lunes, 18 de marzo de 2013

El circo castrista y los payasos Julian y Rafael.

Por Eugenio Yáñez.

Con Fidel Castro alejado ¿indefinidamente? de la escena, y Hugo Chávez a media máquina por su enfermedad y una campaña electoral cada vez más compleja, el circo castrista necesitaba con prisa nuevos personajes para entretener "antiimperialistas", por lo que apareció rápidamente la pareja de Julian Assange y Rafael Correa.

Hay que ser demasiado fantoche para pretender darle órdenes a Estados Unidos, proclamar que robar documentos secretos de cualquier país es un acto heroico o puro pasatiempo, que los delitos sexuales provocan persecuciones políticas, que la justicia sueca no es independiente y se doblega ante su Gobierno, o que el presidente ecuatoriano es un campeón de la libertad de información, que es lo implícito en la perorata del advenedizo Assange desde un balcón de la Embajada de Ecuador en Londres, único espacio "abierto" a que puede aspirar sin ser detenido.

Según el periódico Juventud Rebelde, que como todos sabemos es muy respetuoso de la libertad de expresión, el presidente Correa "negó que Assange o Ecuador impidan la aplicación de la justicia sueca y señaló que por el contrario se brindaron las facilidades en la legación diplomática para su declaración por presuntos delitos sexuales" pero expresó que sobre el asilado "no se dieron garantías de que no sería extraditado a Estados Unidos, donde probablemente sea juzgado con pena de muerte al existir presiones políticas".

Sin embargo, y esto no lo dice Juventud Rebelde, aún no está claro si será deportado a su país el asilado Alyaksandr Barankou, que denunció la corrupción en Belarús, después que el dictador Alexander Lukashenko pidiera al presidente ecuatoriano en Quito que le revocara el asilo al disidente: al fin y al cabo, no se trata de un "antiimperialista".

Correa, en actitud francamente bananera, y desesperado por ocupar el protagonismo continental que van dejando los ocasos de Fidel Castro y Hugo Chávez, cree que la justicia sueca tiene que interrogar en la embajada ecuatoriana en Londres a un australiano acusado por un delito común cometido en Suecia, y además dar garantías de que no sería extraditado a Estados Unidos, porque ese país le impondría la pena de muerte por presiones políticas. Lo que a primera vista parece una soberana estupidez cambia al saber que el presidente ecuatoriano se graduó de universidades en Estados Unidos y Bélgica, y que no es un analfabeto: entonces hay que concluir que es un perfecto cínico y desvergonzado, sabe que lo que está diciendo es falso, y que la justicia en Suecia y Estados Unidos no funciona tan impúdicamente como en Ecuador.

En apoyo al circo, la maquinaria "bolivariana" se movilizó rápidamente desde el principio en defensa del derecho de asilo, la inviolabilidad de las sedes diplomáticas, la soberanía de Ecuador y el derecho a la libertad de expresión.

En un país como Cuba, donde hubo condenas de hasta 28 años de cárcel cuando la "Primavera Negra" por ejercer el periodismo independiente, sin haber sustraído ni un solo documento del Gobierno, ni siquiera "confidencial", ¿cuál sería la sentencia para quien hiciera públicos miles de documentos secretos del Gobierno, poniendo en peligro la integridad y la vida de muchos ciudadanos y funcionarios? Si alguien hiciera eso, ¿podría salvar el pellejo refugiándose en una embajada para solicitar asilo?

En julio de 1959 el entonces presidente cubano Manuel Urrutia Lleó tuvo que renunciar, por presiones de Fidel Castro, y finalmente buscar asilo, primero en la Embajada de Venezuela en La Habana, y posteriormente en la de México, al romperse las relaciones diplomáticas entre La Habana y Caracas. Dentro de ambas embajadas permaneció AÑOS sin poder salir del país, porque al régimen no le daba la gana de otorgarle salvoconducto.

Tras los sucesos de la Embajada de Perú en 1980 que desembocaron en el puente marítimo del Mariel, los cubanos acusados de lanzar un ómnibus contra la embajada para entrar, y de la muerte de un custodio en la balacera que se produjo (aunque nadie en el ómnibus estaba armado), estuvieron durante muchos años en la embajada peruana sin recibir salvoconducto.

Y si de inviolabilidad de las embajadas se trata, como señala el canciller del régimen, Bruno Rodríguez, hay que recordarle que en febrero de 1981 las tropas especiales del MININT cubano penetraron precisamente en la Embajada de Ecuador en La Habana, sacaron a la fuerza a catorce personas que habían solicitado asilo político, incluyendo tres mujeres y cuatro menores de edad, todos desarmados. Los menores fueron separados de sus padres, y días después se supo que uno de los menores, de quince años, había fallecido.

El régimen declaró que la entrada de sus fuerzas en la Embajada "se realizó con la autorización ecuatoriana", pero el entonces presidente Jaime Roldós respondió muy claramente que "Ecuador no autorizó ni podía autorizar jamás que la sede de su Embajada haya sido objeto de tal acción".

Inglaterra advirtió a Ecuador que, en base a una ley inglesa de hace unos 25 años, podría retirar la inmunidad a la Embajada y penetrar para capturar al payaso australiano, lo que desató la furia "independentista" y "soberana" del presidente Correa, que se atragantó con declaraciones tremendistas y apocalípticas.

Sin embargo, tal vez no sea necesario enviar a los especialistas del Special Air Service británico a cambiar de domicilio a Julian Assange una madrugada cualquiera. Basta con no otorgarle salvoconducto y mantenerlo en la embajada ecuatoriana en Londres indefinidamente, en la pequeña habitación donde está recluido, donde necesita una lámpara solar y una estera de caminar para hacerse la idea de que está al aire libre.

Veremos qué tiempo aguanta. Muchos "duros" no lo son tanto cuando el zapato aprieta. Y el australiano no parece tener madera de líder "antiimperialista" para una estancia demasiado prolongada en la sede diplomática.

El que haya personas que le apoyen, creyendo que defienden libertades, pero en realidad por su "antiimperialismo" genético, resentimientos y frustraciones, le sirve para quince minutos de fama o alimentar su enfermizo ego, pero no para mucho más.

Recordemos a otro héroe "antiimperialista" reciente, el destituido gobernante hondureño Manuel Zelaya, que después de bufón itinerante terminó "asilado" en la embajada brasileña en Tegucigalpa por obra y gracia del corrupto Lula da Silva: a los pocos meses le daba igual ser presidente que payaso, con tal de poder caminar por la calle.

La diferencia es que Assange solamente podrá caminar por las calles después de aclarar sus asuntos pendientes con la justicia sueca en Estocolmo.
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