martes, 15 de marzo de 2011

Cuba ficción.

Un sistema de dos velocidades: negocios jugosos para la nomenclatura y actividades de supervivencia para la población.

Lo bueno de las cacareadas reformas de Raúl Castro es que están condenadas al fracaso. En lugar de salvar al régimen, ese remedo de capitalismo que propone el dictador cubano podría acabar de hundirlo. Por este motivo, y sólo por este, hay que celebrar unas medidas que van a exacerbar las contradicciones internas y provocar fisuras dentro de la propia nomenclatura.

En sus desvaríos poscomunistas para mantenerse en el poder a cualquier precio, los hermanos Castro están apostando a un capitalismo sin capital, sin propiedad privada y bajo el control férreo del Estado. Más que una paradoja, es un contrasentido, como lo ilustra el despido arbitrario de cerca de 500 mil empleados públicos. Una nueva ley les permitirá trabajar por cuenta propia en unas pocas actividades económicas (peluquería, taxi o agricultura, por ejemplo) que no podrán, sin embargo, absorber toda esa mano de obra. Además, otros 800 mil puestos estatales serán suprimidos en los próximos tres años, según el plan anunciado por el Gobierno. Todos esos trabajadores tendrán que buscarse la vida, pero bajo unas reglas restrictivas que son una afrenta a la libertad de empresa.

Raúl Castro no ha tomado esa decisión porque esté convencido de que el socialismo no tiene futuro. Lo ha hecho porque el Estado está quebrado y no puede seguir pagando salarios a millones de cubanos cuya productividad es casi nula. Y no producen porque reciben una paga miserable -menos de veinte dólares al mes en promedio-, que no les incita a trabajar. Con los despidos, el Gobierno se quita un problema de encima, pero se desentiende de las consecuencias.

El escritor cubano Carlos Alberto Montaner, uno de los analistas más agudos del exilio y bestia negra del régimen castrista, lo ha dicho de manera inmejorable en la Conferencia de las Américas, organizada la semana pasada por el diario The Miami Herald. "Muy dentro de su formación autoritaria, Raúl cree que ahora puede decir 'hágase el capitalismo o el cooperativismo' y el milagro sucede. Nadie le ha dicho que el país dispone de muy poco capital cívico porque ellos se encargaron de destruirlo, y ese elemento es clave para impulsar el desarrollo".

Montaner señala, sin embargo, que las medidas de Castro provocarán "reacciones imprevistas y consecuencias no deseadas". "Todo ello lo precipitará a nuevos cambios, que a su vez generarán otros desenlaces insospechados hasta que los planes originales queden pulverizados". El opositor cubano cita los precedentes chinos y soviéticos, donde los dirigentes Deng Xiaoping y Mijaíl Gorbachov hicieron reformas para mejorar el sistema comunista y, a su pesar, abrieron la puerta a "una dictadura de capitalismo salvaje", en el primer caso, y al derrumbe de un imperio, en el segundo.

Los Castro conocen al dedillo esas dos experiencias y, hasta hoy, no han dado un solo paso que pudiera poner en peligro su hegemonía sobre la vida de sus 11.2 millones de súbditos. Están apostando a un sistema a dos velocidades: negocios jugosos para la nomenclatura, que se apropia de los recursos del Estado, tal y como ocurrió en el momento del derrumbe de la URSS, y actividades de supervivencia para todos los demás. La isla, sin embargo, no tiene las riquezas mineras ni las empresas gigantes que permitieron a la cúpula soviética pasar del comunismo al capitalismo y repartir migajas al resto de la población.

La nomenclatura cubana está ante una disyuntiva: conformarse con una dirección política incapaz de revitalizar una economía moribunda o sacársela de encima y desmontar el tinglado burocrático, empezando por la Constitución estalinista que impide el cambio real. Esa segunda opción sería un golpe de Estado, algo que nadie se atreve a comentar en Cuba, donde el ejército no ha levantado cabeza desde que Fidel Castro mandó fusilar al general Arnaldo Ochoa en 1989. Hoy, a raíz de su grave enfermedad, el Líder Máximo ya no instila miedo en los mandos militares y ha perdido gran parte de su autoridad.

No sería sorprendente que algunos oficiales hayan empezado a barajar el proyecto de desbancar a los hermanos Castro. Si llegaron al poder por las armas, no sería nada sorprendente que se fueran de la misma manera. Cuba tiene muchos lugares tranquilos para recibirlos, empezando por la isla de la Juventud, donde estuvieron presos en tiempos del general Batista, que, por cierto, los trató a cuerpo de rey.
Share:

0 comments:

Publicar un comentario