miércoles, 3 de octubre de 2012

El último que apague el Morro.

Por Iván García.

Las cifras inquietan. Desde hace más de 30 años las mujeres cubanas, como promedio, dejan menos de una hija al concluir su etapa reproductiva. Una población sin reemplazo envejece. Y decrece. Por lo que el país ha comenzado a restar habitantes en términos absolutos.

A esa conclusión llegó un informe presentado por la Oficina Nacional de Estadísticas en 2011. Agréguese que los tres hombres fuertes del país, los dos Castro y Machado Ventura, suman 249 años.

Para añadir más dramatismo al envejecimiento de la población, anualmente emigran más de 20 mil personas en edades comprendidas entre 10 y 45 años.

Una solución del gobierno para contrarrestar el envejecimiento y decrecimiento poblacional ha sido elevar la edad de jubilación para mujeres y hombres a 60 y 65 años respetivamente.

El salario que devenga un jubilado en Cuba, entre 100 y 300 pesos (5 y 16 dólares), no alcanza a cubrir siquiera el 30% de sus necesidades. Para que un ciudadano pueda tener un desayuno y dos comidas decentes al día, necesita no menos de 2.500 pesos mensuales (113 dólares).

Además esta el grave problema de la vivienda. El 62% de las casas en la isla están en regular o mal estado constructivo. Tres o cuatro generaciones cohabitan bajo los mismos techos.

Cuando se necesita espacio en una vivienda, el desplazado suele ser el anciano. La mejor opción es que los abuelos duerman con sus nietos; la peor, que la familia decida recluirlos en algún ruinoso asilo estatal, donde abundan los malos tratos, la falta de higiene y la peor comida.

Evidentemente, la azarosa y débil economía nacional no está preparada para garantizarles una vida decorosa a dos millones de ciudadanos con 60 años o más.

Si actualmente el promedio de edad en Cuba es de 38 años, en el 2025 aumentará a 44. Casi el 26% de la población tendrá más de 60 años. Para el 2030, serán 3.3 millones de personas las que superarán esa edad.

Actualmente, el grupo de cubanos mayores de 60 años es de 17,8%. Superan al segmento de niños de 0 a 14, que es de 17,3%.

Lo necesario, por supuesto, sería promulgar políticas que motivaran a las mujeres a tener dos o más hijos.

En naciones de Europa, el estado benefactor suele pagar algún tipo de subsidio a las madres con varios hijos. Pero las arcas públicas en Cuba están en mínimos.

Desde que el General Castro heredó el poder de su hermano, la construcción de obras sociales o de ocio que no generan ganancias en moneda dura ha disminuido casi a cero. Solo se invierte en edificaciones que recauden divisas, como el turismo, o estratégicas, como las petroquímicas o el trasvase de agua en la región oriental.

Por tanto, no se debe esperar que en una sesión del monocorde Parlamento Nacional se anuncie un incentivo en dinero para estimular a las mujeres a tener más de un hijo.

El acelerado envejecimiento en Cuba será un fenómeno con el que deberá bregar un futuro gobierno. Para el 2025 los hermanos Castro estarán bajo tierra o serán dos ancianos achacosos cercanos a la centuria.

El próximo presidente, además de aspirar a un crecimiento económico espectacular, por si fuera poco, tiene pendiente renegociar la deuda externa del país e intentar diseñar una sociedad coherente, inclusiva y democrática.

Toda esa labor debe emprenderse con un capital humano envejecido. Y un segmento creciente de mujeres, profesionales o no, que debido a las carencias materiales aplazan la formación de una familia.

Convencerlas de que Cuba necesita rejuvenecerse y aumentar el número de niños será una tarea encomiable. Está por ver si dentro de diez años, marcharse a la Florida seguirá siendo la apuesta personal de muchos cubanos. Esperemos que no.
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