miércoles, 13 de julio de 2022

La tensión se sentía en el aire … pero nada pasó.

Por Luis Cino Álvarez.

Desde el sábado 9 y el domingo 10, la presencia policial en las calles fue abrumadora. La tensión se sentía en el aire. Pero nada pasó. 

El régimen, que desde hacía varios días no lograba disimular su temor por la eventualidad de que estallaran protestas, puede coger un respiro y simular que lo tiene todo bajo control. Por ahora. Porque tarde o temprano, es inevitable, nadie tiene que convocarlo, volverán a haber estallidos sociales. Y puede que esta vez sea peor y más violento.   

Los problemas que motivaron las protestas del 2021 siguen sin resolverse. Con los apagones, la sideral subida de precios y la cada vez mayor escasez de alimentos, la situación ahora es peor que hace un año. Y la desesperación sigue creciendo.  

De poco vale la demagogia de los mandamases y los remiendos en las villas miseria de las que hasta hace un año no se daban por enterados. Que ni sueñen los jerarcas “enguayaberados” que los aman en La Güinera, El Tejar o El Fanguito. Deberían saber, si no es que han llegado a creerse sus propios embustes, que la simulación y el oportunismo “a ver qué se le puede sacar a esta gente” forman parte también de la supervivencia en la marginalidad.

Es a los muchos miles de personas cuya vida es un calvario inacabable de miseria y privaciones a quienes deben temer los mandamases. Al final, esos desesperados serán los sepultureros del régimen, y no la oposición, débil, fragmentada, tan extenuada e impotente como la dictadura, con la cárcel o el exilio como disyuntiva. 

No obstante, para no perder la costumbre, los esbirros de la Seguridad del Estado sitiaron en sus casas durante estos días a decenas de activistas de la oposición y periodistas independientes.       

Los mandamases, que siguen con su narrativa del manual de la CIA y el golpe blando que nadie les cree, no parecen haber aprendido las lecciones del 11J. No dan respuestas a las demandas populares. Se muestran intransigentes con todo el que difiera. Solo se les ocurre seguir reforzando el blindaje de las legislaciones represivas. Como si con las largas condenas de cárcel como escarmiento fueran a conseguir inmovilizar para siempre a las masas que a fuerza de no tener nada, ya nada tienen que perder.  

El gobernante Díaz-Canel, que hace un año dio la orden de combate contra los que protestaban, ha mostrado su desprecio por los justos reclamos de muchos millares de cubanos al afirmar que el 11 de julio los revolucionarios celebraron la victoria sobre un “golpe de estado vandálico”. Para él, tan solidario con los que protestaron en Colombia, Chile y Ecuador, son vándalos sus compatriotas que reclamaron una vida mejor. 

En su triunfalismo y su soberbia, de reunión en reunión, invocando a Fidel y hablando de “la resistencia creativa” y otras sandeces, los mandamases se disocian cada vez más de la realidad. Y lo que es peor: son cada vez más irrespetuosos con los cubanos. Incluso, de tan desfachatados que son, con los pocos que todavía les siguen.

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