domingo, 7 de julio de 2013

El out veintisiete.

Por Rafael del Pino.

En la Fuerza Aérea siempre mantuvimos una buena relación con los compañeros de Tropas Especiales del MININT. Ellos utilizaban nuestros servicios para el lanzamiento de los paracaidistas en sus prácticas, cuando necesitaban algún helicóptero se lo proporcionábamos o, como sucedió al principio de la guerra de Angola, nuestros aviadores movían a los hombres de Tropas Especiales de una punta a otra del país, jugándose el pellejo junto con ellos. Este tipo de relación fortaleció esa amistad aún después que algunos de sus principales oficiales y jefes pasaron a otras funciones más importantes.

En otras oportunidades fuimos nosotros los que tuvimos que recurrir a ellos para que nos dieran una mano con algunos de sus bien entrenados hombres. Este fue el caso de la recuperación de la “caja negra” de un MiG-23 en que había perdido la vida el Teniente Coronel José Febles al sur de la Playa Tomate, muy cerca de Batabanó, cuando en un viraje a muy pequeña altura metió la punta del ala izquierda en el agua y se estrelló. Toda esa región muy cenagosa hacia extremadamente difícil localizar y extraer la caja negra que nos ayudara a descifrar que había ocurrido.


En esa época mi amigo Tony de la Guardia había pasado ya al departamento MC, y entre las empresas que controlaba estaba “Carisub”, integrada por los mejores buzos con que contaba Tropas Especiales, dedicada a la búsqueda de tesoros en el Caribe. Lo llamé explicándole la situación que teníamos y al día siguiente estaban en la base aérea de San Antonio de los Baños los buzos, que antes de las 48 horas nos entregaban la famosa  caja negra.

Hago esta corta introducción para que se tenga una idea del grado de camaradería y cooperación existente entre ambas instituciones militares.

En una ocasión se nos ocurrió hacer una comprobación a la disposición combativa del dispositivo de protección de los aviones de combate en tierra. Tony me había contado cómo ellos habían preparado a un comando salvadoreño para que penetrara en la Base Aérea de Iolopango, en El Salvador, logrando volar con explosivos varios aviones de combate. Pensando que eso mismo pudiera ocurrir en nuestras bases, se preparó un ejercicio sorpresivo, donde un grupo similar de nuestras tropas especiales penetraría en la base aérea de San Antonio de los Baños y, después de someter a las postas cubanas, simularían ejecutar la acción.

En aquel entonces, durante la noche, cada dos refugios de aviones se situaban postas móviles con soldados del servicio militar general armados con fusiles AKA 47.

La comprobación se llevó a cabo sin problema alguno. No nos sorprendió en lo absoluto que los comandos de Tropas Especiales, con sus rostros pintados de camuflaje y su vestimenta idéntica a los comandos norteamericanos, desarmaran a los soldados del SMO, actuando uno por detrás, poniéndole un cuchillo en el cuello, mientras otro de frente le arrebataba el fusil.

Lo que si nos dejó estupefactos fue lo que dijeron aquellos jóvenes soldados a los “yanquis” agresores:
“¡No nos maten, coño, que llevamos ni se sabe qué tiempo esperando por ustedes!”

No exagero, ni es mi intención ridiculizar la integridad de los militares cubanos. Yo lo fui por treinta años, y presencié actos muy valientes y heroicos en la guerra de Angola, donde incluso hombres cercados por agrupaciones enemigas pedían a los lanzacohetes múltiples BM-21 que hicieran fuego sobre sus mismas posiciones, al estar combatiendo prácticamente cuerpo a cuerpo.

Pero el episodio que acabo de relatar sucedió exactamente así, y sería injusto omitir un acontecimiento que por duro y desmoralizante que resulte merece un profundo análisis; que dicho sea de paso, no se hizo en aquella oportunidad, y en su lugar fueron sancionados severamente el Coronel Arnaldo Torres Biart, jefe de la base aérea, el sustituto para el trabajo político, y otros oficiales.

No estamos hablando de la difícil época del periodo especial, ni de la situación de desesperanza que envuelve a toda la juventud cubana hoy en día: estamos hablando en pleno reinado de las “vacas gordas”, donde la ininterrumpida tubería de todo tipo de subsidio proveniente de la URSS y sus satélites estaba a tutiplén.

Sin ningún ánimo tampoco de defender al jefe de la base aérea y demás oficiales con mando que fueron sancionados a rajatabla por ser los jefes máximos de la unidad militar, la medida fue tremendamente injusta, pues los jefes nunca han sido los que eligen que reclutas van a servir en sus unidades, por  muy sensitivas e importantes que sean, como la principal base aérea del país. Ni nunca ningún jefe de unidad militar lo hará, porque sencillamente siempre han sido los oficiales de la Contrainteligencia militar (CIM) los que han hecho estas selecciones, pasando por un “extrafino filtro” a los jóvenes destinados a este tipo de unidades.

La selección realizada por la CIM nos dice a su vez que dichos jóvenes eran hijos de familias “revolucionarias”, que sus padres estaban “integrados”, que no tenían ninguna creencia religiosa, y que sus amistades eran también jóvenes confiables, porque le revisan hasta el día en que dan los primeros pasos.

Y por si alguien piensa que exagero les citaré solo un ejemplo entre muchos, el del piloto José Luis Trelles, graduado en la promoción de Krasnodar en la URSS como piloto de MiG-21 en 1968, con medalla de oro y primer expediente. Fue bajado de vuelo definitivamente cuando la CIM descubrió que sus padres le habían sacado pasaporte cuando era un niño de tres años de edad. (Los padres de Trelles nunca llegaron a emigrar).

Me surge una lógica interrogante: ¿por dónde estará  la disposición y moral combativa en esta etapa involutiva de toda la sociedad cubana, si hace más de 26 años ya aquellos reclutas estaban esperando a los “yanquis” agresores, no precisamente para enfrentarlos?

Las fuerzas armadas como conglomerado humano dentro de esa sociedad en regresión también se detienen y retroceden en todos los órdenes: tecnológico, político, económico y moral. Y me consta que empeora por día.

En una era donde ya los países más avanzados desarrollan aceleradamente la guerra robótica, donde las computadoras ocupan un primer plano en la planificación y ejecución de las acciones combativas, las FAR se consumen en el canibalismo tecnológico para poder mantener operables armamentos obsoletos, puestos en servicio hace más de medio siglo.

Los tanques T-55 comenzaron a rodar sus esteras en la URSS en 1955, hace 57 años; el T-62, hace 50 años; y lo más moderno, el T-72, ya tiene 40 primaveras. Con estos tarecos ni siguiera se puede contener una insurrección popular armada solo con fusiles, como se está demostrando ahora en Siria.

He puesto como ejemplo solo los tanques por ser un amasijo de hierros, con más posibilidades de duración, aunque sean un tiro al blanco en el terreno. De la aviación y las tropas coheteriles antiaéreas, totalmente obsoletas, es mejor ni hablar: prácticamente ni existen.

Todo esto lo saben perfectamente los militares cubanos, que se sienten tan o más oprimidos que el resto de la población, y optan por el recurso de la doble moral con que el pueblo esconde sus verdaderos sentimientos. ¿Los embargará el sobresalto y la angustia, como nos ha sucedido a muchos altos oficiales a medida que pasa el tiempo y continúan viendo cómo los que han destruido la nación pretenden eternizarse en el poder, sin propiciar una salida honrosa al desastre que crearon en medio siglo de disparates?

Difícil tarea la de los gobernantes cubanos: el tratar de convencer a la joven oficialidad de las fuerzas armadas que, siendo nuestro país una isla sin fronteras, sin litigios de mares territoriales, sin recursos naturales, con más de once millones de habitantes en la más completa miseria, exista una potencia extranjera con intenciones de hacerse cargo de esas penurias. ¿Podrá el gobierno cubano convencerlos que viren sus armas contra el pueblo cuando los efectivos del Ministerio del Interior sean incapaces de contener la ira popular?

En los últimos años he tenido la oportunidad de visitar y conocer de primera mano las experiencias que muchos de mis amigos, que fueron oficiales y jefes del desaparecido Pacto de Varsovia, y con los que compartí las aulas de las academias militares de la extinta  Unión Soviética, me han hecho saber sobre la transición de sus respectivos países hacia la democracia. Curiosamente, en ninguno de ellos, absolutamente en ninguno de ellos, los regímenes comunistas que imperaban pudieron convencer a las fuerzas armadas para que reprimieran al pueblo, cuando la policía y los órganos de seguridad del Estado se vieron imposibilitados de contener las demostraciones populares.

Aquellos gobiernos y partidos únicos llegaron a perder tanta legitimidad que, por ejemplo, cuando la dirigencia golpista contra Gorbachov en la URSS le ordenó a la División Blindada Tamánskaya, encargada de la defensa de Moscú, que penetrara en la ciudad para apoyarlos, el pueblo montó en sus vehículos blindados y abrazándose a los militares iniciaron el principio del fin de la gran pesadilla comunista.

¿Habrá hoy en Cuba oficiales como el mayor Evdokímov, jefe del batallón de tanques de la División Tamánskaya, que había recibido la orden de rodear la “Casa Blanca”, donde radicaba el parlamento de la Republica Socialista Federativa Rusa, desde donde Boris Yeltsin se enfrentaba a los golpistas ultra reaccionarios del Partido Comunista? ¿Habrá oficiales como éste, que sin vacilar declaró su lealtad a Boris Yeltsin, poniéndose al lado del pueblo, permitiéndole trepar a uno de sus tanques para que se dirigiera a la multitud y a toda Rusia por la televisión estatal? Por supuesto que los hay.

¿Aceptarían oficiales y soldados del SMG  ver al pueblo cubano subir a sus tanques y colocar un clavel en los cañones de los fusiles, como ocurrió en Portugal cuando la feroz dictadura de Marcelo Caetano sacó las tropas a la calle para reprimir al pueblo? Por supuesto que lo aceptarían.

Para la oficialidad de las fuerzas armadas, cuya mayoría está ya integrada por hombres nacidos después de 1959 y para esos reclutas de hoy nacidos mucho después del comienzo del fatídico “Periodo Especial”, indudablemente habrá un día después, como lo hubo en toda Europa del Este.

A pesar de las marcadas diferencias entre culturas, costumbres e idiosincrasias, entre rusos, portugueses, alemanes o rumanos, a la hora decisiva, de la verdad, todos se pusieron al lado del pueblo.

Lo mismo el soldado alemán que soltó el AKA-47 y tomó la mandarria para, junto a sus compatriotas, terminar de derribar el muro de Berlín, que el jefe del batallón de tanques que invitó a Yeltsin a que subiera en uno de sus vehículos, que los hombres del mayor Otelo Saraiva de Carvalho en el cuartel de la Pontinha, en Lisboa, o que los militares rumanos que el 25 de diciembre de 1989 juzgaron y condenaron a muerte a Nicolae y Elena Ceau?escu. Todos se pusieron al lado de sus pueblos.

Desgraciadamente la élite aferrada al poder en Rumania no tuvo la visión de que les llegaba el final, y tuvieron que pagar muy caro la tozudez.

Los cubanos que, aunque quizás no rompamos los records de las intolerancias, sí tenemos un prominente puesto en los primeros lugares,  deberíamos aprender de estas lecciones.

Si algo nos ha hecho tanto daño en toda la historia de nuestra nación ha sido el falso concepto de “salvar la cara” ante la necesidad de corregir nuestros propios errores. La intolerancia ha derrotado siempre al arte de la negociación, y cuando se fracasa, la culpa se les achaca a otros, o se buscan chivos expiatorios para explicar los desaciertos.

Cuando los fracasos son rotundamente incuestionables, se le echa mano al recurso de que hemos estado en la vía justa y correcta de proceder, solo que “se necesita actualizar el modelo”.

Mientras el país continúa cayéndose a pedazos sin ningún atisbo de posible recuperación, utilizando las bases corroídas en medio siglo de fracasos, permanece en pie el complejo de leyes, decretos y disposiciones que son la antítesis de cualquier posibilidad de avance.

No es necesario extendernos en explicar porqué. Ellos lo saben y lo sabe el mundo entero.

Sin embargo creo que tienen en sus manos una última posibilidad de ejecutar lo que es necesario, y a la vez  “salvar la cara”, ese maldito complejo que troncha cualquier posibilidad de negociación y avance.

El gobierno cubano suscribió el 10 de diciembre del 2008 el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Solo falta su ratificación por parte de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Si esto se hace con toda la seriedad y responsabilidad que merece, automáticamente se puede ir desmantelando todo lo que contradiga dichos acuerdos. Nuevas leyes, por lo general, contravienen a las viejas.

La primera oportunidad de salvar al país la tuvieron cuando desapareció el mundo comunista.

La segunda cuando el comandante se dio el autogolpe de Estado, cambiando la constitución.

A esta tercera, ojalá le hagan swing. En el noveno ining, con dos out y dos, strikes dejarla pasar por el centro del home seria el out 27, el último del juego.
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