Por Iván García.
Todavía hay libreta de racionamiento. Escasea la papa, el precio de las frutas anda por las nubes y tomarse un jugo natural de naranja es un lujo. Las íntimas o almohadillas sanitarias se distribuyen cada dos meses -un paquete con diez- a las mujeres que menstrúan. Y conectarse a internet sigue siendo una fábula de ciencia ficción para buena parte de la población.
Sin embargo, el sexo es liberado. Un deporte nacional. Según algunos, la infidelidad entre las parejas es un gen que portamos los seres humanos. Si esos versados se dan una vuelta por Cuba, puede que confirmen sus peregrinas teorías.
Y descubren que adolescentes de 12 y 13 años son ya ‘expertos’ en la materia. Desconocen que Australia es un continente o Henry Lee fue un independentista de la Revolución Norteamericana y no el creador de los jeans Lee. Pero a la hora del sexo, tienen innumerables historias que contar. A muchos varones, desde pequeños, los padres los educan que mientras más mujeres, mejores machos serán.
Suele ser el abc de un padre cubano a su hijo. Tiempla, que la vida es pinga. Los hombres no lloran. Y el que manda en casa son los que tienen cojones. Si en el siglo 19 o 20 los padres pagaban prostitutas para que desvirgaran a sus hijos, hoy no es necesario.
La mayoría de los hijos están más actualizados y son más promiscuos que sus padres. Tener una ‘querida’ o amante es sinónimo de masculinidad. Un atleta del sexo. Un cabrón de la calle.
A más amantes, más tragos pagados a los amigos. En los bares ofrecen ‘sabios’ consejos sobre cómo entrarle a una hembra imposible. Durante horas, cuentan anécdotas sexuales sin dejar de beber como cosacos cerveza de cuarta categoría o ron barato.
El sexo en Cuba es desordenado, pero tiene sus jerarquías. No es igual un chulo de barrio que un gerente de un hotel cinco estrellas. Un capitán que un general. Un diputado del aburrido y monocorde parlamento que un mandarín de corta y clava.
Las ‘queridas’ de los superiores se respetan. Disimuladamente se les miran los senos o el trasero, pero se calla el piropo grosero o la propuesta indecente. Un jefe puede despedirte o hacerte la vida imposible si se entera que merodeas a su hembra.
Mientras más estrellas tenga la charretera o si tu foto aparece entre los miembros del comité central, mayores posibilidades de darle mejores lujos a las amantes. Hasta puedes escoger: rubias, trigueñas, mulatas o negras. O tener una colección de cada una. Como todas son despampanantes, con orgullo y discreción las muestran los fines de semana en las villas de recreo exclusivas para altos oficiales o en fiestas donde no asisten las esposas.
Ser ‘querida’ de un personaje importante en Cuba, es sinónimo de categoría social. Como propulsadas por un cohete, ascienden en sus puestos de trabajo. Por toda La Habana en voz alta se comenta el ascenso meteórico de una famosa reportera de la televisión, quien además de belleza posee talento. Según los rumores, el afortunado que se acuesta con ella es ‘jefe de jefes’.
Aún se recuerda que en los 90, cuando Carlos Aldana era el tercer hombre fuerte en la isla, a cargo del sector ideológico en el partido comunista, llegó a tener tres ‘queridas’ periodistas, las tres conocidas.
Hasta Fidel Castro, entre tragos de Jack’s Daniel, le gustaba hablar en privado sobre sus hazañas sexuales, como el romance que tuvo con la alemana Marita Lorenz y que ella ha contado en un libro. En una revolución machista-fidelista como es la cubana, tener aventuras amorosas a granel te distinguen de la manada. Cosa de pícaros. De tipos con gancho. Un sello de virilidad que hace la diferencia.
En una nota de Juan Juan Almeida publicada en Martí Noticias, leí sobre las francachelas de los oficiales cubanos en Angola. Daba un dato, tomado del Ministerio de las Fuerzas Armadas: el 40% de las mujeres que estuvieron de misión en Angola, sufrieron acosos o violaciones sexuales. Esa cifra nunca ha aparecido en Granma. Para mí, Almeida hijo es una fuente altamente creíble. Vivió entre la crema y nata de los jerarcas cubanos. Su padre, gran persona, en opinión de sus allegados, se llevó a la cama cuanta mujer le despertaba placer.
Y que me perdonen sus hijos y sus esposas. La gran diferencia de ser ‘querida’ de un dirigente y de un muerto de hambre, son los lujos y comodidades. El de pocos recursos te invita al cine y a la salida te compra rositas de maíz o un cucurucho de maní. El ‘pincho’ te pone un piso. Y si le satisfaces a plenitud, te compra un carro. Además, subes como la espuma en tu profesión.
Hay mujeres que viven de sus amantes, como los chulos de las jineteras. Y como a veces tienen más de una ‘novia’, éstas se fajan entre sí, a ver quién le da más y se mantiene como la preferida. Recientemente, escuché una discusión entre dos jineteras. Una le decía a la otra: “Yo sí soy una ‘monstrua’, a mí ‘jevo’ le compré una moto y tres cadenas de oro. Las otras solo le consiguen pulovers y tenis.
Se puede vivir en una casa de tejas en Carraguao o una residencia en Miramar. Pero si te educaron a lo bravo, debes tener una ‘querida’. En una conversación entre ‘hombres duros’, si no hablas de las ‘novias’, ‘queridas’ o amantes que tienes, pueden tildarte de católico o mongólico. Un aburrido que no ha sabido usar el pene que dios te dio. Eso sí, teniendo cuidado de no mencionar ni mirar a la amante del jefe.
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