lunes, 14 de febrero de 2022

Crisis, represión y rabia popular.

Por Iván García.

Recientemente, un grupo de familiares esperaban frente al Tribunal Popular Municipal de 10 de Octubre, al sur de La Habana, para participar en la primera sesión del juicio oral que se celebró contra 33 personas, seis de ellos menores de edad, que intervinieron en las protestas populares del 11J. Poco antes de las nueve de la mañana ocurrieron dentro de la sala judicial las primeras quejas, pues la fiscalía pretendía que los familiares asistentes participaran de forma virtual.

Cuenta Yaila Prieto, esposa de Juan Emilio Pérez Estrada, con petición fiscal de 25 años de cárcel, que “cuando llegamos solo permitieron entrar a un solo familiar por cada uno de los enjuiciados. Los presos estaban allí desde las cinco de la mañana. El primer incidente fue cuando intentaron poner a los presos de un lado y a los familiares en otra sala, y que nosotros viéramos el juicio por una pantalla de televisión. Fue entonces que las madres y esposas allí presentes, iniciamos una protesta y al final nos tuvieron que poner a todos en el mismo lugar, porque no estábamos de acuerdo de ver el juicio por una pantalla”.

El resto de los familiares, alrededor de un centenar, habían permanecido bajo fuerte vigilancia policial en el Parque Juan Delgado, a dos cuadras del tribunal. Describe Yaila, que “al terminar el juicio habían muchos familiares y una cadena inmensa de policías. Al salir los presos para ser devueltos al penal, la policía no dejaba que sus parientes se acercasen para saludarlos. Entonces los familiares comenzaron a gritar Libertad y a aplaudir, lo que fue secundado por los presos. Minutos después llegó un ómnibus repleto de guardias de la Brigada Especial y los agredió. Se llevaron detenidos a varios familiares”.

Un vecino del lugar comenta que la violencia fue desproporcionada. “Yo creía que estás escenas de brutalidad policial no pasaban en Cuba. Fue un abuso. Hasta ancianos fueron golpeados. Los presos daban golpes en las planchas de metal de los carros jaulas. Los residentes de la barriada condenaron el abuso policial. Al gobierno se le está yendo de las manos la represión. Golpeaban a mujeres indefensas con tremenda saña. Mi hija salía de la escuela se quedó espantada. Nunca había visto una escena así”.

Carlos, sociólogo, reconoce que el actual panorama en Cuba es un auténtico polvorín. “Al no aceptar el diálogo ni el respeto a las diferencias políticas, el gobierno está abriendo la puerta a la violencia desmedida, las groserías y las bajas pasiones. De un bando y otro. Se están enquistando y polarizando las posiciones. Se han legalizados las palizas y los actos de repudio apoyados por el gobierno. Esa violencia va generar mayor violencia por parte de las personas que son reprimidas y nadie las escucha. Cuando ocurra otro estallido social en Cuba como el del 11 de julio, habrá mucha violencia”.

Según el sociólogo habanero, existe un fuerte resentimiento e impotencia en una gran mayoría de la población, que considera que ha agotado todas las vías legales y no se le da respuesta a sus reclamos. “La prepotencia del régimen es total. Los gobernantes se creen con derecho de pernada. No dan explicaciones de sus actos, no rinden cuentas. La autocritica es nula. Por ejemplo, las tiendas dolarizadas y la Tarea Ordenamiento son tremendamente impopulares. Cualquier encuesta seria reconocería que más del 90 por ciento de la ciudadanía no apoya esas medidas. Pero el gobierno insiste en promoverlas. Irremediablemente, vamos camino al caos”.

Es extensa la lista de peticiones populares que el gobierno no responde. Al contrario. Insiste en seguir aplicando el mismo guión. Un segmento considerable del pueblo no entiende que en medio de una feroz crisis económica y social, el Estado no detenga la construcción de hoteles de lujo y utilice esos recursos en el desarrollo de la agricultura y la producción de alimentos.

Gustavo, economista, asegura que “el gobierno ni siquiera da una explicación. Es como si fuera un capricho, o peor, una burla. En 2021, el turismo se desplomó un 77.68% en comparación con 2019. El impacto fue tan grande que en el sector privado casi 140 mil emprendedores que eran dueños de hostales, paladares en zonas de gran afluencia turística o alquiler de autos, entregaron las licencias. La tasa de ocupación habitacional no supera el 30 por ciento. A pesar de la crisis sistémica y económica, el presupuesto del Estado dedica el 54% a la construcción inmobiliaria y de hoteles. El doble del dinero que desembolsan para la salud publica y la educación”, explica y alega:

“El gobierno no puede esgrimir que esas obras son de capital extranjero, pues son financiadas por GAESA, dueño del cien por ciento de las propiedades administradas por empresas extranjeras. El despotismo llega a niveles insospechados. GAESA contrató a Bouygues, constructora francesa, que prefiere emplear a trabajadores indios y pagarles salarios en divisas en una cuantía treinta veces superior al sueldo de un constructor cubano. La gente está harta de tantas arbitrariedades”.

Y es cierto. Si echamos un vistazo a los comentarios en la prensa oficial online, leeremos quejas al desempeño del Estado. Hace unos días, Acopio, institución estatal encargada de recolectar productos agrícolas, dejó que se echaran a perder en el campo 200 quintales de tomate en Artemisa, provincia a 66 kilómetros al oeste de La Habana.

Las críticas en la calle han ido subiendo de tono, sobre todo cuando la gente se entera que cada año se mueren de hambre y sed miles de reses en un país donde muchas personas llevan años sin comer carne de res. O que desde hace seis meses enfermos con dietas médicas no reciben su cuota de leche en polvo por la libreta de racionamiento, mientras en las tiendas por dólares y sitios digitales de ventas de alimentos para cubanos radicados en el exterior se oferta leche en polvo. Katapulk, uno de esos sitios, anuncia bolsas de leche descremada entre 65 y más de 200 dólares, directamente traída de Estados Unidos.

Un funcionario del gobierno provincial de Holguín, a un grupo de madres que se quejaron por la ausencia de comercios donde vendan ropa y calzado infantil en moneda nacional, le respondió “que en las tiendas por divisas existían esas ofertas”. Aumenta el número de padres que en voz alta reclaman a las autoridades la venta de juguetes y golosinas para los niños en pesos. Los cubanos deben comprar en divisas desde una máquina desechable de afeitar hasta un bombillo. Y los salarios y pensiones que ellos reciben es en pesos cubanos, una de las monedas más devaluadas del mundo.

Ricardo, custodio de un almacén de materiales de la construcción, dice que “es demasiado el descaro, la soberbia y la indiferencia de los dirigentes. No hay cemento para los que perdieron sus casas por un ciclón u otro desastre natural, pero venden cemento en las tiendas por divisas. Hace más de un año, una dirigenta de Artemisa hizo una fiesta y la piñata la llenó con dólares. Un dirigente de Las Tunas subió a las redes sociales un video masturbándose. Todo eso lo publican sin pudor en sus muros de Facebook, igual que las comelatas de Mariela, hija de Raúl Castro, o Sandro, nieto de Fidel, manejando ‘uno de sus jugueticos’, un Mercedes Benz, cuando el pueblo tiene que estar dos horas o más para poder coger una guagua. Por el camino que vamos, esto puede terminar en una guerra civil. Es mucho el odio reprimido”.

La gente en Cuba está cansada de promesas que jamás se cumplen. Mientras, el régimen sigue repitiendo consignas y apostando por la represión. Debiera tomar nota de la rabia popular.

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