Por Alberto Méndez Castelló.
Luis Raúl González-Pardo Rodríguez (Foto: Facebook/Cubanet).
Defraudado debe sentirse cualquier ciudadano con sentido de la justicia, con valor de la equidad, en cualquier lugar del mundo donde llegó la noticia: Un expiloto de combate de la Fuerza Aérea del régimen cubano, participante en la persecución por razones políticas y de conciencia de los Hermanos al Rescate, hoy, vive y trabaja en Estados Unidos, gracias al parole humanitario.
Se trata del teniente coronel retirado, luego, coronel de la reserva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), exdirectivo de la aviación civil y militante del Partido Comunista de Cuba (PCC), Luis Raúl González-Pardo Rodríguez, quien en condición de autor directo y no de cómplice, participó en la operación diseñada por el alto mando de las FAR con la anuencia del PCC, para matar a los Hermanos al Rescate.
Y digo que González-Pardo Rodríguez es autor directo y no cómplice del asesinato de los Hermanos al Rescate, aunque él mismo no disparara contra ellos, porque según las reglas previstas para los delitos contra la humanidad o la dignidad humana o la salud colectiva, o en los previstos en los tratados internacionales, son autores todos los responsables penalmente, cualquiera que fuere su forma de participación.
González-Pardo, piloto.
Y el vuelo de González-Pardo Rodríguez tripulando un avión caza en ese momento y lugar, concurre, sí –como cualquier criminalista conoce– con el delito de persecución y asesinato por motivos políticos, en concurso ideal, pues, su presencia en la escena del crimen formó parte de las distintas violaciones penales que surgieron de ese mismo acto de concertación para cometer intimidación y asesinato, como en efecto ocurrió.
Y, en aquella ocasión, cuando fueron derribadas en aguas internacionales dos avionetas y asesinados sus cuatro tripulantes, así como también resultó perseguida y puesta en peligro una tercera aeronave con sus pilotos y pasajeros, el señor González-Pardo Rodríguez fue piloto de uno de los MiG persecutores.
El crimen de Hermanos al Rescate permanece impune. Sabido es. Público y notorio. Y, hoy, 28 años después de cometido ese delito internacional, con premeditación, alevosía y ensañamiento, duele más que aquel día trágico, por vergonzosa la impunidad y descarada la connivencia. Sí, la complicidad.
Cumpliendo órdenes.
Pasadas las tres de la tarde del 24 de febrero de 1996, cumpliendo órdenes de los jefes del régimen totalitario, los hermanos Fidel y Raúl Castro, tripulaciones de pilotos de aviones MiG, con instrucción académica y experiencia combativa, entre los que se encontraba el ahora beneficiado con parole humanitario, Luis Raúl González-Pardo Rodríguez, sin las eximentes de la responsabilidad penal por obediencia debida, por ser ejecutores directos, dispararon misiles aire-aire contra dos inofensivas avionetas Cessna, pulverizándolas.
Asesinaron así a sus cuatro tripulantes, los pilotos civiles Armando Alejandre Jr., de 45 años de edad; Carlos Alberto Costa, de 29 años; Mario Manuel de la Peña, de 24 años y Pablo Morales en edad de 29 años, todos ellos, ciudadanos estadounidenses o con estatus de residentes en Estados Unidos, integrantes de la organización Hermanos al Rescate, dedicados ellos a socorrer en el mar a cubanos migrantes.
Una tercera avioneta también Cessna, en la que viajaban José Basulto, Arnaldo Iglesias y Silvia y Andrés Iriondo, luego de derribados sus compañeros en aguas internacionales y según dictámenes de la aviación civil, también sufrieron persecución por un tercer avión MiG de la Fuerza Aérea castrocomunista, presuntamente, a los mandos de González-Pardo Rodríguez, constituyendo todos esos hechos de la tarde del 24 de febrero de 1996, un crimen internacional de lesa humanidad.
Un crimen.
El crimen de lesa humanidad en este caso es conceptuado como persecución y asesinato por motivos políticos, lo que lo hace un delito imprescriptible, en los que son autores directos y no meros cómplices, desde Fidel y Raúl Castro, los espías de la llamada “Red Avispa” infiltrada en la organización Hermanos al Rescate, los pilotos de los MiG que dispararon, los que sin disparar sí ejecutaron persecución, los jefes y oficiales que integraron la dirección operativa en la base aérea, hasta el personal de logística que abasteció, artilló y sirvió de soporte técnico de los cazas, con pleno conocimiento de que participaron en un ilícito penal por atentar contra la vida de civiles indefensos.
No caben, pues, las justificaciones de participantes en este crimen, ni de meros opinantes, aduciendo que esos pilotos militares asesinaron a cuatro personas, civiles y desarmadas, “en cumplimiento de un deber”, o en “ejercicio de un derecho”, o de una “profesión, cargo u oficio”, o, dicho de manera más simple, en virtud de “obediencia debida”, “cumpliendo órdenes”, porque si así de prosaico fuera, presos por violaciones de los derechos humanos y por crímenes de lesa humanidad solamente fueran los jefes de esos regímenes tiránicos, y no todos y cada uno de sus oficiales, soldados, policías, agentes o chivatos que asesinaron, torturaron, secuestraron o por cuyas delaciones hubo personas que perdieron la vida, la libertad o sufrieron daños físicos, psicológicos o económicos.
Entonces abochorna que mientras en Cuba cientos de mujeres y hombres sufren prisión política por causa de la dictadura totalitaria, sostenida precisamente por la fuerza militar y policial, en Estados Unidos, una persona con los precedentes del señor Luis Raúl González-Pardo Rodríguez, se beneficie del parole humanitario.
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