Por Elías Amor.
Un artículo reciente de Bertrand de la Grange en DIARIO DE CUBA ha venido a plantear una cuestión fundamental en relación con la reforma migratoria de Raúl Castro: su relación con el mercado laboral.
Ciertamente, hablar del mercado laboral, el empleo y desempleo en la economía castrista es una cuestión complicada si se atiende a las cifras oficiales que proporciona la Oficina Nacional de Estadística y que hacen suyas organismos internacionales diversos como CEPAL o Naciones Unidas. La baja tasa de paro que se registra en la economía castrista trata de dibujar un escenario idílico, que para sí quisieran muchos países desarrollados. Sin embargo, cuando los analistas profundizan un poco más en el estudio del mercado laboral en una economía de base estalinista, de planificación central y propiedad privada, se descubren aspectos que merecen ser tenidos muy en cuenta.
El economista cubano Manuel García Díaz, en su obra La economía cubana, estructuras, instituciones y tránsito al mercado, editada por la Universidad de Granada en 2004, de lectura obligada para todo el público interesado en estas cuestiones, situaba la cifra real de desempleo en la Isla en "dos millones y medio de personas, combinando el efecto del desempleo abierto u oficial y el encubierto más el latente". Esta estimación se realizó para el año 2000. Dados los parámetros utilizados, y teniendo en cuenta los despidos que ya se han producido en el sector presupuestado y el lento avance de los trabajos por cuenta propia, es muy probable que el desempleo haya ido en aumento en los últimos años, situándose en el entorno del 27% al 45% de la población activa. Dicho de otro modo, entre 3 y 4 millones de personas en edad laboral sin fuente de sustento propia.
Desde esta perspectiva, la situación de la economía castrista no presenta diferencias significativas con la existente en otros países de América Latina, en los que las migraciones masivas han sido favorecidas desde los gobiernos para dar salida a estos excedentes de población laboral que, en general, son una fuente de inestabilidad y malestar interno, a la vez que proporcionan recursos vía remesas a las familias.
Buena parte del desarrollo económico de España en los años 60 obedeció a este modelo de emigración masiva a países europeos, lo que facilitó el reequilibrio de las cuentas externas y la posibilidad de facilitar el crecimiento de las inversiones ante la escasez de ahorro nacional. España tuvo éxito, al igual que otros muchos países. La razón se encontraba en su sistema institucional de derechos de propiedad, que permitió a muchos españoles incrementar su riqueza de forma acelerada gracias al esfuerzo de los emigrantes.
Experiencias similares se observan en diversos países de América Latina.
Visto desde esta perspectiva, la reforma migratoria castrista se debe situar en esa misma perspectiva de facilitar la salida de población laboral excedentaria e improductiva, para captar ingresos. Pero, como en otras tantas reformas introducidas por el régimen, no se han hecho correctamente los deberes, ya que se mantiene la estructura centralizada de la propiedad y el sistema de planificación central, lo que impedirá una capitalización de esas remesas en beneficio de la economía nacional. Además, el propio ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez, se encargó de afirmar ante el grupo CAFE que las inversiones de los exiliados no son bien recibidas en Cuba, porque "son de dimensiones muy reducidas".
De ese modo, la reforma migratoria, junto a la autorización para trabajar por cuenta propia, son decisiones del régimen que pretenden aliviar la presión social existente. Tal vez pensaron que una economía de cuentapropistas podría dar alivio al desempleo encubierto existente, pero se equivocaron y por ello, la reforma migratoria ha sido el paso siguiente.
En buena medida, los trámites se flexibilizan y se suprimen las cartas de invitación o los permisos de salida, y aunque es posible que la reforma no haya satisfecho a muchos, no cabe duda que ahora los cubanos van a tener muchas posibilidades de abandonar el país, viéndose frenada su decisión en mayor medida por las regulaciones existentes en los países de destino que por el propio régimen, como venía ocurriendo desde el triunfo de la llamada "revolución".
Y vista la regulación, el régimen apuesta por dar salida al exterior, de forma bastante discrecional, a mano de obra barata y poco cualificada, con relaciones familiares y contactos, reservándose el derecho a controlar la "venta exterior" de servicios médicos, educativos y de alto nivel de cualificación, que van a tener más dificultades para cambiar de residencia.
No cabe duda que esta política diseñada por el régimen va a generar una peligrosa segmentación en el mercado laboral, apareciendo más diferencias sociales que las generadas por el trabajo por cuenta propia. Los bajos niveles salariales en la Isla se podrán compensar por la realización de funciones similares en el exterior, mucho mejor retribuidas. La salida masiva de trabajadores de la economía castrista ayudará a muchas empresas estatales ineficientes y órganos del sector presupuestado a mejorar sus niveles de productividad, apuntando a medio plazo a una eventual mejora salarial, ahora imposible de ejecutar por los notables niveles de empleo encubierto. La reducción de efectivos humanos obligará a las empresas a introducir tecnologías intensivas en capital, que permitan realizar el mismo o mayor volumen de producción, con menos trabajadores. Una novedad en la mediocre historia de la productividad de la economía cubana. Las ganancias de productividad asociadas a un menor empleo de factor trabajo permitirán retribuir mejor a los factores y reducir pérdidas a la vez que se capitalice más la economía.
Estas serían las tendencias que cabría esperar si las instituciones económicas y jurídicas fueran las adecuadas como en España en los años 60 del siglo pasado, o Ecuador en el siglo XXI. Pero dudo que las autoridades vayan más allá de los cambios de maquillaje que se anuncian en los Lineamientos, y que en cualquier caso, apuntan solo a una mediocre "actualización del socialismo".
Por todo ello, al margen de la eventual discrecionalidad del régimen en la aplicación de las nuevas medidas migratorias, estas tienen un respaldo de contenido macroeconómico, con notable incidencia en el mercado laboral. Los cubanos, que crecieron confiados en la aparición de un hombre nuevo que superaría las divisiones y enfrentamientos sociales, se encuentran medio siglo después con un escenario distinto. Despidos masivos de empleos estatales mal retribuidos, improductivos e ineficientes; necesidad de obtener ingresos en el trabajo por cuenta propia, que todavía es muy limitada; o puertas abiertas para la emigración a otros países. Esa es la oferta que les hace Raúl Castro. Algunos piensan que es ganar tiempo. En mi opinión es otra alternativa al fracaso.
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