viernes, 5 de julio de 2013

Moringa, morera y leucaena.

Por Reinaldo Emilio Cosano Alén.

Parece irracional que de 1 600 millones de dólares empleados por el gobierno cubano, el pasado año, para comprar alimentos en el exterior, 42% se destinara a la alimentación animal. Es una carga demasiado pesada para el país, más notoria aún porque el archipiélago cubano está situado en el trópico de Cáncer, favorable a la abundancia de vegetación. El poco provecho de pastos naturales en la Isla no tiene otra explicación que los desatinos del gobierno en materia agraria, sostenidos durante más de medio siglo.

En 2012, se importaron unas 185 mil toneladas de alimentos, mientras los volúmenes de producción nacional “quedaron por debajo de los planes, y por déficit de transporte y disponibilidad de fuentes de financiamiento, se vieron afectadas 10 mil toneladas de nitrato de amonio (para piensos)”, según consta en un informe del periódico Granma, con fecha13-03-13.

El ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, explicó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 10 de diciembre del pasado año, que se hacen planes para incrementar la producción de pienso, a partir de “tubérculos, caña de azúcar, residuos agrícolas (yerba) King grass, leucaena, morera y moringa”.

Pero se debe señalar la gravedad de sembrar plantas invasoras, como algunas de las relacionadas. Pues, puede suceder lo mismo que con el marabú, que se ha tragado enormes cantidades de tierras fértiles, convertido en una plaga casi imposible ya de eliminar.

La leucaena (leucaena leucociphala) es planta invasora oriunda de Centroamérica, muy combatida permanentemente en el parque natural Everglades, Florida, por sus daños perniciosos a la flora y fauna.

El ministro de la Agricultura parece desconocer que en el Museo Nacional de Historia Natural, en La Habana Vieja, existe una bien documentada exposición de plantas y animales invasores que perviven en el archipiélago cubano, así como abundante información sobre el peligro ecológico que representan y los modos de combatirlos.

La leucaena se está convirtiendo en amenaza letal para especies autóctonas, o aclimatadas no invasoras. Ya se ven usurpando espacio hasta en manglares costeros, que representan el 23% de las áreas boscosas del país, valladar natural frente a la erosión de los océanos sobre las costas. Pueden llegar a ser una incontrolable plaga, capaz de tragarse la tierra, lo mismo que el marabú, por su capacidad de adaptación a cualquier terreno y por su facilidad de reproducción mediante el carácter volátil de sus semillas, también presentes en las excretas del ganado.

Sin embargo, desde hace años, la leucaena está asistida por el Ministerio de la Agricultura, como árbol forrajero y energético (leña). Las autoridades agrícolas se basan en la utilidad inmediata, pero pasan por alto el desastre ecológico a mayor plazo. Estimados internacionales aseguran que 12 mil hectáreas de leña de leucaena equivalen a un millón de barriles de petróleo.

Fidel Castro puso de moda el cultivo de la moringa y la morera como plantas forrajeras. En el caso de la primera, también como alimento humano. Resulta interesante el planteamiento de la doctora Concepción Campa, directora del Instituto Finlay, ante la Asamblea Nacional: “Es riguroso el proceso para la obtención del polvo de moringa, sobre todo porque se exigen parámetros de calidad muy altos que descarten toda posibilidad de toxicidad para la salud humana”.

Otras especies invasoras aclimatadas y no combatidas especialmente, son el tamachile (Pitchecellobium), de Centroamérica, traída a la Isla a principios del siglo XX. La pomarrosa (Syzygium jambos), oriunda de Asia, ha desplazado a especies autóctonas, apoderándose de las barreras arbóreas protectoras de ríos y arroyos. Las aniquilándola por completo y perjudica la fauna, porque sus frutos se han convertido en preferente dieta del murciélago, trasportador de las semillas de pomarrosa en detrimento de frutos y semillas de árboles autóctonos, como el ocuje maderable, ya casi una rareza botánica.

La secular depredación de los bosques para la obtención de madera, combustible, o para destinarlos a pastos, además de los cultivos extensivos de la caña de azúcar y el tabaco, se aceleró a partir de 1959, con la desacertada política agraria castrista y el inverosímil arrasamiento de muchos bosques residuales y tierras cultivables, readaptadas para la siembra de caña para la desastrosa Zafra de los Diez Millones de toneladas de azúcar, en 1970.

La caída de la Unión Soviética repercutió dramáticamente, con enorme escasez de combustible y madera, que antes llegaban abundantes, y se echó mano a los escasos bosques y manglares. Desde entonces, cada año que pasa, y al margen de los discursos oficiales, se acrecienta más en Cuba el crimen ecológico.
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