Por Moises Leonardo Rodriguez.
A comienzos de este mes, los vecinos de Cabañas, en el municipio Mariel, provincia Artemisa, estuvieron tres días sorprendidos por la calidad aceptable del pan normado, pues lo habitual desde años atrás es que este producto tenga mal aspecto, olor y sabor y se desmorone al tratar de partirlo “debido a la mala calidad de la harina”, según argumentan los panaderos y repiten algunos delegados del Poder Popular al recibir las quejas.
Como es cierto aquello de que “pueblo chiquito, infierno grande”, se supo que la mejoría se debió a que una delegada del Poder Popular, Beatriz Álvarez, realizó en esos días inspecciones constantes, incluso de madrugada, a la panadería en que se elabora dicho pan que es vendido a 5 centavos de peso, moneda nacional, con una norma de uno por persona al día.
Cuando la delegada dejó de hacer las visitas, la calidad volvió a ser la de siempre, pésima. Este problema de la mala calidad del pan no es exclusivo de Cabañas, sino que abarca casi todo el territorio nacional desde décadas atrás.
Según apreciación de algunos cabañenses, se necesitarían tantos delegados como establecimientos estatales existen en el poblado para evitar el pesaje alterado, siempre en contra del comprador, la mala calidad de muchos productos y servicios y otras violaciones de los derechos de los consumidores oficialmente reconocidos.
En dicha estrategia anticorrupción, se necesitarían también delegados viajando en los camiones de transporte de personas para evitar los maltratos y las alteraciones de precios por sus cobradores y también en las unidades de servicios para evitar la supuesta inexistencia de repuestos para la reparación de equipos electrodomésticos y otros males endémicos del sistema nacional.
En resumen, este sería un camino para sustituir los mecanismos de mercado libre que auto regulan los precios y estimulan la calidad de los servicios y productos con el fin de retener y aumentar la clientela y con ello las ganancias. Claro, siempre y cuando sea sostenible una economía en la que haya más inspectores que productores y que los primeros resulten incorruptibles y nunca duerman.
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