miércoles, 27 de octubre de 2021

Galicia profunda.

Por Carmelo Jordá.

El último caso de una "sentencia escandalosa" es el ejemplo perfecto de las manipulaciones periodísticas por desgracia son tan comunes hoy en día.Un paisaje de Galicia. | Unsplash/Alejandro Piñero Amerio

La última ola de ofendidismo nos llega con aires célticos: la "Galicia profunda" entra a formar parte del cada vez más numeroso club de las cosas de las que ya no se puede hablar o términos que más vale no decir.

En este caso el castigo es doble: no sólo se ha ofendido supuestamente a los gallegos sino que una jueza ha osado no entregar su hijo a la madre automáticamente y dárselo al padre. Pecado mortal de machismo habemus, corran a cubierto porque van a empezar a caer chuzos de punta.

Tal y como ha explicado a la perfección Daniel Rodríguez Herrera en Libertad Digital, este nuevo caso de "sentencia escandalosa" es el ejemplo perfecto de las manipulaciones periodísticas que, por desgracia, son tan comunes en estos tiempos y que, como siempre, caen del lado de aquellos que más presumen de integridad y con más aspavientos denuncian las fake news, pero no dejan de producirlas.

Porque, la juez del caso no ha decidido que el padre tenga la custodia provisional del niño porque la madre esté en la Galicia profunda, sino por un cúmulo de razones entre las que probablemente habrán tenido mucho peso una serie de mensajes completamente desquiciados que, de haberlos mandado el hombre en lugar de la mujer, le habrían proporcionado una bonita condena por violencia de género. ¿Piensan que exagero? Pues díganme qué creen que pasaría si cualquier español de sexo masculino le dice cosas como estas a su pareja de sexo femenino:

"¿Tú no ves que eres tonto perdío?", "HIJO DE PUTA. BUSCA ALGO BUENO. Que cualquier persona encontraría algo bueno en todo lo que hice maldito hijo del diablo. Que estás podrido por dentro", "te van a caer hostias que no vas a ver venir. Y las vas a tener que encajar. La vida no es de puto color de rosas. Espabila R.. Por tu hijo. ESPABILA. Esto es la vida", "TÍTERE. Saca cojones". "Púdrete en el puto infierno. Muérete. Desaparece. Haznos ese favor".

Sin embargo, por suerte o por desgracia estoy tan acostumbrado a la mentira y la manipulación feministas que casi me llama más la atención lo de la "Galicia profunda" y la indignación que escenifican tantos ofendiditos, como si no fuese completamente cierto que una aldea con 300 habitantes a una hora de Santiago de Compostela y hora y media de La Coruña es un sitio menos óptimo para criar un hijo que una ciudad con todos los servicios médicos y educativos. ¿Estamos tontos, nos hemos vuelto locos o simplemente es que ya nos negamos a ver lo obvio?

¿Quiero decir con esto que es imposible criar a un niño feliz en una aldea gallega, extremeña o castellana de 300 habitantes? No, por supuesto, pero no se trata de que algo sea o no factible: se trata de que sea lo mejor entre las distintas opciones que tiene el niño, porque de lo que estamos hablando aquí es de lo que merece el hijo, señores, no de lo que quieran, deseen o merezcan sus padres. Aunque, por cierto, yo tengo una idea bastante clara de lo que merece una madre que se lleva a su hijo de Marbella a Galicia, profunda o no, sin preguntar al padre de la criatura.

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lunes, 25 de octubre de 2021

Cuba, la reaparición de Carlos Lage.

Por Iván García.

En una dictadura todo es posible. Las estrategias son marcadas por la aplastante realidad o la supervivencia. Arnaldo Ochoa fue un general exitoso. Su estrategia militar en la batalla de Ogadén se estudia en algunas academias castrenses de Occidente. Fue jefe de la misión militar en Angola en los años 80 y condecorado Héroe de la República de Cuba por Fidel Castro.

Poco tiempo después, fue acusado de traición a la patria y de estar vinculado en operaciones de narcotráfico con el Cártel de Medellín. Y fusilado en la madrugada del 13 de julio de 1989 en el aeropuerto militar de Baracoa, al oeste de La Habana.

Los dictadores comunistas suelen ser despiadados cuando consideran que peligra su poder omnímodo. Stalin mandó a ejecutar con un tiro en la sien a destacados políticos y la plana mayor del Ejército Rojo por sospechar que colaboraban con Alemania. Otras veces sucede lo contrario. Cuando la delirante Revolución Cultural fracasó en China, los operadores políticos rescataron a Deng Xiaoping tras la muerte de Mao Tse Tung.

En Cuba, a los hermanos Castro, no les ha temblado la mano para encarcelar, fusilar o que mueran en extrañas circunstancias partidarios suyos cuando son considerados una amenaza. El ex ministro del Interior José Abrantes falleció de un paro cardiaco a pesar de ser un hombre saludable. Luego de salir de un brindis en una embajada, Manuel Piñeiro, alías Barbarroja, uno de los artífices de la subversión en América Latina y la creación del ELN en Colombia, pereció en un sospechoso accidente de tránsito.

Carlos Lage Dávila, 70 años, graduado de medicina, hijo del médico Agustín Lage y de la periodista y escritora Iris Dávila, fue ex secretario del Consejo de Ministros y vicepresidente del Consejo de Estado de 1993 a 2009 y de puro milagro salvó su pellejo. Lage, el entonces canciller Felipe Pérez Roque y Carlos Valenciaga, ex secretario personal de Fidel Castro, entre 2008 y 2009, fueron destituidos y acusados de «comportamientos indignos» por comentarios y burlas hacia los «líderes de la revolución» hechas en cumpleaños y fiestas privadas, donde después de darse unos tragos olvidaron que la contrainteligencia cubana coloca micrófonos y cámaras hasta en los árboles.

Otro defenestrado de esa época fue Raúl Castellanos Lage, vicejefe del departamento ideológico del partido comunista, primo de Carlos Lage e igualmente médico de profesión. Pablo Valido, quien fuera miembro del partido comunista, rememora que “a finales de 2009, a varios cuadros del partido nos pusieron un video en el cual acusaban a Carlos Lage y Felipe Pérez Roque de colaborar con los servicios secretos españoles. El explote fue grande, no sé cómo no fueron detenidos”. Pero si Lage, Pérez Roque, Valenciaga y Castellanos no fueron encarcelados fue porque no pudieron probar que durante su paso por el poder se enriquecieron o abrieron cuentas en bancos foráneos.

Carlos Lage no era un reformista ni un Gorbachov caribeño. Fue un astuto funcionario que aparentaba tanta lealtad al castrismo que estuvo de acuerdo con la oleada represiva contra opositores y periodistas independientes conocida como la Primavera Negra y con el fusilamiento de tres jóvenes negros que secuestraron una lancha para huir del país, dos hechos que en marzo y abril de 2003 tuvieron gran repercusión internacional.

Tal vez el mayor mérito de Lage es su modestia y honradez. Siempre ha vivido en un apartamento sin grandes pretensiones y en los años duros del Período Especial decidió dejar de ir a su oficina en el Palacio de la Revolución en el auto que tenía asignado y hacerlo en una bicicleta china, como hacían miles de cubanos en toda la isla. Una actitud que no gustó a la élite gobernante, que le pedía sacrificios al pueblo, pero no estaba dispuesta a renunciar a sus privilegios. Y con el pretexto de que Lage ponía en peligro su vida, al andar solo a cualquier hora del día o la noche por las calles habaneras conduciendo una bicicleta, tuvo que volver a utilizar el coche oficial.

También es cierto que Lage tiene fama de austero y de que nunca fue un corrupto y un vividor, como otros políticos y funcionarios que han ocupado cargos en la Isla a lo largo de 62 años. Pero eso no lo hace mejor. Es un comunista convencido de que el absurdo socialismo marxista es el futuro de la humanidad. Hace tres años fui a hacerme un chequeo médico en el Policlínico Universitario 19 de abril, en Tulipán entre Panorama y Oeste, Nuevo Vedado. En el segundo piso estaba Carlos Lage, con un pantalón gris, zapatos gastados y una bata blanca. Una doctora me contó que “al principio, cuando a Lage lo enviaron al policlínico como jefe de epidemiología, la gente se cuidaba de no hablar mal del gobierno en su presencia. Pero pronto se dieron cuenta que a él no le importaba. Es buen empleado, serio y callado. Nunca llega tarde al trabajo”.

La publicación en redes sociales de un video de unos nueve minutos de Carlos Lage no es casual. Analistas de temas nacionales debaten cuál sería el próximo movimiento de fichas del régimen. Si su aparición responde a un guión dictado por Raúl Castro o va por la libre. Tres escenarios posibles se especulan.

El primero: ante la enfermedad y pérdida del control político de Raúl Castro, sectores más cercanos al ideario de Fidel estarían buscando escalar posiciones y destituir al presidente Miguel Díaz-Canel el día después de la muerte de Castro II. Según esa tesis, se presentaría a Lage como el policía bueno de la película. Un reformista que va en serio y un político con más cuajo o sustancia que el grisáceo Díaz-Canel para dialogar con la Casa Blanca y la Unión Europea.

El segundo: Lage va por su cuenta. Después de doce años de silencio, al cumplir 70 años, decidió opinar sobre la feroz crisis económica, política y social que vive el país.

El tercero: tras el fracaso de la Tarea Ordenamiento, mala gestión de la pandemia e incapacidad del gobierno de Díaz-Canel para mejorar la producción de alimentos y contener el amplio descontento ciudadano, Raúl Castro rescataría la figura de Carlos Lage en un intento por salvar la caótica y fracasada revolución.

Hay otras teorías. Pero desde mi perspectiva, la reaparición de Carlos Lage es una escaleta trazada de antemano por el poder oculto del régimen: altos oficiales de las fuerzas armadas involucrados en los jugosos negocios de GAESA, emporio empresarial militar que preside el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, ex yerno de Raúl Castro, y que hasta que se demuestre lo contrario, es quien toma las decisiones principales en materia de política interna y exterior.

Raydel Fernández, con treinta años en el exilio, considera que la “facción fidelista está reagrupándose para jugar un papel en la Cuba post Raúl. Tendrán de apoyo a los Castro Soto del Valle. Raúl sigue siendo el hombre fuerte, pero ya es más un cadáver que un ser vivo” Para algunos activistas locales, el video de Lage se antoja una jugada del régimen para atenuar el eco mediático de la marcha cívica del 15 de noviembre organizada por Archipiélago, plataforma liderada por el dramaturgo Yunior García.

Una mayoría de cubanos de a pie cree que el desempeño del gobierno de Miguel Díaz-Canel ha sido errático. No ha encontrado solución a los muchos problemas que afectan a la sociedad. Solo ha puesto parches. En una democracia, las elecciones castigarían con el voto el retroceso de la salud pública, la muerte por negligencia estatal de cientos de pacientes contagiados por el coronavirus, los pésimos servicios públicos, estantes vacíos en los mercados y altos precios de los productos.

Si en los próximos meses el panorama económico no cambia y el presidente designado se ve superado por protestas populares, podría ser reemplazado. Siempre fue un simple mascarón de proa, defensor de los intereses de Raúl Castro, su padrino político. Todo indica que la suerte de Díaz-Canel está echada.

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Granada, 1983: recuerdo de otro fiasco castrista.

Por Luis Cino.

Cubanos reciben su ración de comida en un campo de prisioneros en Granada, en octubre de 1983.

Lo ocurrido en Granada, tras la invasión norteamericana del 25 de octubre de 1983, fue un fiasco para Fidel Castro. No tanto por la pérdida de un gobierno aliado en un país estratégico en el Caribe como por el descalabro sufrido en el primer y único enfrentamiento bélico que ha tenido el castrismo con fuerzas estadounidenses.

La noche del 25 de octubre de 1983, varias horas después de producirse la invasión norteamericana, un dramático comunicado oficial del gobierno castrista anunció que los cubanos que estaban en Granada enfrascados en la construcción de un aeropuerto se habían enfrentado a la 82 División Aerotransportada y habían muerto combatiendo. El comunicado concluía asegurando que el último de ellos se había inmolado abrazado a la bandera.

Fidel Castro, en vez de ordenar la evacuación de los cubanos u orientar que no se involucraran en los combates, como habían pedido los norteamericanos, ordenó a los cubanos, civiles en su mayoría, que pelearan y no se rindieran. Enfrentados a una fuerza que los superaba numéricamente, en armamentos y profesionalidad, aquello hubiera significado un suicidio en masa.

Varios  días después nos enteraríamos los cubanos del enorme papelazo que había hecho el régimen al dar por hecho lo que suponía Fidel Castro que habría ocurrido a los cubanos en Granada si hubiesen cumplido sus órdenes. Afortunadamente, no las cumplieron, se rindieron, y así los muertos, en lugar de 700, fueron 25.

Los cubanos hechos prisioneros fueron devueltos a Cuba. Los  muertos también. Hubo un luto nacional riguroso de varios días.

Al coronel Tortoló, el jefe de los asesores militares cubanos en Granada, por refugiarse en la embajada soviética en Saint George, luego de haber sido recibido como un héroe por Fidel Castro, lo degradaron y enviaron a la guerra de Angola.

Lo ocurrido en Granada en octubre de 1983 es una historia que nos ha sido muy mal contada a los cubanos, con muchas mentiras y distorsiones.

Maurice Bishop, el premier socialista de Granada, no fue derrocado y asesinado por los soldados norteamericanos que invadieron su país, como pudiera suponerse a juzgar por lo que dicen –o mejor, no dicen- el periódico Granma y el Noticiero de Televisión. Bishop, que en 1979 derrocó al gobierno del premier Eric Gairy, había sido depuesto semanas antes de la invasión norteamericana por un golpe de estado de elementos ultra-izquierdistas del Movimiento New Jewel, dirigidos por Noel Coard y Hudson Austin.

Cuando las fuerzas norteamericanas invadieron Granada el 25 de octubre, hacía ocho días que Maurice Bishop estaba muerto. Bishop, su amante (la ministra de Educación Jacqueline Creft), y otros 15 integrantes de su gabinete fueron ultimados por los golpistas en Fort Rupert el 17 de octubre.

No obstante, del modo que los medios oficiales cubanos siguen contando la historia de lo ocurrido en Granada en octubre de 1983, parecería que los autores del asesinato de Bishop y sus ministros fueron los norteamericanos y no los golpistas del Consejo Revolucionario Militar.

De no haber ocurrido la invasión norteamericana, ¿habría el régimen cubano apoyado al nuevo régimen instaurado en Granada? Es probable que sí, porque a pesar de las estrechas relaciones de Fidel Castro con Bishop, luego de su derrocamiento y posterior asesinato no fueron evacuados los varios cientos de cubanos que había en Granada, la mayoría de los cuales trabajaba en la construcción de un aeropuerto en Point Salines, al sur de la isla.

Los gobiernos de Cuba y Granada aseguraban que aquel aeropuerto, de extensión desmesurada para una isla con una superficie de poco más de 344 kilómetros cuadrados, sería destinado al turismo internacional, pero los norteamericanos sospechaban que sería utilizado con fines militares por la Unión Soviética y Cuba en momentos en que los conflictos en El Salvador, Nicaragua y Angola estaban en su apogeo.

La invasión norteamericana se proponía salvaguardar las vidas de más de un centenar de norteamericanos que estudiaban en la Escuela de Medicina de la Saint George’s University, según aseguró el presidente Ronald Reagan. Pero, más que eso, buscaba  impedir que se convirtiera en una especie de portaviones soviético en el Caribe el estratégico aeropuerto con una pista de aterrizaje de más de 10 000 pies de largo que construían los cubanos de la UNECA en Point Salines.

Treinta y ocho años después, los medios oficialistas cubanos siguen con su versión distorsionada de lo ocurrido en Granada.

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viernes, 22 de octubre de 2021

Trampas y resurrecciones: el castrismo en fase terminal.

Por Javier Prada.

Una valla del régimen cubano glorifica al difunto Fidel Castro.

Muy desesperados tienen que estar los dueños de Cuba para haber sacado a Carlos Lage del plan pijama. La movida es tan rara que varios analistas andan devanándose los sesos para entender qué hay detrás del inesperado descongelamiento de un antiguo viceministro caído en desgracia, popular en su momento por su vocación reformista, tildada como “de derecha” por algunos desconfiados que aborrecían la preferencia manifiesta de Fidel Castro hacia aquel médico ambicioso y pragmático.

De la resurrección de Lage no ha trascurrido una semana, pero mucho se ha hablado ya. Nadie imaginaba que a estas alturas la tendencia del castrismo al retroceso lo llevaría a desempolvar una figura que acaba de cumplir 70 años, y para colmo regresa del inframundo enarbolando un discurso de lealtad eterna a Fidel y al socialismo.

Tal vez la gerontocracia esté dispuesta a limar viejas asperezas con tal de subsanar ese gran error que ha sido Miguel Mario Díaz-Canel, al cual se sumó el desastre mayor provocado por Marino Murillo y su Tarea Ordenamiento. Es muy difícil determinar cuál de los dos ha resultado peor para el país, pero lo cierto es que los mandantes perdieron el control de la crisis y algo tenían que hacer.

Entre tantas especulaciones sobre lo que podría significar la reaparición de Carlos Lage, también se ha colado la sospecha de que sea otro bluff para desviar la atención de lo que está ocurriendo alrededor del grupo Archipiélago y la marcha convocada para el 15 de noviembre. Por otro lado, recomponer la imagen de un político que en su momento tuvo fama de perestroiko podría ayudar a la camarilla de Raúl Castro a recuperar las simpatías de ciertos grupos que no vieron con buenos ojos el hundimiento de Lage y otros “adelantados” que pretendieron oxigenar la revolución con ideas que entonces parecían demasiado liberales.

La cúpula está dividida. En el escenario actual, con la sociedad civil en abierta oposición, mejor informada y organizada que hace treinta años, necesitan al menos asegurarse de que no van a serrucharse el piso entre sí. Pero sucede que Carlos Lage es tristemente célebre por haber quitado las “jabitas de estímulo” a los trabajadores del sector empresarial, pues sus políticas de austeridad jamás contemplaron recortes a las gratuidades que disfrutaba el ejército. El pragmatismo del reformista consistía en mantener a las Fuerzas Armadas contentas y al pueblo pisoteado.

Los cubanos están hartos de funcionarios leales a Fidel y al sistema. Estos tiempos demandan políticos leales a Cuba. Si el régimen hubiese tenido la intención de reformar, Raúl Castro no hubiese puesto pausa a las transformaciones que él mismo inició cuando heredó el poder. No hubiese frenado el crecimiento del sector privado, ni saboteado el deshielo en la era de Obama con su obcecado atrincheramiento ideológico.

El audio de Carlos Lage que circula en Internet pudiera ser un ejercicio de tanteo de la opinión pública. Si, como algunos han insinuado, esta puesta en escena preparada por la Seguridad del Estado busca tomarle el pulso al radicalismo popular, debe quedar claro que buena parte de la sociedad cubana apuesta por la libertad y no por el reformismo.

La dictadura ha tenido tiempo suficiente para cambiar todo lo que debe ser cambiado y promover la transición hacia un gobierno democrático. Sin embargo, ha elegido castigar a un pueblo por haber tomado el camino legítimo de la protesta para denunciar la falta de libertades, la indignante pobreza en que vive, la escasez hasta de lo indispensable, el colapso del sistema de salud que tantas vidas ha costado, la necedad de dirigentes que se arrogan el derecho de hablar por todos desde su realidad de barrigas llenas, casonas confortables, vehículos importados y clínicas exclusivas que en nada se parecen a los hospitales mugrientos donde son atendidos los simples mortales olvidados por la revolución.

El castrismo se ha empecinado en reprimir, pero eso tiene su precio. Lo más seguro es que hoy se estén produciendo nuevas y apresuradas reparticiones de poder para asegurar algo de cohesión entre las distintas facciones políticas que, bien pagadas, aceptarán que el pueblo de Cuba siga sufriendo privaciones para que los generales y sus familias vivan como sultanes.

La rehabilitación de Carlos Lage o cualquier otro defenestrado en la era de Fidel Castro no pondrá fin a un mal que debe ser arrancado de raíz. La apuesta más atrevida de estos “rescatados” consistiría en adaptar la economía cubana a un molde vietnamita o chino, dejando intacto el sistema político.

Los manifestantes del 11 de julio que hoy cumplen condenas desproporcionadas son el resultado de la crueldad y la corrupción de un poder judicial subordinado al Partido Comunista, que viola constantemente los derechos ciudadanos. Tales abusos no desaparecerán con “reformas económicas profundas”, ni con el levantamiento del embargo.

Los cubanos no quieren un viejo más para seguir dejando al país empantanado en lo que pudo haber sido hace veinte años. Ya es tarde, la nación agoniza y las nuevas generaciones exigen la única solución viable y permanente: libertad.

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sábado, 9 de octubre de 2021

Otro año caótico para la economía cubana.

Por Orlando Freire Santana.

Durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros, el titular de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, dio a conocer los resultados de la economía cubana al cierre del mes de agosto. Y en realidad fue muy negativo tal desempeño, en especial lo relacionado con la producción agropecuaria.

Se incumplieron las producciones de arroz, maíz, frijoles, leche, huevos, así como la carne bovina y la porcina. También se dijo que las producciones de viandas y hortalizas quedaron muy por debajo de la demanda.

Resulta evidente que las tantas medidas informadas por las autoridades para revitalizar la empresa estatal no han dado los resultados esperados. Una realidad que podemos apreciar, entre otras, en las entidades dedicadas a la agricultura. A todas luces este es un sector que requiere más capital e inversión extranjera, hasta ahora insuficientes.

A propósito, en la propia reunión, el primer ministro Manuel Marrero dejó entrever la insatisfacción de la cúpula del poder por la marcha de la inversión extranjera en la Isla. El funcionario apuntó que “es necesario darle la prioridad que lleva este asunto en los niveles superiores de dirección, cada cual con el papel que le corresponde”.

Al continuar las malas noticias trascendió que muchas otras actividades productivas se vieron afectadas en el mes de agosto a causa del inestable comportamiento de los portadores energéticos en el país, un mes en el cual la generación de energía eléctrica real estuvo muy por debajo del plan previsto.

Con respecto al peliagudo tema de la cadena puerto-transporte-economía interna, lo informado en la reunión no fue nada halagüeño. El ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, reconoció que persisten insuficiencias, tanto de índole objetivo como subjetivo. En este sentido, el premier Marrero alertó acerca de muchas mercancías que llegan al país y después se traba su distribución a los consumidores debido a las fallas del referido engranaje puerto-transporte-economía interna.

Aunque ahora no se ofrecieron cifras al respecto, es conocido que en los últimos tiempos el país ha debido erogar cientos de miles de dólares por pagos de sobreestadía a los barcos que traen bienes y materias primas. Cuando no ha faltado el transporte, los almacenes de la economía interna no han respondido adecuadamente.

El resumen brindado por Granma tampoco aportó cifras sobre el estado de las cuentas pendientes por pagar y cobrar. No obstante, el hecho de que la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños, trajera el tema a colación es un indicio de que la nefasta cadena de impagos que desde hace mucho afecta a la economía no ha logrado desenredarse.

Y, al parecer, la atención del mandatario Miguel Díaz-Canel Bermúdez, también presente en la reunión, se centró esta oportunidad en el control de los actos de corrupción que tienen lugar en el sistema empresarial. Ya no resultan efectivos ni los mecanismos de control interno que mantienen las empresas y entidades, ni la labor de la Contraloría General de la República que encabeza la señora Gladys Bejerano. El robo, el delito y la malversación ─en ocasiones cometidos por los propios jefes─ siguen en aumento.

Lo novedoso es que el señor Díaz-Canel ha propuesto la creación de un control popular para enfrentar esas anomalías. Un control popular que nadie sabe cómo y quién lo va a llevar a cabo. ¿Es que acaso el benjamín del poder pretende meter al exespía Gerardo Hernández Nordelo y su tropa cederista en el interior de las empresas y entidades para velar por los intereses del régimen?

Sin dudas, un mal augurio para el próximo desempeño de las Mipymes, sobre todo para las estatales, esas que con tanto bombo y platillo anuncia la propaganda oficialista.

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viernes, 8 de octubre de 2021

Che Guevara, el gran icono de la propaganda castrista.

Por Luis Cino.

Imágenes del Che Guevara durante una marcha en La Habana.

Lo he intentado varias de las muchas veces que la han exhibido en la televisión cubana, pero nunca he logrado ver más allá de los primeros minutos “Diarios de motocicleta”, la película del brasileño trasplantado a Hollywood Walter Salles, que narra el recorrido que en 1952 hicieran por Sudamérica Ernesto Guevara y su amigo Alberto Granados montados en una Norton 500.

Reconozco que es una buena película, con buenos actores, bella fotografía y una bonita canción tema, Al otro lado del río, del cantautor uruguayo Jorge Drexler. Pero sucede que detesto a Che Guevara, y eso hace que se me atragante, me resulte indigerible, la que pudiera ser otra road movie más.

Mi aborrecimiento lo pueden entender todos los cubanos que hemos sido víctimas durante todas nuestras vidas de la dictadura que Guevara ayudó a consolidar, primero como guerrillero, luego como masacrador en La Cabaña, después como ministro que arrasó con la economía nacional, y aun después de muerto, como el más propagandizado icono del castrismo.

Para colmo de las abominaciones, han forzado a nuestros niños a que, antes de entrar a las escuelas, juren: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

Guevara, que tenía una personalidad antipática y fracasó en todo lo que emprendió, es el mejor ejemplo de que ciertos símbolos de la izquierda internacional, frente a toda lógica y razón, resultan incombustibles.

A Che Guevara lo mató el 9 de octubre de 1967, en La Higuera, un ebrio oficial del ejército boliviano, supuestamente por órdenes del presidente René Barrientos. Lo habían capturado, herido en una pierna, el día anterior. Su grupo guerrillero lo aniquilaron bisoños rangers bolivianos a quien Guevara despectivamente llamaba “soldaditos”.

El desastre de su guerrilla en Bolivia, abandonada a su suerte por el régimen cubano, no fue su primer revés militar. Dos años antes, su ultrasecreta incursión en el Congo también fue una catástrofe. Enfermo y derrotado, Guevara y sus hombres tuvieron que cruzar el lago Tanganica con el enemigo pisándole los talones para buscar refugio en Tanzania.

Todos los hechos de armas en que participó Guevara, comenzando por el desembarco del yate Granma (que él mismo describió como “un naufragio”), fueron patéticos fracasos.

El único éxito militar que pudo anotarse fue en diciembre de 1958, frente a los soldados del ejército del dictador Batista, que, desmoralizados, no mostraron demasiado empeño en impedir que los rebeldes tomaran la ciudad de Santa Clara.

Tampoco sirvió como economista. Antes que Fidel Castro lo nombrara Ministro de Industrias, pasó a presidir el Banco Nacional de Cuba en 1960. Castro buscaba un economista y Che Guevara, adormilado, entendió que lo que buscaba su jefe era un comunista.

El de ministro de Industrias fue su peor desempeño. Cuando se fue a pelear al Congo, dejó tras de sí un calamitoso rastro en la economía cubana que tuvieron que componer los seguidores de los lineamientos de Moscú que polemizaron con él.

Por mucho que habló y escribió sobre el modo de organizar la economía socialista, Guevara, un hereje del comunismo con inclinaciones trotskistas y maoístas, nunca llegó a concretar con claridad y coherencia su pensamiento económico. En El socialismo y el hombre en Cuba solo logró mostrar la desmesura e impracticabilidad de su idealismo estatalista y suprahumano.

Aunque tenía dotes para la escritura, no se le daban las teorizaciones. Luego de escribir Pasajes de la guerra revolucionaria, cuando quiso plasmar su pensamiento militar en un libro, lo que resultó fue La guerra de guerrillas, un confuso manual de táctica y estrategia. Esclarecer la teoría guevarista del foco guerrillero precisaría de la pluma del francés Regis Debray y su libro ¿Revolución en la revolución?.

Apenas ejerció como médico. Prefería las armas y formar combatientes que, según sus palabras, “fueran frías máquinas de matar”. Lo consiguió con los hombres de los pelotones de fusilamiento que cumplían sus implacables órdenes en la fortaleza de La Cabaña durante los primeros meses de 1959.

El estoicismo revolucionario de Che Guevara lo llevó a extremos deshumanizados de exigencia y disciplina. Las anécdotas mil veces repetidas acerca de su austeridad subrayan sus rasgos más duros e inflexibles. Aun las que se supone que muestren su lado más humano, consiguen todo lo contrario.

La utilización de algunas buenas fotos, como la que hizo Alberto Korda en 1960 durante el sepelio de las víctimas de la explosión de La Coubre y que luego difundió Ferlinghetti por el mundo, contribuyeron a forjar la leyenda póstuma de Ernesto Guevara para convertirlo en el mejor ejercicio de marketing de la revolución cubana.

Aparte de dividendos ideológicos, Che Guevara reporta al castrismo mucho dinero procedente del turismo ideológico.

Los izquierdistas nostálgicos, si no pueden peregrinar a La Higuera o al mausoleo en Santa Clara que guarda los restos de Che Guevara, pueden consolarse adquiriendo los productos de la industria guevarista. Boinas con la estrella guerrillera, libros, películas, posters, camisetas y jarras con la imagen del guerrillero siguen llenando los bolsillos de avispados empresarios, algunos con credenciales marxistas.

Che Guevara se convirtió, como Elvis o Marilyn Monroe, en un fetiche de la sociedad de consumo. Fue la venganza del capitalismo contra el revolucionario fanático que quiso destruirlo creando “dos, tres, muchos Vietnam”.

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