Por Miguel Fernández-Díaz.
Al día siguiente de la escaramuza en Dos Ríos, el General en Jefe, Máximo Gómez, echó a rodar por carta al coronel José Miró que Martí, "debido a su valor temerario y a la fogosidad de su caballo, traspasó los límites que la prudencia aconsejaba defender". Sin embargo, Fermín Valdés Domínguez precisaría en Ofrenda de hermano (El Triunfo, mayo 19 de 1908) que Martí cabalgaba en "una jaquita mansa de buen paso" y pondría el dedo en la llaga del combate: Martí "no seguía a nadie". En Dos Ríos no hubo dirección alguna, sino galopar frenético y retroceso desordenado, como puntualizó el general Enrique Loynaz en sus Memorias de la guerra (1989).
El único testigo mambí de la tragedia fue un ayudante del mayor general Bartolomé Masó: el subteniente Ángel de la Guardia. Según Enrique Gay-Calbó, miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba, aquel "compañero de Martí" escribió acerca del suceso, pero su padre quemó la carta por temor a las autoridades coloniales. Las versiones "más autorizadas" se atribuyeron entonces a los jefes adversarios en Dos Ríos: el Generalísimo Gómez y el coronel español José Ximénez de Sandoval.
Extrañeza de estar.
A ellos se sumó Miró con el abrumador impulso de sus Crónicas de la guerra (1909), que se convirtieron en clásico de la literatura de campaña. Para 1970 se tiraban 80 mil ejemplares en tres tomos de formato manuable (Ediciones Huracán) y otros 15 mil de la anterior reedición en un solo volumen (Editorial Lex, 1945).
Desde que Manuel Isidro Méndez dio a imprenta su Estudio biográfico (1925) de Martí y apuntó que Miró había sido "testigo de la etapa final de nuestro héroe", semejante impostura prosigue circulando, a pesar de que el propio Miró admitió haber dado el 14 de mayo de 1895 su "postrer adiós al divino Martí" (El Fígaro, número 8, 1913, página 86). Para el 11 de mayo de 1895, Gómez y Martí habían anotado en sus diarios de campaña (publicados juntos hacia 1941) que "Miró partió hacia Holguín" y "Se va Miró con su gente", respectivamente. No es la misma fecha que dio Miró, pero el consenso estriba en que no fue testigo de la acción de Dos Ríos.
Muecas para escribientes.
Así queda en pie tan sólo el contrapunteo de Ximénez de Sandoval y Máximo Gómez. La historiografía oficial no puede menos que inclinarse hacia la versión del Generalísimo mambí: la otra proviene del enemigo. El pasaje más socorrido de mayo 19 de 1895 en el diario de Gómez reza: "Esta pérdida sensible del amigo, del compañero y del patriota; la flojera y poco brío de la gente, todo eso abrumó mi espíritu a tal término, que dejando algunos tiradores sobre un enemigo que ya de seguro no podía derrotar, me retiré con el alma entristecida. ¡Qué guerra ésta! Pensaba yo por la noche, que al lado de un instante de ligero placer aparece otro de amarguísimo dolor. Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento".
En "la flojera y poco brío de la gente" encontró el historiógrafo de Los últimos días de Martí (1937), Gerardo Castellanos, la causa determinante de la única baja mortal de los cubanos en la escaramuza de Dos Ríos: "Es una dura e hiriente verdad, pero porque lo es y la dice el general Gómez, no como justificación en años posteriores, sino el mismo día, me atrevo a estamparla".
Del mismo argumento de inmediatez se vale Rolando Rodríguez (Premio Nacional de Ciencias Sociales 2007) para justificar los términos de otra carta de Gómez (Dos Ríos, mayo 20 de 1985) remitida al jefe enemigo con intención de saber "si el señor Martí está en su poder herido y cuál sea su estado, o si muerto, dónde han quedado depositados sus restos. Eso es todo, porque en el último caso, percances son esos de la guerra y para nosotros, no obstante ser el señor Martí un compañero estimable, nada importa un cadáver más o menos de tantos que tendrá que haber en la guerra".
Rodríguez explana en Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente (2001) que así el General en Jefe mambí habría impartido al coronel español Ximénez de Sandoval la lección martiana de que "la guerra no dependería de la vida de un hombre, y ese criterio se pone de manifiesto cuando se sabe [lo] que la noche anterior Gómez había escrito en su diario" (página 114). José Massip funge como hermeneuta en Martí ante sus diarios de guerra (2002) para reforzar el argumento de Rodríguez: "Horas después [de la acción de Dos Ríos] Máximo Gómez (...) deja constancia en su diario de sentimientos transidos de tan honda aflicción que nunca antes ni después expresaría" (página 138).
La sabiduría de Rodríguez y la hermenéutica de Massip no alcanzan para percatarse de que la expresión "Pensaba yo por la noche" indica inequívocamente que esa noche ya pertenece al pasado con relación al momento en que Gómez anotó los hechos en su diario. Y como no puede asegurarse cuándo redactó esos apuntes, pierde sentido el argumento de inmediatez que Castellanos esgrimió para explicar la caída de Martí, mientras Rodríguez y Massip lo usan para limpiar la imagen de Gómez.
Al efecto de eludir su responsabilidad por conducir irracionalmente el combate y dejar expuesto a Martí en su bautismo de fuego, el propio Gómez no vaciló en echarle el muerto a Bartolomé Masó: "Ese hombre tuvo en parte la culpa de la muerte de Martí", dijo a Valdés Domínguez, quien así lo anotó el 29 de agosto de 1896, con explicación de Gómez y todo, en su Diario de soldado.
Coda.
Gómez sabía que escribía su diario para la historia. En la reedición (1968) se comprobó que había vuelto sobre muchos pasajes para enmendarlos y hasta redactarlos de nuevo. Lo que no sabía era que, tras su fallecimiento (junio 17, 1905), el presidente Tomás Estrada Palma donaría al Archivo Nacional 18.275 cartas recibidas por la delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York, las cuales acabaron siendo publicadas por León Primelles (1932). Entre ellas descolló una que Gómez había fechado el 22 de agosto de 1895 en Ciego de Najasa (Camagüey) para comentarle a su viejo amigo Estrada Palma que Martí "empezó a torcerse y fracasar desde la Fernandina hasta caer en Boca de Dos Ríos (…) Pudiera decirse que los amigos de Martí, que alocados lo endiosaban, lo empujaron a ocupar un lugar que no era el suyo y donde pereció sin beneficio para la patria y sin gloria para él".
Este juicio de Gómez y no haberse incluido entre los amigos de Martí parecen fatigar la atención de la Oficinal del Programa Martiano.
0 comments:
Publicar un comentario