Por Iván García.
Siete de la mañana de un día entre semana. Luego de un desayuno frugal a base de pan con mayonesa y refresco instantáneo, Yamilka Santana, catorce años, carga a su espalda una mochila que pesa poco más de 12 kilogramos.
No va de viaje ni a un campismo. Se traslada a la escuela secundaría básica Eugenio María de Hostos en el barrio de la Víbora, a treinta minutos en automóvil al sur de La Habana.
“Llevo en la mochila todos los libros y las libretas, pues no tenemos definido el horario de clases. Son alrededor de veinte cuadernos. Además, la merienda, una cantina con el almuerzo y una sombrilla. Parece que me voy de viaje al extranjero”, comenta risueña Yamilka.
En su secundaria estudian alrededor de 350 alumnos. Deben permanecer en la escuela desde las ocho de la mañana a las cuatro y veinte de la tarde. El Estado no les garantiza desayuno escolar. Tampoco almuerzo.
Solo les brinda una merienda, que debido a la mala calidad, la mayoría de los adolescentes pasan de ella. “Es una basura. Pan con una hamburguesa de sabor indefinido o croquetas malísimas. El pan casi siempre está duro o viejo. Hay que tener mucha hambre para poder comérselo”, expresa Melissa, alumna de séptimo grado.
El patio escolar donde forman fila durante el matutino presenta irregularidades. En una amplia cancha, antaño deportiva, no hay tableros de baloncesto y el piso de cemento pulido está levantado.
En los días de lluvia el agua se filtra por las paredes y el techo. “Cae más agua adentro que afuera. Cuando los aguaceros son fuertes suspenden las clases”, comenta Josuán, alumno de noveno grado.
No pocos padres se han quejado a la dirección de la escuela. “Es un peligro para la integridad de los muchachos. Hace muchos años que no se repara el colegio y un día cualquiera puede colapsar el techo o las paredes y sucede una desgracia. El gobierno debiera tomar nota del mal estado de la mayoría de las escuelas en Cuba”, dice Magda, madre de una alumna.
Pero las quejas no han surtido efecto. La solución del régimen es pintar las fachadas de los colegios con una mano de pintura barata. El material de estudio es insuficiente y suele estar deteriorado.
“Libros que llevan hasta diez años rotándose entre los alumnos. Y no alcanzan para todos. Yo reparto un libro para dos o tres niños. Las libretas, lápices y útiles escolares alcanzan apenas para un semestre. Los padres deben costear de sus bolsillos el resto del material”, indica una maestra de Eugenio María de Hostos.
El primer problema que presentan los padres y familiares de niños y adolescentes que estudian es la adquisición del uniforme. En Cuba, el uso de uniformes es obligatorio hasta el preuniversitario o bachillerato.
En años alternos, el Estado vende dos uniformes por estudiante. “Pero es una jodedera. Casi nunca hay las tallas requeridas. Y tienes que acudir al mercado, donde un uniforme te cuesta 5 pesos convertibles, cantidad que equivale a 125 pesos, el salario de cinco días de trabajo. Hay familias que lo encargan en Miami, con mejor calidad en su confección”, acota Berta, madre de dos hijos.
En la enseñanza primaria, la saya, short o pantalón es de color rojo vino y la blusa o camisa blanco. En secundaria, amarillo mostaza y blusa o camisa blanca. En preuniversitario, azul. La enseñanza técnica utiliza uniformes de color ocre. Los estudiantes de enfermería y medicina se visten con blusas o camisas blanca y sayas o pantalones violeta.
Hace veintiséis años, cuando la Cuba de Fidel Castro era subvencionada por el Kremlin, la educación estatal de la Isla garantizaba dos meriendas y un almuerzo a los estudiantes.
También dos uniformes al año, un par de zapatos colegiales y un calzado deportivo para la educación física. Era la época donde un orgulloso Castro reiteraba en sus extensos discursos que la educación en Cuba estaba entre las mejores del planeta.
Ahora los padres deben comprar el calzado y los refrigerios, lo que contribuye a acentuar las diferencias sociales.
“A pesar que la dirección de la escuela le pide a los familiares que eviten las ostentaciones, las desigualdades son notables. Hay alumnos que vienen con zapatillas deportivas que cuestan 100 cuc o más. Tabletas, teléfonos inteligentes y hasta laptops de primera generación. También traen meriendas y almuerzos buenos. Otros dan pena. Con tenis remendados y solo comen pan con aceite”, cuenta la directora de un colegio.
Hasta la fecha, ninguna escuela primaria, secundaria o preuniversitaria cubana tiene conexión a internet, provocando un atraso en el uso de las tecnologías de la información, lo que causará un impacto negativo en las nuevas generaciones.
“Tenemos adolescentes que llegan a la escuela sin haber utilizado jamás un ordenador y nunca han navegado por internet. En el siglo XXI eso es letal”, considera Richard, profesor de computación.
Pero si la escasez de una base material decente y una alimentación adecuada es notable en las escuelas cubanas, la caída libre de la calidad de la educación, preocupa bastante a los padres. De su ya maltrecha economía doméstica, deben sacar dinero para pagar repasos privados a maestros experimentados.
“Al profesor jubilado que repasa a mi hija le pago 4 cuc a la semana, 16 pesos convertibles al mes, casi la mitad de mi salario. Es un gran sacrificio, pero lo hago para que mi hija no solo saque buenas notas, si no para que refuerce sus conocimientos y pueda estudiar una carrera universitaria”, señala Magda, madre de una alumna de séptimo grado.
El retroceso cualitativo de la educación pública en la Isla se refleja en modales groseros y en una disminución alarmante del nivel cultural en adolescentes y jóvenes que apenas leen o se informan.
“No estamos a la altura del siglo XXI. De seguir así, la mayor parte del estudiantado actual no podrá adaptarse a las exigencias del mundo contemporáneo. Tenemos dos décadas de retraso con respecto a las metodologías modernas de enseñanza”, explica una maestra retirada.
Muy pocos en Cuba quieren ser maestros. Los bajos salarios y el pobre reconocimiento social son algunas de las causas. Muchos profesores calificados prefieren trabajar de porteros en un hotel cinco estrellas, ser taxista o elaborar pizzas en negocios privados. O emigrar.
0 comments:
Publicar un comentario