viernes, 5 de julio de 2013

Pedaleando hacia el retroceso.

Por Eugenio Yáñez.

Raúl Castro acaba de declarar: “Continuamos avanzando y se notan los resultados. Nos movemos a un ritmo más rápido de lo que se imaginan quienes critican nuestra supuesta lentitud e ignoran las dificultades que enfrentamos”.

No entiendo. Avanzar o retroceder no tiene nada que ver con dificultades que se puedan enfrentar, sino con la comparación de una posición con relación al punto y momento de partida. “Avanzar” significa estar más adelante de donde se estaba antes, independientemente de las dificultades que hayan existido. Si se está más atrás, por cualquier razón, no se habla de avanzar, sino de “retroceder”.


Es difícil, en consecuencia, imaginar ese “avanzando” que mencionó el dictador cubano si se miran no discursos oficiales o estadísticas, sino las mesas de los cubanos a la hora de la cena, las paradas de ómnibus al momento de ir para el trabajo o regresar a casa, o el estado de sus viviendas. O si se constata que los trenes no son capaces ni de salir a las horas previstas, o que ni siquiera las lanchas que cruzan la Bahía de La Habana funcionan adecuadamente.

No puede entenderse esa referencia a los avances y a que se notan resultados cuando hay evidentes incumplimientos en la producción azucarera, construcciones y agricultura. En el caso del transporte el gobierno ha tenido que reconocer la debacle total y la crisis congénita del sector. De nada han servido los cientos de ómnibus importados durante la era de Raúl Castro, ni las locomotoras y vagones que han entrado al país, ni la casi militarización del sector ferroviario, ni la importación de aviones de pasajeros.

Ahora el régimen declara tener que comenzar a repensar, en pleno siglo XXI y en el hemisferio occidental, la utilización masiva de bicicletas para la transportación de los cubanos de a pie (los jerarcas, por supuesto, continuarán utilizando sus autos). En otras palabras, que el gobierno cubano es absolutamente incapaz de asegurar transportación decorosa a sus ciudadanos.

La idea del régimen para “resolver” el problema del transporte, después de tantos congresos, lineamientos, plenos del comité central, discursos y consejos de ministros, se podría resumir como, parodiando a Gustavo Adolfo Bécquer y sus golondrinas: “Volverán otra vez las bicicletas/ por las calles a montones a rodar,/ y de nuevo los cubanos con sus jabas/ pedaleando pasarán”.

No demasiado halagüeño el panorama. Y mucho menos las perspectivas y “soluciones” que se les ocurren a los causantes de la crisis. Veamos y comentemos brevemente las medidas que aprueba el Consejo de Ministros para enfrentar, una vez más, la eterna crisis del transporte:

  • Mantener el transporte de ómnibus y de ferrocarril bajo un esquema estatal (nada de privatizar o cooperativizar estos servicios, que seguirán funcionando de la misma forma en que han fracasado durante más de medio siglo).
  • Buscar formas organizativas que resuelvan la evasión del pago y el robo de la recaudación (¿recuerdan los “conductores” que cobraban los pasajes en las “guaguas”, cuando no se producían evasiones del pago?, ¿recuerdan quién ideó eliminarlos para “ahorrar” ).
  • Establecer un renovado régimen de remuneración a trabajadores y jefes (otro más, el enésimo).
  • Crear cooperativas de servicios complementarios para taxis ruteros, ómnibus escolares, transporte de trabajadores de entidades estatales y porteadores privados (nunca verdaderas cooperativas, sino controladas por el Estado totalitario).
  • Crear un sistema de incentivos con bonificaciones, exenciones impositivas y subsidios, que permita no incrementar los precios del pasaje (Los precios del pasaje de privados y cooperativos se rigen por la oferta y la demanda, mientras los del Estado por lo que le da la gana, y por eso no funcionan).
  • Crear la Dirección de Transporte de La Habana y la Empresa de Ómnibus Metropolitanos, esta última bajo un nuevo modelo organizativo (¿otra vez?, ¿cuántas veces se han creado y “descreado” esa empresa y esa dirección en medio siglo?).
  • Establecer un procedimiento para el uso de tarjetas magnéticas para el consumo de combustible de los trabajadores por cuenta propia (acabar con el mercado negro no es cuestión de tecnología: es imprescindible acabar con el racionamiento y la propiedad estatal; de lo contrario, sólo habrá consignas y entretenimientos).

En conclusión, la idea del reaccionario gobierno cubano es solamente más de lo mismo. Si como decía Albert Einstein, “locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”, lo que propone el consejo de ministros para intentar resolver la irremediable crisis del transporte no es más que una locura.

Por si fuera poco, las palabras del inefable Jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos y Acuerdos del VI Congreso del Partido, son lúgubres: “los servicios por cuenta propia están mal atendidos, son caros y en muchos casos los vehículos no reúnen las condiciones técnicas requeridas. Los principales insumos para estas labores, tanto el combustible como las piezas de repuesto, son adquiridos en el mercado informal, cuya fuente principal es el sistema estatal”.

Allá los que quieran creer otra cosa. Tras más de medio siglo de dictadura totalitaria, la experiencia enseña que tras declaraciones como esas, y unas cuantas cartas de quejas del “pueblo” a los órganos de prensa oficialistas, el régimen desatará una ofensiva contra los transportistas privados.

Esos transportistas privados no son peores que los estatales, pero el hecho de que, a pesar de todo lo que hace el régimen para aniquilarlos, funcionen, y lo hagan mejor y brindando más opciones que los estatales, es una vergüenza para el gobierno y para su mito de la supuesta superioridad de la empresa estatal.

Así que el futuro podría traer más represión contra los privados con el consiguiente empeoramiento del transporte de pasajeros, y por eso ya se contempla la bicicleta como opción.

Sin embargo, esta vez debería ser diferente a los años noventa: ni sería una novedad, ni nadie ha olvidado el desgaste físico de las personas, ni la cantidad de accidentes fatales, ni la mala calidad, falta de piezas y poca duración de las bicicletas.

Así que habría que pensar que aunque los ineptos gobernantes quieren que las bicicletas regresen como única opción a la vida cotidiana de los cubanos, la realidad puede ser otra, de nuevo parodiando a Bécquer: “Aquellas que tantos problemas creaban/ y que tantos accidentes provocaron/ aquellas que los jefes no montaban/ ésas... ¡no volverán!
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