miércoles, 26 de junio de 2013

La Feria de La Habana es pura ficción.

Por Osmar Laffita.

Aunque por razones obvias no le fuera concedido de manera pública, en la finalizada 30 edición de la Feria Internacional de La Habana (FIHAV) el gran premio le correspondió a los promotores de este evento, que es mas fábula que realidad: el grupo empresarial "Palco", cuyo presidente es el incombustible e insumergible Abraham Masiques.

En tres decenios, Masiques y Palco han demostrado sus habilidades en montar esta especie de gran carpa teatral que es FIHAV. Hábiles montadores de atrezzos lograron con creces que los expositores en los stands nacionales dieran una idea sobredimensionada de lo que realmente tienen, con el único que fin de que los visitantes que asistieron a la feria se llevaran la falsa idea del supuesto desarrollo alcanzado por las empresas cubanas en los rubros exportables de bienes y servicios.

No pocos empresarios extranjeros se fueron de FIHAV totalmente desilusionados, sin lograr los objetivos por los que acudieron.

Tanto el vicepresidente del Consejo de Ministro responsable de todo lo que tiene que ver con el comercio exterior cubano y las relaciones internacionales, Ricardo Cabrisas Ruiz, como sus pupilos, el ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, y la presidente de la Cámara de Comercio de Cuba, Estrella Madrigal, en sus palabras de apertura y bienvenida no dijeron ni jota de la nueva Ley de Inversiones Extranjeras.

La vigente Ley 77 está sometida a revisión, pero no hay noticias de cambio inmediato. Tal parece que el círculo de generales y coroneles que rodean al presidente Raúl Castro, no ha ordenado aun la apertura del mercado cubano a las inversiones extranjeras directas, algo que pide a gritos la economía cubana, urgida de dinero y tecnología que posibiliten dar un vuelco a la desastrosa situación en que están la agricultura, la industria, el trasporte, las comunicaciones, el turismo y los servicios en general.

Los ministros que no forman parte de este exclusivo club de generales y coroneles, tienen que limitarse a decir lo que se les ordene. Una muestra de ello fueron las palabras dirigidas a los empresarios extranjeros en la feria por Cabrisa, Malmierca, así como las ministras de la Industria Alimenticia y la Industria Ligera, María del Carmen Concepción y Damar Maceo, respectivamente. Todos se limitaron a decir con sus matices lo contenido en el guión previamente entregado a cada uno de ellos, que no es otra cosa que repetir que la perspectiva es fortalecer las ineficientes, improductivas y no pocas veces al borde de la quiebra empresas socialistas y advertir que la empresas mixtas con capital extranjero hay que verlas como una alternativa o complementariedad.

Fue como un cubo de agua fría a los empresarios extranjeros presentes en la feria. Muchos pensaban que de acuerdo a la crisis de la economía cubana, agravada por los enormes daños, todavía no cuantificados, ocasionados por el devastador huracán Sandy, la Feria hubiese sido el escenario ideal para anunciar la nueva ley de Inversión Extranjera.

Dicha Ley posibilitaría poner fin de una vez por todas al absurdo modelo centralista y vertical que descansa en la anacrónica e inoperante planificación estatal, contraria a las leyes del mercado.

Esa irracional forma de dirigir la economía es la que ha propiciado las continuadas interrupciones de los procesos productivos. Al no poder los empresarios comercializar directamente las mercancías que abarrotan sus almacenes, esto provoca enormes pérdidas a la economía nacional y a los bolsillos de los trabajadores.

Esta desatinada e incontrolable manera de dirigir la economía ha sido el escenario ideal para el imparable crecimiento de los casos de corrupción en que han estado implicados funcionarios de empresas y ministerios.

Muchos de estos venales funcionarios, cuyas fechorías aun no han sido descubiertas, estuvieron como expositores de las más cien empresas cubanas que ocuparon el pabellón central de EXPOCUBA en la finalizada Feria Internacional de La Habana. Hábilmente camuflados, como buenos actores teatrales, en su gestión de promocionar sus productos. Pura ficción.
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