Por Iván García.
Existe una puerta giratoria que divide los dos estamentos del poder en Cuba: el de GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.), una corporación militar que gestiona los grandes negocios, y el del régimen de Miguel Díaz-Canel, elegido a dedo por Raúl Castro para que administrara la ruinosa economía del país.
Mientras los burócratas del Ministerio Comercio Interior tienen que esperar por un donativo de arroz de Vietnam o la llegada al puerto del Mariel de un barco cargado de pollo comprado en Estados Unidos y poder distribuirlo por la libreta de racionamiento, los caciques de GAESA están al margen de la Controlaría General de la República y del presupuesto estatal, disponen de millones de dólares destinados a la construcción de hoteles de lujo y solamente rinden cuentas a la familia de Raúl Castro.
A partir de 1991, con la apuesta por el turismo internacional y sobre todo después de 1993, con la legalización de dólar estadounidense, Cuba, se transformó en un país con diferentes tratos, monedas y servicios. En los negocios controlados por el sector militar, a los cliente les dicen Señor y Señora, no hay murales con las machaconas consignas políticas y se factura exclusivamente en divisas.
En esos islotes de capitalismo, se contratan gerentes extranjeros y tecnócratas locales graduados de administración de empresas en universidades occidentales que visten ropas de marca y utilizan computadoras Apple. Los empleados mendigan un litro de gasolina a los jefes, no apagan los aires acondicionados en horario laboral y tienen plantas eléctricas en caso de que apagones.
En lo poco que queda de la Cuba fidelista, se mantiene la narrativa arcaica de Socialismo o Muerte, se habla de justicia social, mientras crece el número de mendigos en las calles y al pueblo que come caliente una vez al día, le piden más sacrificios y que tenga ‘resistencia creativa’.
En Songo la Maya, municipio de Santiago de Cuba, o en Baracoa, en la provincia de Guantánamo, los apagones son de ocho a diez horas diarias, las mujeres a falta de almohadillas sanitarias utilizan trapos viejos reciclados y el agua potable es un lujo.
En la Cuba socialista, las escuelas, hospitales y otras infraestructuras públicas son un desastre. La isla se cae a pedazos. Un dólar se cotiza a 300 pesos y el salario mínimo de 2,100 pesos, equivalente a 7 dólares en el mercado informal, no alcanza para comprar un cartón de huevos, que ahora mismo está costando 2,700 pesos. Trabajadores y jubilados son los que peor se encuentran en el supuesto paraíso de obreros y campesinos.
Ángel, ex combatiente en la guerra civil de Angola y quien fuera un ferviente revolucionario, a sus 81 años, espera la muerte en una desvencijada residencia de ancianos, pidiendo dinero y cigarrillos sueltos a la gente que pasa por la calle. “Participé en siete zafras y estuve dos veces en Angola. No merezco ganar una pensión de 1,900 pesos y vivir pasando hambre y necesidades en un asilo estatal”, confiesa.
Pero el régimen de La Habana no escucha las peticiones de millones de ancianos que un día sí y otro también, reclaman pensiones acorde a la bestial inflación que sufre el país. Esa Cuba marxista de ordeno y mando, donde se venera a Fidel Castro como si fuera un santo, la basura se amontona en las esquinas y el transporte público es un caos, cohabita sin interferencias con los hoteles de lujo que la dictadura verde olivo construye en cualquier espacio de la capital.
Cada mañana, en las atestadas paradas de ómnibus urbanos o dentro de viejos taxis colectivos, la gente se queja del régimen. Es el caso de Suely, licenciada en literatura, mucama en un hotel en la zona colonial de la ciudad. “Gano 3,400 pesos mensuales que pueden llegar a 4 mil pesos si me pagan estimulación. GAESA -dueño de la mayoría de hoteles en Cuba- trata a sus trabajadores como esclavos. Si te quejas o hablas mal del gobierno te botan. No tenemos derechos a nada”. ¿Por qué no lo dejas?, le pregunto . “Es la única forma de resolver un poco de comida y ganar algún dinero con las propinas de los turistas”, responde Suely.
El taxista participa de la conversación y dice que es graduado de ingeniería industrial. Hace cinco años dejó la profesión y durante unas doce horas diarias, conduce un añejo Lada de la era soviética de su padre. “El viejo era comunista a rabiar. Pero desde hace un tiempo está virado contra el sistema. Cuando comienza el noticiero apaga el televisor, cree que le puede dar un infarto por la cantidad de mentiras que dicen. Con lo que gano ‘boteando’, diez veces más que mi salario de 6 mil pesos, mantengo a mi familia y a mis padres”.
En abril de 1961, Fidel Castró prometió una revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes. Sesenta y tres años después, los pobres son cada vez más pobres en Cuba. En la otra acera, entre los cascotes de los derrumbes y el olor repulsivo de las aguas albañales, se vislumbra el capitalismo de compadres diseñado por los gurús de GAESA con la anuencia de los mayorales que dirigen la finca castrista.
En La Habana circulan autos modernos importados desde Estados Unidos por Katapulk, empresa del cubanoamericano Hugo Cancio. Funcionan gimnasios con spa e instructores personales que cuestan mil dólares al mes. Heladerías, bares y restaurantes privados de testaferros que prestan sus nombres para encubrir el de los dueños reales se apelliden Castro, Ventura, Valdés o Frías.
Un ex trabajador de Supermarket 23, tienda de comercio electrónico que vende alimentos y otros bienes a los emigrados cubanos, asegura que “el negocio, al igual que Flora y Fauna y otros ‘bisnes’ regados por todo el país, son del comandante Guillermo García Frías, un tipo que es un analfabeto funcional. Pero como luchó en la Sierra Maestra con Fidel, puede hacer prácticamente lo que le da la gana. Ya cumplió 96 años, se supone que está jubilado, pero tiene más poder que cualquier ministro”.
Un ex funcionario de Cimex, afirma que “el establishment en Cuba se ha venido re delineando desde hace tres décadas. A iniciosde la década de 1990, con el pretexto de conocer los gastos reales en turismo, que Raúl sospechaba estaban inflados, le pidió a su hermano abrir una empresa, a la que llamaron Gaviota, y sería la encargada de administrar un sector del turismo. Luego Gaviota se fusionó con empresas militares y otros negocios que llevaban los hermanos Senén y Julio Casas Regueiro, los dos generales, y es cuando surge GAESA».
Según el ex funcionario, actualmente GAESA es la tercera compañía hotelera en América Latina por cantidad de habitaciones detrás de las estadounidenses Marriot y Hilton. GAESA controla el 80 por ciento de las divisas que entran al país. Es dueña de bancos, barcos petroleros, una flota de aviones y de la única empresa nacional de telecomunicaciones: ETECSA. No rinde cuentas de sus facturaciones a Díaz-Canel, a la Controlaría ni a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Solo a Raúl Castro. Es un gobierno a la sombra”.
El esquema de negocios de GAESA es simple. Hasta 2020 administraban las remesas de los cubanos en la diáspora que luego reinvertían en la construcción de hoteles para el turismo y apartamentos de rentas a extranjeros.
Anualmente ingresaba entre dos mil y tres mil quinientos millones de dólares por concepto de remesas familiares y también gracias a una cadena de tiendas, gasolineras y servicios gastronómicos enfocados en captar dólares procedentes de los ‘gusanos’, como Fidel Castro denominó a los exiliados cubanos residentes en Estados Unidos. Aunque el negocio estrella de GAESA era el despojo a los médicos y profesionales cubanos que trabajaban en misiones en el extranjero, al quedar con el 70 y 90 por ciento de los salarios en divisas que le pagaban.
Ese latrocinio le permitió invertir más de 20 mil millones de dólares en los últimos quince años en la construcción de hoteles y centros turísticos. GAESA es el gallo tapado de la longeva dictadura caribeña. Los actuales gobernantes son mascarones de proa, sacrificables como los peones en un juego de ajedrez. En las alcantarillas del poder se sabe que el modelo económico y político en Cuba no es sostenible.
Están ganando tiempo, tratando de que no sea convulso el aterrizaje de un capitalismo estilo ruso, con oligarcas militares o del partido comunista reconvertidos en multimillonarios hombres de negocios. El castrismo está gastando sus últimos cartuchos.
En cuatro a cinco años aparecerán los tecnócratas de GAESA con una nueva versión del discurso de ‘salvar la patria’. Probablemente esperen por la muerte de Raúl Castro. Intentarán vender una falsa democracia. Tal vez negocien con Washington sobre economía de mercado e inversiones estadounidenses a cambio de tranquilidad ciudadana, combatir al narcotráfico y la inmigración.
A lo mejor apuesten por un Bukele a la cubana. Aparcarán la propaganda y predominará el pragmatismo político. El marxismo -ya intentaron erradicarlo como ideología en la conformación de la última Constitución- irá desapareciendo y la estrategia principal será seducir a los empresarios cubanoamericanos radicados en la Florida. El futuro ideal para GAESA es una simbiosis de lo peor del capitalismo con el control ciudadano aprendido en los manuales soviéticos. Esa es la Cuba que ellos quieren.