roma, con lo cual democratizó parcialmente (y dentro de los que cabe para un imperio de la época) la ciudadanía de sus súbditos, llegando incluso a permitir, en la última etapa de este gran imperio, que se sucedieran emperadores romanos nacidos fuera de la Roma imperial.
Imperio Romano, Cristianismo y Civilización Occidental.
No obstante el espíritu de conquista del imperio romano, ellos impusieron una denominada “pax romana”, consistente en la pacificación de las regiones ocupadas mediante tratos que implicaron darles cierto grado de autonomía, pero sin perder la perspectiva de someter al rigor de las armas a aquellas regiones dominadas, sobre la cual pudiera recaer la sospecha de un rearme contra Roma y por tanto, una potencial amenaza militar.
Un ejemplo base de esta política romana tuvo un episodio aleccionador en el proceder romano contra Cartago –ciudad-estado del norte de África que había guerreado contra Roma anteriormente y que era considerada como una amenaza- cuando el imperio romano decidió destruirla hasta sus cimientos por medio de un largo cerco militar, que terminó con la total destrucción y quema de la ciudad, desapareciéndola textualmente el mapa junto a sus adversarios cartagineses.
La toma y destrucción de Cartago ha quedado en la historia de los imperios, como una lección de lo que debe (o no debe) hacer un estado poderoso cuando se siente amenazado por una potencia enemiga considerada peligrosa.
Sin embargo, no todo en el imperio romano ha sido conquista y destrucción. Hay dos características importantes que la definen adicionalmente: la primera es que no existía en su sociedad una religión estructurada, sino una serie de relatos fantasiosos relacionados con los “dioses”, entretejidos en una historia que los relacionaban entre sí.
En segundo lugar, que fue en el seno del imperio romano que nació, en la Judea ocupada por los romanos, Jesús Cristo, que vino al Mundo a crear una religión estructurada y coherente que, partiendo del judaísmo -modificado y modernizado- fue masivamente adoptada posteriormente por el Mundo Occidental en formación. En efecto, Jesús fue crucificado por los romanos, pero su legado fue tan fuerte que varios siglos después el propio emperador romano Constantino proclamó la religión cristiana como siendo la religión oficial del imperio, lo cual cristalizó las bases principales de la actual Civilización Occidental.
La proclamación del cristianismo como religión oficial del imperio romano motivó que, al fin del imperio, el cristianismo que ya había llegado a todos los rincones de Europa de manos de los propios romanos, quedara como la religión aceptada en todas las regiones del Continente europeo.
A la caída del Imperio Romano, estas regiones se vieron aisladas de su centro político, Roma, donde ya dominaba el cristianismo como filosofía religiosa. Este lazo común cristiano posibilitó, de forma determinante, la conformación del espectro común socio-político europeo durante toda la Edad Media, lo que sirvió de base política-religiosa de aquellos feudos independientes.
Es interesante notar como los bárbaros que derrotaron militarmente a Roma no consiguieron imponerle, ni sus prácticas políticas ni su religión. Las ciudades del imperio romano descabezado quedaron gobernadas por mandatarios locales que consiguieron, apoyados en el cristianismo, aglutinar una filosofía y una cultura que permitió a esas ciudades esparcidas a lo largo de la Europa medieval, la fuerza que los mantuvo estables durante casi 1000 años como feudos independientes.
La Edad Media fue un largo período de incubación de la civilización occidental, que heredó del mundo griego su filosofía y del mundo romano su jurisprudencia, además de su organización política. Sobre toda esta herencia actuó la filosofía cristiana con sus principios de igualdad y libertad para cada ser humano, como el don más sagrado por mandato divino hasta nuestros días.
Nacimiento y desarrollo del imperio islámico.
Un importante acontecimiento histórico sucedió en plena Edad Media, en el transcurso del Siglo VII DC, que tiene una influencia muy fuerte en nuestros días: la conformación del Imperio Islámico. El nacimiento y desarrollo de este imperio se debió a una religión, el “Islám” (que significa “sometimiento”) con cuya filosofía como ley principal se estructuró el mencionado Imperio.
Semejante movimiento nació en la actual Arabia Saudita, creado por el profeta Mahoma, que inspirado por el Arcángel Gabriel escribió el libro sagrado de esta religión y que sirvió de base religiosa y política al mismo tiempo para la instauración del imperio islámico: “El Corán”.
El profeta Mahoma, además de ser el principal líder religioso que creó la religión islámica, fue el líder político y militar que expandió el naciente imperio. De inicio, el dominio abarcó la totalidad de la península arábiga, conquistada directamente por Mahoma, a lo que siguió la expansión hacia el este por sus seguidores, conquistando todo el Medio Oriente y parte de la actual Turquía; dominó también el anterior imperio Persa (hoy Irán) así como amplias zonas en lo profundo de Asia.
En su expansión hacia el oeste, el imperio islámico conquistó todo el norte de África y la casi totalidad de la península Ibérica en la Europa medieval, sede actual de España y Portugal.
En este relato es importante notar cómo el nacimiento de la religión islámica está asociada a conquistas militares por parte del profeta y sus seguidores, de manera que la religión nace con la semilla de una guerra de conquista, por lo que sus postulados están parcialmente asociados al trato contra los enemigos de guerra en estas conquistas y de aquellos “infieles” que no profesan la religión naciente.
Lo anterior implica, que siendo el Islam una de las más importantes religiones monoteístas actuales, su nacimiento asociado a la creación de un imperio a través de una guerra de conquista, tenga algunos de sus preceptos más apropiados para el trato rudo contra enemigos de guerra, que asociados a enseñamientos de paz, amor y harmonía, como lo son el cristianismo, el budismo y el judaísmo, que surgieron como profesiones religiosas de paz.
Como todo imperio, el islámico tuvo su época dorada, con un desarrollo notable de la arquitectura y las artes plásticas; se desarrollaron ciencias puras como las matemáticas y finalmente el poder militar y nuevas armas. Sin embargo, el islamismo se estancó en su desarrollo perspectivo porque no admitió, y hasta hoy no lo admite, el mundo laico y civil fuera e independiente de su religión, cosa que perdura en su sociedad y cultura hasta nuestros días, cerrado totalmente a cualquier desarrollo y modernidad, incluso laica, que no esté contenido en su libro sagrado, El Corán.
Como se ha dicho, el imperio islámico dominó grandes territorios de España, en los cuales se mantuvo por casi por diez siglos hasta ser expulsados de la península por los Reyes Católicos. En el sur de España, sede del anterior Califato “Al Ándalus” (Andalucía actual) hay verdaderos monumentos de la cultura árabe de su época dorada. El recuerdo del dominio islámico por tantos siglos en la España europea es la base del deseo de reconquista por parte del llamado “Estado Islámico”, EI, en su guerra actual contra el mundo occidental. Deseos remanentes de su poder anterior, debido a la nostalgia por sus conquistas de entonces.
En la actualidad, dentro de las sociedades islámicas contemporáneas, hay muy pocos trazos modernos de la época de oro de la cultura árabe. La misma subsiste basado en el poder económico que le da el petróleo del subsuelo de muchos de los países islámicos y mira a occidente con una mezcla de desprecio y envidia, sólo explicable por el brillo anterior de su cultura, su retraso material, político y social actual y su rechazo a una vida laica fuera de la religión, característicos de occidente.
Este ambiguo sentimiento en la mente de algunas personas resentidas contra los valores laicos y los avances de occidente, ha provocado la “guerra contra los supuestos infieles”, poniendo equivocadamente la religión como bandera, cuando la verdadera razón es la reedición de conquistas anteriores, aspecto muy común a otros imperios de occidente, también venidos a menos en los tiempos actuales.
EUA y el cambio cualitativo del dominio político de los imperios..
Durante el proceso de cristalización de la historia de los imperios, la dominación de los mismos sobre los territorios y naciones conquistadas siempre fue total. El inicio del debilitamiento de dominio absoluto de los imperios sobre los territorios ocupados se dio en la Roma imperial, cuando estableció la política conocida como “Pax Romana”, ya mencionada, que garantizaba cierto grado de libertades específicas siempre que hubiera una garantía de sometimiento político y militar a Roma.
El ansia imperial de países fuertes ha venido desarrollándose a lo largo de la historia, pero el último intento (fracasado) de imperio estructurado en Europa por Rusia durante el pasado Siglo XX -cuando creó la Unión Soviética- sometiendo una veintena de países a los cuales no le dio en absoluto ningún grado de libertad.
Lo anterior contrasta con lo que Estados Unidos ha venido haciendo desde la guerra –supuestamente imperialista- que EUA escenificara contra España en Cuba, defendiendo la independencia política de la isla como Nación a finales del Siglo XIX. Esta guerra de EUA contra España en Cuba –denominada por los cubanos “Guerra de Independencia”- fue calificada por el propio Vladimir Lenin como “la primera guerra imperialista de EUA”.
Es sabido sin embargo que EUA ganó la guerra a España en Cuba y que poco después dio la total independencia a la isla, organizando elecciones libres e independientes entre los cubanos, que hizo surgir la isla al concierto de las naciones libres e independientes. Nacía allí un tipo muy especial de “imperio”, aquel que extrañamente daba libertad e independencia a los territorios conquistados.
Estados Unidos posteriormente intervino en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, esta última contra el denominado “eje Berlín-Roma-Tokio”, enviando tropas de combate tanto a Europa como al Océano Pacífico, derrotando los centros de poder en Roma, Berlín y Tokio, posteriormente a lo cual, a diferencia de los países líderes del mencionado “eje” –que habían sometido políticamente a las Naciones ocupadas- dio la independencia a los enemigos derrotados, así como a los numerosos países previamente ocupados, todos los cuales disfrutan actualmente de total libertad e independencia política, entre ellos una buena parte de la Europa Occidental.
No es necesario abundar en el hecho de que después de la Segunda Guerra Mundial los países derrotados –junto con los liberados- por los ejércitos norteamericanos disfrutaron como se ha dicho y casi de inmediato de libertades políticas, mientras que los países “liberados” por los ejércitos soviéticos, sufrieron largos años de opresión comunista artificial ejercida desde Moscú a través de los partidos comunistas locales, cercenando su independencia en casi todos los órdenes y reduciendo significativamente la calidad de vida que dichos países tenían antes de estar sometidos al dominio de Moscú.
Posteriormente a la Segunda Guerra Mundial se escenificó lo que se ha denominado como “Guerra Fría”, Una confrontación internacional entre el bloque soviético y sus satélites, contra los países de Occidente (EUA y Europa básicamente) del cual Occidente salió finalmente victorioso con la derrota –en toda la línea- de todo el bloque comunista. Fue así que el Mundo occidental pudo respirar aliviado, porque de haber ganado el bloque comunista aquella guerra, ahora no podríamos leer las ideas libres de este autor contenidas en el presente texto.
El carácter anglosajón y el capitalismo.
La mencionada Guerra Fría fue un combate ideológico escenificado por dos frentes políticos-ideológicos: por un lado, la Unión Soviética (China y los países satélites de Europa Oriental dominados por Rusia) defendiendo el ideal marxista-leninista dado a ver como una especie de nueva religión para hacer una “revolución comunista” en todo el Mundo conocido y por otro lado Occidente (EUA, Latinoamérica, Europa y Japón, básicamente) que predicaban los principios defendidos en la revolución americana y francesa de Democracia, Libertad, Igualdad y Fraternidad.
El marxismo-leninismo, implantado en la Unión Soviética y sus aliados, es una corriente política-filosófica que pregona básicamente la estatización de la economía, el establecimiento de una dictadura del “proletariado”, una planificación estatal de todos los procesos de mercado, la eliminación de toda propiedad privada, el sometimiento del individuo al colectivo y al estado y la desaparición de todo tipo de religión e iniciativas de orden particular no autorizadas.
Mientras que Occidente defendía todo lo contrario la libertad individual en los terrenos económicos, políticos y sociales, el establecimiento de una democracia política y la implantación de una economía de mercado capitalista generadora de servicios y bienes de consumos para el disfrute de los ciudadanos.
El marxismo nació en el Siglo XIX de la pluma directa de Calor Marx, que, tratando teóricamente de solucionar las interioridades del sistema de producción capitalista incipiente, creó una propuesta para un nuevo orden económico que supuestamente -y en teoría, repito- daría a la sociedad un “mejor” desempeño social y económico según su óptica y en un campo poco estudiado: la sociedad humana.
La economía de mercado capitalista había nacido cientos de años antes en la Europa medieval, durante el devenir histórico y paulatino de rudimentarios mecanismos de intercambios, comercio y créditos, los que fueron sucesivamente perfeccionados y llegan hasta hoy como soportes estructurados de reglas universalmente experimentadas durante siglos de perfeccionamiento y que permiten un grado único y superior de eficiencia productiva y comercial, reconocidamente probados en siglos de utilización y perfeccionamiento exitoso.
Es necesario mencionar que Carlos Marx no era precisamente economista, su campo de acción era la filosofía de acción social. Los planteamientos de su doctrina en el área económica fueron sometidos a una disección por un prestigioso economista austriaco, Ludwing Von Mises, en su obra “El Socialismo un análisis económico y sociológico”.
En este estudio el economista encontró un buen número de incongruencias precisamente en los aspectos que podían darle sustento económico a dicha doctrina y que como resumen concluyó y afirmó de manera determinante lo siguiente: “El socialismo y el comunismo, independientemente de ser sólo un compendio de cuestiones sociológicas, no presenta criterios de eficiencia económica ni respaldos cuantitativos que mostraran como se sostendrían los mercados y su eficiencia en la distribución de recursos y bienes producidos, sin el concurso de precios”.
Añadió Von Mises que, cualquier nación que se encausara bajo esta doctrina, su economía podría colapsar en un lapso de entre 50 y 60 años, en dependencia de otros factores de índole externa. Es increíble que este grado de visión a largo plazo de este brillante economista se confirmara de forma terminante con la desaparecida Unión Soviética.
Todos fuimos testigos de cómo la doctrina marxista-leninista colapso y fracasó en la totalidad de los países donde fue implantado de manera cabal y actualmente está siendo sometido -en algunos países- a un proceso de revisionismo, intentando -en contradicción con sus postulados- llevarlo a un tipo de economía de mercado capitalista, aunque continuando con la opresión de la dictadura estatal llamada “dictadura del proletariado” de origen leninista. Tal es el caso de la China comunista actual.
Durante la guerra fría el campo comunista acuñó para EUA el membrete de “imperio”- que a todas luces hacía más honor a ellos, calificativo que llega hasta hoy como parte de la propaganda comunista contra EUA y no como el calificativo histórico de su realidad hegemónica actual. Como se ha dicho, EUA convive en igualdad de condiciones políticas con el resto del Mundo, incluyendo a muchas naciones donde soldados norteamericanos derramaron sangre para liberarlas de yugos opresores anteriores, sin exigirles sumisión política de ningún tipo.
El orden democrático capitalista de mercado.
Si bien el capitalismo como sistema económico ya se había impuesto en la práctica social y económica de los países más de desarrollados de la segunda mitad del Siglo XVIII, fue la Revolución Americana de 1786 la que dio impulso a la consolidación de semejante sistema económico.
La Revolución Americana fue seguida tres años después por la Revolución Francesa, en 1789, que agregó postulados libertarios en los órdenes políticos y sociales, cristalizando el camino futuro de la denominada Civilización Occidental con su proclama de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Partiendo de su revolución independentista, Estados Unidos trazó un camino productivo característico de su forma libre de analizar los fenómenos económicos y sociales, donde el espíritu individual conservador se protege celosamente y donde la ética y la práctica cristiana protestante se impusieron al pernicioso espíritu colectivista.
Francia por su parte, con sus altos y bajos políticos –Napoleón Bonaparte intentó establecer un imperio francés en la Europa de inicios del Siglo XIX- pero también continuó el camino de la economía de mercado, apoyado en su historia y realizaciones en todos los órdenes sociales, científicos y de desarrollo, impulsados por una pléyade de pensadores del área científica naciente, que sirvieron de base a la economía actual basado en el conocimiento y desarrollo tecnológico.
Respecto al capitalismo y la economía de mercado es importante decir que nadie “inventó” ni escribió sus leyes antes de su aplicación en el mundo real (como si sucede en la doctrina marxista). Debido a que en la práctica social de mediados del Siglo XVIII la economía de mercado capitalista ya se había impuesto en toda la sociedad. Solamente comenzó a escribirse al respecto precisamente en la misma década que estallaron las revoluciones americana y francesa, por la pluma del economista británico Adam Smith cuando publicó su conocida obra “La Riqueza de las Naciones”, donde no “inventó” el capitalismo, sino que relacionó, estructuró e hizo conscientes, los mecanismos naturales que impulsan al hombre en el complejo mundo de la economía, la producción y los servicios.
Hay que decir de nuevo que el esquema socialista y comunista, sí fue “inventado” por Carlos Marx y Federico Engels originalmente, enriquecido (¿o empobrecido?) por ideas de la práctica política (dictadura del proletariado) debido a la pluma de Vladimir Lenin. Estas obras inventadas dieron origen al movimiento político-económico socialista-comunista en los siglo XIX y XX, en función de que no existía (ni nunca existió en la práctica social) una ordenación de tipo natural-productiva como la sugerida artificialmente en tales obras socialistas.
Las llaves del progreso de EUA en el Siglo XIX hasta la guerra de Cuba.
Posterior a su independencia de la corona inglesa, EUA continuó un camino ininterrumpido de desarrollo económico y social no exento de conflictos, pero que siguieron una senda económica y social ascendente, basada en la creatividad, la aplicación de los principios tecnológicos y el seguimiento de una ética protestante en las relaciones sociales, estructurando así una sociedad donde los valores individuales, el trabajo duro y la honestidad se respetaban a cabalidad y donde el conservadurismo jugó un papel determinante para la generación de las riquezas y el estricto apego a la ley y las Instituciones que exhibe hoy los Estados Unidos.
No se concibe el desarrollo norteamericano durante el Siglo XIX sin imaginar un trabajo duro y dedicado en un enorme territorio hostil, sin depender para nada del erario público y donde la práctica social que hizo rico al país fueron sus valores asociados a la libertad individual en todos los órdenes, el liberalismo en la relaciones económicas, con apego estricto a la economía de mercado capitalista y sus incentivos naturales, todo lo cual hicieron rico y poderoso el naciente estado norteamericano.
No exenta de conflictos, la sociedad norteamericana de los estados del norte del país desarrollado industrialmente pronto incubaron una filosofía productiva muy diferente a la de los estados de la región sur -agrícola y de mano de obra esclava- cuyo resultado fue una cruenta guerra civil. Sin entrar en detalles al respecto, la victoria del norte industrial sobre el sur agrícola acuñó en EUA la necesidad de una libertad irrestricta, con independencia del color de la piel, trauma que sin embargo permanece subyacentemente en el seno de la sociedad norteamericana hasta nuestros días.
La guerra civil permitió sin embargo el desarrollo tecnológico a través de nuevos armamentos norteamericanos en todos los órdenes, incluyendo la fabricación de nuevos navíos de guerra construidos usando un nuevo material de construcción, el acero, lo que, entre otras cosas, decidió posteriormente la guerra contra España en Cuba y llevó a Estados Unidos a la arena internacional como una potencia mundial hegemónica, que con el tiempo y las dos guerras mundiales del Siglo XX, se convertiría en primera superpotencia mundial.
Marxismo y la llamada Revolución Rusa. El Imperio Soviético.
A pesar de pregonar un discurso libertario y de hacer proselitismo defendiendo los intereses de las “mayorías oprimidas”, característica predominante de esta doctrina, la revolución Rusa contra el Zar fue el inicio de un yugo opresor sin precedentes en la historia de la humanidad. Tanto en la Rusia zarista, donde fue implantado originalmente a partir de Octubre del 1917, como en el resto de los países, el esquema comunista fue impuesto a garrote sangre y fuego.
En Rusia, el marxismo recibió con el leninismo el impulso intelectual que creó un método de implantar el sistema comunista en la práctica política: la llamada “dictadura del proletariado”, establecido por las elites políticas marxistas del momento -nada proletarias- la necesidad de una dictadura política férrea y despiadada como mecanismo indispensable para que las supuestas “bondades” comunistas no se vieran amenazadas por los “enemigos de clase”, burgueses, deseosos –se decía- de regresar al período de explotación contra la clase trabajadora, devenida según esta teoría, en la categoría más importante de toda la sociedad, por lo que debería dirigir con mano de hierro al resto de los ciudadanos, devenidos de segunda categoría.
Esta dictadura fue ejercida por un grupo minoritario autodenominados comunistas (casi siempre intelectuales, no obreros) que creó un partido elitista en su propio provecho, el cual detentó y atenazó el poder político dictatorial contra toda la sociedad, en aras de imponer las reglas del manual del marxismo-leninismo, en la economía y la sociedad en general, en nombre de la llamada “justicia social”, actuando, sin embargo, como un grupúsculo mafioso y pandilleril con métodos de horca y cuchillo, que incluyeron masivas deportaciones a campos de concentración en la Siberia con grandes y extendidas hambrunas. Todas características muy típicas, recogidas en su manual de aplicación para todos aquellos países que quieran aplicar la doctrina.
Convencidos los comunistas rusos de la “justicia” implícita en su dictadura y aprovechando el control totalitario sobre toda la sociedad, comenzaron a producirse los hechos despóticos propios de todo dictador sobre una sociedad sometida e inerme.
Paralelamente, aquellos países limítrofes -en este caso de Rusia- fueron sometidos a un proceso de asimilación colonial, esquema que se concluyó con la creación artificial de la Unión Soviética, que no fue más que la incorporación de una veintena de países, antes libres e independientes, al dominio central ruso, imponiéndoles su idioma, su cultura y una férrea dictadura totalitaria. Ese fue la base del imperio ruso, la llamada Unión Soviética. Realmente construida sobre un castillo de naipes.
Pasada la Segunda Guerra Mundial, en la que EUA y Rusia hicieron alianza contra Alemania, aquellos países “liberados” por Rusia del dominio alemán cayeron bajo el yugo opresor ruso y aunque no fueron incorporados formalmente a la Unión Soviética, fueron sometidos a un esquema de países satélites gobernados desde Moscú, constituyendo lo que Ronald Reagan con razón denominó como el “imperio del mal”, frase que parcialmente auto reconoce indirectamente a EUA como siendo el “imperio del bien”.
Capitalismo como sistema del Trabajo. Socialismo como sistema del compromiso político.
Para los que hemos tenido que vivir y sufrir varios años bajo el tenebroso régimen comunista-colectivista y actualmente hemos pasado también largos años trabajando en un sistema de economía de mercado capitalista, podemos con suficientes razones ponderar las fuertes diferencias que se observan en el accionamiento de ambos sistemas.
En síntesis, se pudiera decir que, a diferencia de lo que estipula el discurso oficial socialista-comunista, la doctrina que lo soporta es totalmente de tipo subjetiva idealizada y determinista. (El capitalismo es “malo” y el socialismo –como supuestamente “defiende” a los trabajadores- es “bueno”) sin que esos postulados que se dicen ser revolucionarios se traduzcan efectivamente en mejores salarios para los trabajadores, mejores oportunidades de trabajo, y mejores y más elevados estándares de vida para los mismos (las oportunidades y mejoras solo están reservadas para la élite comprometida con el partido).
Como consecuencia de todo lo anterior se desestimula el talento emprendedor de los miembros de la sociedad (ventaja de la sociedad libre). El sistema impone por la fuerza una planificación burocrática e impersonal castrante cuyo único resultado es un desplome total de la productividad en todos los niveles.
En las sociedades libres y democráticas de economía de mercado por el contrario, nada se pregona respecto a ventajas para los trabajadores que, sin embargo, reciben salarios adecuados y estímulos sobre la base de su preparación y a la productividad de los mismos en sus respectivas funciones. En el capitalismo también llamada sociedad de consumo. Si los trabajadores de todos los niveles tienen y disfrutan de leyes que los protegen de forma determinante ante los potenciales abusos de sus empleadores, tienen sistemas bastante eficientes de seguridad social, que incluye derechos a retiros y otros beneficios.
Tomando distancia de ambos esquemas de organización social, Se puede decir que el sistema de mercado capitalista es el que realmente jerarquiza el trabajo y el sistema socialista-comunista lo que jerarquiza es el compromiso político, sin interesarle el verdadero nivel de vida de sus trabajadores, ni los sistemas productivos o de servicios. En realidad, toda la teoría ò doctrina marxista sobre el trabajo se realizó sobre la economía capitalista, por lo que el sistema comunista implantado no es más que un sistema capitalista monopolizado por el estado.
En la doctrina Marxista no existe un solo reglón sobre cómo generar y producir bienes y servicios de forma eficiente. Esta es la esencia y el objetivo de la sociedad de mercado capitalista. Como consecuencia de ello, la sociedad socialista-comunista se concentra en confiscar lo que otros crearon. Sin intentar crear nada nuevo y mucho menos innovar, mientras que el incentivo de la economía de marcado capitalista se basa en crear nuevos productos o servicios, con vistas a tener el suceso a que aspiran todas las empresas productivas.
De hecho, la profusión de nuevos productos y servicios de que disfrutamos hoy los que vivimos en el Mundo Occidental, una aplastante mayoría, por no decir la casi totalidad, fueron creados en Estados Unidos u otro país occidental.
Los decisivos aportes tecnológicos norteamericanos.
En la elitista Europa del Siglo XIX, los Estados Unidos eran considerados una tierra de campesinos rudos, sobreviviendo en una tierra agreste y peligrosa, con una cultura de dudoso grado de sofisticación, si se comparaba con el elitista y noble mundo europeo. Fue a mediados de ese siglo que la opinión europea respecto a Norteamérica comenzó a cambiar.
En ese entonces la Inglaterra Imperial y victoriana de 1851 programó realizar la “Exposición Universal de las Naciones” con las realizaciones tecnológicas de una época pujante de desarrollo material y convidó a todos los países del Mundo –entre ellos a Estados Unidos- a la exposición de logros y avances que se efectuaría en el famoso “Palacio de Cristal”, enorme edificio de acero y vidrio, hecho construir al efecto por los ingleses. En dicho lugar se albergaría dicha exposición y todas las realizaciones nacionales e internacionales más destacadas.
Era la época, donde la Revolución Industrial, que ya se había venido desarrollando, se había impuesto en la práctica económica con sus máquinas y dispositivos, dinamizando toda la sociedad. Por ello, muchos de los adelantos de entonces fueron expuestos por las diversas firmas europeas -inglesas, francesas, alemanas, entre otras- siendo que los productos norteamericanos en exhibición no consiguieron de inicio llamar la atención del gran público, debido en parte porque los mismos fueron equipos y maquinas totalmente funcionales, carentes de ornamentos y por tanto, carentes del “arte” que caracterizaba a la Europa “culta”, en contraste con la simplicidad visual que mostraban los equipos de Norteamérica.
Sin embargo, la utilidad evidente de los productos norteamericanos expuestos -como una máquina cosechadora agrícola que se comercializaba por correos (increíble para esa época), una desmotadora de algodón mecánica, un rifle de repetición construido por primera vez en serie y con piezas intercambiables- hicieron, que al final de la exposición, los “feos” productos norteamericanos se llevaran las palmas por su utilidad y sus sistemas de producción seriados y con intercambiabilidad, se estaban sentando las bases de todo lo que posteriormente se convertiría en la gran producción industrial de la nación.
Los norteamericanos, con Henry Ford a la cabeza, crearon, a inicios del Siglo XX la primera línea de montaje industrial, que dio impulso decisivo a la fabricación en serie. Una de las preocupaciones de Ford era que sus trabajadores no pudieran comprar los autos que ellos producían y por eso desarrolló la línea de montaje, lo cual mejoró la eficiencia a tal nivel que la producción de su modelo T podía estar a la disposición de ser adquiridos por sus trabajadores.
No obstante, el desarrollo que permitió la innovación de Henry Ford tuvo su antecedente en la incipiente industria norteamericana de 100 años antes, a inicios del Siglo XIX, cuando Ely Witney realizó por vez primera la producción de fusiles para el ejército estadounidense de manera seriada, fabricados con todas sus piezas intercambiables y aumentando enormemente la productividad en la fabricación, así como la facilidad en el intercambio de sus componentes.
Es sabido que el Siglo XIX fue un siglo de innumerables realizaciones mecánicas dentro de la industria norteamericana, como la mencionada desmotadora de algodón de Henry Clay exhibida en Inglaterra, el famoso revolver de Colt, muy típico en el viejo oeste norteamericano, también de piezas intercambiables que utilizaba el mismo principio que los fusiles de Witney y que se comercializaba por correos.
Se inventó la máquina de escribir, la máquina de coser, la máquina de lavar ropa, la lámpara eléctrica, además de montarse la primera planta eléctrica -ambos de Thomas Edison- entre otras muchas realizaciones tecnológicas que dieron a Estados Unidos la prominencia universal que detentan hasta hoy y que incluyó la fabricación de navíos de guerra de acero en la época, como se ha mencionado con antelación.
Todo ese grupo de desarrollos tecnológicos constituyó un verdadero sistema, denominado “Sistema Americano de Producción”, SAP, que se expendió al área del estudio científico del trabajo industrial, colaborando a un aumento sustancial de la productividad del trabajo fabril, creadas por Frederick Taylor a finales del Siglo XIX, imponiéndose en todo el mundo tecnológico, primacía que subsiste hasta nuestros días.
Lo anterior no es más que el preludio del acelerado desarrollo que se dio en los Estados Unidos durante el Siglo XX e inicios del XXI, con la irrupción de la electricidad, la electrónica, la informática, las comunicaciones, la Internet y actualmente la Inteligencia Artificial, en todos cuyos campos la participación de Estados Unidos, sus empresas y sus emprendedores han sido el fundamento de este acelerado ritmo de realizaciones, todas asociadas al ambiente de libertad plana que se respira en Norteamérica y su sociedad, como no hay otra en nuestros Mundo actual, de todo lo cual se desprende una pregunta: ?será necesario cambiar a los Estados Unidos?
Estados Unidos como nación ecléctica. Inmigración, religiones y capitalismo.
El crisol en el que se conformó la nacionalidad norteamericana tiene a los anglosajones que fueron a colonizar la América del Norte como fuerza básica, apoyados por inmigrantes que habían abrazado el protestantismo europeo como religión, apoyados durante la guerra por los negros esclavos que habían sido traídos de la áfrica negra durante el dominio inglés.
Mentalidad anglosajona y religión protestante fue la base de la conformación del espíritu norteamericano. Como que durante la guerra de independencia contra la corona inglesa la fuerza esclava negra carecía del nivel cultural y económico necesario para influir socialmente, -eran no personas prácticamente- su influencia durante la guerra de independencia fue de tipo físico, formando parte de la masa de soldados que lucharon contra la colonia.
La decisiva participación francesa durante la guerra y el asentamiento posterior de franceses en el territorio norteamericano después de la independencia de las 13 colonias, junto a la liberación de numerosos esclavos que habían luchado decisivamente por la independencia, probablemente establecieron una red de tejido social mezclada con el anglosajón original –sobre todo en el norte del país- que fue el punto de partida de la ecléctica nacionalidad norteamericana actual, a la que el negro africano vino a aportar posteriormente, en los siglo XIX y XX, una influencia decisiva en la cultura popular norteamericana, sobre todo en las artes musicales, donde su impronta ha dejado una huella universal en manifestaciones trascendentes como la música popular, el jazz y sus múltiples derivados.
La influencia indoamericana en el eclecticismo étnico norteamericano parece haber sido menor debido a su acentuado rechazo al invasor de sus tierras, aunque en la actualidad hay una participación social creciente –aunque limitada- la influencia social es muy disminuida con relación a otros grupos sociales de otros orígenes.
Los negros norteamericanos han ido pasando sucesivamente por varias etapas de desarrollo social en Estados Unidos, desde el fin de la guerra civil del norte vs el sur esclavista. Este proceso culminó durante la lucha por los derechos civiles de los años 60 del Siglo XX, cuando obtuvieron derechos definitivos en todo el país, derechos que culminaron con la elección de un ciudadano negro a la presidencia de los Estados Unidos de América, Barack Obama, en los albores del Siglo XXI.
Estados Unidos ha tenido igualmente problemas con la inmigración de origen iberoamericana, sobre todo por una combinación de hechos asociados a la pobreza material de los países al sur del Río Grande, en contraste con las oportunidades que siempre brindó el denominado “sueño americano”. Esta inmigración tradicionalmente pobre ha servido sin embargo para realizar los trabajos simples y esforzados que los norteamericanos ya no quieren realizar.
Por otro lado, a mediados del Siglo XIX Estados Unidos recibió una oleada de inmigrantes chinos, usados como mano de obra para la instalación y montaje, a lo largo del país, del ferrocarril que enlazó la costa este con la costa oeste estadounidense, formando parte también de grupo étnico que se mezcló con el resto de las etnias que de conjunto han conformado este gran país. No menos importantes han sido sucesivas oleadas de inmigrantes europeos, italianos, alemanes, suecos, irlandeses entre otros, que hoy forman parte indisoluble de la historia y las realizaciones de las diversas etnias en determinadas regiones de este amplio país.
Se dice con razón que Estados Unidos es un país de inmigrantes, pero no cabe dudas que la filosofía básica que ha hecho grande y rico a este país es la filosofía original anglosajona, conservadora, de ética y religión protestante, de trabajo duro y respeto a las leyes e instituciones establecidas, que no debe ser cambiada.
La sociedad del Siglo XXI. El Socialismo y el Capitalismo en el poder.
El liderato mundial de Estados Unidos se comenzó a fraguar cuando derrotó los remanentes del venido a menos imperio español, en la guerra de independencia de Cuba. Posteriormente, la importante intervención estadounidense en la Primera Guerra Mundial, que se constituyó en decisiva para obligar a Alemania, a nombre de sus aliados, a firmar la paz en 1919 terminando el conflicto.
Sin embargo, fue la decisiva entrada norteamericana en la Segunda Guerra Mundial (guerra ésta que en manera alguna deseaba Estados Unidos participar) la que hizo saltar definitivamente a la Nación estadounidense al liderato mundial que mantiene hasta hoy. Considerado Estados Unidos como líder del denominado mundo libre.
Como se ha dicho, al fin de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos dio libertad política a los países liberados con su concurso, mientras la Unión Soviética doblegaba y sometía políticamente a los países liberados por el ejército soviético, en todos estos países impuso por la fuerza el sistema económico pregonado por los comunistas, de manera que, durante varios años, pudo constatarse el accionar de ambos sistemas económico-sociales en pugna. Por un lado el sistema democrático y de economía de mercado y por otro el sistema de dictadura del proletariado y de economía planificada y colectivismos de origen marxista.
Estos sistemas compitieron en Europa durante más de 40 años en paralelo y el resultado fue el atraso relativo de los países sometido al yugo soviético, respecto a los países libres de la Europa Occidental. El caso más notable se produjo en la misma Alemania, cuando la llamada Alemania Oriental (dominada por Rusia) quedó muy retrasada respecto a la Alemania Occidental, libre e independiente, sobreviniendo el desplome de todo el campo socialista europeo a fines de los años 80 del Siglo XX, que arrastró posteriormente a la propia Rusia a inicios de los años 90, que terminó desintegrándose y dando independencia a la veintena de países antes sojuzgados.
De esa manera traumática y para los que así lo quieran ver se pudo comprobar la superioridad de la sociedad occidental, con democracia y economía de mercado, sobre la sociedad socialista-comunista y colectivista pregonada por la Rusia soviética de entonces. Como resultado de lo anterior, otras sociedades socialistas-comunistas-como China- han adoptado el esquema de mercado capitalismo en toda su economía, sin lo cual no hubieran podido subsistir.
El gran mérito norteamericano en el período descrito, es haber mantenido siempre en alto –y durante los largos años de la llamada Guerra Fría- los valores de la sociedad norteamericana, herederos de la Revolución Norteamericana de 1776 y de la Revolución Francesa de 1789, con sus sintéticos postulados de Democracia, Libertad, Igualdad y Fraternidad.
El poder político y el bipartidismo norteamericano. Izquierda y derecha.
Estados Unidos ha mantenido una estabilidad política envidiable a lo largo de los más de dos siglos de existencia, en parte por haber mantenido una filosofía política única: una misma constitución, estabilidad en sus instituciones democráticas y una división de poderes ejemplares hasta nuestros días.
Según muchos analistas, a lo anterior ha contribuido grandemente la adopción de un sistema bipartidista en el enfoque político nacional, porque si bien ambos partidos poseen enfoques muy diferentes, históricamente han sabido ponerse de acuerdo para no comprometer la gobernabilidad y la estabilidad institucional.
No obstante lo anterior, desde hace un tiempo comienzan a notarse preocupantes señales del resquebrajamiento del sistema bipartidista debido al enfoque, dentro de los partidos cada vez más en los extremos ideológicos, derecha e izquierda. Lo anterior es provocado por el diferente cariz reinante dentro de cada partido, cada vez más distantes uno de otro y ambos cada vez más lejos de la necesaria gobernabilidad. Lo anterior es causa del triunfo, dentro de cada partido, de alguno de los extremos ideológicos, a la izquierda o a la derecha.
En la actualidad, hay una visible polarización en la sociedad norteamericana, manifestada de manera evidente en la ideología de cada partido de los dos tradicionales. Es cada vez más evidente que uno de los partidos adopta el liberalismo y la cultura Woke nacida en días trágicos con un enfoque social de ruptura, manifiestamente socialista en la economía, mientras que el otro partido adopta posiciones conservadoras en los principios que fundaron a los Estados Unidos, siguiendo los enunciados permanentes del capitalismo de mercado, de la cultura occidental, conservando (conservadores) los principios que han hecho grande a este país y que no deben ser cambiados.
Hay también un problema de entendimiento, relativo a la interpretación de las dos palabras con que se definen simplificadamente ambos partidos norteamericanos: “progresistas”, se auto intitulan los demócratas, y representa la izquierda; “conservadores” se le dice a los republicanos, representando a la derecha. Pero progresistas también se auto intitulan los comunistas cubanos y venezolanos y así mismo decía ser Pol Pot en Cambodía, cuando vació las ciudades para que todo el país viviera en el campo y donde asesinaban a los intelectuales por no ser miembros de la clase “obrera”.
Como es posible que al desastre económico, social y político cubano (o venezolano) se le llame “progresista”? Pues bien, hay una inversión semántica, típica de la izquierda, que a las dictaduras llaman “democracias”, como aquel engendro de “República Democrática Alemana” cuando era una dictadura títere de la Unión Soviética. Es realmente “progresista” la izquierda socio-comunista? Pero, que es un país “conservador”? como los europeos consideran a EUA.
Para los izquierdistas, los conservadores son personas que rechazan el desarrollo y todo lo nuevo. Nada tan insensato. Como entonces pudiera ser “conservador” un país como EUA, que es el país más desarrollado económica, social y políticamente al frente del mundo libre actual, motor del desarrollo tecnológico mundial y liderando culturalmente muchas áreas intelectuales?
Políticamente hablando, los conservadores tratan de preservar (conservar) sus “valores”, no el estado de cosas y mucho menos los aspectos materiales. Aquellos valores que han hecho grande al mundo libre y a la sociedad occidental, como la cultura, el legado greco romano y el cristianismo en su sentido más general. No por casualidad es EUA el país que más se desarrolla, cambia para mejor, innova e inventa como nadie, pero “conserva” sus valores más preciados, su cultura, religión, Instituciones, tradiciones y la familia como base de su sociedad.
De manera que, contradiciendo la semántica tradicional, la izquierda “progresista” involuciona y fracasa, y la derecha “conservadora” progresa y triunfa. Quien lo iba a decir. La izquierda ataca la cultura creada para tratar de imponerse con otros valores de dudosa valía, la cultura Woke. La derecha lucha por “conservar” la cultura y los valores históricos norteamericanos, con la familia tradicional al frente, su religión y su ética proverbial que hizo grande, en general, a la cultura occidental. Cuidémosla!
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