viernes, 20 de agosto de 2021

Batista: El libro de las mil y una mentira.

Por Tania Díaz Castro.

En días pasados, la prensa castrista nos sorprendió con un comentario sobre el libro "Pájaro lindo de la madrugá", que la poetisa y novelista Zoé Valdés publicó el año pasado en Francia. 

El periodista oficialista Rolando Pérez Betancourt, del diario que dirige la dictadura cubana, dijo que se trata de “un libro que dignifica a Batista y un disparatado análisis”. Pero él no analizó nada: teme caer, por supuesto, en lo que padece la prensa cubana: el trillado discurso panfletario y demagógico que hace que sus paginitas, hoy a colores, sirvan a los cubanos de la Isla a falta de papel higiénico.

Los cubanos que vivimos en este país dominado por la tiranía de Fidel y de Raúl nos tenemos que conformar con el libro Batista, últimos días en el poder, de José Luis Padrón y Luis Adrián Betancourt -muy conocidos en su casa a la hora de almorzar-. Esas 600 páginas definen la salida de Batista como “una colosal proeza política y humana del pueblo cubano”. 

Hay que preguntarse qué hizo el pueblo cubano para sacar del poder a Batista. ¿Cuándo hubo manifestaciones en su contra, como las del pasado mes de julio contra el castrismo? Nunca. El pueblo se divertía pese a las bombas y atentados de grupúsculos como “26 de Julio” y el Directorio Revolucionario “13 de marzo”.

Es una verdad indiscutible cuando se dice que el pueblo JAMÁS se opuso al golpe de Estado del “pájaro lindo de la madrugá” y que lo aceptó como la cosa más natural del mundo. 

Decir que Batista gobernó con el apoyo de las fuerzas represivas es lo más ingenuo que he oído en mi vida. ¿No hace lo mismo el castrismo desde 1959? ¿El actual régimen no acaba de reprimir las históricas protestas iniciadas el 11 de julio?

Padrón y Betancourt definen a Batista como “un dictador soberbio enseñoreado sobre su pueblo”, pero en apenas seis años. ¿Y qué fue Fidel Castro, si no, durante casi 50 años?

Cierto es que Batista tuvo el apoyo de Washington, el mismo que le ha faltado al actual régimen. Pero decir que Batista “fue derrocado espectacularmente por las fuerzas populares del alma nacional” es un disparate más. También “los intentos fallidos de los norteamericanos por abortar la naciente revolución”. Increíble que estos dos autores desconozcan que Estados Unidos dejó de enviar armas a Batista mucho antes de su fuga, aunque cierto es que Fidel se privó de asesinarlo en su circo privado. 

La verdad es una sola: Fulgencio Batista se fue porque quiso. Nadie lo obligó. Ni siquiera lo obligaron las escaramuzas de Fidel en la Sierra Maestra, quien hubiera permanecido allí años. Recordemos cuando en las dos ocasiones este le pidió al pueblo una huelga general para acabar con la dictadura y llegar él al poder y jamás el pueblo cooperó con él. 

Es una verdad indiscutible que las masas de trabajadores no se rebelaron contra Batista. Se avanzaba lo mejor que se podía, pese a ciertos hechos terroristas que ocurrían de forma aislada. 

El pueblo siempre aceptó a Batista. Es la verdad. Resultó idóneo desde un principio -me refiero a 1952-, cuando el loco de Chibás, su competidor, se destrozó el estómago ante un micrófono con un arma que llevaba oculta. Mientras, el sargento de Banes, que no hablaba de forma intelectual, guajiro al fin, aparecía en el firmamento cubano.

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