jueves, 4 de enero de 2024

“Corregir distorsiones”, una vez más la “ofensiva revolucionaria.”

Por Ernesto Pérez Chang.

El régimen cubano inició el 2024 con una "nueva" ofensiva.

Desde regular por decreto el precio del pollo en las mipymes, eliminar exenciones de impuestos, hasta intervenir el mercado cambiario informal (donde único se encuentran los dólares que usan los dueños de negocios para importar sus productos) son algunas de las “nuevas medidas” anunciadas por el régimen cubano para asfixiar al “sector privado”, es decir, para intentar “corregir distorsiones” que, según ellos, no estaban en el “diseño original” del paquetazo del otrora “genial” Marino Murillo.

Una vez más hacen la misma jugada tramposa del “cambio de reglas” y una vez más los mismos “inocentes” de toda la vida reaccionan como si de verdad los tomaran por sorpresa, a pesar de que muchísimo antes de “ordenamientos” y “reordenamientos” ya la memoria popular (que no olvida la “rectificación de errores” ni lo ocurrido con el “mercado libre campesino”) prevenía del zarpazo (otro más) a la iniciativa privada porque de eso se trata desde enero de 1959.

Los nexos del régimen comunista con el llamado “sector privado” jamás han sido otros que no sea esa tóxica relación de interés-ambición-odio donde el “amor” apenas es la etiqueta publicitaria de un puente (como el de Carlos Lazo) por donde no esperan a que llegue otra cosa que no sea el “odioso” dólar que tanto aman.

Las expropiaciones de los primeros años de Fidel Castro en el poder han sido una constante que, de acuerdo con la época, adquirieron la máscara que más apropiada le fuera, y así lo que no llegó a ser arrebatado con la violencia de la llamada “ofensiva revolucionaria” luego pereció bajo cualquier otro pretexto en forma de ley o decreto, incluso de “voluntad popular”, sobre todo cuando de cierto modo el pacto político se rompía, distorsionaba o expiraba.

En los planes del régimen lo individual, lo privado, apenas existe solo si lo beneficia en sus propósitos. Y se le tolera estar por encima de leyes y decretos hasta tanto ese “libertinaje” no se les transforme en un problema, como sucedió en su momento con el “amigo” chileno Max Marambio que, por cierto, fue quizás el caso más mediatizado de un “empresario extranjero corrupto” en Cuba pero no el único “explote”, en una “coyuntura” donde, como en la de ahora, alguien necesitó de apropiarse la fortuna acumulada. 

Hasta ahí, donde rindió su utilidad, llegó la “suerte” del chileno; así como ha pasado con todo el que no escucha las palabras “coyuntural”, “provisional”, siempre solapadas en los discursos donde se empieza hablando de cambios, de aperturas, pero que siempre cierran con frases donde dejan claro que son más de lo mismo. 

A cualquier negociante medianamente hábil le bastaría con escucharles repetir que son “continuidad” para comprender que ninguna empresa ni emprendimiento privado será próspero ni sostenible en la Isla, a no ser que primero firme un pacto de complicidad política con el régimen. 

Un pacto donde siempre estará dispuesto a perderlo todo cuando el zapato le apriete a su contraparte, cuyo pie, quizás por el ejercicio de aplastar, nunca deja de crecer. De modo que todas esas “estrellas” del nuevo empresariado de hoy serán mañana debidamente “catapultadas” (ya sea con c o con k) al basurero cuando la “Revolución” lo necesite. 

Los comunistas si en algo han demostrado ser muy hábiles es en arrebatar -además de dineros ajenos- los cariños y afectos a los tontos útiles, y si no que le pregunten a Edmundo García y quizás, no sé, a Víctor Manuel Rocha, al que también, al parecer, le dieron su misión en eso de jugar a ser “empresario”.

Pero, volviendo a lo que está por acontecer, durante la fiebre de inscripciones de mipymes era evidente que la masividad y permisibilidad no eran más que el caos “diseñado” para esconder lechugas entre coles. Hubo más de una advertencia, más de una señal. La lista de aprobados y “facilidades” crecían solo para sonsacar a los indecisos, los recelosos. Para que abrieran sus billeteras pero, además, para desviar la atención hacia el enorme edificio que crecía por día y no en la calidad de gente que lo habitaba.

Indaguemos con paciencia en ese “caos” y sin dudas encontraremos esa “disciplina” de quienes solo acatan órdenes de “arriba” y verifiquemos si es verdad y no simple rumor que al menos una decena de clubes y centros nocturnos en La Habana están o estarán pronto siendo administrados por militares y exmilitares, hoy transformados en “mipymeros”, a los que apenas les cobran menos de 100 dólares de impuestos al mes, mientras a otros “pobres tipos” los tienen “sofocados” a golpe de impuestos, multas y controles fiscales, como para que cuelguen rápido el cartel de “cerrado hasta nuevo aviso”.

Ahora está clara la jugada y la inversión de los “ingenuos” de siempre está en peligro, de ahí que las primeras reacciones de algunos “mipymeros” es reconocer que han caído en una trampa, por lo que se apresuran a vender o a cerrar, porque saben lo que les esperará en este 2024, que será mucho peor para los que todavía tienen contenedores de mercancías en camino, cargas que para algunos será mejor abandonar porque no habrá modo de recuperar lo que invirtieron.

“Agárrate de la brocha que nos llevamos la escalera”, así han publicado algunos en redes sociales descubriendo, demasiado tarde, lo que les espera. Porque ahora, en 2024, los comunistas ya no están rectificando, ordenando ni “reordenando el ordenamiento”. Ahora están “corrigiendo distorsiones”, una construcción de lenguaje que obligatoriamente nos hace pensar en “castigo”.  

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