sábado, 6 de julio de 2013

El transporte en Cuba, donde los ajustes no bastan.

Por Fernando Ravsberg.

50 años probando sin éxito diferentes sistemas organizativos en el transporte, debería ser suficiente para que Cuba impulse cambios de fondo. Los nuevos “reordenamientos” darán otra vuelta a la noria pero difícilmente lograrán un servicio eficiente.

El último Consejo de Ministros reconoció públicamente que el transporte “durante años ha sido inestable, insuficiente y de baja calidad”. El cubano que “coge guagua” cada día dice algo parecido pero utilizando palabras mucho más duras.

Los “ajustes al modelo” pueden servir para corregir el rumbo de aquellos sectores que verdaderamente funcionan, pienso en Salud Pública, la Educación o los deportes. Incluso en el turismo, donde se avanzó mucho durante las últimas 3 décadas.

Sin embargo, el transporte nunca anduvo bien y durante los últimos años empeora. Pero lo cierto es que ni siquiera fue satisfactorio en tiempos de la Unión Soviética, cuando había dinero para inyectarle inversiones y subvenciones estatales.

Entre los muchos problemas que enfrenta, hay una gestión extraña del Ministerio, que compra autobuses chinos pero exige que tengan motores estadounidenses, como si desconocieran que, desde hace medio siglo, existe un Embargo Económico.

Cuando el motor de una de esas “guaguas” se estropea hay que comprarlo en EEUU. Se hace a través de empresas extranjeras, enviando la mercancía a un tercer país para reembarcarla a Cuba. Los precios se disparan y los repuestos se retrasan.

Además, antes de encargarlos se organizan muchas reuniones entre los comerciales de la importadora cubana y los especialistas del Ministerio, con comités que evalúan un aspecto y lo pasan a otro comité que sospesa otros y lo envía a un tercer comité…, y así durante meses.

Mientras, la guagua rota descansa en un taller donde muchas veces le roban sus piezas para venderlas en el mercado negro. Cuando al fin se deciden a comprar, harán falta más repuestos por lo que se reanudan las interminables reuniones de los comités.

De esa forma el Ministerio de Transporte ha logrado por momentos paralizar la mitad de los autobuses que circulan en La Habana. Y esto ocurre a pesar de que el país realizó grandes inversiones comprando buses chinos.
No cabe duda de que organizar el transporte público en cualquier nación es una tarea compleja, que necesita especialistas, grandes inversiones y constantes subvenciones. Pero se puede hacer porque de hecho funciona en naciones ricas y pobres.

La entrega masiva de licencias a trasportistas privados mejoró un poco la situación pero la apertura se realizó sin fijar el precio del pasaje, las rutas por las que deben circular y la frecuencia, regulaciones que se aplican hoy en muchos países.

Y al final quien paga los platos rotos siempre es el usuario porque cada taxista cobra lo que le da la gana, se mueve por las arterias donde hay más confluencia de público y a la hora que le conviene, dejando otras zonas de la ciudad sin transporte.

Veo también que promoverán las bicicletas, con el fin de que participen en la movilidad de la población. Incluso Marino Murillo dijo que “se evaluará la aplicación de precios no recaudatorios en la venta de piezas para su mantenimiento”.

Cuando cuestioné la desaparición del carril bici en este mismo blog me acusaron de ser híper crítico. Pues ahora habrá que reconstruirlo, no bastará con vender bicicletas baratas, además hay que darles un espacio seguro para circular.

Algunos se burlan, como si el uso de este medio fuera una muestra de atraso. En realidad en muchas naciones desarrolladas se promueve, existe el carril bici y en ciudades como Barcelona hay un eficiente servicio público de alquiler de bicicletas.

Cuba como país pobre se beneficiaría mucho si apostara por una estrategia coordinadora de todos sus recursos, creando un sistema de transporte que armonice las modalidades estatales, las privadas, las cooperativas y hasta las individuales.

Pero para llegar a eso se necesita quitarle al sector estatal los frenos de tantas importadoras y comités, organizar mejor al sector privado, ampliar el cooperativista y pensar en alternativas individuales baratas, acordes a los recursos de la población.

Y todo depende del orden de prioridades. Con lo que se gasta en uno solo de los miles de automóviles que el gobierno importa para sus empresas y ministerios, se podrían comprar una decena de motos eléctricas o un centenar buenas de bicicletas.

Para adquirir un bus no hace falta gastar más, basta con dejar de importar 10 automóviles. Se podría empezar por no asignar vehículos a los dirigentes del transporte para darles la oportunidad de conocer de primera mano lo que sufren y piensan sus compatriotas.

El progreso de Cuba no debe medirse porque hoy circulen más automóviles, que aumenten los de lujo o que veamos algún Hummer. El verdadero éxito será garantizar que los cubanos de a pie tengan medios de transporte para ir cada día al trabajo y llevar algún domingo sus hijos al Zoo.

Share:

0 comments:

Publicar un comentario