Por Magela Lisama Rojas Delgado.
En los agromercados y las tiendas expendedoras de alimentos, los precios de los productos están muy por encima del salario promedio que obtiene un trabajador, -450 pesos, moneda nacional-, el cual no alcanza para subsistir.
El gobierno prometió en 1959 acabar con la desnutrición en Cuba. Todo hace indicar que aquellas palabras se las llevó el viento: durante los últimos 54 años, las despensas de los cubanos jamás se han llenado como es debido.
Duele ver los rostros de los de ciudadanos al entrar a las tiendas recaudadoras de divisas. En dichas instalaciones, para comprar un pantalón de alguna calidad, se necesita desembolsar el salario de un mes.
De igual manera, los productos agrícolas hay que pensarlo dos veces para comprarlos. Por ejemplo, la libra de malanga tiene un precio de siete pesos y la de frijoles, entre 10 y 12 pesos.
Los padres sufren al no poder darles un vaso de leche a sus hijos. El régimen optó por retirarles la leche a los niños mayores de siete años y la promesa de abastecer a todas las familias con el preciado líquido no se ha cumplido. Sin embargo, podemos ver leche en los establecimientos en divisa en precios muy altos.
Vale destacar que a pesar de los elevados precios, en los establecimientos de los trabajadores por cuenta propia, el servicio es mejor que en los pertenecientes al Estado. No sólo por la calidad de los productos, también por el trato al cliente. Si esta prestación no es mejor, se debe a la ausencia de insumos a precios moderados, responsabilidad que recae sobre el gobierno. Asimismo, los impuestos, aunque el gobierno los ha reducido, son aún bastante elevados.
Esta es la triste y vergonzosa realidad que se vive en Cuba. Al gobierno no le interesa el trabajo que les hace pasar a todos los ciudadanos que trabajan para asegurarle sus ganancias. Tampoco el Estado invierte los recursos financieros necesarios para garantizar una eficiente alimentación, ni aplica los adelantos científico-técnicos adecuados para desarrollar la agricultura.
Se impone reestructurar radicalmente el sistema económico para mejorar la alimentación de la población cubana.
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