domingo, 17 de julio de 2022

El miedo al cambio.

Por Luis Cino.

Ayer discutí con dos exprofesores septuagenarios, que luego de ver en Facebook un video de la protesta de la noche del 14 de julio en Los Palacios, Pinar del Río, escandalizados por las palabrotas que gritaban los manifestantes y por “su mal aspecto”, afirmaban que “antes que esa chusma tome el poder, es preferible que sigan los comunistas, que al menos mantienen el orden”.

He escuchado comentarios similares luego del estallido social de los días 11 y 12 de julio del pasado año, cada vez que se produce en algún punto de la geografía nacional una protesta en contra del régimen. Generalmente, esas opiniones, reforzadas por la narrativa oficial que presenta a los que protestan como delincuentes, antisociales y vándalos, provienen de personas blancas, mayores de 60 años, con formación universitaria, y situación económica de regular a holgada.  

Y por supuesto que a la elite burguesa del socialismo de la continuidad post-fidelista, que no hace colas, no monta en guaguas y no se aleja mucho de sus mansiones en Miramar, Siboney y Nuevo Vedado, les horroriza “el mal aspecto, la indecencia y la chusmería” de los participantes en las protestas, descamisados, en chancleta, andrajosos y que gritan insultos contra Díaz-Canel.   

En ese espanto hay mucho de racismo. Recordemos que en el siglo XIX, el miedo a los negros, el temor a que se sublevaran y convirtieran a Cuba en un nuevo Haití, retrasó varias décadas la lucha por la independencia. Hoy, uno escucha, además de a los acomodados, a los resignados y los indecisos, expresar su temor por “la negrada” que se tira a la calle a protestar. 

Uno de los exprofesores con los que discutía ayer, para nada simpatizante del régimen, me dijo que no creerá en la efectividad de estas protestas “hasta que no sean los blancos del Vedado quienes se tiren a la calle a gritar y a sonar los calderos”. 

En tales actitudes, además de racismo y elitismo, hay miedo al cambio. Seis décadas de dictadura han conseguido que, como pájaros que han vivido siempre enjaulados, muchos cubanos le teman  a la libertad. Les aterra, luego de haber delegado siempre todas sus responsabilidades en Papá Estado, el momento en que les toque a ellos decidir por sí mismos y ser absolutamente responsables de sus actos. La chantajista propaganda oficial les ha hecho creer que serán incapaces de valerse por sí solos y que es mejor se resignen y conformen con lo poco y cada vez menos y más malo que les da el Estado socialista porque “bajo el capitalismo sería peor”.

Aun así, a pesar del anticapitalismo que les inculcaron desde la escuela, muchos cubanos, sobre todo los más jóvenes, huyen del país hacia el capitalismo. No tienen valor para enfrentar al régimen, les aterra la represión, pero no vacilan en lanzarse a las aguas turbulentas y llenas de tiburones del Estrecho de la Florida o a arrostrar los peligros de atravesar Centroamérica para, cruzando fronteras, llegar a los Estados Unidos.  

Hay personas, paralizadas por el temor a las represalias del régimen, que justifican su inacción y su apatía, que más bien es cobardía, criticando al exilio y a la oposición interna tanto por lo que hacen como por lo que no hacen. Se quejan de la ausencia de líderes convincentes y de la falta  de programas de gobierno coherentes para el futuro los mismos que analfabetos en política, embrutecidos por el adoctrinamiento y la desinformación de los medios oficialistas, ignorantes de qué es la democracia y el estado de derecho, te dicen que están saturados de política e ideología y que no quieren escuchar teques sobre temas que para ellos resultan demasiado abstractos.

Y están también los pesimistas que creen que si hay una transición, inevitablemente dirigida “desde arriba”, no será hacia la democracia sino hacia otro tipo de régimen dictatorial, como ocurrió en Rusia con Putin. 

Para esos que dicen que les asusta lo que pudiera pasar si “esto” se derrumba, es como si la continuidad post-fidelista, con todo lo desastrosa que está resultando, pudiera ser eterna y significar el fin de la historia de Cuba.

Antes que a todos esos pusilánimes, apáticos y resignados pero que se creen superiores, prefiero a los que tienen la valentía que a ellos les falta para reclamar sus derechos y una vida mejor, no importa si son incultos y malhablados. Es más, para el enfrentamiento a la canalla castrista, para emparejar la pelea, los prefiero así.  

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